¡Hay que ver lo adaptable que es el ser humano! Recuerdo haber leído hace tiempo que en la Edad Media había una especie de jaulas de hierro para encerrar a malhechores, tan estrechas que dentro de ellas no podían estar sino de pie, sin poder sentarse o acostarse jamás. Y que había gente que soportó esa tortura ¡años!. Eso nos indica de qué pasta estamos hechos y por qué hemos llegado hasta aquí sorteando hecatombes y calamidades.
Lo estoy viendo a mi alrededor. Aunque al principio del encierro, hace 17 días, mucha gente se subía por las paredes, ahora todos nos hemos adaptado a una saludable rutina. En la mía está caminar una hora y pico dando vueltas a la cancha que, a falta de servir ya para jugar al tenis, hace su papel de tontódromo. Como casi todos, también leo, escribo, cocino, me tomo un aperitivo, veo la tele, cuido el jardín... Lo que no hago es lo de aplaudir a las 7 porque no me oiría sino Rebo, mi perro, que ya bastante tiene con llorar cada vez que pasa el coche del Ayuntamiento anunciando un entierro. Es muy sensible. Si me oye aplaudir, igual se lanza a bailar por sevillanas.
No hay vecinos cerca, no. Excepto unos que valen por cien: mi hermana y su marido. Ella me lleva la basura hasta el bidón que está a unos 200 metros de nuestras casas, porque dice que como médico se sabe forrar mejor que yo. En la imagen inicial la ven que parece Darth Vader preparándose para el despegue: con 2 pares de guantes, gorro, 2 mascarillas, doble traje... sale cual heroína a la intemperie y, a la vuelta, todo va a la lavadora. Ella vigila, como si fuera la Gestapo, que nadie de la familia salga ni haga tonterías. Aparte de eso nos pasamos material por el muro que nos separa; ella, un taper con paella de mariscos que hizo su marido y que estaba de rechupete y yo, plátanos recién cortados de la mata. El jueves pasado los cuatro nos tomamos un gintónic al atardecer y brindamos y hablamos y cantamos de balcón a balcón eso de "aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisioooón...". Con vecinos así, hasta merece la pena eso del arresto domiciliario.
En eso estamos, adaptándonos. Mi nieto, el de 14, que se negaba a aceptar no salir con los compinches tanto tiempo, se ha puesto a componer música; mi yerno, a aprender a tocar la guitarra con un vídeo de Youtube; mi nieto, el de 5, se ha trasquilado el pelo con las tijeras... Todos están sacando a la luz virtudes insospechadas y vete tú a saber qué nuevas personalidades saldrán de todo esto. ¿Un nuevo John Lennon, un Paco de Lucía, un Llongueras? Mi maestro Don Emilio Lledó dice que "la esperanza es que nos reinventemos para mejor". Todos coinciden en que, después de esto, saldremos reforzados, cambiaremos y seremos otros. Mi hermana seguro que afianzará su papel de superwoman. Y yo, que voy apagando fuegos, pidiendo en todos los chats que no los envenenen de conspiraciones, bulos, insultos ni odio y que conserven siempre el buen humor y la esperanza, ¿qué seré cuando pase la tormenta? ¿Tal vez bombera?