lunes, 30 de marzo de 2020

Tras la tormenta




¡Hay que ver lo adaptable que es el ser humano! Recuerdo haber leído hace tiempo que en la Edad Media había una especie de jaulas de hierro para encerrar a malhechores, tan estrechas que dentro de ellas no podían estar sino de pie, sin poder sentarse o acostarse jamás. Y que había gente que soportó esa tortura ¡años!. Eso nos indica de qué pasta estamos hechos y por qué hemos llegado hasta aquí sorteando hecatombes y calamidades.

Lo estoy viendo a mi alrededor. Aunque al principio del encierro, hace 17 días, mucha gente se subía por las paredes, ahora todos nos hemos adaptado a una saludable rutina. En la mía está caminar una hora y pico dando vueltas a la cancha que, a falta de servir ya para jugar al tenis, hace su papel de tontódromo. Como casi todos, también leo, escribo, cocino, me tomo un aperitivo, veo la tele, cuido el jardín... Lo que no hago es lo de aplaudir a las 7  porque no me oiría sino Rebo, mi perro, que ya bastante tiene con llorar cada vez que pasa el coche del Ayuntamiento anunciando un entierro. Es muy sensible. Si me oye aplaudir, igual se lanza a bailar por sevillanas.

No hay vecinos cerca, no. Excepto unos que valen por cien: mi hermana y su marido. Ella me lleva la basura hasta el bidón que está a unos 200 metros de nuestras casas, porque dice que como médico se sabe forrar mejor que yo. En la imagen inicial la ven que parece Darth Vader preparándose para el despegue: con 2 pares de guantes, gorro, 2 mascarillas, doble traje... sale cual heroína a la intemperie y, a la vuelta, todo va a la lavadora. Ella vigila, como si fuera la Gestapo, que nadie de la familia salga ni haga tonterías. Aparte de eso nos pasamos material por el muro que nos separa; ella, un taper con paella de mariscos que hizo su marido y que estaba de rechupete y yo, plátanos recién cortados de la mata. El jueves pasado los cuatro nos tomamos un gintónic al atardecer y brindamos y hablamos y cantamos de balcón a balcón eso de "aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisioooón...". Con vecinos así, hasta merece la pena eso del arresto domiciliario.

En eso estamos, adaptándonos. Mi nieto, el de 14, que se negaba a aceptar no salir con los compinches tanto tiempo, se ha puesto a componer música; mi yerno, a aprender a tocar la guitarra con un vídeo de Youtube; mi nieto, el de 5, se ha trasquilado el pelo con las tijeras... Todos están sacando a la luz virtudes insospechadas y vete tú a saber qué nuevas personalidades saldrán de todo esto. ¿Un nuevo John Lennon, un Paco de Lucía, un Llongueras? Mi maestro Don Emilio Lledó dice que "la esperanza es que nos reinventemos para mejor". Todos coinciden en que, después de esto, saldremos reforzados, cambiaremos y seremos otros. Mi hermana seguro que afianzará su papel de superwoman. Y yo, que voy apagando fuegos, pidiendo en todos los chats que no los envenenen de conspiraciones, bulos, insultos ni odio y que conserven siempre el buen humor y la esperanza, ¿qué seré cuando pase la tormenta? ¿Tal vez bombera?

lunes, 23 de marzo de 2020

La décima jornada




Hoy se cumplen 10 días desde que empezó el quedarnos en casa, confinamiento, encierro o como se diga, un hecho que nos ha cambiado la vida poniéndola patas arriba. Con decirles que a mí me ha dado por releer el "Decamerón" de Bocaccio, con eso les digo todo... Porque ¿qué mejor lectura para sentirte identificada con todo lo que nos está pasando que un libro cuyo título significa precisamente "10 días" (del griego deka, diez, y hemera, día) y que habla de un encierro durante una peste? 

En la Introducción hay un párrafo que nos resulta hasta familiar: En 1348 la peste invadió Florencia, la más hermosa de las ciudades de Italia. Algunos años antes habíase dejado sentir esta plaga en diversas comarcas de Oriente, causando numerosísimas víctimas. Sus estragos se extendieron hasta una parte del Occidente, de donde, sin duda en castigo de nuestras iniquidades, cayó sobre mi ciudad querida. En pocos días hizo rápidos progresos, a pesar de la vigilancia de los magistrados, que nada omitieron para poner a los habitantes al abrigo del contagio. Empero, ni el cuidado que se tuvo en limpiar la ciudad de varias inmundicias, ni la precaución de no dejar penetrar ningún enfermo, ni las rogativas y procesiones públicas, ni otras medidas muy discretas, todo esto no fue bastante para preservarla de la calamidad. ¿A que nos suena? Durante ese tiempo 7 damas jóvenes y 3 hombres, acompañados de sus criados, deciden huir de la ciudad y encerrarse en una casa de campo en donde "el aire es mucho más puro" y donde abunda "cuanto es necesario en la vida". Allí deciden que no hay nada más divertido para pasar el rato que contar y escuchar historias (tengan en cuenta que en el siglo XIV no hay tablets ni wasaps ni tele). Y eso es lo que hacen.

¿Qué hemos hecho nosotros en estos 10 días? En el "Decamerón" las personas recluidas, lejos de regodearse en la desgracia, cuentan, relajados, historias muchas veces divertidas y eróticas, como teniendo muy claro que esta vida es única y que solo la vivimos una vez. Nada de propagar bulos, nada de noticias inquietantes que puedan desanimar a los demás, nada de malos rollos. ¿Hacemos lo mismo?

En estos 10 días en el grupo familiar y de amigos ha habido noticias tristes y ahora mismo tenemos un amigo muy querido en estado grave. Pero mientras hay vida hay esperanza y en eso confiamos. Al mismo tiempo ha nacido un niño, Antonio, que es la carita luminosa en este momento oscuro. También yo cumplí un año más y, aunque tenía preparado un fiestón y no pudo ser, por wasap (bendito wasap que se ha convertido en el cordón umbilical que nos conecta al mundo) todos brindamos por todos, me vieron soplando las velas y mis nietitos pequeños me mandaron un precioso dibujo cada uno: Julia con los 72 años en la tarta y Álvaro, el de 5, con 27 y vistiendo un traje de colorines, como ven en la imagen. ¿Qué mejor celebración?

En medio de todo esto ha llegado la primavera. En el jardín se abrieron los amarilis y las rosas amarillas y el mandarino está cuajado de flores blancas. Y hoy nevó en el Teide y en la madrugada cayó un aguacero que limpió el ambiente y que recuerda el aire puro del "Decamerón". Por esos mundos la polución ha bajado, ahorramos en queroseno, los canales de Venecia se han vuelto transparentes y una amiga me cuenta que en las playas del sur, ya sin turistas, las gaviotas han recuperado su territorio.

Tomemos al "Decamerón" como ejemplo. Fijémonos en las historias positivas y contemos todo lo bonito que sigue pasando en nuestro mundo a pesar de todo. Julio Llamazares, en un artículo en que defendía también esta idea, termina diciendo: Si para algo sirve la literatura es para encontrar consuelo en medio de la adversidad y para llenar de esperanza el tiempo, como en aquella villa florentina de Bocaccio en la que la fantasía salvó a sus protagonistas del miedo. Mejor no se podía haber dicho. Ánimo a todos.

lunes, 16 de marzo de 2020

Fórmulas para el sosiego


Llegando a casa

Mi nieta mayor está en un instituto que también tiene internado y me cuenta que, cuando hace unos días les dijeron que lo cerraban todo y que los internos tenían que volver a sus casas, algunos de estos se echaron a llorar. Todo lo contrario de lo que le pasaba a mi marido cuando era pequeño, que estuvo un año en un internado y lloraba de desolación cuando sus padres lo dejaban allí los domingos por la tarde.

Estos días en que el "Quédate en casa" es el lema, habrá quienes lo consideren un castigo y quienes lo ven como una bendición. Todo tiene que ver con la apreciación de cada uno sobre lo que es el hogar, dulce hogar.

Para mí el hogar es el sillón que guarda la marca y el calor del cuerpo.

Es un rincón donde brotan flores.

Es la luz del amanecer cruzando la ventana. Y la que me espera encendida cuando llego de noche.

Es leer hasta altas horas y vivir otras historias, más allá de las paredes de la habitación.

Es la cena temprana y un champán para brindar.

Es ver una película e irla comentando con quien me acompaña.

Es oír música un sábado al atardecer.

Es pasar la mañana en la cocina inventando recetas ricas.

Es la ducha calmada, el agua caliente cayendo por la espalda.

Es el desayuno mirando al valle.

Es aprovechar el tiempo libre de ahora para hacer un trabajo placentero que había pospuesto. Como buscar los poemas e indagar en la vida de mi abuelo el poeta.

Es la lluvia bailando en la claraboya del pasillo.

Es mi territorio. Mi hija Ana publicó, entre otros, este poema cuando ganó el Premio Félix Francisco Casanova hace 26 años:

Esta es mi casa, 
donde trabajo,
vacilo,
siento incompletas la noche
y la mañana.
Donde descanso, 
donde respiro,
donde resuelvo penumbras.
Es mi casa de castaña, 
una bufanda de cal,
el marco de la serenidad
callada que precede al sueño.
Empecé a nacer en sus maderas,
entre sus amplias ventanas.
Fue la fresca y seca piel
sobre la que dormí. 
el alma de mi carne.
Sin edad,
sin estación,
sin raíces.
Yo tejí el aire y el agua
y el canto de sus muros
que nunca callan,
aunque no haya nadie para oírlos.
Yo labré el artesonado 
de sus cuatro cielos
con mis recuerdos
y con mis lágrimas.
Esta es mi casa,
porque si la casa es solo ajena
no significa nada.

El hogar guarda todas las fórmulas para el sosiego. Y una casa solo ajena -ahora entiendo los lloros de los compañeros internos de mi nieta- no significa nada.

Quédate en casa, quédate en el hogar.


lunes, 9 de marzo de 2020

Soy una matada





Una de las ventajas de ser mayor es que reconoces sin ningún tipo de vergüenza lo matada que una es para algunas cosas. Yo lo soy especialmente en dos: la música y las plantas. Para la primera no tengo oído, para las segundas no tengo "mano". Y mira que me gustan...

En casa tengo unas cuantas orquídeas que no hay manera de que se empelechen. Envidio hasta ponerme verde el orquidiario del Sitio Litre del Puerto de la Cruz en donde crecen como plantas salvajes al aire libre. O las que crecen en el vestíbulo acristalado y luminoso de mi prima Pepi con unas flores enormes y preciosas. O las que cultiva en La Palma mi amiga Nievitas en su porche frente al jardín... Y aunque sigo sus consejos, nada. La planta está preciosa, cuajada de flores espectaculares y exquisitas, y, de repente, empiezan a caerse una a una alfombrando suelos y dejándome convencida de que eso de la "mano" es privilegio de algunos que plantan un palo en la tierra y de él empiezan a salir brotes por todos lados.

Y no es que las plantas sean delicadas, no. Una vez leí que en Costa Rica las orquídeas eran hace un tiempo casi una mala hierba para los agricultores, que las tenían que arrancar de los árboles sobre cuyas ramas crecían como locas. Engañan, engañan esos tallos finos, esas flores aterciopeladas, haciéndonos creer que son débiles y quisquillosas, cuando en realidad son fuertes y tenaces si las sabemos escuchar.

Y eso es lo que he estado haciendo últimamente. Las tengo en macetas transparentes porque les gusta la luz en las raíces, les pongo agua recogida en día anterior porque no les gusta mucho el cloro... Y sobre todo las he ido paseando por varios sitios a ver en cuál estaban más a gusto hasta que he llegado a este que ven, la ventana que da al oeste, protegida del sol por un visillo, y desde donde pueden mirar el ocaso y el mar. Y por fin esta semana, de repente, se ha producido el milagro. No es que se hayan llenado de flores, no, pero de los palos que creía secos han brotado de sopetón botones (he contado hasta veinte) que me han maravillado ante el hecho de que tal vez se abran a la luz y al aire dentro de un par de semanas, cuando ya esté aquí la primavera.

Todo esto me hace pensar en los pequeños logros de la vida y en como cada uno es un escalón que anima a aprender más. Pienso en la primera vez que me até los cordones de los zapatos, en la vez que descifré una página de un cuento, en cuando de repente me vi flotando en el agua sin hundirme, en la primera vez que me salió bien una tortilla de papas, en todas las veces en que he aprendido algo y que, al haberlo asimilado y hecho mío, sentí una alegría inmensa, la misma de ahora al ver que mis orquídeas han respondido a mis intentos (aunque no tenga "mano").

Steiner decía que cuando no te lo han puesto nada fácil y has pasado por un montón de fracasos y dificultades, "cuando llega el éxito, este es una risotada de alegría". Sigo siendo una matada, pero no saben lo contenta que estoy esperando a la primavera.


¡Primer capullo abierto!

lunes, 2 de marzo de 2020

Carta de una bagañeta




Querida amiga:

No te escribía desde aquella vez que hablaste de Tazacorte, mi pueblo ("Había una vez un pueblito que quiso ser independiente") y de nosotros, sus habitantes, los bagañetes y a mucha honra. Pero tú sabes que te sigo y que no te saco del pensamiento. Y ahora, además, te mando otro notición para que, si te parece, lo cuentes en tu Blog ¿Quién ha venido a Tazacorte a quedarse un tiempito, él, su mujer y sus hijos? ¿Quién? Lo has adivinado: ¡George Clooney! Yo sé que a ti esto te va a gustar porque una vez me contaste que te sacaste una foto en la puerta de su mansión en el Lago Como y que ni poco presumiste del tema. 

Y mira que estuvo buscando sitio para quedarse y hacer la película que va a rodar. Hasta en Tenerife estuvo dando vueltas, pero al final vio Tazacorte y se quedó privado ¡Y si vieras dónde se quedó! En "La Hacienda de Abajo", el mejor Hotel de Canarias. Vai, hay que verlo...¡Hasta capilla y santos tiene, que parece una catedral! Con decirte que yo, cada vez que (de regolifiona) voy por allí, digo que voy a tomarme un café pero a lo que voy de verdad es a echarle un rezado a Santa Catalina, que está en el comedor en un cuadro precioso (yo soy muy de Santa Catalina, como ya sabes). ¡Y las lámparas de cristal de Murano y las vitrinas llenas de marfiles y los espejos dorados con cornucopias y las estatuas chinas y los jardines...! ¡Ya quisiera Versalles! La única pega es que el Hotel es de uno de Argual pero todo no se puede tener. ¡Pero al menos no es de uno de Los Llanos!

Y bueno, la confianza que ya tenemos con George, Yor para nosotros. ¿Tú te acuerdas de la historia aquella que me contaste de cuando Bernard Shaw (pronúnciese "Chou") fue a Tenerife? Cuando fue a subir a un taxi, el capitoste que lo recibió le dijo al taxista. "¡Y mucho ojo, cuídelo bien que es nada menos que Bernard Chou!". El taxista dijo: "Ta bien", y virándose para atrás, le dijo: "¿A dónde vamos, Cho Bernardo?". Pues nosotros ahora igual de campechanos , que si Yor y Amal por aquí y que si Amal y Yor por allá. Vai, hasta a Nespresso nos han invitado, que se trajeron con ellos un supermaquinón...

Se lo han pasado estupendo. Fueron a pasear con los niños por el paseo del Puerto, vieron los delfines en el barco que sale de allí...  y a él lo venía a recoger todos los días un helicóptero para llevarlo que si a Los Tilos, que si al Roque de los Muchachos, que si a Fuencaliente... ¡Imagínate!

Y es que La Palma está de moda, es tendencia como dicen ahora. ¡Buena va...! Hasta el Faro de Barlovento, que estaba hecho polvo, le hicieron un arreglo (ya sabes lo apañaditos que somos los palmeros), lo convirtieron en Hotel y ha quedado tan bien que van a venir los de los Óscar a quedarse. Pero nada como Tazacorte, mira a dónde ha llegado, a venir aquí todos los importantes, ¡buena cosa! Y es que se mire por donde se mire, Tazacorte fue, es y será, por siempre jamás, el "París chiquito".

Un abrazo de esta bagañeta que te quiere.

P. D.: Te mando también para que la pongas una foto que me mandaron de Yor en la Fiesta de los Indianos. Sí, igual es falsa porque ya se había ido el lunes pasado, decía la prensa. Pero no me extraña nada que haya vuelto a escondidas, de incógnito, más que sea a mandarse unas sopas de miel. La Palma, tú lo sabes, tira mucho.
google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html