Con todo esto del cambio climático y las estaciones corridas de sitio ya ni se sabe cuándo empieza el verano. Recorté un chiste de Forges publicado en junio de 2013 en el que se ve a un pobre hombre -chaquetón, gorra y bufanda- , pisando charcos bajo una lluvia torrencial y diciendo: "Jo, por fin... ya era hora de que llegara el verano". No, no se sabe cuándo hará su aparición la más brillante de las estaciones, pero sí que es verdad que alrededor de la noche de San Juan ya se huele a verano: las hogueras, las fiestas, los voladores, las romerías... empiezan por esa época y ya no paran hasta octubre y a veces más allá.
El verano es el tiempo de la pereza, de las vacaciones, de las noches estrelladas, de las mesas al aire libre, de tardes de lectura sin nada más qué hacer, de ir a bañarte en el mar, de las frutas maduras listas para mermeladas, de dormir sin edredones. Y es, sobre todo, el tiempo de los helados. Recuerdo otra historieta de Mafalda: Felipe le lee el periódico anunciándole desgracias: que la situación internacional es sumamente crítica, las probabilidades de un conflicto bélico generalizado aumentan día a día, el armamentismo crece de forma alarmante... Y ella, comiendo un helado, lo único que dice es "¿Ajhá?", "¡Mira vos...!" y "¡Slurp!". Y al final: "Perdón, Felipe, pero mientras tomo un helado se me desdibuja el mundo ¿Vos me hablabas?". Y esa es la pura verdad, cuando una toma un helado el mundo y sus males desaparecen y nos centramos en ese instante de puro placer.
Volver a los veranos de atrás es verme comiendo un cucurucho de helado de turrón en la Heladería Marpi a la salida del Cine Víctor; o un corte de vainilla después del baño en Las Teresitas en un carrito que había a la salida de San Andrés; o los miles de helados que comíamos en "La Flor de Alicante" y "La Alicantina" a la hora del paseo por la Avenida de Anaga.. Y más tarde, en Madrid, recuerdo unos helados riquísimos de una heladería que había por Rosales... Y por no hablar, Santa Madonna, de los helados italianos que nos mandamos en la Plaza Navona de Roma. ¡Con razón los milaneses han protestado (la guerra del cucurucho, le dicen) porque el Ayuntamiento prohibió su venta entre las 12 de la noche y las 6 de la mañana! ¡No sin mi gelato, así sea de madrugada, faltaría más! El helado es el símbolo del verano, no en vano en la película "Vacaciones en Roma" lo primero que hace el personaje de Audrey Hepburn, cuando escapa del palacio, después de cortarse el pelo, es comprarse un helado y saborearlo sentada en los escalones de la Plaza de España. ¡Slurp, que diría Mafalda!
Así que hoy, que ya estamos en pleno verano, con olas de calor y toda la pesca, en su homenaje les voy a dar, sin que sirva de precedente, la receta de un helado que hago y siempre triunfa. Me la dio mi amiga y compañera Nani en aquellos recreos que nos sabían a gloria cuando trabajábamos. Lleva por lo tanto su nombre. Este es el Helado Nani:
Se bate primero una lata de Nata Ermol, después se añade y se sigue batiendo otra lata de leche condensada, después 5 yemas una a una y al final ralladura de limón, una copita de Amaretto y las 5 claras a punto de nieve. 8 horas como mínimo al congelador. Una variación es hacerlo con ralladura de naranja y Cointreau en lugar de Amaretto. De las dos formas es bocatto di cardinale.
P.D.: Al final el alcalde milanés reconoció el derecho de los milaneses a comer helado dónde y cuándo deseen. ¡Con los cucuruchos no se juega!.
Buen verano.
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Carritos de venta del helado de la Horchatería Valenciana, la primera de Canarias |