lunes, 26 de agosto de 2019

Ramos, chácaras y mangos




La semana pasada fui a pasar unos días -del 17 al 20- en La Gomera, en Valle Gran Rey, y, cómo no, me encontré con mi amiga Gomeira, de la que ya les hablé hace algún tiempo (aquí y aquí). Como dije entonces, Gomeira (igual que el Pereira de "Sostiene Pereira" de Antonio Tabucchi) es de las que sostienen ideas, opiniones y argumentos y te los suelta nada más verte, después de los abrazos, casi sin tomarse un tiempo para respirar.

Así, sostiene Gomeira que a esta tierra bendita no se debe venir por solo tres días y que, ya que atravesé los mares procelosos a bordo del "Benchijigua", lo menos que podía haber hecho es venir por todo el mes de agosto, que es mes de fiestas y parrandas y de bailes en las plazas. Que ya me perdí los festejos de julio a San Buenaventura y a la Virgen de la Salud ¡pero los de agosto...! Que el primer domingo bailó e hizo sonar las chácaras -chacachacacha chacachaca chacachacacha chacachá...- en la de Los Chorros de Epina alrededor de San Isidro, que sí, que el santo no abulta nada pero, sostiene Gomeira, que hay que ver la cantidad de gente que convoca. Después, hace apenas dos semanas fue la fiesta del Ramo a San Salvador en Arure y que menos mal que los veraneantes han tomado partido por él y aquello se llena porque antes parece que iba ganando la Virgen de la Salud pero que ahora están casi empatados. Ah ¿que no sabes que es el Ramo? Sí, mujer, si se ha hecho hasta famoso, que le han dado la medalla de Oro de Canarias y todo. Pues la cosa es que una familia hace una promesa y es ella la que se va a encargar de todo antes de la fiesta: de arreglar la iglesia, comprar los voladores, reunir el material para el Ramo, encargárselo a Cheo Porro, que lleva haciéndolo hace unos 50 años, y abrir su casa desde por la mañana para convidar a todo el que vaya con manises, tortillas, carne cabra, ñames, roscos y bollos, galletas de manteca, almogrote y todas las cosas buenas que da esta isla. Y no es porque yo lo diga, sostiene Gomeira, pero el Ramo es una verdadera obra de arte, tan colorido y coronado con una piña tropical y flores de mundo. Antes se llevaba en una caña de azúcar y no se le ponían berenjenas como ahora, que es algo,  sostiene Gomeira, que nunca conocimos de chicos, la verdad, sino las verduras y los frutos de siempre, higos, plátanos, mangos y esas cosas. Después del convite, se lleva el Ramo hasta la Iglesia entre tambores, chácaras y cantos -Quítate de alante, Arure, que quiero ver a Chipude, chacachacachá chacachaca chacachacachá chacachá...- y allí se pasa el Ramo para que se lo coman a los que van a invitar el año que viene.

Y que si te has perdido todo eso, sostiene Gomeira, lo mejor que podrías hacer es quedarte a la fiesta de la Virgen del Buen Viaje en Taguluche el último domingo de agosto en que hacen ¡otro Ramo! Ah ¿que no, que solo has venido por tres días, que además no coinciden con fiestas? Pues qué se le va a hacer. Aprovecha para pegarte unos buenos baños, que en Valle Gran Rey ¡será por playas! Puedes bañarte en Vueltas, o en La Puntilla, o en La Calera, pero no te aconsejo el Charco del Conde donde solo puedes darte baños de asiento ni la del Inglés que es para nudistas y tú ya no tienes edad para eso.

Y aprovecha también para llevarte un buen recuerdo de nosotros, pero, sostiene Gomeira, no te compres unas chácaras porque estas donde suenan bien es en los aires puros de La Gomera (y además creo que los precios están por 150 euros). Mejor te llevas un par de kilos de mangos, que no hay nada más rico a media mañana que comer un mango pelado y troceado que esté esperándote en la nevera. Todo eso sostiene Gomeira.
Y aquí me ven, de vuelta, saboreando mangos.

lunes, 12 de agosto de 2019

Dos adolescentes en verano




El abuelo, verano de 1959

Entonces tenía 13 años y vivía en Vistabella. El mismo día en que terminaban las clases me iba yo solo a casa de mis abuelos en El Tanque. Tardaba 5 o 6 horas en llegar. Cogía la guagua de Buenavista y me bajaba en Ycod, donde esperaba a la guagua que hacía el último trayecto de Ycod a Guía de Isora. Sobre la 7 de la tarde me bajaba en la Cruz Grande  en El Tanque y mis abuelos, aunque no sabían que yo llegaría ese día (no había teléfonos. Tampoco mis padres sabían si había llegado o no), me recibían como al Santo Advenimiento. Me querían mucho y me asignaban la habitación donde nací, separada de la casa y con ventanas sobre las higueras del arrife y con la vista del verde del monte y de los Pinos de la Fuente a lo lejos. Para mí eran veranos largos y gloriosos.
Ayudaba a mi abuelo en todo, en llevar abonos a las huertas conduciendo la yegua, en ordeñar las vacas, en moler en la era el trigo secado en los mollos -yo, sentado sobre el trillo- y en aventarlo después, en la vendimia cargando las raposas repletas de uvas... Cazaba mirlos para que no se comieran las uvas, escondido entre las vides con escopeta de balines. Luego mi abuela los desplumaba y los freía de merienda y mi abuelo sacaba vino de su barriquita especial y nos ponía un vaso a cada uno. Pero lo que más me gustaba era cazar canarios y guardarlos en una jaula grande que yo había hecho con cañas. Antes, preparaba las trampas, un falsete también de cañas y un cedazo puesto boca abajo con un palito que lo levantaba y que llevaba atada una cuerda fina que llegaba hasta mi escondite. Machacaba luego ramas secas de flor de col y las ponía como reclamo en la higuera del arrife con montocitos de colinos en torno y dentro de las trampas.  Después solo quedaba estar en silencio, tirar del cordón cuando el canario entrara en la trampa y guardarlo en la jaula. Cuando a los dos meses volvía a casa (otra vez en guagua) llevaba, en una caja con agujeritos, a veces hasta 30 canarios, que me apresuraba a vender en un puesto de aves vivas en la Recova. Me pagaban, creo, por cada canario hasta 2 pesetas. Un dineral.
Fui, muy, muy feliz en mi adolescencia.


El nieto, verano de 2019, 60 años después

En verano me despierto a las 11 y, por las mañanas, estoy un rato wasapeando con el móvil y, si tengo wifi, juego a la play. A lo más que juego es al Fortnite que consiste sobre todo en matar e impedir que maten a tu personaje. Pero no hay sangre, no te creas. Si te matan solo desapareces y se acaba la partida para ti. El juego es online con 100 personas de todo el mundo jugando a la vez. A ver cómo te lo explico. Las 100 personas van en un autobús volador y saltan en paracaídas a una isla, en donde no solo te tienes que enfrentar a los demás jugadores sino también a una tormenta que te va cercando y haciendo más pequeños los lugares seguros. Para enfrentarte a eso puedes conseguir armas, botiquines, escudos, vehículos, materiales (piedra, madera y metal) que sirven para construir estructuras defensivas... También antes de la partida hay una sala de espera donde hay tiendas (que cambian a cada rato) y donde venden, por ejemplo, cambios estéticos de personajes. Los personajes valen desde 800 a 2000 paVos (esa es la moneda), que equivalen a unos 20 euros en dinero real. Si tienes 1000 seguidores como mínimo en una red social puedes hacerte un código y, cada vez que alguno de tus seguidores compra algo con tu código, el 5% es para ti. Así que también puedes ganar jugando. En la sala de espera hay un espacio para torneos entre gente que sabe jugar muy bien. Hace poco un chico ganó en uno de esos torneos 3.000.000 de dólares. Al Fortnite juegan millones de personas en todo el mundo. ¿Que si no prefiero ir a la playa? Alguna vez sí, pero date cuenta de que normalmente juego con mis amigos y estamos todo el rato hablando y divirtiéndonos.


Dos adolescencias, dos modos de vivirlas, dos veranos distintos, dos formas de ser feliz ¿Qué opinas?

lunes, 5 de agosto de 2019

¡Que levante la mano el que nunca haya leído un horóscopo!




Empezamos agosto, el mes de Augusto, aquel césar que quiso ser como su colega Julio e, igual que él, se agenció un mes dedicado a sí mismo. Y no solo se lo agenció sino que le cambió el nombre (antes se llamaba sextilis) y también los días. "¡Sí, hombre! -pensaría- Julio con 31 días y yo solo con 29 ¡Hasta ahí podíamos llegar!". (Esta es la razón -el ego humano- por la que julio y agosto son dos meses seguidos con 31 días). Y no me extrañaría nada el que también Augusto pensara: "Y además voy a hacer que este mes sea el más importante del año: ¡el de las vacaciones!".

Brilla agosto, pues, con ínfulas de mes de altos vuelos, iluminado por un sol radiante que dora y chamusca pieles. Es el mes de las fiestas de los pueblos, de los traslados masivos hacia lugares diferentes, de las siestas perezosas en hamacas a la sombra, de no tomarse en serio a uno mismo. En agosto bajó del barco Bayardo San Román ("Crónica de una muerte anunciada" García Márquez) buscando una novia con quien casarse; en agosto Fitzgerald ("El gran Gatsby") contaba que "de la casa de mi vecino brotaba la música durante las noches de verano. En sus jardines azules, y entre los susurros, el champán y las estrellas, los hombres y muchachas iban y venían como mariposas...". De este mes García Lorca recordaba: "Agosto, / contraponientes / de melocotón y azúcar, / y el sol dentro de la tarde / como el hueso en una fruta.".

Y agosto es también el mes de Leo, el rey de los signos, uno de los tres de fuego (será por el calor que hace). Ya, ya sé que ustedes son gente seria y nada frívola, de las que piensan que esto de que los signos zodiacales influyen en la manera de ser según el que brille en el momento en que naciste es una paparrucha. Pero ¡que levante la mano el que nunca haya leído ni un horóscopo! Yo conozco a una que se lee cuatro o cinco cada día y elige el que más le conviene. Y una novela que leí hace poco -"Predestinados" de Minnie Darke- habla de gente que no solo cree en los horóscopos con la fe del convertido, sino que sigue las instrucciones al pie de la letra.

El caso es que de los Leo se dice que son fuertes, dominantes, seguros de sí mismos, líderes por naturaleza y difíciles de reprimir y de resistirse a ellos. Yo tengo en mi casa muchos Leo. Lo es mi marido, mis dos nietas, mi ahijado, mi primo, mi cuñado y seis amigos íntimos. ¡Demasiados mandones para mi gusto! En cambio, de los míos, los Piscis, dicen que somos gente apacible, serena, sensible, sentimental, romántica, cariñosa y amable ¡Estupenda, vamos! Y no andan desencaminados por lo menos por la parte que me toca.

Pero no se lo crean mucho. La mayoría de las veces no aciertan ni una, y según Miguel Sevilla, catedrático de Astronomía de la Complutense,"la influencia gravitatoria del Sol o de la Luna no puede trasladarse a ese tipo de predicciones.". Se pusieron 12 signos zodiacales (en realidad son 13) para que coincidieran con los 12 meses lunares y esa división no tiene ninguna base científica. Y además, somos tan diferentes los seres humanos, tan complicados,  que reducirlos a una docena de tipos no se sostiene.

Pero es que en todos nosotros quedan tal vez vestigios de aquel pensamiento mágico que tuvimos alguna vez y que nos hace decir: "¡Qué diablos!". Y nos regodeamos cuando, por ejemplo, para agosto (según Susan Miller, astróloga estadounidense, leída cada día por seis millones de personas) me predice a mí que aproveche el fin de semana del 24 porque tendrá un magnetismo especial, que el día 8 (invito a amigos) voy a impresionar y que cuidadito con las palabras a la hora de expresarme (ya lo hago). Y esto es lo que le anuncia a los Leo:
"El universo se ha pronunciado: céntrese en el amor. La luna llena del 15 puede ser resplandeciente con una pedida de compromiso o fecha de boda. Si está casado, pasará un tiempo especial con su pareja gracias a las vibraciones románticas que le envía Venus. En esta fecha, cinco planetas iluminarán su sector económico, trayendo excelentes y duraderas noticias. Urano puede alterar los planes y la rutina en el trabajo.".

Disfruten del mes. Por mi parte me estoy preparando con expectación (y verdadera curiosidad) para las vibraciones románticas de Venus y para el magnetismo especial. Ya les contaré (o no).
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