lunes, 28 de abril de 2025

Los efectos colaterales de la Romería




El domingo ha sido la fiesta grande de mi pueblo, la Romería de San Marcos, la primera que se celebra en el año y abre el camino a las demás. A partir de este chupinazo, les advierto, va a ser un no parar. Casi cada domingo, durante todo el verano habrá una romería en cada pueblito perdido de la isla. Pero la primera es la nuestra y buenos son los teguesteros para montar una fiesta. Porque cuando digo que el domingo fue la fiesta, miento: la fiesta empezó hace más de un mes y continuará hasta la primera semana de mayo. Ya los dicen Los Gofiones en su canción "En abril de romería": "Romería de San Marcos, popular y parrandera".

"Ya los tocadores están afinandopara que Tegueste se vaya animando.Tegueste, Tegueste, pueblo de romero,canta con nosotros, aire parrandero."

Y tanto, tanto se animó todo el mundo que esta romería tiene unos efectos colaterales que ya quisiera cualquier otro fiestón. Yo he contado 10, pero seguro que ustedes encuentran más. Les cuento.

1. La romería es como un parto, hace meses y meses que se está gestando: en los grupos, incluidos los colegios, que hacen las carretas, las más bonitas de la isla; en los que ensayan isas y folías para cantarlas el gran día; en las familias que engalanan sus casas...

2. Desde finales de marzo hasta principios de mayo, para aparcar en Tegueste hacen falta rogativas y novenas a San Marcos. Los aparcamientos se reservan para poner en ellos los cochitos locos, las norias y el Increíble Hulk. Incluso uno alternativo que ponen en una huerta (que con las lluvias se convierte en un fangal) también lo quitan días antes para poner ahí al ganado que se va a bendecir. Oh, hay gente que encuentra un sitio donde aparcar y se emociona tanto que ya deja el coche allí todo el mes.

3. El día de la Romería se corta la carretera general, no se puede pasar ni para arriba, ni para abajo. Si te invitan a una casa debes ir a desayunar, comer y cenar porque en medio no te puedes ir. También está prohibido enfermarse y morirse.

4. También, no sé por qué, ese día en Tegueste no hay cobertura. Yo he propuesto enseñar a hacer señales de humo pero no me han hecho mucho caso.

5. Al día siguiente de la Romería las casas que se han acicalado para estar guapas encuentran en sus jardines variedad de latas y botellas vacías y en sus paredes recién pintadas huellas de zapatos apoyados, manchas de vino y meados. Incluso una amiga mía, como si fuera una plaga israelita, se encontró a la mañana siguiente la puerta ensangrentada.

6. Tampoco se puede descansar mucho esa noche por los cánticos y tertulias hasta la madrugada debajo de las ventanas de los vecinos. Mi consejo: no intentes dormir, mejor baja y únete a ellos.

Y más efectos colaterales, no necesariamente malos (y no voy a contar las resacas):

7. Muchos de los que viven en el centro emigran para que no se les llenes la casa de amigos y desconocidos.

8. Ese día me quedo sin el periódico al que estoy suscrita (y que, por tanto, he pagado) porque la gasolinera donde lo compro también cierra.

9. Isabel, la chef de La Cairosa, que hace la mejor ensaladilla de la isla, me dijo que para la Romería le encargan kilos, kilos y más kilos.

10. También te puedes llevar sorpresas, como le pasó a una amiga mía a la que su ex (al que no veía hacía años) le vino a cantar con una parranda una serenata al pie de la ventana. La bebida fomenta el romanticismo, oye.

Es comprensible que, cuando me preguntan. "¿Vas a ir a la Romería?", yo contesté: "¿Tas loco? Ni jarta de ron". Pero no me hagan mucho caso, que yo ya tengo una edad y que ya viví muchas romerías en las que , vestida de maga como corresponde, bailé, canté, comí, bebí y me divertí. Así que a disfrutarla y a cantar con Los Gofiones:

Estamos en abril de romería,cantando vamos todos pa' Teguesteporque en un lindo pueblo como estedan ganas de cantar de noche y díaaaa...

 

lunes, 21 de abril de 2025

La procesión va por fuera



¡Sí, señor, esta vez he cumplido, y bien, con la Semana Santa! Nada de ir a tumbarme en la arena, como esos herejes en el sur, que parecen sardinas a punto de asarse como ofrenda al Dios Sol. No, esta vez yo recogidita en casa, como mandaban antes los cánones, con salidas si acaso a procesiones.

Y es que, después de un montón de años en que la Semana Santa para mí ni fu ni fa, este abril he ido ¡a una procesión!. Es verdad que no fui a MI procesión en Santa Cruz, la del Señor de las Tribulaciones, que pasa por mi casa familiar y a la que mis hermanos y yo, de niños, tirábamos pétalos de rosas desde las ventanas. Tampoco fui a ver la de la Virgen de las Angustias, la Republicana, en la que en su momento cumbre la banda interpreta el "Adiós a la vida " de Tosca. Pero fui a la procesión de las 12 del Viernes Santo en La Orotava, con sus bandas de música, sus tronos variados, sus monaguillos, sus autoridades de negro, corbata y entorchados... La pena es que no había capuchinos, que siempre le dan un toque kukusklanesco interesante, pero en cambio tenía un aura de procesión de pueblo de las de antes que me removieron las entrañas nostalgiosas.

Pero es que además de la procesión, cumplí con más rituales de la Semana Santa (de la de verdad, no de la de morondanga). Uno es que ¡volví a ver Quo Vadis, como lo oyen!. Con Robert Taylor como Marco Vinicio, con su faldita tableada y dorada entrando en Roma y el esclavo detrás de él recordándole que es mortal, Deborah Kerr, como la cristiana Ligia y Peter Ustinov haciendo de un Nerón, loco como una cabra, incendiando Roma mientras toca el arpa cantando fatal.

Otro es que comí garbanzas con bacalao el Jueves Santo y tollos el Viernes. Es verdad que también me mandé un escalope grande como una sábana, pero es que me dijeron que los niños y los mayores estamos exentos y nos lo podemos permitir.

Y además, he abierto todos los vídeos, los memes, las fotos sobre la Semana Santa que la familia y los amigos me han mandado estos días: tooodas las procesiones de tooodos los sitios (incluida las que me manda de Sevilla mi amiga Eli, que no se pierde una); las esculturas de arena de cristos y vírgenes, las cántigas y tocatas al pie de la cruz de orfeones e intérpretes; la imagen del Cristo de Rio de Janeiro cerrando los brazos; el vídeo de la Semana Santa explicada por niños ("Jesús cenaba con los apostones", "Resucitó al tercer día porque se levantó a la de una, a la de dos y a la de tres", "Ahora te curan, antes lo llamaban resucitar"...).

Yo creo que he cumplido con creces ¿verdad? De aquí, derechita al cielo.

Pero, ¿qué quieren que les diga? Prefiero esta Semana Santa en que cada uno hace lo que le da la gana (yo incluida) que aquella de mi niñez en la que nos prohibían cantar, silbar o jugar a las cartas, en la que ni campanas se podían tocar, en la que en la radio (tele no había) solo sonaba música clásica o curas predicando el sermón de las siete palabras, en la que íbamos por obligación a todas las procesiones y a todos los monumentos y en la que hasta había que poner cara triste por si acaso.

Yo he cumplido, pero contenta. La procesión (y todo lo demás) va por fuera.

lunes, 14 de abril de 2025

Disparatelandia



No sé si les he contado que de vez en cuando me da por coleccionar disparates. Y no me refiero a grandes disparates, tipo la llamada "guerra arancelaria" del Donald Trump, que puede llevar a la economía mundial y a su propio país a la recesión. No, me refiero a las noticias sobre la conducta humana que a veces salen en los medios de comunicación y que nos hacen decir: "Este (o esta) está como una cabra". Y vayan unos pocos ejemplos:

Dan Brown, el de "El código Da Vinci" , cuando no sabe qué escribir (el bloqueo de la página en blanco, que le dicen) se cuelga de los tobillos cabeza abajo a ver si le viene la inspiración.

O esta noticia, aparecida en X: "Una mujer fue ingresada ayer en un Centro hospitalario al presentar herida de gravedad en el ojo izquierdo. La causa, recibir el impacto en el ojo de un supositorio después de que su marido, que acababa de ponérselo, se tirara un pedo."

O aquella que se opera de la nariz porque no quiere que sus futuros hijos salgan con la nariz torcida como ella.

O la noticia de una tesis doctoral que copió a otra, cosa que no es tan rara porque está a la orden del día. Lo disparatado es que el plagiador copió hasta la dedicatoria.

O este, tal vez más inquietante, disparate kafkiano que cuenta Aramburu en El  País: el caso de una estudiante alemana a la que le pasaron repetidas veces una factura de gas, electricidad y agua por valor de 0 euros y, al final, con amenazas de embargo. Tan solo cuando el asunto se hizo público, la empresa energética reconoció su "error técnico" que atribuyó, cómo no, a los ordenadores y no al ser humano.

O aquella vez, hace 12 años, que Corea del Norte impuso para las mujeres 18 cortes de pelo obligatorios y para los hombres, 10.

O la vidente italiana (condenada anteriormente por estafa y bancarrota fraudulenta), cuyo poder emana de una estatua de la Virgen que llora lágrimas y sangre y que multiplica para alimentar a sus seguidores, no ya panes y peces, sino ñoquis y pizzas.

Y en el mundo del arte ¿no es disparatado considerar una obra de arte que la actriz Tilda Swinton se pegue una dormida de 8 horas dentro de una urna de cristal en el MoMA de Nueva York (imagen inicial)? ¿O que se venda un plátano pegado a la pared con cinta aislante gris por 6,2 millones de dólares?. El comprador, emocionado, dijo que se lo comería ese viernes. Claro que también se quedó con el derecho a reproducirlo, es decir, pegar otro plátano a la pared y decir que es la misma obra de arte. ¡Oh!

Y otro disparate que a lo mejor no lo parece pero que me asombró es el que cuenta el escritor y periodista Tom Quinn en su obra Sí, señora: la vida secreta de los sirvientes reales sobre el rey Carlos III de Inglaterra. Al parecer este tiene pequeños arranques de irritación con sus sirvientes , entre otras cosas, cuando la pasta de dientes no está perfectamente aplicada en su cepillo de dientes. ¿Todo un rey de Inglaterra no sabe ponerse él mismo la pasta de dientes?

Viendo todo esto me dan ganas de parafrasear una canción de Joaquín Sabina y Caco Senante, "Si no fueras tan", y aplicársela al ser humano: "Si no fueras tan inconcebible, / si no fueras tan inadmisible, / si no fueras tan incorregible, / si no fueras tan indefendible...", la vida sería mucho, muchísimo menos divertida.


lunes, 7 de abril de 2025

Oda al puchero



No hay nada mejor, para un día lluvioso y volandero como el de la semana pasada, que mandarse un buen puchero entre pecho y espalda con los amigos. El viernes lo hicimos en la Tasca Fernando de mi pueblo, la de los padres de Pedri, el del Barcelona, que al mismo tiempo que educaban a su hijo en el arte de darle patadas al balón, nos educaban a nosotros en el del buen comer. Y los viernes los dedican al puchero canario (y, como es natural, los sábados al tumbo).

Y allí estuvimos, la lluvia fuera y el puchero humeando en la mesa. Con sus carnes, su bubanguito y su col tierna, su calabaza y zanahorias, sus papas y batatas, sus habichuelas, sus piñas y garbanzos... Y aparte, su mojo de cilantro y su gofio escaldado con cebollas en cazuela de barro. La Biblia cuenta que Jacob le compró a su hermano Esaú la primogenitura por un plato de lentejas. No me extrañaría nada que alguien más lo hiciera por este plato nuestro, sabroso y completo. Porque Bécquer no lo cató porque si no, hubiera escrito la Rima XXIII así: "Por una sonrisa, un mundo; por una mirada, un cielo; por un puchero... ¡yo no sé qué te diera por un puchero!".

¿Y no merece un poema? El poeta canario Domingo Enrique allá por el siglo XIX pensó que sí y le dedicó este que no me resisto a compartir con ustedes:

Después de recorrido un espacio corto, Febo

se prende la negra hornilla con carbones de haya o brezo.

Se echan seis litro de agua en el puchero,

al caldero, de la vecina tinaja, con los menesteres estos:

Primero, carne de vaca, dos kilos de pierna o pecho;

un argollón de morcilla, tres chorizos, y de puerco,

cinco onzas; de garbanzos de Castilla o conejeros

igual suma; y una dosis de tres de sal (del impuesto).

Y cocidas que hayan sido las partes de lo que expreso

se apartan (así se dice en el canario archipiélago).

Y por la candente boca del atezado caldero

que fervoroso espumaje airado despide a intervalos,

impulsando su cubierta el vapor bulle dentro

cual si Luzbel estuviese metido en aquel infierno.

Échase la calabaza (sobre un kilo más o menos),

habichuelas, chayotes, ñames, peras y bubangos tiernos;

y cuando haya sazonado el fuego tanto totum revolutum

como lo que dicho llevo,

apártense las verduras para reemplazarla luego

con papas y batatas, cuya cantidad o peso

generalmente consiste, según informes muy ciertos,

de aquellas en cinco libras, las batatas en dos menos.

Témplese entonces, ¿Y cómo? Es sencillísimo hacerlo:

Azafrán, ajos y clavos en el almirez casero

se trituran, se machacan con la manilla de fierro;

y, semejante a una esquila que repica algún chicuelo

en son de chanza, produce el propio repiqueteo.

Del caldo una cucharada se vierte en él, diluyendo

las especias que se arrojan incontinenti al caldero

y allá cuando el sol declina y alumbrar va otro hemisferio

las carnes y las verduras tornan otra vez al fuego.

Unidos los componentes todo por escaso tiempo,

en el caldero hacinados recibe calor de lleno.

Y es de verle tan orondo, pletórico hasta el exceso,

oloroso y humeante como diciendo: Está hecho.

De seguida se coloca el manjar populachero

en anchurosa bandeja, blanca como flor de almendro.

Lo demás, huelga decirlo: se hizo para comerlo,

y se come... ¡Ya se sabe! Con la boca y los cubiertos.

Con el suculento tumbo que resulta del puchero

se agasajan los criados en derrededor del barreño

a la hora de la queda en que tocan a silencio

y los ojos parpadean al influjo de Morfeo.


Hay cosas que merecen una oda y hasta que se les ponga música. Y una de ellas es este puchero, un día frío de abril entre ruidos de platos, tintineo de copas y la conversación con los amigos de toda la vida. Un momento feliz ¡Salud!

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