Yo sin mi agenda no soy nada. En ella está mi vida entera: citas, cumpleaños, comidas, menús, diligencias... A veces me dicen que qué memoria tengo. Memoria, narices. Lo que tengo es cada año una agenda en la que escribo todos los días de Dios. Si no fuera por ella no me acordaba ni de quién soy. Me la quitan o se me pierde y entonces sí que me verían haciéndome las eternas preguntas filosóficas: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué tenía que hacer mañana por la mañana, por Dios?
Por eso, por mi querencia a mi agenda (milagro no le hago una loa... o una ola), fue por lo que me llamó la atención la propuesta que la semana pasada publicó mi hija Ana en Instagram. Decía así:
"Mi agenda está vacía. Vacía no de sueños, ni de planes. Está vacía de prejuicios, de ideas preconcebidas. Sus páginas están en blanco. Vaciarse significa disponerse a cambiar y a crecer. A madurar y avanzar.
No quiero que este sea un año más en el que, al finalizar diciembre, la agenda esté llena solo de trabajo, citas de médicos o revisiones del coche. Escribiré en las páginas de cada día algo bonito que haya pasado: una lectura que me haya gustado, una frase, una llamada que me haya llenado de alegría, un beso... Llenemos los días de 2020 de momentos felices".
Conociéndome y sabiendo que todos mis propósitos de año nuevo se me quedan a la mitad, no sé si podría realizar lo que Ana propone. Así que esta semana hice una especie de ensayo y me puse a apuntar en los últimos días de esta agenda que me ha acompañado en todo 2019 los momentos felices de cada día. La cosa quedó tal que así:
Lunes 23 de diciembre: Comprando las viandas de Nochebuena nos dio hambre a mi marido y a mí y entre Supercor y Mercadona recalamos en "La Thuya". Buen rato y buena comida.
Música de la pianista Clara Haskill al anochecer junto a la chimenea encendida.
Conversación con mis amigas en el chat antes de acostarnos.
Martes 24 de diciembre. Los nietos pequeños me ayudan a poner la mesa para Navidad.
Nochebuena muy divertida con la familia: un mercadillo gratis, caretas graciosas mientras bailamos, una búsqueda del tesoro, un Papá Noel que parece el Tío Cosas, un amigo invisible robado...
Miércoles 25 de diciembre: Mi nieto de 4 años me recita de pe a pa el poema "A Margarita Debayle" de Rubén Darío ("Margarita, está linda la mar...").
Pavo de navidad relleno de frutas compartido con los que quiero.
Rato estupendo después de la comida, al atardecer, mi marido y yo con un amigo de siempre hablando de la vida y sus cosas.
Jueves 26 de diciembre: Hago un regalo ("Fotos antiguas de Tenerife") a un amigo al que le encanta.
Me encuentro a una amiga en La Laguna a la que hacía años que no veía.
Leo un libro de P. G. Wodehouse que me hace reír.
Viernes 27 de diciembre: Consigo entradas para invitar a todos mis nietos a ver en enero en el Teatro Guimerá "Cuento de Navidad" de Dickens.
Cena con los amigos en un restaurante a la orilla del mar.
Sábado 28 de diciembre: Día claro y luminoso.
La brevera que sembramos hace un par de años en El Tanque ha dado sus primeras cuatro brevas. Dulcísimas.
He visto por centésima vez como todas las navidades "¡Qué bello es vivir!". Como siempre, lloro a mares de la emoción.
Domingo 29 de diciembre: Comida en la casa de El Tanque con hijos y nietos y con mi familia política de Madrid que llegaron hoy. Risas y buena conversación en una mesa de 15 personas.
No ha resultado difícil. Sin darme cuenta tengo la última semana de mi agenda de 2019 llena de ratos bonitos. Y claro que también ha habido ratos que no lo son. Esta es la vida y no un musical de Hollywood. Alguna majadería, tomar un día Ibuprofeno porque la edad no perdona, las compras y el tráfico son un horror, se nos pinchó una rueda el jueves, un par de noches tuve insomnio, esta Nochebuena tocó cenar sin hijos ni nietos... Y además el tiempo ha estado de sur y calima -¿Dónde se ha visto unas Navidades con 26º?- y por supuesto no nos tocó, como corresponde, nada en la lotería.
Pero si cada día no nos regodeamos en lo que nos sale mal y estamos atentos a lo que nos gusta, a final de cada mes la agenda estará repleta de hechos que nos han alegrado el día, puntos de luz que iluminarán nuestra vida ¿Quién se va a acordar de lo malo? Así que, a un día de terminar el año, hago mía la propuesta de mi hija: Llenemos los días de 2020 de momentos felices.