Este fin de semana ha habido boda en la familia, así que, ¡hala!, a ponernos guapos todos y a derramar glamour y sofisticación desde el sombrero a los zapatos. Hasta a mi marido lo mandé a lavar el coche, que no lo hace sino en ocasiones así. Y es que una boda es un acontecimiento importante, se mire por dónde se mire. Lo saben hasta en China, en donde desde un año antes los novios se están haciendo fotos artísticas para el álbum. Todos los pequeños acontecimientos del día a día se posponen y se borran ante un día en el que se diga: "¡Hoy es La Boda!".
¡Y cuántas historias se cuentan de este día! En la fiesta pre-boda que hicimos 2 días antes para dar la bienvenida a los que venían de fuera, entre risas y no risas, hablamos de unas cuantas. Recordamos historias de bodas que nunca llegaron a celebrarse, como la de un pariente cuya madre nos llamó una semana antes para decirnos que no habría boda, que se habían peleado (nunca supimos por qué). Cuando fuimos a reclamar el regalo a Galerías Preciados nos dijeron que cada mes se cancelaban 2 o 3 bodas, que era algo normal. O el caso de la novia que rompió con su novio el viernes y el sábado, cuando este por casualidad pasó por San Francisco, se la vio salir de blanco del brazo de otro (eso es rapidez). Hay bodas con gracia como la del cura despistado en La Palma que se le olvidó que estaba casando a unos novios y siguió con su misa como siempre como si ellos no estuvieran allí. Salieron también en la conversación bodas que no debían haberse celebrado, como aquella en la que el padre de la novia se lio a trompadas con el novio en plena fiesta de boda, al encontrarlo en el WC montándoselo con una ex. Y, no crean, hay bodas que se van a celebrar dentro de una semana -contaron-, y que sería mejor que no lo hicieran porque los novios tienen por costumbre zurrarse mutuamente de lo lindo. Es un amor de pesos pesados.
Pero hay bodas y bodas. Y esta de Isa y Javi es de las buenas, de las de ley. A mí los novios me recuerdan a una pareja de "Orgullo y prejuicio", de Jane Austen, Jane y Bingley, tan buenos y encantadores que, cuando se comprometen, el padre de Jane, Mr. Bennet, le dice a su hija:
"Te felicito, Jane. Serás una mujer muy feliz. Eres una buena muchacha y mereces la suerte que has tenido. Os llevaréis muy bien. Vuestros caracteres son muy parecidos. Sois tan complacientes el uno con el otro que nunca resolveréis nada, tan confiados que os engañará cualquier criado, y tan generosos que siempre gastaréis más de lo que tengáis.". Y me lo recuerdan, no porque les vaya a pasar lo que Mr. Bennet, en broma y con ternura, les augura, sino porque es verdad que Isa y Javi son complacientes el uno con el otro, son confiados (y confiables) y generosos.
Se merecen, pues, una boda como la que tuvieron el sábado: un día perfecto sin frío ni calor y un cielo luminoso; una ceremonia en la Iglesia de Santo Domingo, que es una de las más bonitas de La Laguna, y una celebración en una finca preciosa, rodeada de verde, en el valle de La Orotava.
¿Lo que más me gustó? La música en la iglesia con un "Ave María" de los que emocionan, lo guapísima y feliz que iba mi sobrina y lo divertida e informal que fue la celebración: sin mesas fijas ni protocolos, cambiábamos de sitio, hablábamos con todo el mundo, comimos todo el día pequeños bocados variadísimos, bebimos buen vino de viñedos de amigos, bailamos hasta las tantas, recibimos regalos (botellitas de licor hecho por el padre de la novia, zapatillas para bailar, sombreros para el sol, paypays con paisajes gracioseros hechos por mi hermana...). Y fue un espectáculo ver a los niños, muchos niños, pasándoselo en grande, disfrazándose, tatuándose, jugando o bailando el limbo-rock.
¿Lo que más me gustó? La música en la iglesia con un "Ave María" de los que emocionan, lo guapísima y feliz que iba mi sobrina y lo divertida e informal que fue la celebración: sin mesas fijas ni protocolos, cambiábamos de sitio, hablábamos con todo el mundo, comimos todo el día pequeños bocados variadísimos, bebimos buen vino de viñedos de amigos, bailamos hasta las tantas, recibimos regalos (botellitas de licor hecho por el padre de la novia, zapatillas para bailar, sombreros para el sol, paypays con paisajes gracioseros hechos por mi hermana...). Y fue un espectáculo ver a los niños, muchos niños, pasándoselo en grande, disfrazándose, tatuándose, jugando o bailando el limbo-rock.
Para el anecdotario familiar, ese que saldrá en las comidas durante años, queda la liga antitabaco que montaron dos críos de la familia destrozando unos cuantos puros porque, decían compungidos, "el fumar mata"; o el número de la novia lanzando el ramo por encima del hombro, con dos amigas divorciadas (y masocas) en primera línea, o mi hijo con mi nieta de 6 años en brazos "a ver si la caso", o mi cuñada empujando a la novia de su hijo para que lo cogiera (¡Otra boda! ¡Otra boda!), mientras ella suplicaba a la novia que "¡p'al otro lado, Isa, p'al otro lado!".
A veces viene muy bien una fiesta así, sin corsés, para relajarnos, disfrutar y celebrar que dos personas tan estupendas hayan coincidido en la vida, se hayan enamorado y hayan decidido comprometerse y compartir con todos esa promesa mutua de ser fieles "en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida".
¡Isa y Javi, , cuánto los quiero! Sean felices.