lunes, 30 de mayo de 2016

¡Pon un dragón en tu vida!



En tiempos grises ¡pon un dragón en tu vida! No un dragón tipo Smaug, el de "El hobbit" de Tolkien, dormido en sueños de avaricia y violencia sobre un enorme tesoro; ni un dragón robadoncellas, como el que alanceó San Jorge; ni ninguno de esos dragones que más parecen reptiles asquerosos y perversos allá, en las entrañas de la tierra. No. Ya puestos a buscar fantasía, qué mejor que un dragón como Fújur, el que monta Atreyu en "La historia interminable" de Michael Ende, un dragón de la suerte con escamas de color madreperla, "criaturas del aire y del buen tiempo, de una alegría desenfrenada y, a pesar de su colosal tamaño, ligeros como una nubecilla de verano". O como Saphyra, sabia y divertida, la dragona de ojos azules que cautiva a Eragon en el libro de Christopher Paolini. O como Lung, de "El jinete del dragón" de Cornelia Funke, el dragón compasivo que se alimenta de luz de luna. Cualquiera de ellos puede dar color a la existencia y hacernos olvidar que tenemos que hacer la declaración de la renta, o que hay que ir a votar otra vez o cualquiera de las cosas absurdas y majaderas con las que uno entretiene sus días.

lunes, 23 de mayo de 2016

La bacinilla de oro

Wáter en Uddevalla, Suecia. Daba gusto sentarse entre tanto libro
¡Mira que los seres humanos somos rebuscados a la hora de hablar y de jugar con el lenguaje! Tan pronto proferimos palabrotas salpicándolas en la conversación como quien siembra margaritas, como embellecemos o disfrazamos toda aquella palabra que pueda incomodarnos, asustarnos o simplemente aburrirnos ¡Ah, los eufemismos ("hablar bien")! En este uso cosmético del lenguaje los usamos para todo, pero particularmente a la hora de referirnos al sitio en el que hacemos nuestras necesidades más primarias. Eufemísticamente hablando, al wáter o retrete.

lunes, 16 de mayo de 2016

Con flores a porfía




El mes de mayo en mi colegio era especial. Se hacían misas de gala, procesiones internas por el patio, ofrendas florales y cántigas varias, entre las que estaba la de "venid y vamos todas con flores a porfía, con flores a María que madre nuestra es". Esta canción nos llenaba de perplejidad por la intriga de quién sería la tal Porfía. Yo estaba convencida de que si María era nuestra madre, Porfía sería nuestra tía, por lo menos.

lunes, 9 de mayo de 2016

Dos anillos en el lavabo




Cuando nos ponemos a hablar, en las sobremesas familiares, de política (no es muy a menudo, por si acaso terminamos peleándonos como en el Congreso), mi hermana y mi marido coinciden en decir que habría que establecer una carrera especial para los políticos. Todos los que quisieran gobernarnos tendrían que pasarse 5 o 6 años estudiando, como posesos, derecho, economía, política, oratoria, relaciones internacionales, psicología, 3 o 4 idiomas... Y, sobre todo, Ética, esa Ética que tendría que ser la asignatura más importante y que han quitado ahora hasta del bachillerato, no vaya a ser que las nuevas generaciones se den cuenta de que brilla por su ausencia en muchas de las actuaciones de los que nos dirigen. Mi hermana hasta propone pruebas prácticas: dejar un billetito por aquí, una cartera por allá... y ponerse a mirar por un agujerito a ver si se los llevan, lo cual sería motivo, aunque sólo fuese una vez, de un suspenso automático por siempre jamás.

lunes, 2 de mayo de 2016

Madre coraje


Imagen de Claudia Trembay

Todas las madres deberíamos ser llamadas madre-coraje. Se necesita eso, mucho coraje, para decidir traer un niño al mundo y hacerte cargo de él durante toda la vida, incluso cuando son ya hombres y mujeres hechos y derechos. Un hijo es para siempre, y una no puede evitar, aunque ya vuelen por su cuenta, preocuparse por sus problemas, alegrarse con sus triunfos, aliviarlos en sus penas.

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