Hay semanas en las que los temas para escribir se amontonan. Por ejemplo, esta última. Estuve dos tardes acompañando a mi hermana en la preciosa exposición de cuadros llenos de luz que ha montado como homenaje a La Graciosa (y vi a gente que iba a robar los chocolates que se habían puesto en un cuenco); presencié de paso el encendido de las luces de Santa Cruz, cosa que no había visto nunca; ya compré el árbol de navidad y lo monté junto con el nacimiento (¿de verdad ya es navidad, tan pronto?); di una clase de filosofía a mi nieto David para ayudarlo en un examen (¡después de 13 años, hablando otra vez de Popper y Feyerabend!); leí libros, comí con amigos, estuve con mis nietos peques que siempre me surten de temas...
Pero, sin embargo, hablando con mi hija, cuando le pregunté sugerencias para el post de hoy, me suelta: "Habla de la tortilla de papas". Y oye, me gustó el tema: suculento, sustancioso y nutritivo. A lo mejor ustedes piensan que es algo simple. Total, huevos batidos con papas fritas. Pero de eso nada, la tortilla de papas encierra una multitud de posibilidades. Solo con dirimir si debe llevar cebolla o no , se puede armar una como las del Congreso. En Betanzos, donde estuve hace poco y donde dicen que hacen la mejor tortilla del mundo. te miran por encima del hombro si se te ocurre decir que con cebolla. En cambio, vi a Arguiñano defendiendo en un programa que, por supuesto, con cebolla, que está rica, rica.
Tampoco es una cosa que se pueda comer en cualquier sitio. Una vez en un pueblito francés vimos que la ofrecían en una tasca, y estábamos tan necesitados después de tanto pato y tanto foie, que la pedimos. Entonces una señora que estaba sentada en la mesa de al lado y nos oyó, nos espetó una verdad digna de escribirla en una placa: Paga comeg una buena togtilla de patatas, hay que ig a España. ¡Qué razón tenía la buena madame!. Porque cuando el resto de la humanidad pregunte, como los Monty Phyton hablando de los romanos, "qué han hecho los españoles por nosotros", aparte del idioma, la siesta, los refranes, la guasa y otros inventos, podemos decir con orgullo: "¡La tortilla de papas!".
Se podría decir que con las tortillas pasa como con las paellas. hay tantas como cocineros. En casa mi yerno es el especialista y la hace jugosa, jugosa. Y entre los amigos, Jose es el rey y nos las trae generosamente en cada fiesta. Pero hasta yo hago una con papas, chayota, huevos, su poquito de cebolla y chorizo y un mucho de cilantro, que reconozco humildemente que está muy buena. A una de mis primas le gusta tanto que en un amigo invisible le regalé una.
Muchos de los pequeños placeres que una busca en la vida van asociados a una tortilla de papas. Tardes en Las Teresitas, de novios, después de un baño fantástico y de abrigarnos con la toalla, sacar el taper de tortilla y comerla ¡mmmmm! (con su toque de arena está maravillosa); de jóvenes, hacer un par de tortillas, subir al Teide con los niños a caminar por los senderos y pararnos al rato a merendarlas; llevarlas de bocadillo a la ida de un viaje y acompañarlas con un vinito tinto en el avión; hacerlas ahora de vez en cuando por la noche y tomarlas con un cava, mientras vemos una peli o hablamos... Ni los dioses, venga a néctar y ambrosía, disfrutan de algo tan bueno.
¿Quién la habrá inventado? Dicen que si tal o cual general, allá por el siglo XVIII, para dar de comer a las tropas un alimento barato, sencillo y suculento. Pero estoy segura de que fue un ama de casa para nutrir a un montón de niños. Y fue un maravilloso invento. No, no hay novelas, ni pinturas, ni poemas o canciones a la tortilla de papas, pero ella en sí misma es una obra de arte. Y además, un bocado exquisito, una fuente de placer, un símbolo de diversidad y de que para gustos se hicieron tortillas... ¿No merece todo esto un homenaje? Pues aquí está el mío.