Todos los fans de Les Luthiers conocemos la zamba "Añoralgias" sobre el pueblito adorado al que le ocurren todos los desastres: calufas, diez meses de sequía, huracanes, erupciones volcánicas con hirvientes torrentes de lava, inundaciones periódicas... En una de las últimas estrofas dice:
Los hambrientos lobos aullando estremecen
cuando son mordidos por fieros mosquitos.
No se puede dormir por los gritos
de miles de buitres que el cielo oscurecen.
Siempre algún terremoto aparece
y al atardecer llueven meteoritos.
Pues parece que Tenerife se ha convertido en este 2020 de las narices en el lindo pueblito de Añoralgias. Primero fue en febrero una calima pocas veces vista con fortísimos vientos que arrastraron casi todo el polvo rojo del Sahara sobre nuestras cabezas. Cerquita estuvo una DANA (gota fría) que influyó en ello. Después fue la pandemia que nos encerró y nos quitó abrazos y cercanía. Luego, empezando este verano raro que se llama la "nueva normalidad", hubo un apagón general en la isla, un "cero energético" lo llamaron, que no solo nos dejó sin luz sino también sin teléfono, ni wifi, ni vida social, oye. Y como consecuencia múltiples fallos técnicos en aparatos y sistemas. Después, el 16 de julio hubo un terremoto de 4,1 que nos dejó temblando a los de la vertiente norte y oeste. Y esta semana nos hemos enterado de que ¡cayó un meteorito!. El 14 por la noche una de las cámaras del Museo de la Ciencia y el Cosmos grabó la caída de un cuerpo del espacio exterior entre Icod y Buenavista del Norte, y creo que si uno va por allí a husmear, puede hasta encontrar trozos del tamaño de una moneda.
Menos mal que los canarios somos gente tranquila y calmosa y que incluso este rosario de calamidades nos lo tomamos hasta con guasa. Leí un twit que decía "Mi viejo dice que esta calima, pandemia, apagón, terremoto y meteorito... es pa calor".
Y no se preocupen. La isla sigue siendo el vergel de belleza sin par de la canción y, como en los folletos turísticos, seguimos bañándonos en aguas transparentes, haciendo caminatas entre la laurisilva, disfrutando de noches estrelladas como las que les conté la semana pasada, descubriendo rincones perdidos en Anaga... En fin, veraneando como se hacía antes.
O casi. Porque, entre nosotros y como quien no quiere la cosa, nos vemos mirando al Teide de reojo, por si acaso , después de 111 años sin erupcionar, este año se le escapa del cráter alguna nubecilla loca y empiezan los fuegos artificiales. Y también descubro a mis paisanos levantando los ojos al cielo por si los buitres de "Añoralgias". No nos fiamos ni un pelo de este 2020. Y si no, al quite.