Ni qué decir tiene que en mis tiempos mozos nadie había oído hablar de esa palabra, marketing, que ahora, sin embargo, salpica a cada rato cualquier conversación. De hecho, en mi familia tengo un nieto que está haciendo la carrera de Marketing y una hija que tiene una web que se llama Marketing online para escritores (MOLPE). El diccionario lo define como la acción de promocionar comercialmente productos o servicios, teniendo en cuenta, según mi hija, que compramos movidos por impulsos emocionales. Ella compara el cerebro con un elefante con su conductor, el mahout. El elefante simboliza la parte más pasional y sentimental del hombre, el mahout la parte racional. Esta puede conducirlo y llevarlo por el camino recto pero, si el elefante se empeña en una cosa, ya puede el conductor decir misa y tirar de riendas, que ni caso: si el elefante encuentra, por ejemplo, una cacharrería que le haga ojitos, allá se mete sin encomendarse ni a Dios ni al diablo.
Me acordé de todo esto en el viajito que hicimos a la Ribera del Duero esta semana. Era un viaje gastronómico-enológico que, como su nombre indica, lo que primaba era la parte más culta de la cultura: lechazo, carrilleras, cochinillo, judiones, croquetas de ibérico, quesos, embutidos, papas a la importancia, cuajada... Claro que también se acompañaba todo eso con visitas a bodegas (Protos, Emina...), en las que aprendíamos a ver la gota, oler el vino y descubrir aromas y a catar unos vinos estupendos.
Una de esas visitas culturales fue a una quesería. Íbamos con nuestro amigo Ramón que nos aseguraba muy convencido que era todo un montaje para que compráramos y que él por lo menos no pensaba hacerlo, qué necesidad. Pero hete aquí que llegamos y nos recibió uno de los dueños de la quesería, que nos contó la historia de su familia y el amor por el trabajo bien hecho; nos dijo que eran la cuarta generación que se dedicaba a los quesos, que su abuela Concha había sido el alma de la empresa... Y habló con tanta gracia y humor, enseñándonos los utensilios antiguos, las fotos y cartas familiares, los vídeos con los pasos de la elaboración de un queso, todo sazonado con anécdotas y, al final, con un picoteo de sus ocho clases de queso, a cual más bueno, que al terminar, mi amigo Ramón, no solo compró una caja de quesos de 3 kg., sino también el vino que lo acompañaba y un lomo que el vendedor le aseguró que era el más ecológico y el más rico del mundo. Eso es marketing.
El viaje a Valladolid fue, sin embargo, mucho más: la belleza de los atardeceres en esa ancha Castilla; un músico callejero tocando a ritmo de jazz el "Volver"; la visita a un palacio en el que antiguos reyes dictaban su voluntad y movían las vidas de sus hijos y súbditos; las catedrales, altas y majestuosas, imponiéndose; un parque en el que presumen pavos reales de larga cola; las plazas mayores en las que sentarse a tomar un vermut y ver pasar el mundo; los cuentos sobre santos que tenían el don de la ubicuidad (como San Pedro Regalado, al que algunos propusieron como Patrón de Internet precisamente por estar a la vez en dos sitios separados por 100 km. de distancia); la lluvia cayendo fuerte en un momento imprevisto, mojando calles y ánimos; el encuentro con una amiga que se fue de las islas hace 50 años y que descubres que en el fondo, nosotras las de entonces seguimos siendo (casi) las mismas; los aperitivos pre-cena con amigos de toda la vida; las fiestas, las ferias de artesanía, los gorgoritos una mañana de sábado, las celebraciones festivas que no conocíamos... La gente en la calle, la vida en los pueblos; los castillos, los monumentos, las calles señoriales; las cigüeñas en las torres; una exposición sobre Agatha Christie en una sala de un antiguo claustro que rodea el Patio de las Tabas, hecho con huesos de cordero; y el toque mágico del último día en el que un globo multicolor e inesperado, como despedida, sobrevolaba Valladolid en un amanecer que descubría el mundo.
Todo eso y mucho más nos da un viaje. ¿Se animan a hacerlo? Por falta de marketing que no sea...
Qué bien lo cuentas, Isa, haces que lo disfrute de nuevo al recordarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias
Gracias, Elisa, viajitos así nos hacen revivir. Que se repitan. Un abrazo.
EliminarMaravilloso relato que nos hace revivir de nuevo ese viaje tan bien aprovechado. Gracias Isabel.
ResponderEliminarGracias a ti, Candelaria. Aprovechar el viaje no es solo conocer sitios nuevos (de hecho, hace años hicimos algo parecido), sino también conocer a otras personas, ver otros puntos de vista, abrir la mente. Creo que a todo el mundo le viene bien de vez en cuando. Que sigamos haciéndolo por mucho tiempo.
EliminarGracias por transportarme con tu acertado relato a esos rincones hermosos del mundo👏👏👏👏👏❤️🩹
ResponderEliminarEstar abierto a mirar y escuchar nos hace descubrir paisajes y sitios que tiene un encanto especial. A pesar de conocer la zona (allí celebré mis bodas de plata), siempre nos encontramos con algo especial o que nos conmueve: una música, una imagen, un color. Sobre todo esta vez encontré ciudades y pueblos llenos de vida. Me encantó haber ido.
EliminarTodo eso que cuentas con tanto detalle, me hace recordar de nuevo, todo aquello que vivimos .Tu descripción es perfecta. Gracias por tu minucioso relato.
ResponderEliminarNo se puede abarcar todo y desde hace tiempo tengo asumido que no hay que ser muy minucioso en un viaje. Solo sentir un paréntesis en la vida. Con eso es suficiente.
EliminarGracias a ti por tus palabras.
Cuánto se aprende de un viaje y qué agradables es volver a vivirlo con los recuerdos.
ResponderEliminarYa sea por el marketing, las compañías, por el yantar o por el libar, un viaje siempre nos enriquece.
La muestra: todo lo que tú revives en este nuevo relato, Jane.
Un viaje siempre enriquece, coincido contigo. Incluso aunque no lo veas todo o aunque no sea todo perfecto. Y recordarlo al pasar el tiempo forma parte del placer del viaje. En eso ayudan mucho los recuerdos compartidos, como tú y yo sabemos. Entre los que están, por supuesto, el yantar y el libar (jajaja, nunca los he llamado así).
EliminarUn beso, Chari, y gracias por estar siempre ahí.
Como cada lunes leer tu relato es la vitamina para la semana. Pero en este me ha llamado la atención, no sé si es que al leer otros no me había dado cuenta, la utilización del punto y coma, algo que a mí se me escapa pues no sé cuándo y dónde ponerlas. Osea que además del descriptivo relato, de la envidia por esos quesos y vinos, he disfrutado de la presencia del punto y coma, que en un relato gastronómico es como decir coma y punto.🫂
ResponderEliminarYo uso el punto y coma cuando las palabras u oraciones son más largas y una coma parece insuficiente. Por ejemplo, si estoy enumerando, uso comas: "Compré en el mercado cebollas, tomates, manzanas y aguacates". Pero si digo: "Compré en el mercado unas cebollas de Guayonje, que parecían soles aromáticos; unos tomates que estaban recién cogidos de la mata; unas manzanas rojas como la que la bruja le dio a Blancanieves; y, también, para redondear, los aguacates más ricos que la tierra da", ahí la coma parece insuficiente y el punto demasiado drástico. De todas formas, el uso es subjetivo.
EliminarY me ha encantado ese "coma y punto", porque así me sentí ante ciertos manjares de esta España nuestra en que se come maravillosamente bien.
Que bonito todo lo que escribes Isabel. Razón tienes de estos buenos recuerdos que acabamos de tener.El paisaje de Castilla inolvidable. Un viaje bastante completo. Ojalá pudiéramos repetir y ver todo lo que nos quedó pendiente.Un fuerte abrazo con todo mi cariño y muchas gracias.
ResponderEliminarLuci, ver todo lo que nos quedó pendiente es totalmente imposible. Vivimos en una isla y si vieras que yo hay sitios que no conozco... El otro día me metieron por una carretera que yo juraría que era la primera vez que pasaba. "Estoy conociendo el Tenerife profundo", digo de vez en cuando. Así que ver en un viaje todo todo es algo a lo que renuncié hace tiempo y lo tengo muy asumido.
EliminarPero no me importa repetir viaje si vemos otro trocito de realidad y tengo compañeras de viaje tan agradables como tú.
Muchas gracias y un abrazo grande.
Y porque no encontré una camiseta con la cara de la abuela Concha... Si la hubiera visto, me la habría comprado igual que hice con el queso, el vino y el lomo ¡Fuerte poder de persuasión, oye! Y a ver qué hago yo ahora con tanto queso...
ResponderEliminarJajajaja, Ramón, bien me reí con tu afán compulsivo. Eres el cliente potencial ideal para cualquier campaña de marketing. Y no te preocupes por la abundancia de queso. Un día de estos me dejo caer por tu casa y arreglamos eso. :-D
EliminarIsa me ha gustado mucho el post de viaje que me ha hecho revivir todos esos días y una de las mejores cosas que nos pasaron fue el reencuentro con nuestra amiga y ese almuerzo íntimo y tranquilo y sentir lo feliz que se sintió al vernos y abrazarnos, bueno, yo al menos lo sentí así, de todas formas y como siempre ha sido un placer leerte amiga, te quiero.
ResponderEliminarMe encantó haber visto de nuevo a Conchita después de tantos años y comprobar que sigue siendo la misma de siempre. Fue una comida en la que no paramos de alegar, cómoda y tranquila en un sitio estupendo. Y todo gracias a ti que también fuiste su amiga y no habías perdido el contacto. Genial.
EliminarUn abrazo muy grande.
Jane, una vez más hemos podido viajar contigo de lujo desde casa.
ResponderEliminarGracias.
Tengo un amigo que en todos los sitios en los que hay que firmar pone siempre lo mismo: "Gracias por hacernos sentir en casa lejos de casa".
EliminarPero sinceramente prefiero lo tuyo, viajar lejos de casa desde casa. :-D
Un beso.