Como en aquella antigua canción de Luis Mariano que decía “La primavera ha
venido, no sé cómo ha sido”, los márgenes de nuestras carreteras han
experimentado las pasadas semanas, y de la noche a la mañana, una explosión de
carteles multicolores, tal cual un jardín primaveral.
Los políticos, ante la proximidad de las elecciones municipales, han decidido
ponerse de tiros largos (ellos, corbata y chaqueta, ellas, un tres piezas) o de
look desenfadado (vaqueros y camiseta, que ya se sabe que hay que parecer
colegas de los jóvenes); han ido a la peluquería a recortarse el pelo, ponerse
reflejos o hacerse un lifting; se han enfundado la sonrisa deslumbrante y, ya
así dispuestos, se han hecho la foto para la campaña.
Que la cosa no es sencilla, ¿eh? Porque es verdad (yo lo he oído) que hay
mucha gente que vota mirando la cara del cartel. “Es que tiene carita de bueno,
oye”. Y entonces a ellos no les queda más remedio que, por lo menos, parecerlo.
Y, además, saben que, pongan la cara que pongan, los de la oposición siempre van
a decir que parecen imbéciles. Que es realmente como deben sentirse ellos (a mí
me pasaría) el día en que toca posar.
En los carteles los hay que prometen el oro y el moro, como, por ejemplo,
poner la capital del archipiélago en su ciudad, como si eso sólo dependiera de
un alcalde. Algunos tienen su punto original, simplemente poniendo propuestas:
“Más guaguas”, “Más guarderías”, “Más parques”… pero se pasan cuando hablan de
“más aire fresco” y ponen al candidato con la corbatita y el flequillo al
viento. Algunos aparecen con media sonrisa o serios, para dar a entender que lo
son, aunque realmente parece que han comido algo que les ha sentado mal. En
otros se pueden contar hasta las muelas del juicio…
Por eso es refrescante encontrarse, justo al lado ¿casualmente? de tanta
foto, tanta promesa, tanto aspirante a ejercer la noble ciencia de la política,
un cartel como éste de la Feria del cochino negro de Pinolere:
Ya ven ustedes, ahí hay alguien que, pase lo que pase, no defraudará jamás.
Al revés de lo que, desgraciadamente, les pasa a muchos políticos, del cochino
se aprovecha hasta la conversación.
No me extrañaría que alguien votara por él.