Este es mi escrito nº 600 desde que allá en 2008 se me ocurrió empezar a escribir este blog. Una amiga me dijo que para celebrarlo, ahora que todo el mundo se tatúa las efemérides, lo menos que podía hacer era tatuármelo en la piel como premio a la constancia (y al rollo que tengo). ¿Se imaginan? Ahí en mi brazo "Los 600", como si fueran los metros subidos a una cima (pequeñita), o los kilómetros recorridos en una imposible vuelta a la isla, o los goles de Messi.
Decliné amablemente la sugerencia de mi amiga, primero porque ni que fuera una proeza. Cuando llegue a los 10.000 como los de Jenofonte o los 10.000 Hijos de San Luis, entonces me lo pensaré. Segundo, porque eso significaría que quiero perpetuar esa cifra como si ya no hubiera más, y no se hagan ilusiones, seguiré dando la lata. Y tercero, porque nosotros, los de mi generación, no somos de un tatuaje. Solo se lo admitíamos a Popeye y su ancla en el brazo, y va que chuta..
La gente de ahora sí que es de tatuajes. Hay futbolistas a los que no se les ve ni un cachito de piel limpia. La actriz Angelina Jolie creo que tiene tantos que se tiene que maquillar el cuerpo en las películas para que no se le vean. El que más el que menos usa su piel como lienzo para contar su historia. Mi hija (en la foto este verano en la playa) se tatuó un ave fénix en la espalda porque, como él, ha sabido renacer de sus cenizas. Mi nieta tiene la palabra ARTE en un brazo porque sabe que el arte es algo a lo que seguirá siendo fiel siempre (no como Melanie Griffith que, cuando se divorció de Antonio Banderas, borró rápidamente el corazón que tenía con su nombre en el brazo). Los tatuajes cuentan historias, son libros en la piel. La calavera con ojos tiernos que tiene una amiga en la muñeca esconde el nombre de alguien que le cambió la vida ("pero yo sé que sigue ahí", me dice); la rosa de los vientos en la pierna de otro amigo es un recordatorio "para no perder el norte nunca más". Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, tiene en el brazo al Planeta Tierra dentro de un cuervo de la tribu Haida a la que se siente muy unido... Los humanos tatúan historias, nombres, acontecimientos, cómics, creencias, poemas... en dibujos sobre la piel que pretenden ser eternos, aunque sabemos que no lo serán.
De todas las historias hay dos que me gustan mucho. Una es la canción "Tatuaje" de Concha Piquer, que mi madre me cantaba y que hablaba de un marinero "hermoso y rubio como la cerveza" que se encuentra con una mujer en el puerto "un anochecer cuando el blanco faro sobre los veleros su beso de plata dejaba caer". El le muestra su brazo tatuado "con este nombre de mujer ... Ella me quiso y me ha olvidado, en cambio yo no la olvidé, y para siempre voy marcado con este nombre de mujer". Él se fue una tarde con rumbo ignorado y ahora es ella la que "errante lo busco por todos los puertos y a los marineros pregunto por él..." "Mira su nombre de extranjero, escrito aquí sobre mi piel. Si te lo encuentras, marinero, dile que yo muero por él". ¡Toma ya! Esas eran canciones con historia dentro, con su inicio, nudo y desenlace y no el chundachunda de muchas de ahora.
La otra historia la leí en el libro que les comenté hace poco ("El infinito en un junco" de Irene Vallejo) y es de Herodoto. Un general ateniense quiere enviar una carta a su yerno, el tirano de Mileto, para hacer estallar una revuelta contra el Imperio persa ¿Dónde llevar escondida una carta que les conduciría a la muerte si se descubría? Se le ocurrió entonces afeitar la cabeza al más leal de sus esclavos, grabar en ella el mensaje y esperar a que le creciera el pelo. Entonces lo mandó a Mileto y, aunque lo cachearon, no encontraron nada. Se rapó allí la cabeza y se la enseñó al receptor . El plan funcionó y el esclavo nunca supo qué mensaje incendiario tenía en la coronilla. Una historia estupenda.
Irene Vallejo cree que "el tatuaje es una supervivencia del pensamiento mágico, el rastro de una fe ancestral en el aura de las palabras". Aunque nunca me haya tatuado, celebro haber contribuido con estos 600 escritos a creer en esa fe en las palabras. Y hablar de tantos temas, y hoy de los tatuajes, es también una forma de permanecer para siempre. Aunque nuestros siempre duren tan poco como algunos amores.