El lunes y martes hablamos de visitas a médicos y fisioterapeutas. El miércoles el colesterol fue el tema estrella, que si el bueno, que si el malo, que si yo lo tengo perfecto, que si a mí me pasa de 300. Incluso una de mis amigas nos confesó que el colesterol me viene de mi madre y también la artritis. Mi padre, nada, ya se podía hinchar de chorizo, tocino y otras porquerías, y nada. El jueves tocó hablar de tratamientos y el viernes, de las defensas bajas y de los efectos de la vacuna del herpes. Parece que estamos en ese punto del que hablaba mi amigo Mingo cuando nos decía: "A ver si nos vemos un día de estos y nos tomamos un termalgín".
De todas formas, claro que se ha hablado de otro montón de cosas. Se ha organizado entre las amigas una comilona para la semana que viene (aunque sea mala para la dieta), se habló del ascenso de la Unión Deportiva Las Palmas, de los cohousing (tenemos a una amiga entusiasta), de las muertes de Tina Turner, Juan Galarza y Antonio Gala, de las elecciones, de que los años pesan... Y, por supuesto también hablamos de los nietos.
Esta semana, además, me han llegado historias con preguntas que ellos nos hacen a los abuelos. La del nieto de mi amiga Arista sobre por qué los pobres no van al cajero a sacar dinero, con lo fácil que es y así dejan de ser pobres. La de otra nieta que quería que sus padres, separados y con otras parejas, volvieran a estar juntos. Cuando su abuela le intentaba explicar que era complicado, la niña preguntaba: "¿Y por qué no buscan en Internet la solución?". Eso también pedía otra niña sobre el tema de si Dios existe o no: buscar en Google. O cuando en una charla que oí a un escritor argentino, este explicaba que le contó a su hija de 6 años que Hansel y Gretel se perdieron en el bosque y ella, lejos de asustarse, preguntaba: "¿Y por qué no llamaron a su papá por el móvil?".
Nosotros y las enfermedades, los niños y su curiosidad. Tal vez es lógico que estos sean, por contraste, nuestros temas favoritos de conversación. Nosotros ya hemos recorrido la mayor parte del camino y andamos medio averiados, ellos lo están estrenando todo en un camino tapizado de preguntas. Nos preocupan nuestros achaques y nos emocionan sus pasos nuevos. Nos fascinan porque los niños tienen todas las preguntas y la confianza en que se respondan. Y nosotros sabemos ya que hay muchas preguntas que nunca tendrán respuesta. He ahí la cuestión.