lunes, 25 de septiembre de 2023

El país de las cosas perdidas


Lo bueno de vivir en un pueblo es que, por menos de nada, hay alguien que te cuenta su vida y costumbres y amplía tus horizontes. Nosotros, los lugareños, no tenemos secretos los unos con los otros. Por ejemplo, el otro día en la zapatería pegué la hebra con uno de Valle Guerra, que me empezó a contar que su mayor pérdida fue una vez que tenía ahorradas 200 pesetas y le prestó 100 a un amigo. "¡Y las perdí, oiga!", me decía, desconsolado. "¡Nunca me las devolvió! Lo perdono pero no olvido, y cada vez que lo veo, me da una rabia...". Y de ahí pasamos a hablar de las pérdidas porque ¿quién no ha perdido algo alguna vez?

Yo a cada rato pierdo cosas que nunca aparecen. Sin ir más lejos, hace un mes o más, me estaba peinando a punto de salir. En ese momento, me llaman por teléfono y contesto, mientras voy recogiendo, cerrando puertas y buscando el bolso. Solté el peine y, por más que lo he buscado, no ha aparecido. ¿Dónde estará? Tampoco he encontrado desde hace meses el caldero en el que hacía los espaguetis (igual al de la foto inicial ¿Alguien lo ha visto? Tenía el tamaño ideal). He perdido libros (¿Dónde pararán los de Antoñita la Fantástica de mi infancia? Me encantaría releerlos), todos los discos de Enrique Guzmán y el Dúo Dinámico de mi adolescencia, un suéter que me encantaba y que sin más ni más desapareció, gafas, bolsos, cargadores de móvil, un calcetín (siempre uno), un pendiente (también uno)... ¿A dónde ha ido a parar todo eso?

A veces imagino que en otra realidad paralela hay un país en donde están todas esas cosas que nunca encontramos, y que hay personas como nosotros, un otro yo, que leerá mis libros perdidos, que hará espaguetis en mi caldero, se peinará con mi peine y se pondrá mi suéter. También llevará un calcetín y un pendiente solo.

En el periódico hace tres semanas contaban que Paul McCartney perdió (él también) un bajo en 1969. cuando los Beatles estaban en Londres grabando Let it be. Era un Hofner que había comprado en 1961 por 38 dólares y, aunque tenía otros, ese era su favorito. Ahora se ha montado una campaña entre sus seguidores para ver si lo encuentran. Después de todo otra guitarra de John Lennon se perdió durante un espectáculo navideño en 1963 y se encontró en 2014. Nada hay imposible, piensan los fans.

Pero no sé, no sé... ¿Tienen idea de las cosas que se pierden y de las que nunca más se supo? Se pierde el compás, el tino, la ocasión, la concentración, la voz, la virginidad, la atención, la paciencia, el paso, las ganas, la línea, la cabeza, el control, la fortuna, el sueño, los amores, las amistades, el resuello, el tren, los nervios, la fe, el glamour, la vez, la inocencia, los frenos, los papeles, el tiempo, la brújula, el norte, el rumbo, el debate, el pelo, el juego, la discusión, la camisa, el derecho, la dignidad... Nuestras vidas son una larga, larguísima sucesión de pérdidas. Se pierde la vida.

Y como ven, hay cosas que, una vez perdidas, nunca jamás se recobrarán.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Bien nos gusta un río...



Bien nos gusta un río a los canarios... Se nota que no tenemos ni uno (aunque le hayamos puesto a algún pueblito del sur ese nombre, El Río). Oh, hasta nos gustaba ir a ver, cuando llovía mucho, desde el Puente Galcerán, cómo corría el barranco de Santos hasta el mar, haciéndonos la ilusión de que Santa Cruz tenía un río... Marrón y poco caudaloso, pero río al fin.

A lo mejor por eso nos ha gustado tanto el viaje que hemos hecho esta semana pasada un grupo de amigos a Cuenca y a Teruel. Soñé que el río me hablaba con voz de nieve cumbreña... cantaba Atahualpa Yupanqui. Y aquí los ríos hablan y nos cuentan. El Júcar y el Huécar forman hoces excavadas en la piedra y dejan en altos farallones la ciudad de Cuenca, aquella que Camilo José Cela calificó de "luminosa, alada, airada, serena y enloquecida". Cuenca hace honor a su nombre y, en sus empinadas calles, las fuentes vierten agua de manantial. El agua, el viento, el granizo, la lluvia... todos cooperaron desde hace 90 millones de años para esculpir la Ciudad Encantada, llena de de rocas que figuran caprichosas figuras. El río Cuervo, desde su nacimiento, traza con ingenio de alfarero cornisas y cascadas con encanto. En los paredones rocosos de la hoz de Beteta hay fuentes que brotan de la montaña; y de la Sierra de Albarracín nacen el Tajo, el Guadalaviar o Turia, el Jiloca y el río Cabriel, afluente del Tajo. Será por ríos...

La canción de Atahualpa se lamenta de que es cosa triste ser río, / quién pudiera ser laguna, / oír el silbo del junco / cuando lo besa la luna. Pero aquí no nos parece que ser río sea triste, ni que viva penando por esos largos caminos. Aquí los ríos nos cuentan historias de aquellos tiempos, cuando surcaban estas tierras, fronterizas con los árabes, de los que son testigos viejos castillos que todavía conservan su dignidad (y parte de sus murallas), como Albarracín, Beteta, Cantaviejo, Molina de Aragón.... O de cuando pasaron los romanos, dejando las ruinas de teatros, circos y acueductos (Segóbriga). Nos hablan de monasterios medievales impresionantes, como el de Uclés, donde vivieron los caballeros de Santiago.

Los ríos que riegan estas tierras anchas saben de fiestas, como el mercado medieval que vimos en Cuenca con danza del vientre incluida; o los encierros en Cantavieja o Albarracín; o el Concurso de cortadores de jamón en la Feria del Jamón de Teruel.

Y también saben de leyendas, y nos podrían hablar del amor imposible de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los amantes que nunca se dieron un beso; o del pique entre Omar y Abdalá por hacer la torre mudéjar más bonita y conseguir así el amor de Zoraida; o de cómo el diablo tiraba al Júcar a todos los que osaban asomarse al Ventano del Diablo (imagen inicial); o la leyenda del pastorcito manco, al que la Virgen le rogó la construcción de una ermita (el Santuario de Balma) y le devolvió el brazo en compensación.

Nos gustó esta tierra amplia, áspera y poco habitada, los tonos rojizos y ocres, los bosques sobre los que planean águilas y buitres, los pueblos con sus casas de rejas y blasones (preciosa Mirambel), las callejuelas empedradas, las Plazas mayores, las casas apiñadas, colgadas, o simplemente, curiosas (la Julianeta en Albarracín, por ejemplo), los edificios modernistas de Teruel... Y nos gustó que a todo eso lo acompañe el rumor del agua, ríos históricos, festoleros y legendarios. ¡Bien nos gusta un río a los canarios!

A mis compañeros de travesía, que dejaron de lado los inconvenientes de todo viaje (¡Qué dura es la vida del turista!) y supieron sacar provecho de todas las cosas bonitas con las que nos encontramos. ¡Por la camaradería, el buen humor y las risas! Muchas gracias.




lunes, 4 de septiembre de 2023

Carmelo, hay escasez de papas



El título de este post lo saqué de un chiste de Morgan en donde se ve a Carmelo y su mujer, y ella le dice eso mismo: "Carmelo, hay escasez de papas". Y él contesta: "No me extraña, con la cantidá descándalos que tiene laiglesia".

Y ojalá que fueran papas de esos los que escasearan... Porque, por si fuera poco lo que ha caído últimamente por estas islas (erupciones e incendios a tutiplén), ahora nos viene encima el que encontrar papas para llevarse a la mesa sea una aventura sin final feliz.  Solo nos faltaría, como en la canción de Les Luthiers, que al atardecer nos cayeran meteoritos.

En la verdulería de mi pueblo me lo explican cuando, desolada, vi que en el arcón de las papas no había ni un solo ejemplar de muestra: "Es que en el verano ya se ha terminado la cosecha de papas del país y siempre, entonces, nos abastecemos con las kineguas inglesas (King Edward), pero esta vez vinieron con bicho, con el escarabajo rojo, y hubo que devolverlas a toda prisa. Tendremos que traer papas de Israel, Egipto o Marruecos". "¿Y las fértiles tierras de la isla, qué?". "No, si ya hay sembradas. P'allá, pa Navidad tendremos". Muy largo me lo fiais, me digo.

Lo bueno de toda esta tragedia es que no nos falta nunca tema de conversación. Igual que antes se hablaba del fuego, esta semana se ha hablado de papas por todos lados. Un agricultor de Los Realejos contaba que hace 10 años que dejó de cultivar papas para vender porque le pagaban  a 0,20 céntimos el kilo y por la tarde estaban a 1,00€. "Ahora -dice- que las cultiven los que se mamaban los 0,80 céntimos". Otros se escandalizan de los precios: 7 euros por un kilo de papas borrallas, encontradas milagrosamente en el mercadillo de Tacoronte; 4,50 euros por 1 kilo de papas normalitas en el de La Laguna. ¿Estamos locos?. Otros aconsejan que solo debemos consumir papas del país, que, si nos ponemos, se podrían tener hasta 3 cosechas de papas al año. Igual que antes surgían vulcanólogos, epimediólogos y especialistas en incendios (¿incendiólogos?), ahora todo el mundo sabe de cosechas de papas (¿papólogos?) y lo arreglan todo en un santiamén. A mí lo que me parece es que alguien se está forrando por ahí...

Y otra cosa buena es que no se ha perdido el humor. Otro chiste de Morgan plantea otra solución: Están dos en la playa y uno dice: "Yo quitaba todos esos molinos eólicos y placas solares y plantaba papas". Y el otro: "¿En serio? ¿Y se pondría a cultivarlas usté?" "Yastamos con el comunihmo", dice el primero. Hay chistes del que regala un anillo de pedida y, en lugar de un diamante, lleva una papa engastada.; del que seduce diciéndole al oído a la piba: "No quiero enamorarte, pero... tengo un aguacatero y 5 sacos llenos de papas"; viñetas de papas llegando en furgones custodiados por la policía. En uno de esos memes uno dice: "Dame algo para el dolor y déjame morir", y le dicen: "¿En serio te vas a poner así porque no hay papas para la carne fiesta?".

En el fondo tienen razón. ¿Qué son unos huevos fritos sin el acompañamiento de una buena ración de papas fritas? ¿Cómo se va a hacer un conejo en salmorejo o un mojo picón si no hay al lado un buen plato de papas bonitas o negras bien arrugadas? ¿Y qué es una cazuela de pescado o un puchero sin papas?

Pero no queda otra que resignarse. Créanme que el otro día, después del inútil peregrinaje en busca de papas y con la música de aquella ranchera que decía "Adiós, botellas de vino. / Adiós, mujeres alegres. / Adiós, todos mis amigos. / Adiós, los falsos quereres.", me vi cantando a grito pelado por toda la cocina:

"Adiós, tortillas de papas.

Adiós, papitas guisadas.

Adiós, patatitas fritas.

Adiós, papas arrugadaaas..."

Hay que... fastidiarse.

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