Mi Instituto el jueves pasado |
Hace unos 20 años, en un abril primaveral, las profesoras del Instituto acordamos irnos de comida alrededor del Día de la República. El evento nos gustó tanto que decidimos instituirlo para años posteriores y esta última semana volvimos a reunirnos, como cada abril y ya todas jubiladas, alrededor de un puchero en La Laguna. Siempre lo pasamos muy bien porque nos ponemos al día, rememoramos el pasado sin acritud y nos reímos un rato con anécdotas y vivencias compartidas. Además esta vez, cuando ya nos íbamos, se nos acercó una chica diciendo: "¡Pero si están aquí juntas mis profesoras preferidas!", dándonos un abrazo a las de lengua, inglés, música y filosofía ¿Qué mejor broche que saber que hemos dejado un buen recuerdo?
Quiso la casualidad que ese mismo día la periodista Luz Sánchez-Mellado publicara un artículo titulado "Saber irse", precisamente sobre la jubilación y los jubilados. Habla de los que se van jubilosamente sin pena ni gloria, de los que aparecen por el curro alguna que otra vez y de los que se creen tan imprescindibles que no aceptan pasar a un segundo plano y creen que después de ellos, el caos. Ella dice: Personalmente, aspiro a hacer un discreto mutis por el foro, disfrutar de la bolsa y la vida que me queden, y dejar un buen recuerdo en la gente a la que di, y me dio, lo mejor de mí misma. Creo que todas mis compañeras jubiladas y yo suscribiríamos sin dudarlo sus palabras.
Es verdad que se necesitan fuerzas para dejar algo que consideras tuyo, el entorno que has creado y al que le has dado tus mejores años. Pero, si lo pensamos, nos pasamos la vida haciéndolo. Primero, abandonamos el colegio con todo lo que significaba; después, la universidad y la casa familiar que de repente deja de ser "tu casa", ya sin tus cosas, ni tu cama, ni tu habitación; luego, el lugar de trabajo, años y años (en mi caso, 22 en el último) sintiéndolo propio, llenándolo de proyectos, fabricando recuerdos, conociendo a gente que te importa, Como dije con el poema de Angel González al final de la charla con la que me despedí en mayo de 2008, todo esto será un día / materia de recuerdo y de nostalgia. / Volverá, terca. la memoria una y otra vez a estos parajes, / lo mismo que una abeja / da vueltas al perfume / de una flor ya arrancada. / Inútilmente.
Muchos fuimos alguna vez por algo puntual al centro a poco de jubilarnos y, cuando se nos ocurrió pasar por la sala de profesores, ya no conocíamos a nadie. No es por nada pero Heráclito tenía toda la razón. No nos podemos bañar dos veces en el mismo río, decía. Si cambiamos "río" por "instituto", no podemos ir después de la jubilación otra vez al mismo instituto en que dimos clase porque ya no es aquel instituto y, lo que es peor, nosotros ya no somos tampoco los mismos.
Y es que la vida al final consiste en una sucesión de mutis que nos preparan para el mutis final. Habría que planearlo entonces con dignidad, no desperdiciando el tiempo generoso que se nos ha concedido, celebrando la amistad con comidas de pucheros o lo que se tercie y procurando dejar buena huella en aquellos que nos han conocido. Lo mejor de un actor o actriz en el gran teatro del mundo es hacer, después de una interpretación memorable, un buen mutis por el foro.
El puchero de la última comida |