Mi bautizo en la Universidad de La Laguna a los 17 años, allá por 1965,
estuvo unido a tres hechos. El primero fue que por primera vez allí mismo, en
los jardines de la Facultad, asistí al rodaje de una película. Se llamaba
“Acompáñame” y estaba protagonizada por Rocío Dúrcal y Enrique Guzmán, que
evidentemente, como actores, no aspiraban al Óscar.
Me imagino que algunos días de aquel noviembre no hubo clase porque ¿cómo
estaba allí toda la universidad, sin perderse ni una escena? O mejor dicho,
gozándonos la repetición de la misma escena veinte veces, la bajada de la tuna
por la rampa del jardín, con Rocío y Enrique delante, cantando “Ninguna como
mi tuna que al Teide le quiere robar una a una las luces que van a estrellar mi
fortuna”.
Después hablamos en el bar con Enrique Guzmán, uno de mis cantantes
preferidos en esa época, y comprobamos que era tan agradable como parecía. Y,
por supuesto, nadie se perdió más tarde la película, no sólo para constatar que,
en la escena de la tuna, aunque no se nos ve, al otro lado de la cámara 3000
curiosos estábamos allí, como el dinosaurio de Monterroso, sino también para ver
a los extras conocidos: a aquella chica de 2º que hizo de inglesa aunque no lo
era, a mi entrenador de baloncesto bajando por las escaleras de una piscina o a
mi amigo Chano que estaba en la tuna.
El segundo hecho fue encontrarme con un joven profesor de Filosofía, Don
Emilio Lledó, que cambió mi visión de las cosas y nos dejó a todos encandilados.
Nos enseñó filosofía, pero también a pensar, a ser críticos, a leer a los
filósofos, o a analizar frases como la de “Hoy es siempre todavía” o “La Tierra
es azul como una naranja”.
Uno de los primeros días de aquel curso de 1965, cuando subía en la guagua
desde Santa Cruz a la facultad, se sentó a mi lado y todavía recuerdo la emoción
ante su presencia, pero sobre todo el asombro de que me reconociera, me
preguntara cosas y me escuchara (y de que usara la guagua). No estábamos
acostumbrados a profesores así.
El tercer hecho fue que me enamoré. Los de Ciencias organizaron para el 15 de
noviembre una excursión al Lago Martiánez, en el Puerto de la Cruz, y en ella un
chico de ojos azules que tocaba la guitarra me miró y me sonrió. Fue un día
precioso: baño en el Lago, comida junto al mar y baile al atardecer. A la
vuelta, ya íbamos juntos en la guagua hablando sin parar.
Hoy tiene 64 años. La profesora de mi nieta le dijo a ésta este principio de
curso: “¡Qué abuelo más guapo tienes!”, y ella contestó: ”Sí, pero no tiene
pelo”. A pesar de esto, sigue teniendo los mismos ojos azules y la misma sonrisa
que me enamoraron. Y sigue tocando la guitarra.
Yo me especialicé en Filosofía y de vez en cuando tengo la suerte de volver a
ver a Don Emilio. Hoy es uno de los más importantes filósofos europeos, miembro
de la Real Academia y autor de varios libros. Pero sigue siendo joven y
entusiasta a sus 83 años, y sigue gustándole escuchar a los demás. En uno de sus
libros me puso esta dedicatoria: “Para Isabel, en la ya larga memoria de
nuestros años en La Laguna, soñando una nueva Universidad”.
De “Acompáñame” me queda una copia desvaída en un vídeo. Algunos de los que
intervinieron en la película, incluyendo a la protagonista, han muerto ya, y los
escenarios –el Puerto, la Universidad, Las Caletillas, la Rambla- han cambiado
totalmente.
Pero tal vez su título sea lo más actual. De alguna manera, en mis recuerdos
de aquel otoño de hace 45 años están mezclados los primeros paseos de la mano,
las risas y las canciones, las discusiones y los debates profundos sobre el
sentido de la vida después de las clases de filosofía, los nuevos
descubrimientos, las complicidades con las amigas y amigos, lo jóvenes que
éramos. Y esas vivencias, que dirigieron mi camino en una dirección determinada,
sí que realmente me han acompañado toda la vida.
Años después, esa misma película la viste con tu hija, entonces adolescente, que se quedó encantada con esta historia. La vida es como una pequeña guagua a la que vamos subiendo (y bajando) acompañantes. Hay veces que tenemos suerte, como tú la tienes, de que la persona que queremos se haya subido y haya decidido acompañarnos todo el viaje. Me ha encantado tu post de hoy.
ResponderEliminarA mí también me ha gustado tu comentario. Muchos han visto nuestra existencia como un viaje en el que no hay caminos llanos sino subidas y bajadas, identificando las primeras con los momentos felices y las segundas, con las bajonas. Pero yo también creo que gran parte de ese viaje va por caminos llanos y está compuesto, no de grandes acontecimientos, sino de pequeñas cosas: hacer los desayunos a todo correr, hablar con los amigos, hacer la compra, trabajar, contemplar una puesta de sol, ver con tu hija una película de hace tiempo entre risas... Y es verdad que es una suerte tener compañeros, por lo menos en parte del trayecto. Gracias a ti por estar ahí también, subida a la guagua.
EliminarFelicidades por el post. Me ha emocionado ver en el vídeo a algunos tunos que conocí y que hoy no están con nosotros. Enhorabuena también por haber sabido conservar el amor de ese chico de ojos azules. Mis mejores deseos para los dos.
ResponderEliminarGracias, Antoñita, es estupendo verte por aquí.
EliminarHay un poema de una poetisa colombiana, Meira del Mar, que dice.
"Y se me va llenando
de nostalgia la vida
como un vaso colmado
de un lento vino pálido..."
La nostalgia a nuestra edad no llena sólo un vaso sino una botella entera. Y nos trae los momentos buenos, pero también a aquellos que formaron parte de ellos y ya no están. Pero nadie nos podrá quitar que en ese momento sí estábamos juntos allí, haciendo entre todos ese futuro que somos hoy.
Un abrazo y bienvenida a esta nueva etapa de la vida. A disfrutarla.
PD: El chico de ojos azules también me conquista a mí cada mañana haciéndome el desayuno.
Creo, amiga Jane, que has escrito uno de tus posts más emotivos, por lo menos, para mí. Enhorabuena por él y por esa compañía que han supuesto, en tu vida, esas vivencias que hoy nos muestras de una manera tan sentida y tan bien expresada. Que sigan junto a ti por muchísimos años más.
ResponderEliminarTambién tú formas parte de mis vivencias. Nos hemos acompañado mutuamente ¿desde los 10 años? y te gozaste en el colegio, como yo, los exámenes, los recreos, las pomporrutas, los gloriosos partidos de baloncesto, los buenos profesores y los que leían el periódico en clase, los premios (esas medallitas y bandas ¡ay!) y los castigos (sábados en el salón de estudio, sin estudiar, claro, y alegando al fondo). Y también las pandillas, los guateques y, ahora, las salidas con las "niñas" (el aquagym último estuvo sublime).
ResponderEliminarSaber que puedes contar con compañeros de fiar en la vida, para los buenos y para los malos momentos, es un privilegio. Gracias por ello y un abrazo.
Me has emocionado y hecho sonreír, gracias de verdad por un relato tan tierno, tan bien hilado, tan bien escrito y sobre todo, tan tierno.
ResponderEliminarNo solo te acompañaron ellos a ti, sino que tú has acompañado a tus alumnos y ahora a tus lectores. Gracias.
pd. Parece que en tu futuro sí que había muchas estrellas ¿verdad?
Es verdad que a lo largo de la vida muchas personas nos van acompañando, a veces un trayecto corto y otras veces, más largo. Durante 38 años mis alumnos (siempre de la misma edad mientras yo iba envejeciendo) fueron mi compañía en el aula y en mis desvelos. Y ahora me los sigo encontrando y te llevas un alegrón, como me pasó este verano con una ex-alumna de hace 20 años que ¡se acordaba de la primera clase que le di! Me repitió todo lo que hicimos, las diapositivas, las preguntas que les hice, el debate que se armó después... Esas cosas son las que guardas y que me demuestran que elegí la profesión más bonita del mundo.
EliminarY luego está esta andadura bloguera en la que me van acompañando, aparte de los conocidos, tú, Camino, Gangas, Miguel Ángel el Maño, el Capitán Garfio, Ade, Agroteide, Berni, Madreymás... personas a las que no conozco personalmente pero que ya forman parte de mi entorno. ¡Hasta hago viajes virtuales (y peligrosos) con algunos de ellos! Gracias y un abrazo.
ufffff......
ResponderEliminar¿quieres un bombón?
no sé qué más puede ofrecerte la vida.
y a la doctorajomeini, un apunte:sí, hay suerte, pero también una tremenda sabiduría y aceptación mutua en ese tandem gozoso rodeado de nietos y palomas.
Claro que quiero un bombón, ahora que precisamente esta noche estoy rodeada de nietos (de palomas, no, por Dios, eso dejáselo a él) y me dejan p'al arrastre.
EliminarCreo que a todos la vida nos ofrece tiempos mejores y peores, pero es verdad que esta etapa es de mucha serenidad. Debe ser la madurez...
Un abrazo.
Hola Jane. Fantástico tu post, hermoso. Y...., gracias, muchas gracias por "Acompañarnos" desde tan lejos. A cuidarse.
ResponderEliminarTe nombro en la respuesta a "Loquemeahorro", Agroteide, como parte de esta compañía que tengo la suerte de tener en esta etapa jubilada y bloguera de mi vida: compañeros de blog que, aun no conociéndonos personalmente (todo se andará), comparten conmigo experiencias, risas, sentimientos y valores. Y lo mejor, un diálogo que, a pesar de la distancia, es siempre cercano.
EliminarSaludos isleños desde este lado del Charco.
¡Isa!!!!, ¡ya estoy en el club!!!!!!Aunque parezca poco original, aún no me lo creo. Todavía estoy en una nube. Eso de no tener que preparar las cosas por la noche, para no hacer mucho ruido a las 6.45h, ¡¡¡¡de no tener que poner el despertador!!!!(toda mi santa vida levantándome contra natura), de desayunar placenteramente a la hora que me pide el cuerpo, salir a pasear, ir al mar o a donde me apetezca sin mirar obsesivamente el reloj...Por cierto, que tengo casi todos con la hora antigua, porque, ahora mismo, hasta me da cierto placer no hacerle caso al tiempo. Bueno, qué te voy a contar!
ResponderEliminarCambiando de asunto, me hiciste recordar, con el comentario de hoy, un día de ese rodaje. Estábamos en la clase de no recuerdo qué monja y presenciamos atónitas, las que estábamos alrededor, cómo una compañera (omito su nombre) subía la tapa del pupitre para taparse con ella y con toda su frescura se cambiaba la blusa blanca de piqué por un apretado jersey de canalé, porque se iba a rodar al Teide una escena de la película junto a Enrique Guzmán. ¿Teníamos 13 años?. Fuerte carrerón.
Tenían 15 años (te llevo 2), así que ya eran talluditas. El rodaje nos entusiasmó a todos y sacó a la luz la maruja que todos llevamos dentro: que si Rocío era muy seca, que si Enrique Guzmán cantaba como nadie, que mira los trajes, y esos extras que no saben qué hacer... En la escena de la tuna siempre me fijo en que Chano se está explotando de la risa por dentro.
EliminarYo llevo ya 2 meses sin ponerme el reloj y no lo echo de menos. A mí todavía me asombra que haya gente que se esté planteando si jubilarse o no. A mí, como a ti, me encantaba mi trabajo, pero siempre pensé que, igual que en las fiestas es preferible irse cuando uno lo está pasando bien y no cuando se muere de sueño, en la vida es mejor irse del trabajo guardando un buen recuerdo de él y no hartazgo. Así que bienvenida y a disfrutar.
Me encantaron tu post, los comentarios y las respuestas a los comentarios. Deberías viajar más en guagua; te trae suerte. Besos.
ResponderEliminarGracias, Sagitta. Creo que las guaguas son de los mejores transportes que hay. Te permiten ir contemplando el mundo desde arriba, descubriendo paisajes que no vislumbras desde un coche; llegas antes a los sitios porque no hay que estar buscando aparcamiento; oyes conversaciones divertidísimas; y, de paso, haces un buen estudio de la naturaleza humana. Alguna vez escribiré sobre eso.
EliminarBesos y gracias otra vez por acompañarme aquí y en la vida.
El próximo post de Jane sobre las guaguas, seguramente será de arranque. Así que a afinar motores y cada quien a contar sus vivencias. De entrada vale decir que el término se usa solamente en Cuba y en Canarias para designar al medio utilizado como transporte público: Autobús. En Chile significa niño (a). En Ecuador se dice el guagua (niño) o la guagua (niña). Historias sobre viajes en guaguas seguramente sobrarán. Una vez fuí desde Maicao (Goajira Colombiana) hasta Valledúpar (Departamento del Cesar, así, sin acento), en una "chinchirrera" con asientos de madera o de tablitas como le decían, con la compañia de gallinas, pavos, patos, lechones y gran variedad de frutas. Decir que llegué hecho polvo es un eufemismo. Usar la palabra precisa, más no elegante, no es propicia para la ocasión. A animarse llaman estimada Jane.
ResponderEliminarCasualmente mi compañera de blog, Sagitta, dedica esta semana su post a los recuerdos de sus muchos viajes en guagua. Así que dejaremos mi post guagüero para más adelante. Pero sí es verdad que esos viajes son una de las mejores (y a veces divertidas) escuelas de la vida y que en ellos ves la cara amable, y también la miserable, de los humanos.
EliminarClaro que, en el caso que cuentas, no sólo de los humanos, sino también de los animales. Aunque no sé si será peor que una vez que a mí, en un viaje a Icod, me tocó un chófer tocado por el Espíritu Santo y nos tupió a voz en grito con todos los evangelios. Al final, igual hubiera preferido, antes que a San Mateo, San Lucas y San Juan, los pavos, gallinas y lechones de tu viaje a Valledúpar.
A mí también me ha encantado tu post.
ResponderEliminarPrecisamente este fin de semana comentaba con un amigo que eres una persona que ha pasado por mi vida dejando mucho amor, muchas experiencias positivas y que me has enseñado muchas cosas. Que te admiro mucho y te quiero aún más. Le decía que me daba mucha pena no seguir teniendote en mi vida. Y él me decía que mientras yo sintiese ese amor por ti, a ti te llegaría, que de alguna forma se recibe y que eso hace que sigas estando en mi vida. Pues es cierto, que aunque no te vea desde hace años y aunque hablemos ocasionalmente, siempre estás, siempre, siempre. Por eso, de mi guagua nunca te bajarás. Te admiro y te quiero mucho Jane!
Creo que no hay momentos peores en la vida que cuando las personas que amamos y que nos han acompañado un trecho del camino, toman un rumbo distinto. Pero saber que todavía están -estás- ahí, es un consuelo y nadie nos podrá quitar el recuerdo luminoso de ese trayecto compartido. Siguiendo los versos de Benedetti, "usted sabe que puede contar conmigo".
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Qué buen bautizo
ResponderEliminarEl mejor, Damián. No hay nada como empezar una nueva vida y que surjan experiencias distintas y sorprendentes. Yo hoy soy parte de ese comienzo.
Eliminar¡Qué buenos compañeros de guagua y de vida tienes! Felicidades...
ResponderEliminarGracias, Elena. En el trayecto hay que rodearse de gente que nos aporte ideas, alegría de vivir, cariño, comprensión, un oído atento y un brazo en el que apoyarse. Solo así haremos un buen viaje.
EliminarUn beso.