¿Cómo que no te hable de las fiestas? -le digo a una vecina de mi pueblo a la que encuentro por la calle un día de esta semana en que las dos andábamos de diligencias. Habría que decir que el último domingo de abril, que este año es el día 30, es la fiesta mayor de mi pueblo, la Romería, que abre camino a todas las demás romerías de la isla. Después de esta va a ser un no parar. Mi vecina es una chica joven y animosa y no parece ser de esas que se pierden una fiesta así, sin más ni más. Y sin embargo a mi pregunta de si ya está preparada para darlo todo, va y me suelta, malhumorada, ese "¡No me hables de las fiestas!"
- ¿Y eso por qué? -le digo-. Pero si vives hasta en la calle principal del pueblo, un sitio envidiable con vistas privilegiadas a todos los eventos...
- Pues esa es una. ¿Tú sabes que desde el día 1 de abril hasta mitad de mayo estamos de fiestas con todo lo que eso conlleva? Tengo ventorrillos abiertos para la ocasión al lado y enfrente de mi casa, todo el día con el olor de carne cochino frita en las narices y con las conversaciones de los noveleros hasta las tantas de la noche, guitarras incluidas a veces. ¡Y una tiene que dormir, que a la mañana siguiente hay que trabajar, digo yo! Y luego los cohetes, todos los días de Dios cohetes van, cohetes vienen, que los sufridos perros del pueblo, incluido el mío, están haciendo cola p'al psiquiatra, los pobres. Si quieres que te diga la verdad, yo el día de la Romería desaparezco, m'hija. Bueno, en realidad voy a casa de mi abuela que, si no voy ese día a probar el conejo en salmorejo a su casa, le puede dar un yeyo. Pero a todos los conocidos les digo que me voy fuera el fin de semana y, en cuanto llego a casa por la tarde, cierro ventanas y todo y, estoy calladita como un muerto, que si no, tengo allí a toda la tropa a hacer pis. ¡Con eso de que vivo en la calle principal...! ¡Quita, quita! Y hay más: desde el día 1 de abril el aparcamiento grande lo llenan de cochitos locos y norias y las calles están atestadas de carromatos de los que vienen con las atracciones y los ventorrillos. Aparcar en el pueblo se hace más difícil que encontrar un cine en el desierto. ¿Y sabes qué? También desde el 1 de abril hay carteles anunciando que el día 30 ¡se cierra la carretera general! ¿Dónde se ha visto semejante disparate? ¡Una carretera general que comunica toda esa zona con el resto de la isla! Procura que ese día no te dé un jamacuco porque igual, para llegar al hospital, tienes que dar un rodeo de padre y muy señor mío, te lo digo yo...
- Pero - le corto- las fiestas están estupendas: paseos de ganado, torneos, conciertos, concursos, galas, exposiciones, actuaciones, un festival folklórico, procesiones, encuentros deportivos de fútbol, baloncesto, lucha y bolas, verbenas, fuegos... !No les falta de nada! ¡Si hay hasta una exposición de palomas buchonas, dónde se ha visto eso! Y luego están las carretas, que son las más bonitas de las islas, no me digas que no.
- Sí, hija, sí, todo eso es verdad. Y además el pueblo se pone precioso con tanta bandera y tanto machanguito. Hasta el Ayuntamiento se disfraza de escenario (claro que para ir a pedir un certificado tienes que entrar por detrás, sorteándolo). Está bien estar en fiestas, yo soy la primera a la que le encanta un baile y una romería con sus carretas, sus papas arrugadas y sus pelotas de gofio. Me encanta ver los patios del pueblo preparados y adornados para el jolgorio. Pero ¡tanto tenderete es pasarse! Que un dulce nunca amarga pero una tonelada repugna un poco ¿no?. ¡Y mes y medio de festejos no hay quien lo aguante!
Y mascullando varias veces lo de ¡no me hables de las fiestas!, se fue mi vecina calle abajo a comprar garbanzos y carne cochino para llevar el día 30 a casa de su abuela.