lunes, 25 de marzo de 2019

Otro milagro de la primavera




"La primavera ha venido y yo sé por qué ha sido..." cantaba Luis Mariano aleteando las pestañas en "Violetas imperiales" allá por el año de la pera. Y sí, aquí la tenemos, inesperadamente, con un frío repentino después de días soleados, como de agosto. Y ha venido agitada y caprichosa, como una niña malcriada: accidentes catastróficos, terrorismo a tutiplén, insultos y noticias inventadas cara a las elecciones, guerras coleando, ciclones y terremotos... No nos privamos de nada. Y es que son tiempos revueltos, también en el espacio más cercano. Tengo amigos que pasan malas rachas y personas a las que quiero que lo están pasando mal y no sabes cómo consolar: crisis, complicaciones, enfermedades, incomprensiones, desvelos.

Pero tras el desasosiego, te das cuenta de que todo es parte de la vida -¡Qué complicados somos los humanos!- y miras alrededor y ves que en el jardín, aunque el día esté gris, las calas trompeteras han crecido puntuándolo de blanco y las buganvillas rebosan de color y ya empiezan a amarillear los plátanos en la huerta. Y en el palomar han nacido los pichones -tan frágiles- y los niños, cuando vienen, piden al abuelo que los deje tenerlos en las manos y sentir su latido. No hay animal más indefenso (ni más feo) que un pichón recién nacido. Y, sin embargo, qué fortaleza promete ya. En esos mismos periódicos que hablan de sucesos tremebundos, viene también la noticia de una paloma que voló y llegó sana y salva desde Tenerife hasta Finlandia posada en el tren de aterrizaje de un Boeing 737, 5200 km. durante 6 horas, soportando alturas de vértigo, falta de oxígeno y temperaturas muy por debajo de 0º. Qué aguante y vigor y ganas de vivir la de esta paloma turista que, ahí aferrada a un tren de aterrizaje nada fiable, parece decirnos  que en las peores circunstancias también puede haber un buen final, si uno se lo propone y se agarra a lo que verdaderamente importa.

Por eso en los momentos inestables que todos pasamos alguna vez, mientras veo el pichoncito, delicado y tal vez audaz, en la mano de mi nieta pequeña, me parece oír las palabras del poeta que, ante un olmo seco, hendido por el rayo y en su mitad podrido, supo descubrir las hojas verdes de la vida transmitiéndonos consuelo y esperanza: "Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera". 

lunes, 18 de marzo de 2019

La tele y Santa Catalina




¿Saben que me entrevistaron para salir en la tele? Pues sí, yo ahí, en el patio de mi casa, delante de un cacho maquinón que me grababa y con pinganillo en la blusa, tal cual si fuera un político de relumbrón o una Belén Esteban cualquiera. Para que no se queden intrigados con lo de a cuenta de qué esta repentina fama, les cuento que la culpa la tuvo este blog. Hace un tiempo, el 13 de mayo de 2013, escribí un post que titulé "El día del eclipse". El director de "Canarias en portada", que quiere hacer un programa sobre fenómenos naturales especiales ocurridos aquí (el eclipse total de sol, la plaga de la langosta, la explosión del Teneguía...), estaba buscando testigos de los hechos, leyó aquel post y me escribió. Y como a mí me gusta alegar y no tengo secretos con el mundo, fui y lo conté todo otra vez: los cristales ahumados, los gallos cantando, la noche en el día, el avión ultrasónico dibujando su línea en el cielo, el asombro y el miedo... Después cuando me vi (ya me verán ustedes para mayo o junio), me di cuenta de que me grabaron por mi lado malo y que debía haber exigido, como dicen que hacía Sara Montiel, que pusieran un velo ante el foco de la cámara para que difuminara los estragos del tiempo. Para una vez que salgo en la tele y yo con estos pelos.

Por supuesto, la familia y los amigos han estado vacilando tanto sobre si ahora se me va a subir a la cabeza la fama que tentada he estado de ponerme a firmar autógrafos. Pero mejor les digo que la fama es, ¡ay!, una diosa efímera que tanto te sube al Olimpo como te baja a los abismos. Cuando Hugh Grant en la película "Notting Hill" rechaza a Julia Roberts porque ella es una actriz superfamosa y él, "ni mi madre se acuerda a veces de mi nombre", ella le contesta "Eso de la fama no es real ¿sabes? Y solo soy una chica delante de un chico pidiendo que la quieran". Así que ya saben, la fama, al final, no es más que un espejismo.

Pero luego me quedo pensando y me acuerdo de Santa Catalina. Ustedes dirán que no tiene nada que ver, pero déjenme que les cuente. Cuando yo estaba en el colegio, uno de los días más celebrados era el de Santa Catalina de Siena,  una monja dominica que vivió solo 33 años allá por el siglo XIV. Parece que fue una persona buenísima, de esas que ayudan a todo el mundo, incluso a los Papas (los convenció para que volvieran a Roma desde Aviñón), una de las primeras mujeres en ser nombrada Doctora de la Iglesia. El día de Santa Catalina nosotras nos vestíamos de gala, desfilábamos con velas en la mano y cantábamos un himno que me gustaba mucho: Cantad a Catalina plegarias fervoroooosas, de lirios y de rosas su frente cooooronad...". Pues bien hace poco me enteré por mi nuera, que es ahora profesora de las Dominicas, que las notas de ese himno suenan en todos los cambios de hora en el colegio. Imaginen, después de 7 siglos que hace que murió, se la recuerda cada hora -¡Cantad a Catalina...!- ¡Eso sí que es ser famosa! ¿Y saben qué les digo? Que donde esté Santa Catalina, que se quiten las Belén Esteban, las Sara Montiel y todos los entrevistados de la tele (incluida yo).

lunes, 11 de marzo de 2019

Si vieras lo que me pasó...




Hay profesiones que te acercan mucho al conocimiento de la naturaleza humana, profesiones enriquecedoras ¡Lo que podrían contar! Yo tengo una amiga, Érika, que fue peluquera de la Ópera de Viena durante largos años y con ellos viajó por todo el mundo, conociendo, sintiendo y acumulando vivencias que la han hecho la mujer extraordinaria que es. Tiene en su haber mil historias que contar y que compartir. Lástima que no sepa español y que yo no sepa alemán y que solo nos comuniquemos en el idioma universal de los signos y del cariño y en un inglés chapurreado (por mi parte) que no da para mucho, la verdad ¡Maldita Babel!

Y es que creo que todos nacemos con el don de escuchar y contar historias. Todavía en la familia nos acordamos de las que mi tía Agustina nos contaba cuando venía a comer el día de Navidad: historias de sus años en Venezuela y de su juventud en La Palma, trágicas, cómicas, entretenidas, con el punto trascendente de las verdaderas epopeyas. Nos encantaban.

Entre los libros que he leído desde enero -los reyes me dejaron bien surtida-,  hay dos cuyos narradores pertenecen a dos de esas profesiones que podrían contar mil y un relatos de su día a día. Uno es "Taxi" del escritor egipcio Khaled Al Khamissi. Decía Juan Villoro que "los taxis son espacios narrativos donde no se precisa más estímulo que el silencio para que el conductor empiece a hablar". Y los taxistas de El Cairo que hablan en este libro -¿Quién mejor que ellos para coger el pulso a un lugar?- se desfogan y sus voces nos dibujan una ciudad que es un caos ("pescado, leche y tamarindo", dicen ellos), donde ocurren cientos de historias a cual más curiosa: la de la mujer que sube al taxi llena de velos y se los va quitando para occidentalizarse y entrar a su trabajo de camarera del que su familia no sabe nada; o el que cuenta que dejó a su novia porque "si me casaba tenía que dejar el tabaco y los porros" y no le salía a cuenta; o las múltiples formas de como los estafan los clientes; o el que sueña con ir desde El Cairo a Sudáfrica en su taxi; o el que tiene una casa embrujada en la que todas las mañanas aparecen ojos pintados en las paredes...

Las historias y personajes del otro libro los cuenta un librero de una librería de viejo: "Diario de un librero" de Shaun Bythell. Por sus páginas desfila la mujer galesa "con la voz más triste que jamás he oído" que siempre pregunta por libros de teología del siglo XVIII y que nunca compra nada; la señora mayor que parecía no haber salido de su pueblo y resultó que había llevado una vida interesantísima en Tokio y Jerusalén; el cliente que pide que le graben leyendo un fragmento de su libro favorito; el que discute sobre fantasmas; el que dice: "Busco un libro pero no conozco el título. Es un libro muy antiguo"; o la loca que pregunta "¿De qué va esto?" y se marcha a mitad de la conversación;  o los dos que no se conocen de nada y piden el mismo libro raro al unísono; o el anciano que encuentra alborozado un libro que perteneció a su padre (el librero se lo regaló).

Historias y gentes que pasan por el mundo dejando su impronta en las vidas de los demás... En otro de los libros leídos estos días ("La hija del relojero" de Kate Morton) se lee: "La gente da importancia a las piedras relucientes y a los amuletos de la suerte pero olvidan que los talismanes más poderosos son las historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás". Y es que no hay nada que iguale a la expectación, la curiosidad y la anticipación por un buen relato que todos sentimos cuando alguien te mira y te dice: "Si vieras lo que me pasó...".

lunes, 4 de marzo de 2019

Perdido y hallado




No hay nada más reconfortante que encontrar a un amigo largo tiempo perdido, como me pasó a mí el jueves pasado con mi amigo Juanma. ¿Se acuerdan de uno de los Misterios Gozosos del Rosario que decía: "5º Misterio: Jesús perdido y hallado en el Templo"? Pues igual pero más a lo bruto. Después de todo, Jesús estuvo perdido unas horas y yo a Juanma no lo veía desde hacía por lo menos 50 años.

Estábamos en el Auditorio oyendo a la Sinfónica que interpretaba música de Los Beatles y en estas que mi marido, señalando al señor que estaba sentado delante, me dice bajito: "¿Este no es Juanma?". Al principio no me lo creía pero luego, mientras sonaba Penny Lane, Help!, Yesterday  y She Loves You (ye, ye, ye), fui reconociendo el perfil, las manos cuando aplaudían y la risa... ¿Cómo era posible que viviendo en la misma isla hubieran pasado 50 años sin encontrarnos ni una sola vez? ¡Tenía que ser con Los Beatles, que nos gustaban a los dos!

Juanma fue mi vecino desde los 12 años a los 20 en la casa del Barrio del Toscal, una casa de 3 pisos sin ascensor con una vivienda en cada uno. En el 3º vivía la familia de Juanma con 5 hijos, en el 2º había 4 niños, igual que nosotros en el 1º. Una escalera llena de niños y adolescentes, todo el día subiendo y bajando, riéndonos, llevándonos de maravilla. Con una excepción: en el bajo vivían Don Protesto y Doña Protesta a quienes todos odiábamos. Y luego todo se disolvió: nos fuimos a otros pisos, a otros destinos, a otras vidas y solo mis padres continuaron unos años más viviendo allí. Hace unos años me encontré a la madre de los del 2º y me habló de aquellos tiempos: "Éramos felices y no nos dábamos cuenta".

Juanma era el más cercano a mí por edad. Estábamos en el mismo curso aunque en distintos colegios y hasta estudiábamos francés juntos. Era mi colega, el que aguantaba con paciencia y bondad mis confidencias y con el que más me reía. Él fue el que, cuando vino de un verano en París, me llevó aparte y con gran secreto me susurró por primera vez una verdad que yo entonces desconocía (teníamos 14 o 15 años): "¿Sabes? ¡España es una dictadura!".

Cuando al final del concierto le toqué el hombro -"Juanma, ¿te acuerdas de mí?"- la alegría de su cara fue un reflejo de la mía. Hablamos un minuto de lo que nos queríamos, de todo el tiempo increíble que había pasado, de te presento a mi mujer, de saludar a mi marido al que también conoció en aquellos tiempos... Pero el Auditorio será mucho Calatrava pero es lo más incómodo del mundo para entrar y salir de las butacas o para pararte un momento. La gente de detrás empujaba y a ellos los llevaba por una puerta y a nosotros por otra y tal como nos habíamos encontrado nos volvimos a perder. No hubo manera de verlos a la salida y de seguir con la conversación.

Me quedé desconsolada. Pero ya estoy pensando hacer pesquisas y llamar a una amiga de una prima de otra amiga que tal vez lo conozca y quedar para vernos todos y hablar largo y tendido de entonces y de ahora. Si no ¿tendrán que pasar otros 50 años para volverlo a ver?
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