lunes, 25 de diciembre de 2023

Días de invierno con sabor a jengibre


Este año en que el día de Navidad cae en lunes y coincide con la publicación de mi post semanal, no me queda otra que ponerme navideña. Pero no les voy a hablar del brillo del árbol de Navidad ni de música de villancicos sonando al fondo, sino del libro que mi hija, Ana González Duque, acaba de publicar hace unos días, su décima novela: "Días de invierno con sabor a jengibre".

Es una novela con dos protagonistas indiscutibles. Uno es un pueblo encantador y tranquilo rodeado de bosques, Silver Hill, que Ana ha inventado para que cobre vida también en futuras novelas. El otro es la Navidad, el momento en que transcurre la historia. En los Agradecimientos finales, Ana pone: Hace ya tiempo que me apetecía escribir una novela navideña. Si en esta novela podía meter una pastelería, una librería, recetas de cocina y unos cuantos corazones con necesidad de remiendos, mejor que mejor.

Y luego están los protagonistas humanos, con sus dudas, sus miedos, sus decisiones y sus entusiasmos: Jenni, que tiene una pastelería, ese punto de encuentro para almas perdidas, cálida y acogedora, con expositores donde se alineaban delicados petits choux con fresas, pequeños tocinos de cielo, suspiros de merengue...; Kate, casada con su trabajo de traumatóloga, con el tiempo y la vida milimetrada y que se empieza a plantear un cambio radical; y Will, un alcohólico que lleva tiempo intentando no serlo y que tiene miedo a recaer y al compromiso.

Y en torno a estas tres vidas hay secundarios estupendos, como Nana, la abuela casamentera de Jenni o la señora (plasta) Lucilla Pilcher. Y hay comidas deliciosas y frases que te hacen pensar como La tristeza es como la mochila del cole. Pesa pero luego, cuando llegas a donde tienes que llegar, la dejas a un lado y puedes seguir haciendo cosas, o El placer de la soledad es refrescante. Como nadar desnuda o sentir el primer trago de cerveza en la garganta. Están también las recetas al final de los capítulos de Jenni (Galletas maravillosas de chocolate y vainilla, Bombones de café y avellanas, Tarta casera de melocotón con canela, Rollitos de primavera dulces...). Y la Navidad como telón de fondo: No puedo envolverlo, pero esto -dijo él, señalando el árbol de Navidad, las copas de champán centelleante, la gente que comía y el narrador que leía a Dickens- es lo que me gusta de la Navidad.

No puede dejar de gustarme la novela porque está hecha de recuerdos y del encanto de las cosas vividas en cada Navidad. Para mi madre era una época maravillosa y siempre buscaba ideas para hacerla más divertida (le hubiera gustado ese amigo invisible con libros de temática navideña). Y sus descendientes vamos por el mismo camino. Ahí, en el libro, aparecen "Las cartas de Papá Noel" de Tolkien que le regalé a mis hijos cuando eran pequeños; el "Cuento de Navidad" de Dickens que todos los diciembres releemos resumido (ahora con mis nietos chicos); el pavo relleno con uvas y manzanas del día 25; y los olores de las casas, a abeto, a naranjas, a jengibre, a pasteles recién horneados... ¿Cómo no voy a recomendarla como lectura de Navidad? Es ideal para un día de invierno a la caída de la tarde.

¡Feliz Navidad a todos los que nos reunimos a hablar de nuestras cosas en este blog!

P.D. : Si te apetece leerla, por ahora puedes conseguirla en Amazon, tanto en ebook como en papel. A partir de finales de enero ya estará en las librerías Agapea, Lemus y El barco de papel. La ilustración de la portada es de mi nieta, Eva de José.



lunes, 18 de diciembre de 2023

Pecado y penitencia



Padre, lo confieso, dándome golpes de pecho. He pecado esta semana, y mira que hacía tiempo que no lo había hecho. Pero comprenda, fueron muchas las circunstancias que propiciaron mi caída. La comida de Navidad con mis amigas del colegio, siempre abundante y riquísima, en la que cada una quiere dar lo mejor de sí. Ay, esas empanadillas, esas croquetas, esas tortillas, esa ensaladilla, esas banderillas de Conchi que deberían conservarse en un museo de lo bonitas que son, esos hidratos de carbono... Y al final, la paella de la dueña de la casa, que siempre queda rica, y el bizcocho borracho de Ani, que es para nota. ¡Ay! Y también estaba el vinito que yo llevé de Las Riquelas, que lo hace un amigo y que es de los más buenos de la isla, y el aire perfumado por las flores del patio en que lo celebramos. Todo eso se unió para que después de comer, cayera en un sopor de esos que te dejan medio atontolinada.

No pretendo disculparme, Padre. Pequé, sí, pero yo diría, como Don Mendo, que no fui yo sino el maldito Cariñena que se apoderó de mí (sustituyendo Cariñena por Las Riquelas, claro). En ese punto estaba cuando apareció en medio de la mesa la tentación, no en forma de manzana como a Adán y Eva, sino en forma de cafetera grande que, solo con oler el perfume que derrochaba, predisponía a caer de cabeza en el pecado y a sacudirse la modorra. "No debo tomar café", me repetía a mí misma cien veces. "Luego, no puedo dormir en toda la noche", "Aguanta, haz como si no lo vieras, no lo olieras, no lo desearas...". Pero nada, era un café traído de Brasil para despertar los sentidos, un café que olía a café del de verdad, hecho gota a gota en el fuego, no el sucedáneo que nos quiere endilgar George Clooney, una café como tiene que ser, "negro como la noche, ardiente como el infierno, fuerte como el pecado y dulce como el amor". ¿Quién se resiste a algo así?

Además, Padre, realmente, si lo piensa, es un pecadito de nada. Uno de mis amigos, cuando la mujer lo peleaba por haberse pasado con la hora de llegada o con la bebida, siempre le decía. "¿Pues yo robo? ¿Pues yo mato? ¿Pues entonces?".

Y por traer argumentos de autoridad, me acuerdo de Mark Twain que decía que es peor lamentar las cosas que dejamos de hacer. ¿Y si yo me paso ahora meses añorando el no haber probado manjar semejante, qué? O las palabras de Lady Speranza Wilde, madre de Óscar Wilde y mujer muy sabia, que en 1898 dijo a un periodista: "Joven, cuando seas tan viejo como yo, sabrás que solamente hay una cosa en el mundo por lo que vale la pena vivir: el pecado". Así que a estas edades, ¿no es bueno que todavía haya tentaciones y que podamos caer en ellas?.

Claro que ya sé que usted, Padre, no me va a hacer caso y que el pecado lleva consigo la penitencia: las avemarías de rigor, el hacerlo público como los sambenitos de antaño... y el que no pegue ojo en toda esa noche. 

Pero valió la pena. Estaba de muerte. Que me quiten lo catado.



lunes, 11 de diciembre de 2023

No me busquen allí



Con todo el trajín de estos días prenavideños es muy difícil hasta encontrarnos a nosotros mismos. Pero por si acaso, doy pistas de dónde no me encontrarán y dónde sí.

No me busquen en viernes negros, ni en noches en blanco, ni en domingos colorados. Si es cuestión de colores, mis preferencias van a ambientes verdes y días azules.

No en los grandes centros comerciales. Mis cartas a los Reyes Magos estos días han llegado a las tiendas de mi pueblo y a mercadillos pequeños, donde encontré maravillas artesanales y unas galletas navideñas que pondré en cada plato el día de Navidad.

No en las grandes multitudes de las ciudades en puentes y fines de semana. Mi amiga Dulce me cuenta que en Madrid llegó a una calle en el centro y se tuvo que dar la vuelta porque no pudo pasar. Haría falta un milagro, tipo Mar Rojo, para poder caminar por la calle tranquilamente.

No en las colas que se forman por fuera del Restaurante que hay en El Portezuelo y que a las 4 de la tarde esperan por una mesa para comerse unas costillas con papas.

No me busquen en aglomeraciones,, procesiones, manifestaciones, ni siquiera ya en cabalgatas. Y no soy la única, En una entrevista al Premio Nobel de Literatura de este año, Jon Fosse, protesta de eventos, estrenos y recepciones y habla de quedarse en casa. Salvando las distancias, vamos por el mismo camino.

Búsquenme entre la gente, pero a pequeñas dosis: con mi familia un domingo hablando de todo, con los amigos tomando un vermut a mediodía viendo el mundo pasar, en las cenas de los viernes, en reuniones improvisadas que siempre son las mejores...

En una librería, revolviendo entre libros, leyendo la sinopsis de una novela, emocionándome y sintiendo el hormigueo y el deseo de sumergirme en historias hasta ese momento desconocidas.

En una parrandita con guitarras y ganas de cantar.

En un paseo junto al mar nuestro, respirando aire limpio.

En casa, a la caída de la tarde, poniendo ya estos días la chimenea, mientras leo un buen libro y me tomo un oporto.

Epicuro decía que la felicidad se encuentra en el placer, pero no un placer efímero, un ris ras y ya está, sino un placer duradero y racional, de esos que nutren el alma: una vida sencilla en la que la amistad y los goces intelectuales (la lectura, la música, una buena conversación...) proporcionan la calma y la serenidad.

Creo que, con la edad, me estoy volviendo cada vez más epicúrea.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Antes, clarisa



Esa frase del título me la dijo una compañera de trabajo una vez que otro compañero me soltó en la sala de profesores que, si alguna vez mi marido no me quería, él estaba disponible. Él no era ningún galán precisamente y, ante sus palabras, mi compañera lo miró horrorizada y, volviéndose hacia mí, exclamó esa frase que ha pasado a la historia: "¡¡¡Antes, clarisa!!!". Frase que hemos repetido muchas veces mis amigos y yo cuando nos tenemos que enfrentar a un destino peor que la muerte.

Me acordé de ella cuando hace poco leí que PETA, una organización que fomenta el trato ético con los animales, ha otorgado el premio "Héroe de los animales" a una mujer, Elina Walsh, que encontró una araña cazadora con solo 2 patas y la alimentó y cuidó, como si de su santa madre se tratara, hasta que se recuperó y le volvieron a crecer las 6 patas restantes (que yo no sabía que eran de quita y pon).

Ay, las arañas... Algo deben de tener como reencarnación del mal. Tolkien lo avisa cuando en la parte inferior del mapa inicial de Thror en El hobbit (imagen) señala: "Al Oeste se extiende el Bosque Negro. Allí hay Arañas". Y en el 2º Tomo de El Señor de los Anillos, Frodo y Sam se enfrentan con Ella-Laraña, una criatura enorme, maligna y abominable que vive "para tormento del desdichado mundo".

También J. K. Rowling sitúa en su Harry Potter y la cámara secreta a las arañas -miles de ellas- viviendo en el bosque secreto ("arañas del tamaño de caballos, con ocho ojos y ocho patas negras, peludas y gigantescas") bajo el mando de su reina, Aragog, del tamaño de un elefante pequeño, con una cabeza horrenda y llena de pinzas.

Con razón, mi sobrino Miguel, que las odia, me preguntaba, apesadumbrado, de pequeño: "¿Por qué Dios hizo a las arañas?". Probablemente le contesté: "Habrá tenido un mal día...", porque yo tampoco me lo explico.

Y esta semana, mi ahijado Javi, al que invité a comer (vive en la Rivera Maya en México y estaba pasando unos días aquí), me contó la pelea que tuvo allí con una tarántula negra y peluda hasta que a golpe de zapatazos se la cargó. Seguro que no lo proponen para "Héroe de los animales". Y a mí tampoco.

Entiéndanme, me gustan los animales. Tenemos 200 y pico palomas mensajeras, siempre ha habido perros en casa y en el jardín hay un comedero lleno de alpiste para que los canarios se acerquen a comer. Pero dedicarme pacientemente a alimentar a una araña peluda y descomunal hasta que le crezcan las 6 patas que le permitan corretear por ahí... como que no. Antes, clarisa.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Cosas que jamás imaginé



Mis nietos ahora se asombran de que nosotros, niños de la posguerra española en los años 50, no tuviéramos tele, ni coche, ni abundancia de juguetes, ni muchas de las comodidades de las que ellos gozan sin cuestionarlas siquiera.

En mi casa mi madre y mi abuela lavaban la ropa a mano en la pileta del patio (¿Lavadoras? ¿Qué es eso?); la nevera era de las que se les ponía un bloque de hielo por encima, acarreado al hombro por un repartidor de casa en casa; los Reyes Magos traían un solo juguete para cada uno (y nos quedábamos más felices que Tarzán en su liana); no habíamos oído hablar de alimentos que ahora son habituales, como champiñones o aguacates... Eso sí, cuando imaginábamos el futuro, veíamos en él un aparato en que los seriales de la radio o los partidos de fútbol pudieran verse en imágenes; soñábamos con que alguna vez tendríamos ¡un coche!, en que hubiera otros aparatos mágicos que nos lavaran la ropa, o los platos, o nos aspiraran el polvo... Por imaginar, a veces nos pasábamos, como cuando Billy Cafaro en el 59 cantaba "Marcianita" y aseguraba que en al año 70 pasearía por el cielo del brazo de una extraterrestre.

Y con los años, muchas cosas que no imaginábamos se fueron tornando reales. Los papelitos, por ejemplo, que nos pasábamos a escondidas con mensajes en el salón de estudios del colegio se han transformado hoy en wasaps.

El teléfono negro de pared, que estaba en el despacho de mi padre, milagrosamente se ha sustituido por móviles personales que llevamos en el bolsillo y que nos facilitan enormemente la vida.

Los mapas y las señas que nos daban para llegar a un sitio y que servían  para perdernos lamentablemente, hoy se han convertido en un invento llamado GPS en el que una voz etérea te dice lo de "A 300 metros tuerza a la derecha" y "Ha  llegado a su destino".

Los viajes, que eran una aventura digna de Marco Polo, se aligeraron y ahora ir a Nueva York dura más o menos lo mismo que entonces era ir de Santa Cruz a Granadilla.

Una ya no se asombra tanto de que, como decía Don Hilarión en "La verbena de la Paloma", hoy las ciencias adelanten que es una barbaridad. Y sin embargo, hay dos cosas que últimamente me han dejado con la boca abierta, dos cosas que nunca imaginé. Una es ese invento genial que es bizum. Deciden las amigas comprar un número de lotería común y ¡zas! ¿Te hago un bizum? Viene el mecánico a arreglar el coche que no arranca y a la hora de pagar no tengo dinero en casa. "No importa, hazme un bizum". Una toca un botoncito en el teléfono y en un pispás el dinero va por las nubes y la deuda está pagada. Parece cosa de magia, oye.

La otra cosa son las ecografías actuales. Cuando tuve hijos hace unos 50 años, no sabíamos ni el sexo del bebé. Hoy, que esperamos para abril a mi última sobrina-nieta, no solo sabemos todo sobre la niña sino que con solo 5 meses de gestación le hemos visto perfectamente la carita, la vemos mirar curiosa alrededor y contemplarse las manos. Y hemos constatado que se parece un montón a su madre, mi sobrina. Magia.

Así que ahora estoy preparada para todas las maravillas que la inteligencia, sea humana, sea artificial, me puedan ofrecer, aunque hoy me parezcan impensables. Como decían los del 68, la imaginación al poder.

lunes, 20 de noviembre de 2023

La teoría de la picuda y la redondita



Mi amigo y ex-alumno Quico me da las gracias porque dice que le enseñé a pensar. Pero soy yo la que tiene mucho que agradecerle, no solo por los buenos momentos de risa compartida, sino porque también, más de una vez, me hace reflexionar y darle vueltas a las cosas. La última fue cuando me mandó su teoría sobre la picuda y la redondita.

Según él, en la época oscura del siglo pasado en que las mujeres eran educadas para ser esposas y madres, viendo la letra de las niñas se podía deducir el colegio en el que le enseñaron a escribir y valorar entonces su "finura"."Lo fundamental -dice- es que se le notara la clase y esto quedaba de manifiesto en la letra". La picuda proclamaba que el colegio era privado, de niñas bien, mientras que la redondita "ponía de manifiesto la formación en colegio público". Quico, tan honesto como siempre, asegura que la verdad es que no tiene datos empíricos ni pruebas documentales de su teoría pero trae a colación una frase que recuerda que decía su madre -que se educó en la pública- cuando se enfadaba con alguna señorona de apellidos con guión: "¡Se creerá esta más educada que yo porque tenga la letra puntiaguda y yo redondita!".

Nunca lo había pensado. Yo, que me eduqué en colegio privado hasta el final del bachillerato, es verdad que tenía la letra picuda y grande y que, cuando alguien la veía, me decía: "Tienes letra de dominica". Y claro, en aquellos tiempos, en los que una asignatura fundamental era Caligrafía (de  kallos, bello y graphein, escribir, arte de escribir con letra bella), toooodas escribíamos igual, picos más, picos menos. 

¿Evidenciaba esto la clase, como apunta la teoría de Quico? El caso es que si fuera así, si fuera una maniobra de los poderes fácticos para que se estuviese seguro de que "esta se educó en colegio pago", no tuvo en cuenta las vueltas de la vida. Porque en mi caso, que después del colegio estuve en la pública el resto de mi vida laboral, primero como alumna y luego como profe, la letra se me fue redondeando cada vez más y haciéndose más pequeña hasta que ahora parecen pisadas de mosca y no me la reconoce ni la madre que me parió.

¿Tendrá en ella algo que ver, según la teoría de Quico, mi querencia cada vez mayor por lo público? Mi idea (utópica por ahora) de que pueda haber una educación pública de calidad, en la que todo el mundo tenga acceso a todos los recursos, sepa pensar por sí mismo y tenga salidas laborales dignas, se me fue traspasando a la letra, redondeando aristas, suavizando líneas, empequeñeciendo el tamaño para que en una sola página cupiera toda una declaración de intenciones.

Y también el hecho de leer mucho y escribir todos los días con bolígrafo en papel (y no como ahora que nadie escribe sino en maquinitas con letra Arial o algo así) me fue trabajando la letra, alejándola cada vez más de aquellos picos de "montañas nevadas", haciéndola más próxima, más mía, más reconocible. La veo y pienso: "Esta soy yo".

No reniego del colegio privado, de mi letra grande y picuda, porque fue una época feliz de la que conservo a mis amigas de toda la vida. Pero me siento orgullosa de la deriva de mi escritura hasta una letra de "educación pública": letras pequeñas y redonditas como tiene que ser.

lunes, 13 de noviembre de 2023

El encanto de noviembre



Tiene este mes de noviembre fama de tristón. Que si la lluvia, que si los días cortos, que si es un pálido recuerdo del verano, que si los árboles pelados...Así retrataba Antonio Machado el noviembre de 1913: ...pasan las nubes cenicientas / ensombreciendo el campo, / las pardas sementeras, / los grises olivares... Alberti dice: El otoño otra vez. Luego el invierno. Sea. / Caiga el traje del árbol. El sol no nos recuerde. Y Luis Martínez de Merlo remata: Cuando llega el otoño / la luz se pone triste / ya a las seis de la tarde. Demasiado intensos se me ponen los poetas pa mi gusto.

Y es que, sin embargo, noviembre mola. Las mañanas son claras y frescas, lejos ya de las horrorosas olas de calor.¡Y llueve de vez en cuando dejando limpio el aire! Un libro que leí en el que la protagonista es una meteoróloga ("La chica del tiempo" de Rachel Lynn Solomon) empieza así: Los días nublados son especialmente hermosos. Las nubes sumergidas en tinta, el cielo listo para abrirse. El aire volviéndose fresco y dulce. La forma en que el mundo parece detenerse durante unos segundos justo antes del diluvio es pura magia, y nunca me canso de esa anticipación embriagadora, de la sensación de que está a punto de ocurrir algo extraordinario. Así es noviembre.

Porque, además ¿qué mes puede presumir de empezar y terminar con fiestas y cuchipandas? 

Empieza con Halloween que aquí se ha convertido en una fiesta estupenda para los niños. Ya, ya sé que muchos de ustedes defienden volver a las costumbres de antaño y dicen que Halloween aquí no pega, que es como una romería en Nueva York. Pero les cuento que, cuando pequeña, el Día de los Muertos era sentarnos alrededor de la mesa de la cocina en donde había un plato de aceite con lamparillas encendidas, cada una por un muerto de la familia, y rezábamos el rosario. Una juerga. Es verdad que comíamos castañas asadas y que en algunos pueblos había ranchos de Ánimas pero poco más. Ahora mis nietos pequeños se disfrazan (este año, ella de brujita y él de calavera), y van a fiestas donde se pintan la cara, dibujan calabazas o escenas de miedo, bailan el baile del esqueleto, se mandan una buena merendola... Al fondo también hay raíces lejanas, no solo las fiestas norteamericanas. Están los mitos del Samhein celta o las fiestas romanas en honor de Pomona, la diosa de la fruta, jardines y huertas. Pero no hay que darle muchas vueltas: el Halloween actual triunfa porque es más divertido.

Y noviembre, además, termina con el día de San Andrés y la apertura de las bodegas, la fiesta del vino nuevo, que en algunos sitios, como en Ycod, se celebra con carreras de tablas calle abajo en medio del jolgorio general; o en otros (La Laguna) con la "Noche en Tinto" con música, tapas y vinos en la Plaza de la Concepción. Parrandas, castañas, bodegas abiertas a los amigos... preparan el ánimo para las fiestas grandes de la Navidad.

¿Y en medio de noviembre? También hay fiestas, como las Noches en Blanco o la de San Diego el día 13 (Día de San Diego, fuga general. Las buenas costumbres hay que respetar), que celebrábamos de jóvenes, y después, mientras trabajé, con los colegas. Hay en este mes paseos mañaneros, bañados en los colores ocres y dorados del otoño, y algún baño en el mar, todavía cálido. Hay reuniones tempranas, aprovechando que anochece pronto y se está bien en casa, hablando de todo con quien te entiende. El jardín se viste de naranja (foto inicial) y ya hay en los árboles naranjas, aguacates y plátanos.

¿Qué se puede decir de este mes que lo tiene todo? ¿Que es tristón? ¡Anda ya! Me encanta.


Bruja dándonos la bienvenida en una comida de Halloween en casa de mi hermana.




lunes, 6 de noviembre de 2023

Chandler o la pervivencia de la comedia



Siempre hay momentos en nuestra existencia -así es la vida, qué le vamos a hacer- en que se amontonan nubarrones lejanos en el horizonte, preparados para soltar su implacable carga. Nos parece que el alma se encoge y que hasta el aire se perfuma de una cierta angustia. Es entonces el tiempo de ver, leer, disfrutar de la comedia: ver una película que te haga reír a carcajadas, leer un libro que ya hayas leído pero en el que siempre descubres algo nuevo y encuentras placer, hablar con alguien que te transmita optimismo.

Esta semana ha tocado un momento de esos y allá que me vi la película de "El profesor chiflado" de Jerry Lewis, siempre llena de momentos geniales e hilarantes, igual que cuando la vi por primera vez en el año 64; releí libros de mis fieles P. G. Wodehouse y Sophie Kinsella ("No te lo vas a creer" y la serie de "Loca por las compras" no tienen desperdicio) y algunas noches me he gozado un par de capítulos de Friends.

Sí, lo confieso, me encanta Friends, la he visto varias veces y ahora voy por la 3ª temporada otra vez. Me parece una serie divertida, inteligente y capaz de encerrar en 20 minutos problemas intemporales, historias de amor, meteduras de pata y risas. Como leí en El País, "la serie es tan cómoda como el sillón naranja del Central Perk y tan reconfortante como sus cafés permanentemente humeantes".

Por eso no me ha extrañado la consternación mundial con que sus fans han recibido la noticia de que uno de sus actores, Matthew Perry, ha muerto a los 54 años. Él encarnó a uno de los mejores personajes de la serie, Chandler Bing, irónico, sarcástico, tierno y adorado por todos. No me extrañó tampoco que esa noche miles de seguidores compartieran en una reunión virtual y espontánea los golpes que más les habían gustado: aquella vez que besó a Mónica (entonces su novia secreta) y tuvo que besar a las otras dos para disimular; o cuando no se acuerda de con cuál de las hermanas de Joey se lió en una noche de gran derroche; o cuando se va a Yemen por huir de Janice (¡Oh-Dios-mío!); o lo mal que sonríe en las fotos... 

Decía Lucía Taboada, en un artículo titulado "Despedirse de quien te ha hecho reír", que el refugio del humor se vuelve a menudo más grande cuanto peor estés porque el deseo de recuperación alimenta la comedia. Se recurre a ella para que te rescate y te reconforte en un mal día. Umberto Eco en "El nombre de la rosa" hace una reflexión sobre la risa y su capacidad subversiva y liberadora, sugiriendo que la obra de Aristóteles sobre la comedia fue destruida por la Iglesia para evitar su perniciosa influencia. 

Pero la comedia no puede desaparecer, pervive para siempre. Está en las historias que nos acompañan cuando necesitamos empatía, en la manera en que nos presentan el mundo, en el sentimiento que nos inspira para no tomarnos las cosas demasiado en serio.  Y está en las andanzas e ironías de un Chandler Bing que todos terminamos apreciando porque, aunque el actor ya no esté, sí lo está su personaje. Y quien te arranca una carcajada se convierte en nuestro compinche y nunca se va del todo.

lunes, 30 de octubre de 2023

Menos lobos, Caperucita




El  origen de la frase del título parece estar en la historia de un guarda de cortijo sevillano que se las echaba en la taberna de haber espantado él solito a un centenar de lobos en una sola mañana de invierno. Ante la rechifla del personal y del "menos  lobos, Caperucita", terminó confesando que solo había visto uno y de lejos. Hay otra historia parecida con leones en la que el relator también fue rebajando el número de leones que lo rodeaban hasta llegar a un "Bueno, pero había un olor a leones que tumbaba p'atrás".

Y es que a la hora de contar nuestros avatares y correrías, los seres humanos no nos cortamos un pelo en inventar, adornar, ampliar, magnificar, inflar, cargar las tintas... En resumen, exagerar. Y no será porque no nos hayan aleccionado en sentido contrario. Desde hace 25 siglos ya Platón y Aristóteles nos avisaban, el primero, predicando la moderación en la clase trabajadora (nosotros, los currantes); el segundo, hablando de su famoso término medio: "Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre", como dice mi amiga Conchi. Pero nosotros, ni caso: a farolear y a inflar el ego.

Exageraba Mark Twain cuando decía que de joven "podía recordar todo, hubiera existido o no".

Exageraba Onetti cuando un periodista miraba la decadencia de su dentadura: "Usted me mira porque cree que solo tengo un diente. Le advierto que mi dentadura es perfecta, pero se la he prestado a Mario Vargas Llosa".

Exageraba Raymond Roussel al explicar que "lo que escribo irradia un gran resplandor; cierro las cortinas porque temo que la más ligera rendija deje escapar los rayos que salen de mi pluma".

Exageraba Muhammad Alí cuando presumía de que "es muy difícil ser humilde cuando se es el mejor".

Exageran los medios al contar lo que pasa. Exageran los políticos al alabar los méritos  propios y denigrar los de los oponentes. Exageramos todos cuando contamos nuestra vida. Lo último que he visto en materia de exageración es el nombre (que no sé cómo va a caber en el DNI) con el que han bautizado a la última biznieta de la duquesa de Alba: Sofía Fernanda Dolores Cayetana Teresa Ángela de la Cruz Micaela del Santísimo Sacramento del Perpetuo Socorro de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos.

¡Para que luego la llamen Sofi! Ahí tienen a la pobre criatura (en la foto inicial) a la que, aunque pixelada, se le puede ver la cara de susto mirando a los perpetradores de ese maquiavélico nombre que irá arrastrando toda su vida. ¡Menos lobos, Caperucita!, parece decir espantada.

martes, 24 de octubre de 2023

En una semana cabe...


Cuando era chica, si se me ocurría (cosa muy improbable) decirle a mi madre lo de "me aburro", ella siempre contestaba: "Pues no sea burra". En su mundo, vital y colorido, no cabía el aburrimiento.  Por ahí también iba el cómico Leo Harlem cuando en el periódico del domingo afirmaba que un tonto y un aburrido eran lo mismo. 

Viene esto a cuento porque a una de mis amigas se le estropeó la tele y me dice que pasó la tarde más aburrida de su vida. Me dieron ganas de decirle lo mismo que mi madre: no seas burra, mira alrededor y date cuenta de todo lo que cabe en una tarde. O mejor, en una semana.

En una semana cabe probar, por ejemplo, un sabor nuevo. Me traen una fruta un tanto exótica llamada longan (que significa "ojo de dragón"), redondita y con una cáscara muy fina. Al pelarla vemos que tiene una pipa muy grande roja oscura y la pulpa sabe a la de la uva, pero más dulce. Estamos pensando sembrarla a ver qué tal.

En una semana cabe leer dos o tres libros que te hagan vivir otras historias: "Canciones que te oí cantar en Helsinki" de Katherine Vega, tan romántica; "La Biblioteca de los nuevos comienzos" de Michiko Aoyama, con la cadencia y serenidad de la literatura japonesa; o "Mindfulness para asesinos" de Karsten Dusse, para reír un rato.

En una semana cabe el que mi sobrina anuncie que para abril aumentará la familia. Una nueva sobrina nieta está a punto de ser bienvenida al mundo.

En una semana cabe que un amigo querido se vaya. Generoso, tenderetero, amigo fiel, con sentido del humor y un corazón de oro, todos los que lo queríamos lo despedimos con un vaso de vino y una frase hacia el cielo: "¡Va por ti, Pedro!". (En la foto inicial, animando una romería, como él sabía hacerlo).

En una semana cabe recordar a mi tía América que siempre celebraba su día el 12 de octubre, día del descubrimiento, invitando a toda la familia a un conejo en salmorejo en un guachinche del norte.

En una semana cabe una cena con los amigos de siempre en una terraza al aire libre de la noche, con Júpiter brillando en lo alto, congratulándonos de que uno de ellos se recupera de un jamacuco.

En una semana caben baños de mar, en este octubre increíblemente veraniego.

En una semana cabe que me renueven el carnet de conducir con lo maleta que soy (todavía no me lo creo).

En una semana cabe ir a por el periódico en la gasolinera y decir "A ver qué desgracias me cuentan hoy": Y comprobar que es verdad: suenan tambores de guerra en una tierra que se llamó Santa. Y la guerra es un fracaso del ser humano que siempre pagan los inocentes.

En una semana cabe una lluvia refrescante y liberadora que empapa la tierra y trae esperanza. Ya hay aguacates en los árboles.

En una semana cabe que mi nieta mayor se quede en casa un par de días y que nos lo pasemos pipa viendo películas de antes, alegando sin parar (por ejemplo, sobre el futuro de la humanidad en colonias espaciales) y comiendo pizza casera.

En una semana caben amaneceres en tecnicolor y atardeceres lánguidos. Hasta cabe un eclipse mínimo de sol allá por el horizonte.

En una semana cabe escribir este post para el blog.

Lo que no cabe es el aburrimiento. En una semana cabe... el mundo.

lunes, 16 de octubre de 2023

Cuando aprieta la caló...



¿Se acuerdan de la canción de "Tenerife tiene seguro de sol", que decía: "Solamente Canarias conserva el clima primaveral"? Pues todo era mentira, o por lo menos, lo es ahora, que llevamos 2 o 3 semanas con altas temperaturas, nunca vistas tan seguidas. En mi casa, 30º a la sombra, nada más despertarnos de mañanita. ¿Cuándo se ha visto eso?

Es verdad que no es raro calor en octubre. Mi hija se casó hace 21 años un 27 de octubre y fue el día más caluroso del año. Todos los invitados (excepto el novio, que resistió como un señor) se deschaquetaron, y no se quitaron la camisa de milagro. Pero fue un solo día, como si el verano quisiera decir adiós. Y ahora, sin embargo, es como un laaaaargo adiós. Y no hay quién lo aguante.

Con un calor así no nos extraña que al extranjero de Camus se le pusiera cara de asesino; que nos acordemos del Cid por la desierta estepa castellana, al destierro con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga; que el boxeador Perico Fernández le hubiera echado la culpa a la caló por abandonar y no conseguir el título mundial de boxeo... Es que se le puede culpar de todo: de que las plantas se sequen de un día para otro; de acabar con las reservas de agua de la casa; de dormir a trompicones, como me pasa a mí, que me he visto leyendo a las 4 de la mañana; de no asomar la nariz a la calle no sea que me dé una insolación; de no dar golpe porque acaba una en un sudor... 

¡Oh, si hasta han suspendido las clases! Nunca jamás, en los 38 años que di clases, han suspendido por esto. Por lluvias fuertes, sí; por el viento huracanado, también; porque se murió Franco, también...Pero por el calor, nunca en la vida, que yo recuerde.Y ahora vemos que, después de desmayos y jamacucos de los pobres infantes, no les ha quedado más remedio que hacerlo. Incluso en la Universidad mi nieta (que está en 3º de Bellas Artes) me cuenta que su Facultad es muy bonita, muy sinuosa y artística, sí, pero que las ventanas no se pueden abrir. Y después de sonados desmayos van, desmayos vienen, también suspendieron las clases.

Por supuesto, las redes se han llenado de memes. "Esto no es el veranillo de San Miguel, sino el infierno de Lucifer"; "-¿De dónde eres? -De Canarias -Ah, dicen que allí el invierno es corto -El año pasado cayó en jueves"; el exorcista que grita: "¡Agosto! ¡¡¡Sal de este octubre!!!"; "Suspendida la jornada laboral el miércoles y jueves por varios desmayos de los padres al enterarse de que a sus hijos les han suspendido las clases por el fuerte calor en Canarias"...

Aparte de este alegato contra el calor y de estar casi todos días de remojo en el mar, no me falta sino hacer rogativas a Cronos, dios del tiempo, para que cambie y vuelvan la bendita lluvia y los maravillosos alisios. Y lo pongo por testigo de que, cuando esté muerta de frío, con vientos ululando en las ventanas, truenos y relámpagos en los cielos y un abrazo gélido en las vértebras, no me quejaré, recordando estos días de octubre, ni un poquito ¡Lo juro!

(Imagen inicial de Charo Borges desde su casa en Santa Cruz)

lunes, 9 de octubre de 2023

El misterio del desayuno



Una vez oí a un humorista  (¿Verdaguer? ¿Gila?) que se quejaba de que en su casa todos los días se comía lo mismo: los lunes, lentejas; los martes, lentejas; los miércoles, lentejas... ¿Se imaginan algo así? Y que conste que me gustan las lentejas con su choricito y su friturita, pero ¡todos los días! no hay quien lo aguante. Y sin embargo, eso es lo que hacemos con el desayuno. El 42% de los españoles (y yo me incluyo) desayunamos todos los días lo mismo, sin cansarnos ni echar de menos otros manjares.

Yo, por ejemplo, desayuno siempre un té verde, una tostada de pan integral con queso y un jugo de naranja. Lo que varía es el queso que a veces es blanco de cabra y otras veces, curado de oveja. De vez en cuando hago un bizcocho de manzana o un pan de nueces, y como un poco, pero tampoco varía. Y cuando me voy de viaje, en los hoteles lo mismo, en el colmo de la originalidad: té, tostada con queso, naranjada. Algunos domingos, eso sí, me voy a desayunar churros pero también es lo mismo: chocolate sin leche más churros, hala.

He hecho hasta una miniencuesta entre los amigos y da los mismos resultados. Hay quien lleva tropecientos años tomando por las mañanas solo leche con gofio; otros toman solo un café  (¡Solo un cafe! ¿Cómo tienen fuerza para enfrentarse a la vida?); otros se pegan desayunos ingleses con huevos incluidos... Pero siempre repiten: todos los días, todos los meses, todos los años, lo mismo para desayunar. Con todos los alimentos que existen en este mundo ¿no tendríamos que introducir un poco de variación?

Esto para mí es uno de esos grandes misterios de la humanidad ¿No nos aburrimos de comer y beber siempre lo mismo, nada más despuntar el día' ¿Por qué lo hacemos?

Leí hace poco un libro magnífico, "La costumbre ensordece", de Miguel A. Delgado, donde habla de los distintos momentos del día y, entre ellos, del desayuno. Nos ilustra acerca de la historia del desayuno que hasta el siglo XIX no era una comida muy bien vista, que digamos. Se trataba de des-ayunar, es decir, de romper el ayuno mantenido durante la noche, y el cristianismo lo consideraba pecaminoso antes de la misa de la mañana. Todavía en mi infancia de la calle del Pilar todos desayunábamos los domingos después de misa de 9, a cuya salida íbamos a por los churros, que nos compensaban de las penurias de pasar hambre hasta esa hora.

El mismo título da ya una respuesta al misterio: somos sordos ante las cosas que acostumbramos a hacer. Pero además, hay otra respuesta que también se me había ocurrido a mí y que me gustó ver refrendada por Miguel A. Delgado: ¿Será quizá porque, cuando tenemos todo un día ante nosotros, repleto de posibilidades de cosas inesperadas que no podemos anticipar, preferimos sentir que al menos hay algo sobre lo que tenemos el control, algo que no cambia, que no trae sorpresas y conocemos?. Nos levantamos y, aunque tengamos toda la vida reglada por franjas horarias (De 9 a 1, currar; de 1 a 3, almorzar; de 3 a 7, más curro...), siempre cabe la posibilidad de lo imprevisto. Pero el desayuno es lo seguro, lo que controlamos, siempre igual. A lo mejor es hasta una medida genética que nos da valor y nos prepara ante lo inesperado y fortuito.

¿Y saben qué ? Que hay otro ingrediente fundamental en un desayuno que se precie y que yo valoro más desde que estoy jubilada: tomarlo con tiempo y calma en un entorno agradable, si puede ser, mirando hacia fuera, a un espacio abierto, a un jardín, a un patio en el que canten los pájaros, a una ventana hacia el mar o las montañas, siendo conscientes de que estamos vivos y de que en ese momento empieza la aventura del día.

(En la imagen inicial "Desayuno en el jardín" de Giuseppe de Nittis)

lunes, 2 de octubre de 2023

¡Ay, esos hoyuelos...!



¿Qué es lo que nos gusta de entrada de una persona, por qué la consideramos guapa? Las mujeres del romanticismo del siglo XIX se tomaban sus buenos vasos de vinagre y limón para verse divinas con un aspecto frágil, pálido y enfermizo, mientras que las del renacimiento, cuanto más gordas las caderas y la papada, más sexis se encontraban. Un grabado de Giacomo Casanova, el famoso mujeriego del siglo XVIII que se supone que era guapísimo para tener tanto éxito, nos lo muestra horroroso: ojos saltones, nariz enorme, barbilla huidiza, frente tan ancha que parece calvo bajo la peluca... ¿Cómo ligó tanto?

¿Y qué es realmente la belleza, en dónde está? ¿En la simetría de la cara, en unos bellos ojos (Estaba meditando sobre el gran placer que pueden causar un par de ojos bonitos en el rostro de una mujer hermosa, dice Mr. Darcy en "Orgullo y prejuicio"), en un cabello sobre el que brilla el sol, en una sonrisa enigmática, como la de la Gioconda? El encanto de la Sra. Gentil, la madre de Wendy la de Peter Pan, estaba en su boca, burlona y dulce a la vez, que guardaba un beso que nadie podía alcanzar. Y a Guillermo Brown, el protagonista de Richmal Crompton y uno de mis héroes, lo que lo fascinaban eran los hoyuelos. Guillermo es el jefe de los "Proscritos", un niño de 11 años alborotador, pendenciero, valiente, siempre despelujado y sucio. Pero en determinadas ocasiones -De la tienda salió una niña, una niña muy atractiva con hoyuelos en las mejillas y un flequillo de rizos oscuros- entonces Guillermo cambiaba su expresión feroz por una sonrisa afectuosa y hacía todo lo que podía (aunque a veces no lo consiguiera) por impresionar a la niña.

Hoyuelos tienen Angelina Jolie, Brad Pitt, Paul Newman, Cary Grant, Audrey Hepburn... No me extrañaría que Helena de Troya también los tuviera y que por eso se armó la que se armó. Y yo siempre cuento que me casé con mi marido por ver si tenía hijos con sus ojos azules y sus hoyuelos en los cachetes. Lo de los ojos no lo conseguí, todos mis descendientes (6 por ahora) tienen mis ojos oscuros, mi gen dominante. Pero eso sí, todos tiene los hoyuelos de su padre y abuelo, así que algo es algo.

Pero ahora me vengo a enterar por San Google, que como Dios lo sabe todo, de que solo el 20% de la población tiene hoyuelos en los mofletes y que realmente son una deformidad de los músculos faciales ¡Toma ya! Así que una virtud universalmente admitida se convierte, por obra de la ciencia, es un defecto, mira tú por dónde.

No me queda más remedio que enmendarle la plana a Platón y decirle que no, que la belleza absoluta no existe, que hay muchas maneras de ser bello y que en otros tiempos (los de la Venus de Willendorf, por ejemplo, allá por el año 27500 antes de Cristo) apreciaban si acaso  los hoyuelos en sitios más carnosos (en la imagen).

Al final habrá que darle la razón a lo que cantaban en "La bella y la bestia", eso de que la belleza está en el interior. Así nos curamos en salud.



lunes, 25 de septiembre de 2023

El país de las cosas perdidas


Lo bueno de vivir en un pueblo es que, por menos de nada, hay alguien que te cuenta su vida y costumbres y amplía tus horizontes. Nosotros, los lugareños, no tenemos secretos los unos con los otros. Por ejemplo, el otro día en la zapatería pegué la hebra con uno de Valle Guerra, que me empezó a contar que su mayor pérdida fue una vez que tenía ahorradas 200 pesetas y le prestó 100 a un amigo. "¡Y las perdí, oiga!", me decía, desconsolado. "¡Nunca me las devolvió! Lo perdono pero no olvido, y cada vez que lo veo, me da una rabia...". Y de ahí pasamos a hablar de las pérdidas porque ¿quién no ha perdido algo alguna vez?

Yo a cada rato pierdo cosas que nunca aparecen. Sin ir más lejos, hace un mes o más, me estaba peinando a punto de salir. En ese momento, me llaman por teléfono y contesto, mientras voy recogiendo, cerrando puertas y buscando el bolso. Solté el peine y, por más que lo he buscado, no ha aparecido. ¿Dónde estará? Tampoco he encontrado desde hace meses el caldero en el que hacía los espaguetis (igual al de la foto inicial ¿Alguien lo ha visto? Tenía el tamaño ideal). He perdido libros (¿Dónde pararán los de Antoñita la Fantástica de mi infancia? Me encantaría releerlos), todos los discos de Enrique Guzmán y el Dúo Dinámico de mi adolescencia, un suéter que me encantaba y que sin más ni más desapareció, gafas, bolsos, cargadores de móvil, un calcetín (siempre uno), un pendiente (también uno)... ¿A dónde ha ido a parar todo eso?

A veces imagino que en otra realidad paralela hay un país en donde están todas esas cosas que nunca encontramos, y que hay personas como nosotros, un otro yo, que leerá mis libros perdidos, que hará espaguetis en mi caldero, se peinará con mi peine y se pondrá mi suéter. También llevará un calcetín y un pendiente solo.

En el periódico hace tres semanas contaban que Paul McCartney perdió (él también) un bajo en 1969. cuando los Beatles estaban en Londres grabando Let it be. Era un Hofner que había comprado en 1961 por 38 dólares y, aunque tenía otros, ese era su favorito. Ahora se ha montado una campaña entre sus seguidores para ver si lo encuentran. Después de todo otra guitarra de John Lennon se perdió durante un espectáculo navideño en 1963 y se encontró en 2014. Nada hay imposible, piensan los fans.

Pero no sé, no sé... ¿Tienen idea de las cosas que se pierden y de las que nunca más se supo? Se pierde el compás, el tino, la ocasión, la concentración, la voz, la virginidad, la atención, la paciencia, el paso, las ganas, la línea, la cabeza, el control, la fortuna, el sueño, los amores, las amistades, el resuello, el tren, los nervios, la fe, el glamour, la vez, la inocencia, los frenos, los papeles, el tiempo, la brújula, el norte, el rumbo, el debate, el pelo, el juego, la discusión, la camisa, el derecho, la dignidad... Nuestras vidas son una larga, larguísima sucesión de pérdidas. Se pierde la vida.

Y como ven, hay cosas que, una vez perdidas, nunca jamás se recobrarán.

lunes, 18 de septiembre de 2023

Bien nos gusta un río...



Bien nos gusta un río a los canarios... Se nota que no tenemos ni uno (aunque le hayamos puesto a algún pueblito del sur ese nombre, El Río). Oh, hasta nos gustaba ir a ver, cuando llovía mucho, desde el Puente Galcerán, cómo corría el barranco de Santos hasta el mar, haciéndonos la ilusión de que Santa Cruz tenía un río... Marrón y poco caudaloso, pero río al fin.

A lo mejor por eso nos ha gustado tanto el viaje que hemos hecho esta semana pasada un grupo de amigos a Cuenca y a Teruel. Soñé que el río me hablaba con voz de nieve cumbreña... cantaba Atahualpa Yupanqui. Y aquí los ríos hablan y nos cuentan. El Júcar y el Huécar forman hoces excavadas en la piedra y dejan en altos farallones la ciudad de Cuenca, aquella que Camilo José Cela calificó de "luminosa, alada, airada, serena y enloquecida". Cuenca hace honor a su nombre y, en sus empinadas calles, las fuentes vierten agua de manantial. El agua, el viento, el granizo, la lluvia... todos cooperaron desde hace 90 millones de años para esculpir la Ciudad Encantada, llena de de rocas que figuran caprichosas figuras. El río Cuervo, desde su nacimiento, traza con ingenio de alfarero cornisas y cascadas con encanto. En los paredones rocosos de la hoz de Beteta hay fuentes que brotan de la montaña; y de la Sierra de Albarracín nacen el Tajo, el Guadalaviar o Turia, el Jiloca y el río Cabriel, afluente del Tajo. Será por ríos...

La canción de Atahualpa se lamenta de que es cosa triste ser río, / quién pudiera ser laguna, / oír el silbo del junco / cuando lo besa la luna. Pero aquí no nos parece que ser río sea triste, ni que viva penando por esos largos caminos. Aquí los ríos nos cuentan historias de aquellos tiempos, cuando surcaban estas tierras, fronterizas con los árabes, de los que son testigos viejos castillos que todavía conservan su dignidad (y parte de sus murallas), como Albarracín, Beteta, Cantaviejo, Molina de Aragón.... O de cuando pasaron los romanos, dejando las ruinas de teatros, circos y acueductos (Segóbriga). Nos hablan de monasterios medievales impresionantes, como el de Uclés, donde vivieron los caballeros de Santiago.

Los ríos que riegan estas tierras anchas saben de fiestas, como el mercado medieval que vimos en Cuenca con danza del vientre incluida; o los encierros en Cantavieja o Albarracín; o el Concurso de cortadores de jamón en la Feria del Jamón de Teruel.

Y también saben de leyendas, y nos podrían hablar del amor imposible de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los amantes que nunca se dieron un beso; o del pique entre Omar y Abdalá por hacer la torre mudéjar más bonita y conseguir así el amor de Zoraida; o de cómo el diablo tiraba al Júcar a todos los que osaban asomarse al Ventano del Diablo (imagen inicial); o la leyenda del pastorcito manco, al que la Virgen le rogó la construcción de una ermita (el Santuario de Balma) y le devolvió el brazo en compensación.

Nos gustó esta tierra amplia, áspera y poco habitada, los tonos rojizos y ocres, los bosques sobre los que planean águilas y buitres, los pueblos con sus casas de rejas y blasones (preciosa Mirambel), las callejuelas empedradas, las Plazas mayores, las casas apiñadas, colgadas, o simplemente, curiosas (la Julianeta en Albarracín, por ejemplo), los edificios modernistas de Teruel... Y nos gustó que a todo eso lo acompañe el rumor del agua, ríos históricos, festoleros y legendarios. ¡Bien nos gusta un río a los canarios!

A mis compañeros de travesía, que dejaron de lado los inconvenientes de todo viaje (¡Qué dura es la vida del turista!) y supieron sacar provecho de todas las cosas bonitas con las que nos encontramos. ¡Por la camaradería, el buen humor y las risas! Muchas gracias.




lunes, 4 de septiembre de 2023

Carmelo, hay escasez de papas



El título de este post lo saqué de un chiste de Morgan en donde se ve a Carmelo y su mujer, y ella le dice eso mismo: "Carmelo, hay escasez de papas". Y él contesta: "No me extraña, con la cantidá descándalos que tiene laiglesia".

Y ojalá que fueran papas de esos los que escasearan... Porque, por si fuera poco lo que ha caído últimamente por estas islas (erupciones e incendios a tutiplén), ahora nos viene encima el que encontrar papas para llevarse a la mesa sea una aventura sin final feliz.  Solo nos faltaría, como en la canción de Les Luthiers, que al atardecer nos cayeran meteoritos.

En la verdulería de mi pueblo me lo explican cuando, desolada, vi que en el arcón de las papas no había ni un solo ejemplar de muestra: "Es que en el verano ya se ha terminado la cosecha de papas del país y siempre, entonces, nos abastecemos con las kineguas inglesas (King Edward), pero esta vez vinieron con bicho, con el escarabajo rojo, y hubo que devolverlas a toda prisa. Tendremos que traer papas de Israel, Egipto o Marruecos". "¿Y las fértiles tierras de la isla, qué?". "No, si ya hay sembradas. P'allá, pa Navidad tendremos". Muy largo me lo fiais, me digo.

Lo bueno de toda esta tragedia es que no nos falta nunca tema de conversación. Igual que antes se hablaba del fuego, esta semana se ha hablado de papas por todos lados. Un agricultor de Los Realejos contaba que hace 10 años que dejó de cultivar papas para vender porque le pagaban  a 0,20 céntimos el kilo y por la tarde estaban a 1,00€. "Ahora -dice- que las cultiven los que se mamaban los 0,80 céntimos". Otros se escandalizan de los precios: 7 euros por un kilo de papas borrallas, encontradas milagrosamente en el mercadillo de Tacoronte; 4,50 euros por 1 kilo de papas normalitas en el de La Laguna. ¿Estamos locos?. Otros aconsejan que solo debemos consumir papas del país, que, si nos ponemos, se podrían tener hasta 3 cosechas de papas al año. Igual que antes surgían vulcanólogos, epimediólogos y especialistas en incendios (¿incendiólogos?), ahora todo el mundo sabe de cosechas de papas (¿papólogos?) y lo arreglan todo en un santiamén. A mí lo que me parece es que alguien se está forrando por ahí...

Y otra cosa buena es que no se ha perdido el humor. Otro chiste de Morgan plantea otra solución: Están dos en la playa y uno dice: "Yo quitaba todos esos molinos eólicos y placas solares y plantaba papas". Y el otro: "¿En serio? ¿Y se pondría a cultivarlas usté?" "Yastamos con el comunihmo", dice el primero. Hay chistes del que regala un anillo de pedida y, en lugar de un diamante, lleva una papa engastada.; del que seduce diciéndole al oído a la piba: "No quiero enamorarte, pero... tengo un aguacatero y 5 sacos llenos de papas"; viñetas de papas llegando en furgones custodiados por la policía. En uno de esos memes uno dice: "Dame algo para el dolor y déjame morir", y le dicen: "¿En serio te vas a poner así porque no hay papas para la carne fiesta?".

En el fondo tienen razón. ¿Qué son unos huevos fritos sin el acompañamiento de una buena ración de papas fritas? ¿Cómo se va a hacer un conejo en salmorejo o un mojo picón si no hay al lado un buen plato de papas bonitas o negras bien arrugadas? ¿Y qué es una cazuela de pescado o un puchero sin papas?

Pero no queda otra que resignarse. Créanme que el otro día, después del inútil peregrinaje en busca de papas y con la música de aquella ranchera que decía "Adiós, botellas de vino. / Adiós, mujeres alegres. / Adiós, todos mis amigos. / Adiós, los falsos quereres.", me vi cantando a grito pelado por toda la cocina:

"Adiós, tortillas de papas.

Adiós, papitas guisadas.

Adiós, patatitas fritas.

Adiós, papas arrugadaaas..."

Hay que... fastidiarse.

lunes, 28 de agosto de 2023

Morreos intempestivos



¡Que no, Luis, alma de cántaro, que cómo se te ocurre que la mejor forma de llegar a la fama es plantándole un beso en la boca, sin venir a cuento, a una jugadora de fútbol, justo cuando ella acaba de alcanzar el mayor triunfo de su carrera, ganar los mundiales, y está a otra cosa! No. Ni esas son formas (no se lo has hecho a los jugadores masculinos, o sea, que no puedes decir lo de "es que soy así de cariñoso con todos"), ni eso es un beso (llámalo provocación, chulería, prepotencia...).

¡Cómo pensaste, cabeza de chorlito, que era buena idea agarrarle la cabeza con las dos manos para que no se te escape y, hala, propinarle un beso que la pobre se llevó sin comerlo ni beberlo! Se ve que tú, calamidad, no tienes interiorizada la canción que cantaba mi madre, aquella de "le puede usted besar en la mano, o puede darle un beso de hermano, y así la besará cuando quiera... Pero un beso de amor no se lo dan a cualquiera". Y los besos en la boca suelen ser besos de amor.

Si hasta las prostitutas lo dicen, Luis ¿O no has visto Pretty woman? Cuando Edward le pregunta a Vivian por lo qué hace, ella contesta que de todo, excepto besar en la boca porque eso es algo muy personal. Y tú ahí, repartiendo ósculos como si fueran gratis.

No, no hay derecho a que el tema de la semana pasada en España y parte del extranjero sea un beso no-beso. Mira, bobo de baba, y aprende lo que es un beso consentido. En la imagen inicial está uno de esos besos de amor en el cuadro "El beso" de Francesco Hayez (Pinacoteca de Brera, Milán). Las manos de él están en la cara de ella, pero no son garras, como las tuyas que aprietan la cabeza para acertar bien en los labios, no. Son manos que acarician suavemente, con ternura y pasión, mientras ella se entrega y besa también. ¡Y hay tantos besos recogidos en el arte! Los de Klimt, el de Rodin, el de Ingres... Y, por supuesto, en la literatura y el cine: sensuales besos en "El cantar de los Cantares",  besos dados por príncipes azules en los cuentos, los apasionados besos censurados del final de "Cinema Paradiso"... Y Bécquer, codiciándolos en la Rima XXIII: "Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... ¡Yo no sé qué te diera por un beso!.".

Manuel Rodríguez Rivero terminó uno de sus escritos de una forma que suscribo completamente: "Aprendamos a valorar nuestros besos, sin despilfarrarlos ni escatimarlos, sabiendo a quién y por qué besamos. Y cómo. Prodiguémoslos con los amigos, con los padres, con los hijos. Y, sobre todo, con los amantes: esos besos tormentosos y secretos, oscuros y golosos, suaves y sensuales. Esos besos, "hormigueantes y profundos" que anhelaba Baudelaire.".

Así que, Luis, tortolín, no es solo que hayas empañado el éxito histórico de un puñado de jugadoras que han hecho un esfuerzo enorme por estar en los cielos del deporte; no es solo que hayas abusado de tu posición de poder para hacer y decir lo que te da la gana; no es solo que le quites importancia a lo que la tiene. Es que, además, has rebajado el significado de un beso, la señal del encuentro entre dos almas, a un morreo intempestivo.

Solo por eso (como decían los niños cuando yo era chica), ¡vétete!.

lunes, 21 de agosto de 2023

Hoy no hablo del fuego




Mi isla se quema. Hoy hablan de 11600 Hectáreas quemadas, de un perímetro de 84 kilómetros y 11 municipios afectados, de cerca de 13000 personas desalojadas. Hace mucho calor y los vientos llegan a los 65 kilómetros por hora. Pero hoy no hablo del fuego.

Aunque sea el tema de conversación de todos, en la cola de la panadería entre pan y pan, en la salida de los viernes con los amigos, en la caja del Mercadona, en la comida de cumpleaños de mi nieta, en las charlas de la piscina de Bajamar, en los wasaps, en los medios... yo hoy no hablo del fuego.

Es verdad que, en cuanto me levanto, mi mirada va hacía las líneas del monte que protege el valle en que vivo, buscando detrás de ellas nubes más oscuras o tonos amarillos y naranjas desacostumbrados. También aspiro por si siento el olor a humo en el aire de la mañana. Pero hoy no hablo del fuego.

Leo a Irene Vallejo que en su columna nos cuenta el mito de Faetón, el atolodrado e irresponsable al que su padre, el dios Apolo, prestó el carro del sol y que en un pispás, al no saber conducirlo, incendió montes y valles. Pienso en los necios faetones de hoy y los maldigo porque van a conseguir, como dice el genial Morgan en su viñeta, que, en la línea evolutiva el homo sapiens se convierta en homo estupidus y, al final, en homo extinguidus. Pero hoy no hablo de fuego.

Estoy con el alma en vilo y acompaño en la desolación a mis amigos que tienen casa o terreno en Araya, en Fasnia, en Igueste de Candelaria, en La Esperanza o en Aguamansa. Uno de ellos, cuando fue con su hijo a retirar bombonas y algún recuerdo, me dice: "Todo estaba desierto, no se veían sino los coches y los miembros de protección civil y, en el fondo, las llamas, humo y cenizas. La verdad es que cuando dejamos la casa teníamos un nudo en la garganta". Pero hoy no hablo del fuego.

Lloro por los árboles irremplazables, por los cerezos de Chimisaya bajo cuyas ramas descansé y de los que hablé hace poco, por los castaños seculares de Aguamansa, por los pinos de los altos de La Victoria, por el verdor de mi tierra. Pero hoy no voy a hablar del fuego.

Lamento profundamente el peligro que acecha al Astrofísico del Teide, que tanto conocí cuando mi marido trabajó allí 8 años. ¿Puede desaparecer esa ventana increíble abierta al universo? ¿Y la vida natural del Parque? Las retamas y tarajales que hace 2 meses vi, rotundos, en flor, las violetas y margaritas del Teide, los escobones... Pero no, no voy a hablar del fuego.

Ruego por que llueva, por que los bomberos y los voluntarios y toda esa buena gente que está ahí arriba haciendo lo imposible dominen al dragón que se ha despertado. Bombhéroes los han llamado con toda la razón. Pero no voy a hablar del fuego.

Y conservo la esperanza de que, igual que pasó en La Gomera en 2012, en La Palma y Gran Canaria este mismo verano, vuelvan los brotes verdes, la vida ante la muerte. Me llena de alegría y orgullo ese equipo de la U.D. Las Palmas, los eternos rivales, vestidos de azul y blanco, con la camiseta de "Fuerza Tenerife".

No voy a hablar del fuego. Pero ¿cómo podría hablar de otra cosa?

lunes, 14 de agosto de 2023

Ordeñando nubes



Yo creo que todos tenemos fantasías con las nubes. ¿Quién no se ha extasiado contemplando el mar de nubes a las faldas del Teide? ¿Quién no se ha tendido alguna vez en el césped o en la arena de la playa a ver pasar las nubes y a interpretar sus formas? Mira ahí un elefante, o una descomunal ballena, o dos osos jugando, o una lanza que atraviesa el horizonte... Las nubes inspiran hasta ficciones, como hace el dibujante Max en una de sus historietas: Una nube solitaria es un microrrelato; nubes dispersas dan para cuentos; las nubes viajeras inspiran odiseas; los cirros, textos existenciales; los cúmulos, grandes dramas; los cielos plomizos, tostones confesionales y las nubes borrascosas, tragedias.

Durante siglos en las nubes habitaban extraños personajes, pero nosotros hemos sido los primeros que las hemos visto desde arriba y, por eso ahora (aparte de que a veces estamos en las nubes) son para nosotros más próximas y más familiares, más nuestras. Hay hasta un colectivo llamado "Cloud Appreciation Society" (CAS, Sociedad de apreciación de las nubes) que las considera "el elemento más dinámico de la naturaleza". Son, dice su fundador, Gavin Pretor-Pinney, la expresión "del humor de la atmósfera" y su contemplación "beneficia el alma".

Pero las nubes hacen mucho más. Ahora mi ex-alumno y amigo Quico Purriños  me cuenta que hace unos años, desde 2016, se ha embarcado en un proyecto ilusionante y romántico que tiene a las nubes como protagonistas (y ya solo por eso se enciende la imaginación). Fue su amigo, Ricardo Gil, quien lo invitó entonces a "ordeñar nubes" y le habló por primera vez de la lluvia horizontal, ese milagro que muchos hemos visto entre los árboles al subir al Teide. "Todo está inventado -le dijo-, solo tienes que observar a la naturaleza y luego imitarla. Fíjate en las ramas de los pinos cubiertas de gotitas de agua, mira cómo amanecen los coches en las mañanas, cubiertos por el rocío". Y haciendo lo mismo que la naturaleza hace, Ricardo Gil diseñó y patentó un captador de niebla, un recogedor de un agua pura y limpia que se almacena en depósitos con capacidad, por ejemplo, de 600.000 litros, sin afectar al medio ambiente y sin necesidad de combustible. El proyecto -Nieblagua se llama- hoy es una realidad y se ha implantado en Gran Canaria, en Arafo (Tenerife), en Huéscar (Granada), en Portugal, y próximamente en el desierto de Atacama en Chile.

Me emociona la gente imaginativa, los observadores que se pasean por las nubes sin perder de vista el suelo, los que hacen lo posible por cumplir sus sueños. Mi enhorabuena a Quico y a Ricardo y a las instituciones que los han apoyado. Ellos restituyen la fe en la humanidad y en sus logros. Ellos son parte de la gente necesaria de la que habla en su poema Hamlet Lima Quintana:

"Hay gente que con solo decir una palabra

enciende la ilusión y los rosales, 

que con solo sonreír entre los ojos

nos invita a viajar por otras zonas, 

nos hace recorrer toda la magia. (...)

Hay gente que con solo abrir la boca

llega hasta todos los límites del alma,

alimenta una flor, inventa sueños, 

hace cantar el vino en las tinajas

y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida

desterrando una muerte solitaria,

pues sabe que, a la vuelta de la esquina,

hay gente que es así, tan necesaria."

lunes, 7 de agosto de 2023

Ya está bien de trulenque



Trulenque es un canarismo que, según el Diccionario Básico de Canarismos de la Academia Canaria de la Lengua,significa jarana, diversión, bureo, y en algunos casos, alboroto, lío, jaleo. Y esta primera semana de agosto, como todos los años, me he ido 3 días de trulenque con mis amigas del colegio, esas que tengo afortunadamente desde hace unos 70 años, a la casa del sur, en la Playa de la Arena. Los días de trulenque allá abajo en el sur sirven no sólo para zambullirnos bien zambullidas en las playas cercanas, sino también para descubrir cosas imprescindibles para nosotras, tales como:

Desconectar de los problemas de la vida normal. En esos 3 días prohibido hablar de las obras de la cocina, prohibido seguir las dietas del resto del año (se repite mucho lo de "un día es un día") y prohibido hablar de las majaderías de los parientes.

Profundizar en el conocimiento del olvido y el recuerdo (o dicho de otra manera, en que la edad no perdona). Una perdió el bolso 4 o 5 veces, otra decía que que no encontraba unos zarcillos de oro por más que rebuscaba, otra se dejó la medicina en la nevera al marcharse, y a cada rato se oía por toda la casa: "¿Alguien ha visto mis llaves?" (O ¿mis gafas?, o ¿mi móvil?)-

Degustar exquisiteces en 3 días. El primero, en casa, con las especialidades de cada una (tenemos chefs de croquetas, de empanadillas, de bizcochos, de tortillas, de ensaladilla... cosas todas que no engordan); el segundo día en el Saúco, pescado al lado del mar (foto inicial), en donde nos tratan como reinas; y el tercero, como despedida y broche, zarzuela de pescado y secreto asado en la finca de Leo y Ruperto.

En estos días de trulenque del verano hay, además, tres momentos maravillosos:

1. Los desayunos. Una de las amigas, que este año no pudo venir, nos decía por wasap: "Extraño lo de estar en Playa La Arena, ir a comprar el pan, preparar la mesa, el guirigay de todas hablando...". Así son los desayunos: empiezan sobre las 9 de la mañana en la terraza mirando al mar y pueden darnos las 11, si me apuran.

2. Las cenas. Podría pensarse que después del copioso desayuno y la copiosa comida, no habría cena, pero eso pertenece a los días normales, no a los especiales. Todas dicen que ellas, un yogurcito y va que chuta, pero se saca todo lo que hay en la nevera y pique va, pique viene, la mesa se va vaciando mientras hablamos sin parar hasta más allá de las 12.
Gracias a estos alegatos, nos enteramos de historias preciosas, contadas esta vez bajo una luna llena deslumbrante que casi parecía que prestaba atención. Supimos por Eli cómo eran los bailes en El Pinar (El Hierro) a principios de los 60: las chicas sentadas en las sillas del salón de baile, las madres enfrente y los chicos detrás de las madres. Al empezar la música ellos salían a invitarlas, ellas miraban a las madres que decían sí con la cabeza o no con el dedo, según le gustara o no el mancebo. Y por supuesto más de 3 bailes, no, que era comprometer ya a la chica.
O la historia de Mari Carmen, también de aquellos años, sobre su visita a un pago de Puntallana en el que todavía existía el trueque en la venta. Yo te doy papas de la cosecha y tú me das aceite y azúcar.
O historias de miedo que también se contaron, de figuras altas y oscuras que tocaban el hombro del durmiente por la noche, qué susto.

3. La despedida. Suele ser en casa de Leo y Ruperto el último día. Todos estamos ya molidos de los baños en el mar, de la modorra por la maravillosa comida, de los cantos acompañando a la guitarra... Es el momento de decir que ya está bien de tanto trulenque. Pero nos cuesta marcharnos y la despedida dura como mínimo 3/4 de hora. No son solo los besos y abrazos, sino también volver a repetir lo bien que lo hemos pasado, mientras una busca el bolso por sexta vez, otras tienen que hacer pis antes de salir, otras recogen y lavan platos, otras no se deciden a levantarse de la silla y otra pide hacernos una última foto de despedida, por favor. Ruperto dice que si nos hubieran encargado a nosotras el desembarco de Normandía, todavía hoy estaríamos desembarcando.

Cuando vuelvo a mi casa deseando descansar, me doy cuenta de que en este mes cumplen años mi marido, mis dos nietas, mi sobrino, 3 o 4 amigos... Y me preparo mentalmente porque, definitivamente, agosto es mes de trulenque. Que Dios nos coja confesados.




lunes, 31 de julio de 2023

La persona más lista del país.



Esta semana he descubierto quién es la persona más lista de España. Sí, sí, sí, como lo oyen. Y no es un político de esos que ahora están de moda, ni un científico investigador, ni  un intelectual. No. La persona más lista del país es Tamara Falcó, la flamante novia que acaba de celebrar su boda. Los demás, mal que bien, se han tenido que currar su puesto de trabajo y su lugar en la sociedad. Ella, no; solamente con vivir ya tiene un buen pasar. ¿Que se quiere echar un novio? Se lo echa, lo cuenta a los medios y le pagan por contarlo ¿Que se enfada con él? Le vuelven a pagar ¿Que hacen las paces? Más dinerito para el bolsillo ¿Que se casa? Creo que el Hola le ha pagado un millón de euros (que yo hay días que no los gano) por la boda. Si la listeza se midiera por la capacidad de ganar dinero sin trabajar, no me digan que no se llevaría la palma.

De  todo esto me he enterado porque esta semana me tocó la peluquería mensual y me he puesto al día leyendo el Hola, que es la Biblia de las peluquerías.Sé que Tamara se hizo 4 trajes de novia para la pre-boda, la boda en la iglesia, el baile después y la postboda. Sé que había 8 ramos de novia, no sé muy bien por qué. Sé que había 250 sirvientes para 400 invitados, que qué menos. Sé que había 4 curas oficiando la ceremonia y que a uno se le quemó la casulla con una vela (que a lo mejor por eso había 4, para tener de repuesto, por si acaso). Por saber me sé hasta el menú de 300 euros (20 aperitivos como erizo en texturas, nori y caviar o vermouth trufado; entrante de quisquillas y esencia de hierbas; principal, pichón asado, trufas y tembloroso de setas; postre, chocolate y oliva "marqués de Griñón". No pusieron puturrú de fua, qué lastima).

Y de todo esto, lo que más me interesa es ¿por qué nos interesa?. Si una revista como Hola invierte tanto es porque la noticia se vende como churros y ya media España (incluyendo este humilde blog) conoce, comenta, compara, critica y trata la boda de Tamara como tema de conversación. ¿Por qué? ¿Es más importante para el público en general la boda de una chica guapa y rica que un descubrimiento en medicina, que una novela bien escrita o que resolver un problema del medio ambiente? No creo que Hola invierta tanto en noticias así.

¿Será porque nos gusta que nos cuenten historias  que no tengan que ver con la vida diaria, con pagos a Hacienda, rutinas del trabajo o potaje de coles al mediodía?

¿Será porque nos permite volar la imaginación y ponernos en el lugar de la gente rica? 

¿Será porque nos encanta criticar y chismorrear y esta es una buena ocasión?

¿Será porque recordamos cuando leíamos las Mil y una noches en la que nos hablaban de bellas huríes, de caravanas llenas de dinares de oro y piedras preciosas, de jóvenes tendidos en divanes de seda y terciopelo y de bodas deslumbrantes? En una de ellas, Scherezade contaba: La novia dio siete vueltas al salón, cada vez vestida de distinto modo (...) y cada traje era mucho más elegante y lujoso que el anterior". Si lo llega a leer Tamara...

¿Se les ocurre alguna otra razón? Yo sigo sin explicarme por qué demonios interesa la vida privada de alguien que ni crea, ni trabaja, ni canta, ni baila, ni es una estrella del cine o del deporte, ni inventa, ni descubre, ni nada de nada. A no ser que sea por lo lista que es. Seguro que es por eso.


lunes, 24 de julio de 2023

Gracias, San Crisóstomo



Hace poco leí de un personaje de una serie que, en su lecho de muerte, confesaba contrito a todos sus consternados parientes que a él nunca le había gustado El padrino y que, a pesar de que le dijeran que era una obra maestra, "compréndanlo, yo soy más de Esta casa es una ruina". Bueno, pues eso mismo le pasa a mi marido con respecto a la lectura: a él que no le cuenten historias y siempre dice que, más que de La insoportable levedad del ser, él es más de Mortadelo y Filemón. Por eso, todos los días de Reyes en los que siempre regalo libros, sé que a él le caerán, al lado de alguno de climatología o astronomía que le encantan, un ejemplar del último Mortadelo y Filemón, que de paso leemos los demás.

Así que nosotros hemos crecido con los geniales libros de Ibáñez, que es como de la familia. Conocemos perfectamente los entresijos de la "T.I.A." (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) y a sus agentes más famosos: Mortadelo y sus disfraces y Filemón llevándose todas las tortas, siempre con los mismos trajes, levita negra uno y pantalón rojo, camisa blanca y pajarita el otro. Y a los demás personajes: el superintendente y los vehículos cutres que pone a disposición de los agentes (tranvías, patinetes, carritos de la basura, vagonetas, motos que se paran en cuanto pisan un chicle...); el Doctor Bacterio y sus inventos; la políticamente incorrecta Ofelia; los criminales perseguidos, como los 10 del Gang del Chicharrón, que se escapan de la cárcel por 10 agujeros distintos; la lógica de alguno de ellos ("Los gatos no fuman. Si no fuman, es que no tienen para tabaco. Si no tienen ni para tabaco, es que son agentes de la "T.I.A.". Los agentes de la "T.I.A." desayunan pan con mortadela. Mortadela es casi lo mismo que mortadelo. ¡Luego ese gato es Mortadelo! ¡Tengo que deshacerme de él!"). Nos fijábamos en todos los detalles porque en segundo plano, detrás de la acción, aparecían los dibujos más locos: un marciano bajándose de un platillo volante diminuto en una esquina, caracoles o ratones disfrazados de una lado para otro, una guagua anunciando "Detergente Vitriolez", una paloma mensajera cargando con un magnetofón y quejándose de lo dura que es su vida...

Hasta en nuestra familia heredamos frases de ellos, como el "gracias, San Crisóstomo" del título, cuando alguien es rácano o demasiado dadivoso al darte una cosa. La tomamos de una de las historias en la que un mendigo muerto de hambre pedía mirando al cielo: "Si San Crisóstomo me mandara aunque sea un bistec...", y acto seguido le caía desde un avión una vaca entera. El mendigo mira de nuevo hacia arriba y dice, escachado y furioso: "¡Gracias, San Crisóstomo!".

Muchas, muchas risas compartidas nos ha proporcionado Ibáñez a lo largo de la vida. Y ahora ha muerto este 15 de julio a los 87 años, dejándonos sin su eterna sonrisa de vacilón. Su editorial publicó: "Nos deja el enorme legado de su lucidez, sentido del humor y más de 50.000 páginas con personajes memorables que han hecho felices a gran número de lectores".

De todos los memes, artículos, comentarios sobre su muerte, me quedo con el de la imagen inicial, obra de René Merino. Ibáñez entra en el cielo de los genios y sus personajes quieren ir con él, pero los rechazan porque ya son inmortales. Ese es el poder de todo creador, saber que, aunque perezcan, su obra perdura para siempre. Gracias, San Crisóstomo, porque Romeo y Julieta, Don Quijote y Sancho, Mortadelo y Filemón y tantos y tantos personajes seguirán viviendo con nosotros.

Pero ahora, ¿qué voy a regalarle a mi marido de lectura nueva por Reyes?

lunes, 17 de julio de 2023

Bajo la sombra de Hautacuperche


La historia de Hautacuperche, un guerrero aborigen gomero que vivió allá por el siglo XV, tiene todos los ingredientes para convertirse en una tragedia épica. Hubo en ella un Pacto de Hermanamiento entre los aborígenes y los conquistadores que fue sellado bebiendo los dos jefes leche del mismo gánigo (no son los pactos de hoy pero como si lo fuesen); hubo una ruptura del Pacto por parte del Señor de la isla, Hernán Peraza el Joven que, pasando de hermanamientos, se lió con Iballa, hija de un jefe aborigen (¡vaya, vaya, con Iballa!, decía siempre un amigo mío); hubo un cabreo monumental por parte de los gomeros que llegaron hasta la cueva de Guahedum donde se reunían los tortolitos y allí su líder Hautacuperche se cargó, lanza en ristre, a Hernán Peraza; hubo luego la llamada "rebelión de los gomeros", el sitio a la torre del Conde, donde Hautacuperche se lució (Abreu Galindo cuenta que era tan ágil y ligero que recogía con la mano y devolvía las saetas que le tiraban), a pesar de lo cual murió él también; hubo la posterior venganza terrible contra los gomeros por parte de Beatriz de Bobadilla, la mujer de Hernán Peraza, que era de armas tomar... Pactos, traiciones, amores clandestinos, un héroe de leyenda, rebeliones, muerte al tirano y hasta silbidos gomeros hubo. ¿Qué más se puede pedir?

Hay una estatua de 4 metros de Hautacuperche al lado del mar, frente al hotel donde nos hemos quedado esta semana en Valle Gran Rey, al sur de La Gomera. A lo mejor el héroe era canijo y feo, pero el autor Luis Arencibia lo ha esculpido como un real mozo, alto, fuerte, noble, una figura poderosa y altiva, con la apostura de un dios de la antigüedad. Lleva en la mano derecha el gánigo quebrado, símbolo de la traición, y en la izquierda la lanza con la que atravesó a Hernán Peraza. En el costado asoma la flecha de ballesta con que lo mataron. Y al verlo, tan digno y tan señor, nos parece como si nos dijera: "Tranquilos, que aquí estoy yo", como si pudiéramos sentir su sombra protectora y que nada puede pasarte mientras vigila.

La siento cuando conozco a tanta gente que ha optado por vivir en esta isla bendecida por los dioses. Como César que hace 32 años dejó Tenerife y montó su negocio en Hermigua. "Demasiados coches allí", dice. O Consuelo, que pasa temporadas largas y tranquilas frente al mar en Valle Gran Rey. O Pepe, un matancero a punto de jubilarse después de pasar media vida en La Gomera. "¿Y volverías a La Matanza?". "¿Estás loca? -contesta- Esta es mi casa". O Aarón, que acaba de mudarse aquí para cambiar de aires y está encantado. O mi amigo Javier, que tanto sabe de la historia de las islas y que se vino a vivir a El Cedro, uno de los bosques más bonitos del mundo.

Y los que estamos de paso, como nosotros la semana pasada, también hemos sentido la tranquilidad, la seguridad, la paz de estas mañanas en las que nos acompañan el sonido de las olas en La Puntilla, la brisa que mueve las hojas de los mangos, la caricia del sol en la piel, los saludos de los vecinos... Los días pasan perezosamente atardecer tras atardecer a cual más bello. En estos días no nos han preocupado ni los debates políticos, ni las noticias de los medios ni el qué podremos hacer mañana. Vivir y dejar vivir. La sombra de Hautacuperche es alargada.

lunes, 3 de julio de 2023

El rayo rojo del crepúsculo



Debo confesar que tengo debilidad por los atardeceres. Recuerdo incluso una vez, en el año 66, que estando en el albergue en la Playa de San Marcos, tuvimos que escribir una revista entre todas y a mí me tocó hacer y explicar la portada. ¿Qué puse? Por supuesto, un atardecer, que allí eran preciosos. Los atardeceres tienen algo, se prestan a la poesía (En el éxtasis de un atardecer que no será una noche... decía Borges) y a la filosofía,. ¿No tiene algo de pequeña muerte esa caída del sol en el horizonte, confiando y esperando que mañana habrá otro día? Por eso no es extraño que yo, en cuanto veo uno de esos crepúsculos espectaculares, me ponga como una loca a sacar fotos, en un vano intento de captar el momento y de adueñarme de toda esa sinfonía de color. Pero no hay manera, nunca lo consigo.

Sin embargo, esta semana la cámara me regaló esta imagen que pongo al inicio. Entre todas las fotos apareció este rayo, ya no verde, sino rojo, que interpreté como un heraldo de momentos dulces, como el anuncio de que, aunque no captes el esplendor, siempre puede haber algo inesperado en cada día que vivas. Y lo hubo esta semana.

Hubo el momento feliz: tener noticias de un alumno al que quise mucho allá por los años 80 y al que le perdí la pista. Ahora me mandaron una foto de él y, aunque ha cambiado mucho y ahora es un señor, sigue teniendo los mismos ojos inteligentes y la misma sonrisa de buena persona. Me gustó verlo feliz.

Hubo el momento tierno. Por las buenas notas les regalé a mis nietos pequeños lo que ellos quisieran. Eligieron, tan modestos, el de 8, sobres de estampas de fútbol y la de 9, rotuladores.

Hubo el momento evocador cuando con ellos vi en casa la película "Tú a Boston y yo a California" y comprobé que me seguía gustando (Let's get together, yeah, yeah, yeah...), como cuando era pequeña. A ellos también les gustó.

Hubo el momento de risas con la calufa y los casi 30º que hemos tenido estos días: el golpe de mi amiga Conchi diciéndome que estos calores eran malos para nosotras, los bombones.

Hubo el momento de goce liberador: saltarme el régimen de no tomar hidratos ni alcohol por la noche y hacerme una tortilla española con papas, cebolla y chorizo y acompañarla con champán. ¡Me supo!

Y más momentos buenos: las charlas con mis hijos por las noches que no pueden faltar; la cena con los amigos en casa este viernes y la guitarrada haciendo un repaso a las coplas de toda la vida (Era muy poco en la vida, tan poco que nada era. Por no tener no tenía ni madre que lo quisiera...); el ir al huerto que fue de los abuelos en El Tanque y encontrar el ciruelero lleno de ciruelas rojas, futuros frascos de mermelada que brillarán como joyas en mi cocina.

Al final. va a tener razón Forrest Gump cuando decía lo de que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar. Pero, si te fijas, siempre toca alguno. Gocemos de los momentos.

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