lunes, 25 de julio de 2022

El asunto del queso



¿Han recibido alguna vez un intento de soborno? A juzgar por lo que se lee en las noticias, da la impresión de que hay un montón de gente portando maletines llenos de dinero (creo que a veces lo llaman comisión) y dispuestos a ofrecerlos al mejor postor. En las novelas ocurre a cada rato. Recuerdo una de mi admirado P. G. Wodehouse ("Un dineral" se llama) que hablaba de sobornos y chantajes como si fueran el pan nuestro de cada día: "Uno se acerca a un ciudadano que pasa por la calle, un perfecto desconocido, con aspecto de indecorosa opulencia, y le susurra al oído: "¿Me permite unas palabras, caballero?", y luego con voz cavernosa añade: "Conozco su secreto", dando como resultado que el ciudadano se estremece, adquiriendo su rostro un bonito color ceniza, y desde ese instante le mantiene durante toda su existencia rodeado de lujos...". Hasta a mi marido una vez, veraneando en nuestros años mozos en un apartamento en Bajamar, se nos presentó un señor en la puerta (no sé ni cómo averiguaron la dirección) cargando una caja de uvas recién cogidas, unos días antes del examen de su hijo (uvas que, convenientemente, fueron rechazadas). Y recuerdo a una madre que le dijo al profe de Matemáticas de mi Instituto: "¿Y esto con dinero no se puede arreglar?".

Y es que hay sobornos gordos y sobornitos. El "asunto del queso" es de estos últimos y es uno de mis preferidos. Le ocurrió a mi amiga Pepi, que fue (ya está jubilada) profesora de lengua  y literatura y tenía un alumno, un chico con cara de mataperros y gandul como él solo, que no daba palo al agua. No obstante, siempre antes de un examen, venía con la cara agachada y le decía: " Maestra, que esto... que dice mi madre que le diga que le tiene un queso guardado y ya se lo traerá". Y en los siguientes exámenes, lo mismo: "Que ya vendrá mi madre con el queso que le tiene guardado". De poco valía que ella le dijera que no tenía que traerle nada, él seguía dale que te pego con el queso. Hasta la madre, las pocas veces que fue a una tutoría, le repetía la misma cantinela: "¡Jesús, que se me olvidó el queso que le tengo guardado! La próxima vez será...". Y así hasta que terminó el curso y el chico suspendió como estaba previsto que pasara. Al día siguiente, se plantó delante de Pepi, con el ceño fruncido, y le espetó: "Maestra, que dice mi madre que, si quiere queso, que se lo compre".

Yo no sé ustedes, pero yo ante este queso ideal, prometido, presagiado, imaginado y finalmente desterrado, que se quiten las comisiones de la realeza ocultas en Suiza, los secretos de P. G. Wodehouse, los dineros y la caja de uvas de mi marido.

lunes, 18 de julio de 2022

Mi cuñado es pregonero



Antes un pregonero era cosa de las películas de Pepe Isbert en las que siempre salía uno gritando a la plebe aquello de: "¡Se hace sabeeer, por orden del señor alcaldeee...!". Ahora los pregoneros nos hacen saber otras cosas acerca del pueblo sobre el que hacen el pregón y es un honor ser elegidos para ello. En este mes de julio, bajo la amable batuta de la Virgen del Carmen, florecen en nuestras islas, tan marineras ellas, las fiestas en su honor, con sus verbenas, sus fuegos, sus ventorrillos... y su pregón, que da a todo ello el pistoletazo de salida.

En La Graciosa han nombrado este año (con toda justicia) pregonero de las Fiestas del Carmen a mi cuñado Miguel, un graciosero adoptado desde que hace 56 años recaló por allí y se enamoró de la isla. 

Allí, en la tarde tranquila de Caleta del Sebo, con el ruido del mar de fondo y delante de la gente que tanto lo conoce, Miguel contó su llegada a La Graciosa a los 16 años, su amistad con los pescadores y sus familias, sus recuerdos de una isla sin luz, sin neveras, sin televisión, sin coches... y sin médico. Cuando él (ahora un ginecólogo jubilado) era estudiante de 4º de Medicina y pasaba allí los veranos, al volver de pescar por la tarde, en el muelle lo estaban esperando siempre unos cuantos  para que hiciera las visitas a los enfermos. Lo malo es que siempre lo invitaban a whisky (sin hielo, por supuesto), con lo cual el resultado al terminar la ronda era, cuando menos, alegrito.

En el pregón salieron esas y otras anécdotas, como la vez que le dijo al Señor Perico, sentados los dos en El Palo una noche de luna clara: "Señor Perico, hoy el hombre pisa por primera vez el suelo de la Luna". Y el hombre miró a la Luna, lo miró a él, y le dijo: "Cristiano, no diga boberías". O las veces en las que los del pueblo se enteraban antes que él, por ejemplo de que se tenía que ir al día siguiente, porque los telegramas los decían en la emisora que oían todos.

Allí Miguel habló de los barcos que, entonces, navegaban a la vela latina, de las 3 ventas que había en aquellos tiempos, de los dos bares, de las parrandas... Y de los personajes: Gregorio, que le enseñó a pescar en su barco "San Borondón"; Doña Rosa, que siempre invitaba a todos a comer y luego, asustada ante el montón de gente que se apuntaba, siempre terminaba alzando la copa y diciendo. "Salud y bebamos, pero que no vengan más de los que estamos"; la pareja de franceses que practicaba el nudismo en las desiertas playas de la isla y que los gracioseros llamaban, con su sorna característica, Adán y Eva; o los ingleses, Don Patricio y Doña Silvia que, al morir sus dos hijos en un accidente, vinieron a esconder su pena a la isla más alejada y pequeña que encontraron y nunca se fueron de allí. Todos los recuerdan, evocaba Miguel, llegando a los bailes de La Sociedad, engalanados de punta en blanco, bailando toda la noche. Cuando la orquesta terminaba, los invitaban a una copa y se iban.

Todos estos recuerdos y muchos más conforman en el fondo el alma de La Graciosa. y esto, recoger su espíritu, es lo que ha hecho Miguel en su pregón: hablar de su amor por este pueblo de calles de arena y casitas blancas, por la isla pequeña bañada en luz y mar, por sus gentes, trabajadoras y generosas. Ha habido aplausos y ha gustado mucho porque a Miguel todo el mundo lo quiere y porque hay mucho que compartir. Y luego empieza la fiesta y la procesión en el mar y las coplas ("En el mar está la barca / que espera con ansiedad / para llevar en su borda / a nuestra reina del mar"). Y al final los fuegos y los "¡Viva La Graciosa!" y los "¡Viva la Virgen del Carmen!".

Luego se guardará todo y hasta el año que viene. Pero seguro que en El Palo o en los bares más de uno recordará - "¿Te acuerdas aquello que dijo Miguel en el pregón?"- , mientras las olas acarician las playas y desgastan las rocas de la isla.




lunes, 4 de julio de 2022

Brindis por San Juan


El muñeco Bubu esperando resignado la quema

Este año por San Juan no hemos visto las hogueras en el valle. Ni siquiera las hemos presentido en el olor a madera quemada que otros años nos llegaba, traído por el viento, antes de verlas, altas y orgullosas en medio del monte. Dicen que las han prohibido en algunos municipios de la isla, alegando  que si se descontrolan las fogaleras y ya tenemos un incendio, que si generan basuras con presencia de clavos y cristales, que si el humo contamina el aire... Así que, aunque por aquí caía en esa noche una lluvia suave y la niebla cubría en lo alto Guamasa y Los Rodeos, no hubo fuegos que la calentaran.

¿Y ahora? ¿Qué pasa con el fuego purificador y protagonista en esta noche que tiene tanto de mágica? Si hasta los celtas hace milenios que encendían hogueras para que el sol siguiera calentando la tierra... En casa y en casas de amigos estuvimos haciéndolas mucho tiempo, siempre con un muñeco de trapo encima, y allí iban a parar muebles viejos, los restos de la poda de durazneros y naranjos, papeles, tablones, todo lo quemable. Hasta un año hubo en el que quemamos las cartas de amor, dándoles el visto bueno porque ya habían cumplido su misión.

¿Y qué pasa, si se arrinconan las hogueras, con la sensación de vida renovada que siempre nos trae San Juan? Parecía que en la hoguera se quemaban también los viejos hábitos, las rutinas, el tiempo desperdiciado, los malos rollos. Era el momento de encarar el verano con el alma limpia, de pensar que el fuego puede con todo, de cerrar unas puertas y de abrir otras.

¿Y qué pasa con los viejos ritos del solsticio de junio? Ritos que nos emparentan el día más largo del año con ese sol quieto, con el fuego y con el mar. Desde pequeños nos dedicábamos con entusiasmo a rituales mágicos variadísimos: lo de los papelitos en el agua, lo de las papas bajo la cama, lo de pedir deseos a las estrellas, lo de saltar las olas... Se resumen muy bien en la viñeta que este junio sacó El Humor de Morgan, en la que habla la pareja de siempre:

" Ella. - ¿Te vienes a la playa pa que saltes la hoguera, camines descalzo por las brasas conmigo a la espalda, te bañes de madrugá en esa agua helá, saltes siete olas en bolas, subas a lo alto de una palmera para atraer la suerte, y bebas y bailes hasta que revientes...?

Él: Pues no sé qué decirte...

Ella: ¡¡Ditosadioh, fuerte hombre más aburrío!!"

El barrio en que vive mi hijo y su familia está dividido en dos por un barranco poco profundo, casi a ras de calle, donde todos los años se plantan 6 o 7 hogueras, que se encienden sobre las 8 y se acompañan de fuegos, mientras la gente aplaude, mandándose los vasos de vino y brindando por San Juan. Mis nietos pequeños también hicieron un muñeco (Bubu), pariente lejano de aquellos que mis hijos fabricaban, hace ya tantos años ¿Se iban a quedar compuestos y sin fiesta? Afortunadamente la comisión de fiestas defendió la calidad de las hogueras "hechas con restos vegetales" y allí sí se festejó.

No eliminemos la noche de San Juan Bendito. Es momento de contemplar tumbados el universo sin pensar en nada: con los fuegos salpicando el paisaje, con sus costumbres de siempre y sus ritos milenarios,  con una cena después de viejos amigos (esa sí la tuvimos) en la que se recuerden los tiempos pasados y se brinde también por los tiempos futuros. Que tengamos Noche de San Juan por muchos años.

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html