Mi amiga Cae, una persona inteligente y creativa, con la que compartí en los
años mozos merendolas, confidencias e interminables horas de estudio, tenía un
punto débil: el latín. En cuanto le decían algo así como “Caesar cohortes ad
hiberna misit”, ella abría mucho los ojos, se quedaba mirando fijamente a la
profesora y ponía lo que enseguida bautizamos como “cara de latín”.
La cara de latín no es exactamente la cara de cuando se te va el santo al
limbo. Es más bien la cara de Paca Carmona (Millán), en aquel
desternillante programa de Martes y Trece, cuando le dice a Lauren Castigo
(Josema): “Mira, Lauren, tú habla, habla, que yo no me entero de nada”.
Cara de latín he puesto yo, por ejemplo, cuando me leí por primera vez en 5º
de carrera el prólogo de “La fenomenología del espíritu” de Hegel (a la
vigésimosexta lectura ya empecé a barruntar algo); cuando tengo que leer un
catálogo de Ikea para montar un mueble o una lámpara; cuando , yendo por esos
mundos, preguntas a alguien por la calle una dirección y te contestan
amablemente en checo o, ya puestos, en inglés; o cuando mis hijos (los sabios)
me explican cómo hago para quitar virus, poner fotos o manejar un programa en
este ordenador de mis amores.
En estos días, cuando algún experto político o economista se pone en la tele
a explicarnos causas, desarrollo y consecuencias de esta crisis que nos azota,
nada más empezar a hablar de déficit estructural, recesión o estagnación (¿?), a
mí se me pone inmediatamente cara de latín y me dan ganas de decirles la frase
final de aquel conocido chiste en el que a un inglés se le para el coche en
medio del páramo y el tonto del pueblo más cercano llega y le pregunta: “¿Qué
pacha a coche?”. El inglés, desesperado por una ayuda, le dice; “Do you speak
english?” y el tonto lo mira fijamente (seguramente con cara de latín) y le
dice: “¿Qué pacha a boca?”.
(Para Cae, por supuesto)
Cara de ángel, magnífica película de Otto Preminger que, en 1952, dirigió a Robert Mitchum y Jean Simmons (recientemente fallecida), en el mejor papel de esta bellísima actriz: malvada, retorcida y manipuladora, pero con cara de ángel... Cara de acelga, segunda película del gran y versátil José Sacristán, entrañable comedia autobiográfica de quien se consideraba verdigris, pálido... Cara de póker, inexpresiva, neutral, inescrutable cara de jugador avezado...
ResponderEliminarCara de viernes, triste y macilenta, porque ya no se puede más en el quinto día de la semana o porque se está alegre con la llegada del "finde"... Cara de perro, muy enfadado, de pocos amigos, sin concesiones cuando es "a cara de perro"... "Cara de gitana, dulce apasionada, me diste tu amor con una espada..." canción de Los Nocheros argentinos que sonó mucho por estos lares, mediados los 90... Y ahora, esta Cara de latín para cuando no nos enteramos de qué va la cosa, sobre todo, la política y la económica...
Bravo por Cae y por ti, Jane, que han añadido una muy expresiva cara más, a las que ya conocía. Muy bueno, sí señoras.
Me ha encantado la relación de "caras" que has hecho. A lo mejor podríamos añadir la "cara de tontos" que a veces se nos pone después de la de latín. O las "caras como", por ejemplo, "como un pan de Arafo" o "como espejo del alma", si nos queremos poner más espirituales. Seguiremos ahondando en esta indagación. Mil gracias.
ResponderEliminarCara de Latín, Jane. La cara que se me ponía a mí cuando insistía ante mi muy cansada madre para que me ayudara con la tarea. La tarea de Latín, la lengua madre que ella tanto adoraba. Se acostaba temprano, cansada de tantos hijos y de tantos alumnos, sin energía vital en el cuerpo, pero con la suficiente fuerza mental para trabajar sus traducciones de la Ilíada y la Odisea. " ¡ Pero qué burrito eres", recuerdo que me decía, cuando yo no atinaba con aquel enredo. Se me ponía una total cara de Latín...
ResponderEliminarEl latín (y la filosofía) es como el hígado o las lentejas: o te encanta o lo odias. Yo también di clases de latín y griego, particulares en la carrera y después en los primeros años de interina, y conocí las caras que conoció tu madre. Pero también a veces te encontrabas, y seguro que a ella también le pasó, con que alguien disfrutaba de las complejidades de una traducción, como me había pasado a mí de alumna. El latín y el griego me enseñaron a amar mi propia lengua y a comprender el sentido, el ritmo y el origen de las palabras que usaba. Todavía hoy, cuando veo en algún monumento una inscripción en latín, ahí me ves intentando traducirla para saber qué nos querían transmitir los hombres de otros tiempos. Y, cuando lo consigues, es una gozada.
ResponderEliminarCara de latín era la que yo ponía los martes y los jueves de un larguíiiiiisimo verano cuando tuve que asistir a las clases particulares de Doña Mari, que era famosa en La Orotava por eso mismo: sus clases particulares de latín. Desde aquí mi homenaje particular a la persona que consiguió que aprobara la asignatura a pesar de ser una auténtica negada.
ResponderEliminarOjalá muchos hagan ese homenaje, aunque sea particular, a esos esforzadísimos profesores, que luchaban contra viento y marea y contra las caras de latín, para sacar adelante a los alumnos. Yo también tuve una profesora particular, pero de piano, y ya sabes lo bien que se me da la música. Cada vez que pienso en ella (María Imelda se llamaba), me da una pena por todo lo que tuvo que pasar...
ResponderEliminarMis relaciones con el latín fueron siempre conflictivas, no conseguía desentrañar el secreto que encerraba, aunque amigas generosas, ¿te acuerdas Jane?, me explicasen cien veces el ablativo absoluto, aunque me quedase ¡a los quince años! toda la noche sin dormir en casa de una amiga, tan perdida para la lengua del imperio como yo, preparando un examen de recuperación, nada, no conseguía aprender nada y así durante siete años. Conseguía aprobarlo, eso sí, usando, por supuesto todas las artimañas correspondientes a la época, la más usual que mis animosas compañeras me soplasen la traducción en las mismas narices de la profesora y, seguro, que la buena mujer se hacía la loca porque ya no sabía qué hacer con mi cara y los ablativos. Nunca la olvidé, quiero decir la angustia de tener que examinarme de latín y saber que no sabía, por eso durante muchos años, acabada la carrera, ya profesora, tenía una pesadilla recurrente y terrible: al día siguiente me tenía que examinar de latín para poder seguir manteniendo mi licenciatura y mi puesto de profesora. Creo que ahora sí estoy preparada para estudiar latín y a veces he pensado, aunque hace tiempo que la pesadilla terminó, comprarme un manual y hacerlo. Por si acaso. Abrazos a todas mis compañeras de las clases de latín.
ResponderEliminarMe hace gracia el "por si acaso". No creo que a estas alturas el pacto por la educación en el que está empeñado el ministro Gabilondo contemple el reivindicar el latín a toro pasado. Creo, Kha, que puedes dormir tranquila, sin pesadillas recurrentes ni ablativos absolutos. Un abrazo.
ResponderEliminarEso de las caras me ha gustado.
ResponderEliminarMe vienen: "cara de circunstancias", "cara de pocos amigos"... y hablando de pelis "carita de mona", que llamaba Cary Grant a Joan Fontaine en Sospecha y que yo nunca pude soportar.
Había alguna otra, pero ahora no me acuerdo.
Seguiremos en la brecha
Me viene a la memoria, Arista, una cancioncilla que cantábamos de chicas que decía algo así como "Asómate a la ventana, ayayayay, cara de limón podrido..."
ResponderEliminarUn día haremos, como le dije a Cehachebé, una investigación sobe el tema. Por ahora basta con poner "caritas" en los mensajes :-D
Y creo que ha faltado , al menos, una de las caras que últimamente se ven con frecuencia. Sobre todo en ese gremio que es la clase política: cara de "yo no tengo la culpa".
ResponderEliminarMe ha hecho mucha gracia lo de "cara de limón podrido". Me ha traído recuerdos de mi lejana infancia cuando parodiamos aquello de: Asómate a la ventana, ayayay paloma del alma mía que ya la aurora temprana nos viene a anunciar el día... Gracias por compartir con nosotros tus vivencias.
Sí, Alejandrina, éramos muy aficionadas de chicas a cambiar letras de las canciones haciéndolas más "escatológicas". Mis nietos ahora son iguales.
ResponderEliminarMe reí con esa cara de no tener la culpa porque me recordaste a mi hermano que siempre ponía cara de "todo me culpan a mí".
Seguiremos buscando "caras" (¿te acuerdas de las de Bélmez?)
Jajaja. ¡Claro que me acuerdo!. "In illo tempore" una prima y yo éramos muy aficionadas a todo lo que sonaba a sobrenatural. Sentimos una gran desilusión cuando nos enteramos de que el dueño de la casa pintaba esas caras que dieron la vuelta al mundo,con aceite.
ResponderEliminarNo sólo tu prima y tú. Toooodo el mundo es aficionado a lo sobrenatural, y si no, me dirás por qué nos pasamos un verano de aquellos tiempos jugando a la güija todo el rato y diciendo eso de "¿Estás ahí?". De todas formas, si de verdad oyéramos una voz cavernosa diciendo "Aquí estoy", sí que de verdad se nos quedaría una cara de Estupefacción.
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