lunes, 26 de junio de 2023

¡Cómo te entiendo, Cayetano!


Plan perfecto para un sábado: conocer un lugar nuevo que te entretenga y te asombre, que no es mucho pedir. Hace un par de sábados fui con el grupo "Lo que las piedras cuentan" a ver la Casa-Museo Cayetano Gómez Felipe, que realmente, más que museo, era la casa en la que este coleccionista palmero vivía, trabajaba y reunía una cantidad increíble de objetos.

Es una casa tradicional canaria con su patio central (en la imagen inicial), sus ventanas de guillotina mirando hacia la torre de la Concepción de La Laguna, su balcón de madera, el tejado a tres aguas, los techos y suelos de tea, las habitaciones dando a la galería... Una casa para vivir y para negocio. En el patio y sus dependencias se almacenaba el vino y otros productos; en el entresuelo se  guardaban mercancías que había que proteger de la humedad (La Laguna es La Laguna), y también servía de despacho; la parte alta era la vivienda: salones, comedores, cocina, dormitorios. Y todo lleno de lo que Cayetano (1902-1978) acumuló durante toda su vida, que fue mucho y variado.

Alguna vez he hablado del afán coleccionista que tenemos los humanos. A los mejor es un recurso atávico para construirnos un refugio o quizás estamos emparentados, allá en el fondo genético, con las urracas, vete tú a saber. El caso es que conozco mucha gente que reúne cosas: figuritas de ángeles o de animales, jarras de cerveza, nacimientos, bolas de cristal, cuadros, rosarios... Yo colecciono marcadores de libros y también tengo figuritas de lechuzas, por aquello de que son el símbolo de la filosofía, el animal que la diosa Atenea llevaba en el hombro. Pero son colecciones inocentes, de no muchos ejemplares y perfectamente acomodables en una casa.

Pero es que Cayetano coleccionaba ¡todo!. Bueno todo lo que se le ponía por delante y le llamaba la atención: trajes antiguos, joyas, tijeritas de plata, cubiertos, platos para colgar, lámparas de cristal, orinales, bolsos, relojes, brújulas, bargueños, cuadros antiguos, cómodas, jarrones, vajillas, azulejos, candelabros, mariposas, estatuas pequeñas, libros, baúles, moldes de cocina, cofres, molinos de piedra y miles de objetos a cual más curioso. ¡Hasta tiene en una cajita dos hormigas enormes vestidas de novios! ¿Dónde las habrá encontrado? O mejor, ¿a quién se le habrá ocurrido montar semejante boda? En paneles él nos da explicaciones: Puede decirse que nunca tuve intención de crear un Museo y estimo que este nombre -que yo mismo he terminado por aceptar en razón de su brevedad- resulta seguramente demasiado pomposo para calificar las colecciones de un aficionado, que, si algún mérito tienen, aparte de su valor intrínseco y artístico, está principalmente representado por la paciente y tenaz labor llevada a cabo para reunirlas, luchando en un medio ambiente de franca incomprensión y aun contra los prejuicios y escrúpulos familiares, que ponían el grito en el cielo a cada nueva adquisición, al ver la casa invadida por una serie de "trastos viejos". Puedo imaginarme las protestas de la familia cuando aparecía con uno de ellos: "Y ahora ¿dónde metemos eso?". Porque, según nos dijo la guía, hay muchísimo más guardado que no se ha podido exponer porque no hay sitio.

Pero, según vamos yendo de habitación en habitación, lo vamos comprendiendo: su curiosidad, su pasión, su ambición. En otro panel nos cuenta cómo hizo todo lo que pudo por quedarse un plato que tenía una señora muy mayor, Cha Petronila, y que no consiguió. Al marcharse le dijo que, si se lo dejaba en herencia al morir, él le prometía una misa. A los dos años apareció un pariente con el plato y él le hizo la misa. Allí está el plato en un lugar de honor (pero rodeado de muchos otros platos).

A Cayetano le gustaba lo bello, lo curioso, lo extraño. Disfrutaba de sus cosas en su casa pero no pretendía nada más. De hecho no apuntaba nada y, por ejemplo, de los cuadros no se sabe muchas veces ni el autor ni la fecha. Lo que lo movía era la búsqueda y sobre todo el placer de culminarla: Más de una vez, tal ha sido mi odisea para hacerme con algunos de ellos que ni mis tártagos, molestias, riesgos de caminante, ni el calificativo de loco han torcido mi persecución, porque al final tenía el goce inigualable de conseguir lo que me proponía.". Ese es el motor de todos los aventureros de la historia y la literatura, desde Ulises a Indiana Jones. No somos como él, pero cuando nos íbamos, asombrados por todo lo que una persona consiguió en su vida, a cada uno no nos quedó otra que decir: "No lo haría ni en siglos, pero ¡cómo te entiendo, Cayetano!"

lunes, 19 de junio de 2023

El tiempo de las cerezas




El tiempo de las cerezas es el título de una novela de Nicolás Barreau, continuación de La sonrisa de las mujeres, que me gustó mucho y que se refiere al nombre del restaurante de la protagonista en París: Le temps des Cerises. Pero hoy les voy a hablar de mi particular tiempo de las cerezas: el mes de junio.

Hasta que tuve 20 años yo nunca había probado cerezas de verdad en mi vida. Sí que había comido las cerezas escarchadas de las tartas o las guindas en almíbar que venían en frasquitos. Pero ni guindas, ni cerezas, ni picotas había en las ventas de mi niñez ni en los huertos de la isla. A los 20 años, el primer junio que estuve en Madrid, las probé por primera vez en una frutería de la calle Princesa, escenario de nuestros esparcimientos entre examen y examen de 3º de Filosofía. El flechazo fue inmediato. Recuerdo como si fuera hoy el sabor dulce y delicado de las picotas grandes y maduras en mi boca y el pensamiento de que nunca había comido nada tan rico. En el mes de junio, durante los 4 años que estudié en Madrid, cogía la guagua a cada rato para ir desde mi colegio mayor hasta Princesa y comprar un cartucho de cerezas que me iba comiendo por el camino de vuelta. ¡Qué delicia!

Ya en casa, pasó un tiempo hasta que poco a poco empezaron a aparecer aquí. Cuando nos mudamos al campo hace 40 años, lo primero que hicimos fue plantar un cerezo en la huerta. Pero, al revés que en la canción de Jorge Sepúlveda, "aquel cerezo rosa NO creció en un rincón de mi jardín..." y no hubo manera.  De todas formas, desde entonces, el mes de junio ha seguido siendo para mí el tiempo de las cerezas, ahora compradas en la frutería de mi pueblo.

Y ellas, las cerezas, arrastran otras muchas sensaciones asociadas a este mes: los primeros baños en el mar, ya no tan frío como en meses anteriores; las fiestas vinculadas a la vida y a los frutos de la tierra, como las romerías o la noche de San Juan; las tardes perezosas leyendo un libro o contemplando atardeceres eternos en los que solo apetece dejarse llevar por un sueño de colores; las comidas con los amigos o la familia al aire libre; la desaceleración del curso alrededor, que incluso los jubilados sentimos: los niños ya sin tareas, los exámenes ya finalizados, los planes para el tiempo libre; las noches estrelladas y tranquilas, salvo el chirrido de los grillos de fondo... Junio, fugaz, alegre primavera, / árboles de lo vivo, peces, pájaros, / niñas color azúcar devanando / un agua que refleja un cielo inútil., decía Vicente Aleixandre. Y también Emilio Ballagas pedía: Llévame por donde quieras, / viento de la luz de junio / -remolino de lo eterno.

Y por encima de todo, este mes ya casi estival nos trae la melancolía del paso de la vida, el pensamiento de que quedan hacia delante menos tiempos de cerezas que los que hemos disfrutado hacia atrás. Igual que en aquel poema de Juan Ramón Jiménez que dice: Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando, también aunque no estemos, quiero pensar que siempre pervivirá un tiempo de las cerezas para los que vengan después. Que lo disfruten.


lunes, 12 de junio de 2023

Quico, el espía



Quico fue uno de mis primeros alumnos hace más de 50 años, allá por 1971. Quiso la buena fortuna que en las vueltas de la vida me lo volviera a encontrar hace un tiempo y, desde entonces, disfruto de su innegable talento y de su sentido del humor, que despliega en pinturas y escritos. Da fe de ello el último que me mandó esta semana, "Mi pasado me espía", cuyo enlace les pongo aquí: http://anghelmorales.blogspot.com/2023/06/mi-pasado-me-espia.html?m=1

En él nos cuenta aquella vez que se le acercó un individuo y lo fichó como espía, trabajo en el que estuvo un tiempo hasta que tuvo que "espiar" a Pepe, uno de sus mejores amigos (de hecho, es padrino de su hija) y también, ex-alumno mío. La verdad es que, como podrán comprobar, cuenta todo ello con tal lujo de detalles, con tal prolija exuberancia, que ¡me lo creí! A ver, dudé un poco cuando el tipo que lo ficha se presenta con sombrero y gabardina al estilo Colombo, y con el ABC en la mano izquierda y El País en la derecha (¿no tendría que ser al revés?). Demasiado tópico y demasiado típico. Seguí dudando cuando señala como objetivo peligroso a investigar a Pepe, que es más bueno que el pan de nueces. Y lo que nunca creí es que Quico -¡Quico! al que el océano Pacífico no le llega ni al tobillo de lo tranquilo que es para estos menesteres- confiese que había dado "punto final" a una docena o dos de personajes ("tampoco fueron tantos", escribe con modestia).

Pero las explicaciones sobre todo el proceso, lo minucioso de las instrucciones tan detalladas que le daban, el sobre de color verde con los generosos emolumentos, sus esfuerzos por salvar al amigo..., me parecieron tan verídicos que le tuve que decir: "¿Pero eso es verdad, Quico, o te lo estás inventando?". A lo que él, muy ofendido, me contestó: "Parece mentira, Isabel ¿Tú me ves de espía?". Y hasta se quedó preocupado porque no fui la única y me dice que a ver si ahora la gente lo iba a empezar a mirar raro, pensando: "Mira el asesino ese, nadie lo diría...". Y luego me contó que lo que dice de Pepe sí es cierto y que se le ocurrió la historia cuando se encontró la partida de confirmación. El resto es "realismo mágico", dice.

Le tuve que contestar que, ¡ay, Quico!, yo estoy como el robot de Blade Runner, cuando decía lo de "yo he visto cosas que vosotros no creeríais, naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión...". Pues yo igual. Yo he vivido el tener los teléfonos intervenidos, de tal modo que hablando desde el Colegio Mayor con mi abuela, de repente se cortaba y se oía la voz de un gris dando instrucciones para ir a aporrear a un grupo de estudiantes. A mí me han avisado (un primo policía que tuve) de que tuviera cuidado con lo que escribía (yo tenía el novio lejos y una correspondencia casi diaria con él) porque existía una oficina dedicada a abrir y leer las cartas (vete tú a saber qué deducirían de las declaraciones de amor). Yo he conocido a espías de verdad, no creas, espías de carne y hueso con sus afirmaciones veladas sobre su trabajo y sus miradas condescendientes como diciendo: "Si tu supieras...". Y hasta en mi barrio del Toscal teníamos también un espía que todos sabíamos quién era. No nos faltaba sino pasar a su lado igual que Gila y susurrar: "Alguien ha matado a alguien...".

Así que, visto el panorama, ¿por qué no tú, Quico? Ya, ya sé que tendría que haber confiado más, haber pensado que tienes demasiada cara de bueno para dedicarte a sospechar de unos y de otros y a dar puntos finales sin ton ni son. Pero daría medio sueldo (más no, que no está el horno para derroches) por verte, en un universo paralelo, bajarte de tu Aston Martin y oírte decirnos a todo el personal: "Bond, Quico Bond".

lunes, 5 de junio de 2023

A propósito de elecciones

Mi nieta mayor votando por primera vez

Mi amigo Nicolás me estuvo contando el otro día, en una comida en la que coincidimos, una de sus teorías, la de que toda la historia humana es fruto de peleas. Surgió la conversación porque mi marido dijo que estuvo en una Sociedad Colombófila en La Laguna pero que después, por diferencias entre socios, la Sociedad se dividió y un grupo fundó otra en Geneto. Con los mismos objetivos y los mismos intereses (soltar palomas y que vuelvan al palomar), pero otra.

- ¡Eso es! -dijo Nicolás- La multiplicación por clonación. Y lo mismo pasa con todo. Con los países, miren Yugoslavia que se dividió en 7 estados. O con las murgas, de las que nacen murguitas. O con los pueblos (¿Realejo Alto y Realejo Bajo?). O con los clubs de fútbol o los de lucha canaria. La historia del mundo está hecha por clonación, por grupos que se separan del original peleándose, pero que siguen siendo iguales. Y eso es bueno porque los seres vivos que clonan no mueren. Multiplicarse por el sexo es más divertido pero nos hace mortales.

Me encantó lo que dijo mi amigo porque es de esas personas que te hacen pensar. Y en estos días de discusiones políticas y de propaganda electoral, una se da cuenta, al ver la cantidad de partidos que hay (sobre todo cuando encontramos el buzón lleno de papelotes), de que muchos de ellos están proponiendo exactamente lo mismo y exponen las mismas promesas. Todos formaron parte de un partido matriz y, por discusiones acerca de quién manda o de poner el acento más en un aspecto que en otro, se separaron y ahora se llaman distinto (es increíble ver la lista de nombres de partidos), pero piensan casi igual.

Me recuerda todo esto un libro que leí hace mil años, del que desgraciadamente no retuve ni título ni autor. Hablaba de un partido comunista que se presentaba a las primeras elecciones en España después del franquismo. Pero como  querían ser más comunistas que los comunistas, exageraban todo y hasta ponían en sus banderas dos hoces y dos martillos. No esperaban ser votados sino por sus familias y amigos, pero por un fallo informático les asignaron millones de votos y ganaron las elecciones. "¿Y ahora qué hacemos?", decían. No recuerdo más; si alguien la leyó, me dicen título y autor, si se acuerdan, porque era muy divertido y no me importaría releerlo ahora. Pero sí se me quedó la idea de que realmente no se diferenciaban casi nada del Partido Comunista de entonces, solo que ellos más. La clonación, que diría Nicolás.

En el fondo de todas estas escisiones están las peleas y en eso le doy la razón a mi amigo. Desde el patio del colegio, el ser humano, por un quítame allá esas pajas, está presto para decir "ya no me ajunto contigo" o el "y tú más". Somos así de pendencieros, quisquillosos y majaderos. Pero pienso, qué quieren que les diga, que se consigue más con la unión (que hace la fuerza, no lo olvidemos) Menos líos, menos discusiones y, en el caso de los partidos, muchísimos papeles menos en nuestros buzones, muchísimos debates aburridos menos, muchísimas peroratas menos. Y más fuerza a la hora de conseguir los fines, todos remando en la misma dirección.

Así que animo a todos los partidos (más a los de izquierda que son más peleones) a ponerse de acuerdo en lo fundamental y a dejar aparcadas las minucias. La clonación nos hará inmortales pero la unión es más productiva. Y da más alegrías.


google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html