Como hace 4 años, hacer o no hacer regalos, esa es la cuestión.
Esto de hacer regalos es como el hígado: hay gente a la que le encanta y hay
gente que lo odia. De este segundo grupo es una autora de principios del siglo
pasado, Elizabeth von Arnim, de la que hace poco leí una novela autobiográfica,
“Elizabeth y su jardín alemán” (se la recomiendo a aquellos a los que les gusten
los jardines). En ella cuenta que regaló a una amiga una palmatoria de bronce y
la amiga a ella un cuaderno. “Nunca escribí nada en él –dice- y al año siguiente
se lo regalé por su cumpleaños; me lo agradeció efusivamente y, cuando llegó mi
hora, me regaló la palmatoria de bronce”. Desde ese momento disfrutaron
alternativamente de la posesión de ambos objetos y así se ahorraron, dice,
problemas y gastos.
En casa he vivido algo parecido, pero no igual. Cuando mi hermano y yo
estudiábamos fuera, cada vez que uno de los dos se iba, el que se quedaba
intentaba meter en la maleta del otro, sin que se enterara, una mosca grande de
bronce dorado que era a la vez cenicero cuando se le levantaban las alas. Con
tanta ida y venida la mosca se perdió, pero hace años encontré en un rastro una
igual y le cayó a mi hermano en la cena de nochebuena (en la que hacemos un
amigo invisible de vacilón con poema incluído). A partir de entonces la mosca
vuelve a ir y a venir cada cierto tiempo. Eso sí, siempre con algún aditivo
especial (una vez vino llena de mosquitas de plástico: había procreado).
Pero, aparte de ese hecho aislado, yo soy de las primeras, de las que les
gusta regalar y recibir regalos. Mi amiga Cae y yo, hasta que la vida nos fue
separando, nos regalábamos siempre en los respectivos cumpleaños lo que
llamábamos “el baúl de los cadáveres”, una caja con todos los horrores que nos
encontrábamos a lo largo del año. ¿Que veíamos un llavero con un esqueleto
fluorescente, un anillo de plástico con un diamante tornasolado, una pastorcita
rascándose un pie? Al baúl de los cadáveres.
Mi hijo también dice que de todos los regalos de reyes le encantó un año ver
montada una tienda india en medio del salón, en lugar de todos los paquetes
colocaditos. Y tengo colgados en el sitio de los tenderetes dos regalos de dos
amigos manitas: una orinal-lámpara y un “casplero”, un timple hecho
con un casco de obrero. Un regalo que me gustó mucho fue un tango, hecho por
otros amigos a cuenta de mi odio ancestral a la mantequilla, cuyo estribillo
dice “¿Cómo vos podés pensar/ que te pongo mantequilla/ cuando te invito a
cenar?”
También por la jubilación he quedado bastante regalada. Me han regalado
joyitas como para parecer la Cruz de la Trompetona; también cuadros, libros,
marcadores de libros y plantas. Pero también mi hermana me regaló una fiesta
sorpresa estupenda (todos allí guapísimos esperándome y yo, que venía de la
playa, con estos pelos); y mis alumnos de bachillerato me hicieron otra en la
que me regalaron lo que cada uno sabía hacer: Fran y Elena, que han tocado en la
Sinfónica, me tocaron un dúo de viola; Rubén me cantó una canción de Maná, con
esa voz preciosa que tiene; Vero y Ángel tocaron la guitarra eléctrica de
maravilla; Juan Carlos, que a lo mejor será un estupendo médico, me pintó un
cuadro; Yolanda, que es tan buena cocinera como alumna, me hizo una tarta; Pedro
me forró una caja para guardar cosas…por no hablar de las preciosas cartas que
me dieron. Sobre todo, me regalaron la sensación de saberte querida.
En el fondo, regalar es eso: querer a una persona, pensar en algo que le
gusta (no necesariamente un objeto comprado) y disfrutar anticipadamente del
placer que le vas (y te vas) a proporcionar. Por eso, precisamente, soy del
grupo regalón.
Comparto contigo ese criterio que tienes del regalo. Me siento igualmente regalada. Pequeñas cosas....con grandes sentimientos de cariño bastan para sentirme querida, feliz, dichosa de que me recuerden y me quieran.
ResponderEliminarAlgunos regalos son de "ida y vuelta" pero los amamos o nos hacen querer a quien nos lo regaló. Alguna historia como la tuya hay en el baúl de mis recuerdos; son bonitas cuando pasa el tiempo. Felicidades; tus párrafos son siempre un regalo.
Regalo gallinas y no hígado, pero lo de la mosca está del 19,5. Unos dicen que sólo es buen regalo si te duele al desprenderte de él. Regalar dicen que tiene que doler. Que nos regalen pues unas buenas lágrimas bien sentidas o escurridas a abrazos.
ResponderEliminarYo, como tú, Jane, también disfruto buscando, ideando, construyendo regalos para la familia y los amigos. A veces, me cuesta conseguirlo, pero no cejo hasta dar con el que creo que les va a satisfacer más. Me encanta sorprender (No siempre lo logro) y que me sorprendan. Jamás le pedí nada a los Reyes Magos. En la carta, me limitaba a escribir siempre lo mismo: lo que ellos quisieran y pudieran traerme. Así, la sorpresa estaba asegurada y mi celebración del regalo, por muy pequeño que fuera, también. Sólo tuve una ilusión que nunca se cumplió: una bicicleta. El presupuesto de una familia muy numerosa de aquellos tiempos (Nueve componentes) no lo permitió. Pero, una vez, recibí una patineta de madera con tres ruedas de goma que suplió con creces, mi secreto deseo de la bici. Ya adolescente, como tenía ciertas habilidades manuales, tuve el enorme gusto de hacerles una cocinita y una especie de puesto de verduras del Mercado, a mis hermanos más pequeños y, aún hoy, recuerdo con emoción, la alegría de los peques cuando descubrieron aquellos juguetes y no repararon, por el candor y la ingenuidad de su edad, en los detalles y defectos propios de un trabajo juvenil y muy artesano. Parangonando a tu otra fiel lectora, Luisa, también yo te doy las gracias por tus regalos en forma de posts y que, con mucha frecuencia, abren mi baúl de los recuerdos.
ResponderEliminar¡Que bonito regalo nos hace con tus recuerdos que nos ayudan a recordar los propios¡ Mi regalo preferido fue una patineta que cuando salí por el barrio a enseñarla a mis amigas y a hacerme la chula delante de Charo choqué contra un coche aparcado y estuve días sin poderme mover. No lo olvidaré sobre todo por el golpe que me llevé.
ResponderEliminarEstoy contigo querida Jane que es una alegría regalar, ya que te hace pensar con cariño en esas personas que quieres y a las que quieres darle una sorpresa y a veces te las llevas tú cuando te dicen que van a cambiarlo porque le gusta más de otra forma. En fin estas fechas de regalos son muy agradables, pero, por favor ¡que pasen ya.....¡
Luisa, Andrés, Violeta y Carmen D. hicieron estos comentarios hace 4 años, cuando publiqué este post por primera vez. Los he querido traer para recordar las pequeñas cosas de Luisa, las gallinas y lágrimas de Andrés, la patineta de madera y la cocinita de Violeta y la patineta de Carmen D. que la llevó a un accidente. Todos tenemos un regalo especial en el recuerdo.
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