Como está de moda desdecirse, aunque hace 4 años dije que ¡más nunca! me iba a ir de farra en Carnavales, mira tú por dónde este año he ido a una fiesta de carnaval en la que lo que era obligatorio era un sombrero. Este fue el mío.
Agatha
Christie en su hermosa “Autobiografía”, escrita a los 75 años, dice que cada
año tiene que borrar una cosa nueva a la lista de placeres:”Los largos paseos se me acabaron y,
desgraciadamente, los baños en el mar también; los filetes, las manzanas y las
moras crudas, y la lectura de letra menuda”.
Pero
continúa, tan vital, positiva y entusiasta como siempre: “Pero me queda mucho aún: óperas, conciertos, lecturas, el enorme placer
de dejarme caer en la cama y dormir, una enorme variedad de sueños y las
frecuentes visitas de jóvenes que vienen a verme y son extremadamente
encantadores conmigo. Y lo mejor de todo, sentarme al sol, suavemente
adormecida…”.
Como
ella, mi admirada autora (que tantos ratos de relax me dio cuando, al salir de
los exámenes de filosofía, cogía la guagua para ir a comprarme uno de sus
libros y luego me lo leía de cabo a rabo esa misma tarde), yo también me
pregunto qué cosas no voy a hacer en esta vida jubilada y jubilosa. Y no me
refiero a cosas como hacer puenting o parapente (cada vez que veo esas
figuritas en el cielo me digo que qué necesidad). No. Me refiero a cosas que ya
he hecho y que no voy a hacer más (creo). O, como decía un compañero mío
palmero cuando se le hablaba de ir de excursión con los alumnos: ¡Más nunca!.
Y
pienso, sobre todo, en dos cosas.
Una: no
voy a ir nunca más de camping: Parece haber en la naturaleza humana el gen
ancestral del nomadismo, el deseo de vivir en plan gitano, carretera y manta y
el ancho mundo ante nosotros. ¡La de planos de caravanas que hicimos! Cuando
cedimos a la tentación y nos fuimos con los niños con tiendas, colchonetas y
cocinas por esas carreteras, vivimos momentos preciosos, como una competición
de cometas en el cielo luminoso de Figueira da Foz en Portugal; también momentos
curiosos, como en un camping francés donde los lavabos estaban separados por
sexo, pero no los baños ni los wateres; y también momentos enriquecedores, como
es hablar, ayudar y ser ayudado por toda esa red generosa de personas que nos
vamos encontrando en el camino. Pero una ya no tiene los huesos para eso. Donde
esté una buena cama y una buena ducha…
La
segunda cosa para la que tampoco tengo ya el cuerpo es para irme de farra en
carnavales, cosa que practiqué con entusiasmo bastante tiempo, viviendo también
momentos memorables. De todos ellos entresaco éste: lunes de carnaval, 4 o 5 de
la mañana. Mi amigo Manolo, vestido de bailarina con tutú amarillo y botas del
cuartel, acodado en la barra del Bar Castillo. A su lado, el que entonces era
Presidente del Parlamento, metiéndole un rollo. Manolo lo mira con ojos
vidriosos y, al cabo de un rato, le dice, toscalero: “Mira, Victoriano, estoy
totarmente de acuerdo contigo en arsoluto”.
La frase, por supuesto, ha pasado a la posteridad.
En fin,
siendo también animosa como Agatha Christie, sí que hay muchas cosas para las
que sí tengo el cuerpo y las ganas.
Pero
eso son ya otras historias.
Ahí está, querida Jane, una muestra de la inteligencia humana y, de esa, tú tienes mucha: rectificar cuando procede hacerlo. No es lo mismo celebrar el Carnaval como lo celebrabas hace 20 años, pero seguro que éste lo has celebrado de acuerdo con los 20 de más y, no por ello, lo habrás pasado peor. La clave, para mí, es saber adaptarse al momento y si una ya no puede saltar y bailar con la fruición de entonces, lo hace sentadita y moviendo los pies al ritmo de la salsa y la samba carnavaleras, como sería mi caso, si fuera adicta a estos festejos. Tú no tienes este problema y te imagino saltando y bailando aunque, a lo mejor, un poco menos que hace 20 añitos. Así que ¡¡bien hecho y nunca más, "más nunca"!!.
ResponderEliminarTienes razón como siempre, Chari. Esta fiesta carnavalera del sombrero no tuvo nada que ver con aquellos años (más de 20) en los que salíamos de noche a brincar por las calles santacruceras. En aquellos tiempos salíamos sobre las 2 de la mañana después de vestirnos, cenar, reírnos y bailar en casa de mi amigo Manolo. Y,ya entonados, estábamos en la calle hasta las 5 (nosotros que éramos más serios, los demás pernoctaban más). Esta fiesta fue al mediodía, en otra casa amiga lejos del follón santacrucero, y aunque también bailamos, nos reímos y alegamos, también tuvimos nuestra cantadita con guitarras y sobre las 11 de la noche nos retiramos. Algo más acorde con nuestra edad y condición y, sin lugar a dudas, para mí más placentero.
ResponderEliminarNo se puede decir "más nunca"... jejeje... buen día y miles de besos
ResponderEliminarBueno... Podemos decir también "más nunca, mientras no se demuestre o hagamos lo contrario". Así nos salvamos las espaldas. Y es que lo bueno de los humanos es lo incoherentes que somos.
ResponderEliminarMás besos.
Debe ser vírico... Elena y yo, ella más que yo por aquello de que la confianza da asco, conseguimos disfrazar a José Miguel. Conseguí que me dijera que se lo había pasado bomba.Espero que no lo olvide para el año que viene. Bss.
ResponderEliminar¡Lo vi en el Facebook! Qué risa, estaba estupendo. El caso es que me creí que era el primo médico y me dije: "¡Cómo se parece a José Miguel!". Muy bien hecho, a disfrutar, que las ocasiones para divertirse hay que cogerlas al vuelo.
ResponderEliminarUn abrazo para los tres.
A mí me pasa que si antes digo nunca más, antes lo hago. Un beso. Ah, el sombrero es una monería.
ResponderEliminarEl sombrero me lo hizo mi amiga Marian, que es una manitas. Lo tengo hace tiempo y también me encanta. Pero a mi marido le hice yo uno para la ocasión: grande y desflecado, adornado con palomas blancas. Luego, él se puso un collar con las anillas de las palomas. Causó sensación.
ResponderEliminar(Hace 4 años)
ResponderEliminarEl Carnaval de día es una buena propuesta zeroliana, los coches antiguos o un miércoles de ceniza a la sordina por ahí. Y de no ser así, una excursión marítima a la Maxorata y enviamos un crisol de palomas mensajeras desde Cofete al palomar de vuestra casa.
¿Ves, Andrés? Esa es una de las cosas (lo de la excursión a la Maxorata) para las que sí tengo el cuerpo y las ganas (y mi marido más)
ResponderEliminar¡Qué divertido!. Los de Tenerife son los carnavales mejores. He vivido en La Bañeza y en Toro y allí todo el mundo se echa a la calle y lo he pasado muy bien, pero nada que ver con los de Cádiz. Aquí hay más gracia.
ResponderEliminarYo creo, Esperanza, que para el que tenga ganas de divertirse cualquier fiesta es buena. De todas formas, es verdad que aquí la gente lo vive mucho. Seguro que ya están preparando el del año que viene.
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