martes, 23 de marzo de 2010

A veces llegan cartas...




Eso de los e-mails es uno de los grandes inventos de la humanidad. Son rápidos, limpios, a veces con fotos hechas en el mismo instante (“está nevando en Madrid, mírame”) y con corrector de ortografía incorporado ¿Qué más se puede pedir? Ninguno de los grandes escritores utópicos, ni Platón, ni Tomás Moro, ni Julio Verne, ni Huxley, pudieron suponer en sus sociedades imaginarias esta conversación global de todos con todos que es Internet.

A mí, desde luego, ni se me pasó por la cabeza esta posibilidad en aquellos lejanos años 60 y pico en los que tuve al novio lejos y estuvimos cartas van, cartas vienen durante 2 años (y, aunque una vecina alemana que tengo siempre dice “amog de lejos es de pendejos”, aquí estamos 45 años después). Pero era un rollo. Una discusión, que en un e-mail se salda en un pispás, por carta duraba dos semanas en lo que venían las respuestas y contrarrespuestas, avivando los rescoldos.

Además, el correo estaba, y está, sujeto a tantos avatares… Como, por ejemplo, que el cartero tenga un punto (o dos) de locura, como aquellos personajes de los que ya he hablado. Un cartero de La Palma, al que conocí, si las cartas venían con fotos, las abría a ver qué tal y, además, se lo decía a los destinatarios: “Oye, qué vista más bonita te mandaron de La Gomera ¿eh? ¿Y quién era el del disfraz de oso?”. Y, si no tenía ganas de repartir, ponía las cartas en lo alto del armario de su cuarto hasta más ver.

O también puede ocurrir que vivas en mi pueblo en el que una vez me fui a quejar a Correos porque una carta desde Bajamar vino con un retraso de 20 días, con lo cual no pude ir a una reunión que me interesaba. Me contestaron que este es un sitio rural y que eso es lo que tardan en llegar las cartas de sitios tan alejados de mi pueblo como 5 Kms. Ah, se siente, no haber venido a vivir aquí. También es verdad que hay carteros increíbles, como el que me entregó una vez, cuando todavía vivía con mis padres, una carta con mi nombre y Santa Cruz de Tenerife, sin más, tal como si fuera la Reina de Inglaterra.

El caso es que ahora ya todos nos escribimos por e-mail y los únicos corresponsales cuyas cartas aparecen en nuestro buzón son la Telefónica, los bancos, y los políticos en las elecciones, que hay que ver lo que nos quieren en ese momento. Pero, como los humanos somos así, a veces nos sorprendemos echando de menos las cartas, viéndoles un aire romántico a lo Miguel Strogoff que las hacen muy atractivas. Ver la letra de quien te escribe es captar un aspecto de su personalidad que queda oculto en un e-mail. Una letra ancha y grande de trazos seguros no es lo mismo que una letra pequeñita como pisadas de araña o la letra picuda y recta que no se desvía jamás. ¿Y la espontaneidad de una carta con tachones? Maruja Torres habla en uno de sus últimos artículos del borrón de una lágrima en la carta, cosa impensable en un e-mail. 

Y hay que ver también los sobres, tan personales. Entre las cosas de mi madre encontré estos tres sobres con matasellos del año 42, enviados por un amigo desde una Escuela Naval y dibujados a plumilla con motivos marineros en los que incluyó su nombre y su dirección. Los enmarqué y, como se ve, quedaron preciosos sobre un fondo azul.

Las cartas de antes, con sus fórmulas establecidas (“Querida Jane, espero que al recibo de ésta te encuentres bien de salud, por aquí, bien, gracias a Dios”) y sus 3 o 4 hojas, hablan de un tiempo de sosiego en el que sentarte a escribir era una tarea apetecible y en el que el mero hecho de tener un sobre en las manos anticipaba un sentimiento placentero. En las novelas y películas la gente de repente se levantaba “a escribir cartas”, y las canciones nos recordaban que “a veces llegan cartas que te dan la vida, que te dan la calma…” o nos decían que “son tus cartas mi esperanza, mi consuelo y mi alegría, y, aunque sean tonterías, escríbeme, escríbeme…”

Quizás por todo esto no me sorprendió que una amiga (29 añitos) la otra noche me dijera que le encantaría recibir una carta personal con su sello y todo. Ganas me dan de mandarle una. Contándole, por ejemplo, todo esto. 

21 comentarios:

  1. ¡Qué bien, qué ilusión me hizo ver en tu post que no soy la única que conserva viejos sobres, aunque los míos son más prosaicos y corrientes y no tan artísticos como los tuyos!. Yo también soy una nostálgica del puño y letra y de las manidas fórmulas de inicio de aquellas misivas de largo recorrido, sobre todo, en el tiempo.
    ¿Y qué me dices de los sellos que las acompañaban?. Algunos, verdaderas obras de arte en absoluta miniatura. Yo llegué a tener una colección de más de dos mil, porque tenía movilizados a toda la parentela, amigos y compañeros para que me reservaran todos los que les llegaran en los sobres de su correspondencia. Imagino que hoy, ser filatélico, tiene que ser un mérito enorme, porque como bien dices, el correo electrónico es lo que se lleva y pobre del que no se haga con una dirección informática. Se quedará en la Prehistoria de la comunicación y lo mirarán como un bicho raro.
    Coincido plenamente contigo en lo de que es uno de los grandes inventos de la Humanidad, aunque se haya perdido precisamente eso, humanidad.
    Enhorabuena, admirada bloguera. Una vez más, das en el clavo de los recuerdos comunes, con tu maestría habitual.

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  2. Yo creo que todos coleccionábamos sellos entonces. Mi abuelo, mi padre, yo y mi hija hemos tenido colecciones y alguna queda todavía por ahí. ¿Quién se resiste a guardar, por ejemplo, un sello de Filipinas? ¿Quién se resiste a la belleza?
    Tal vez no sea humanidad lo que se ha perdido. Los sentimientos expresados en un e-mail son los mismos. Tal vez lo que se ha perdido es, no sé, calma, paciencia, conocimiento del otro, cercanía...

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  3. Ahora también tiene su encanto sentarte a mandar e-mails y recibir la respuesta enseguida y volver a contestar a continuación, sin la incertidumbre de los días que pasan sin tener noticias. Además están las webcams. Pero nos faltan sensaciones como tocar la hoja de papel que había estado en manos del otro, olerla y hasta besarla. Cada cosa tiene su gracia.

    Yo que tú le mandaba la carta a tu amiga con un sobre decorado por ti, como los de tu madre. Algún día podrá enmarcarlo ella también.

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  4. Muchas gracias, Sagitta. Me estoy pensando lo del sobre, aunque el dibujo no es lo mío. De todas formas, muchos de los jóvenes de ahora no guardan tanto como hacían nuestras madres y nosotros. Mi hija, por ejemplo, siempre dice que, si tuviera tiempo (y si yo la dejara), me tiraba a la basura la mitad de las cosas que guardo o colecciono. En fin...

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  5. ¡¡¡¡¡ Cuantísima razón!!!!! Mi madre, que vive en Madrid, y mi hija mayor, que vive en Pamplona, han empezado este años su relación epistolar. Ambas están sorprendidas de la forma de escribir de la otra, de sus expresiones, y por su puesto del contenido de las cartas. Y yo creo que aprenderán a conocerse, es decir, a quererse no más pero si mejor. Enhorabuena mi querida Jane por tu espíritu que se refleja en tus palabras. Te sigo y admiro. Desde Tenerife con todo mi respeto.

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  6. Es bueno saber que todavía hay gente que se escribe sin ser navidad. De todas formas, es algo que va quedando atrás. Hoy puse la carta a mi amiga y descubrí ¡que ya no hay sellos!. Nos hizo filosofar un rato a mi marido y a mí con lo de que nada es eterno.

    Gracias por tus palabras y por estar ahí.

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  7. Hola Jane
    Me ha gustado muchíiiiiiiiiiiiiiisimo recibir tu carta, y como pudiste comprobar por la cara que puse, no me lo esperaba para nada.
    A mi también me ha sorprendido eso de que ya no hayan sellos, por un segundo pensé que todo se trataba de una broma, como no encontraba el sello.......

    Mientras la leía, por un momento me trasladé a la última vez que recibí una carta (sin contar con las del banco) que fue hace 10 años, cuando estaba en EEUU. Recuerdo que lo primero que hacía al levantarme era ir corriendo al buzón a ver si tenía noticias de mi familia o amigos, y casi cada día recibía una que me alegraba el día, y te digo casi cada día porque en los 11 meses que estuve allí, recibí unas 200 cartas, y las tengo todas guardaditas en dos cajitas super monas, no veas cuando tuve que hacer la maleta para volver y meter todas esas cartas, pero me negaba a dejarlas atrás.
    Está de más decirte que tu carta irá a parar a una de esas cajitas y la guardaré forever and ever..........

    El no recibir cartas es una pena, a dónde fueron a parar aquellos momentos donde tu enamorado de la infancia te mandaba una carta impregnada de su perfume, que normalmente se lo había robado al padre o al abuelo....... pero también entrar a tu correo electrónico, o a tu facebook, tiene su aquello.

    Bueno Jane, por fin me he estrenado en tu post, intentaré hacerlo más a menudo para que no te quejes.

    Mil gracias por tu carta, y por tener estos detalles conmigo, me ha hecho una ilusión enorme !!!!

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  8. Yo también tengo una caja llena de cartas (muchas de hace más de 40 años) y alguna vez las releeré despacio. Algunas de ellas son lo único material que tengo de amigos perdidos para siempre. Por eso, más allá de que "a veces llegan cartas" por sorpresa, como en esta ocasión en la que además he disfrutado escribiéndote, sé que las valoras igual que yo lo hago. Los e-mails tienen muchísimas ventajas pero perdemos sensaciones. Tocar y oler el papel (esos perfumes...), como también dijo Sagitta, le dan a las cartas un punto de emoción y novelería.
    Ah, y para que se vea que esta vez Correos funcionó perfectamente, puse la carta el jueves y la recibiste el viernes. Como un reloj.

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  9. Y ¿qué pasa con las cartas que nunca llegan porque nunca se han escrito?

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  10. O peor. ¿Qué pasa con las que se escribieron pero nunca llegaron, propiciando, por ejemplo, que un amor siguiera o se rompiera? Y ya puestos, con las que se escribieron, llegaron pero nunca debieron ser escritas. Las cartas son la historia de los sentimientos humanos y, a lo mejor, una carta es más reflexiva, cuesta más escribirla, enfríamos en ellas las pasiones más que en un e-mail que, fácil de escribir, puede que sea producto de un momento de ofuscación.

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  11. En mi opinión, tal vez algo equivocada, el asunto de escribir una carta no está en el mero hecho de redactarla. El "intringulis" -eso suena bién- es tener la certeza de que va a ser recibida por el destinatario. En mi país, la actividad de correos no es muy diligente. Fijénse: Usted manda una carta desde San Juan de Las Galdonas (Oriente venezolano), hermosa población y con unas playas excelentes, a Novelino Villa, allá en la población de Santa Elena de Guairén, sur del país en frontera con Brasil, notificándole del fallecimiento de su compadre Cho Ros Copo y que ocurre. Bueno, casi nada, entierran al compadre, le hacen su novenario, le celebran su misa del primer mes y aún en Sta. Elena no saben la noticia. Cuando por fin IPOSTEL entrega la carta ya nadie se acuerda de Cho y quedan todos sin saber que hacer, más perdidos que Judas en vacaciones.
    IPOSTEL= Instituto Postal Telegráfico. ¿Quíen manda hoy dia telegramas?. Algunos picapleítos para anunciarnos que van a demandarnos si no cumplimos con obligaciones inoportunamente contraídas.

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  12. Disculpe mi abuso Señora Jane, quiero preguntarle ¿Que opine Usted de los Editoriales de el diario EL DIA?. Le escribí a su Director (al del diario) y nunca obtuve respuesta. Debe ser que no le gustó mi estilo. El asunto trataba sobre la solidaridad del pueblo canario, un poco fuerte la cosa, pero es una realidad insoslayable. Que nadie piense que soy SUDACA, molesta el término (Si Usted Decide Actuar, Cante Ahora, benditas siglas), sin embargo pienso como Machado: lo importante es donde se pisa.
    Estimada Señora, no pretendo faltarle el repeto al solicitar su opinión. Usted parece ser una persona amplia de pensamiento y de ahí mi pedimento. En todo caso, gracias por su atención

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  13. Discúlpeme, Agroteide, por no haberle contestado antes a sus dos comentarios pero he estado de viaje y de desconecte, otra de las ventajas de los jubilados. Me ha gustado su descripción de los avatares del correo en Venezuela y también los hermosos y sonoros nombres: San Juan de las Galdonas, Santa Elena de Guairén, El Gredal... Y, con respecto a los editoriales de El Día, le diré que no los leo. Pienso que el nacer en un sitio u otro es pura casualidad y que, aunque es evidente el amor que todos tenemos a nuestra tierra, los seres humanos somos ante todo ciudadanos del mundo (cosmo-politas). Antes que cerrar fronteras y reivindicar pequeñas naciones, me parece un hermoso sueño el que muchos filósofos han tenido: buscar siempre lo que nos une que, después de todo, es muchísimo más que lo que nos separa.

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  14. Buenas tardes Sra. Jane: En mi país son las 2.00 p.m. Agradezco altamente su comentario. Opino igual que Usted: Todos somos ciudadanos del mundo y eso debería bastar. Y..., nombres bonitos sobran en Venezuela, lástima que no sean más que eso. Ahí tiene por ejemplo a Macuro, según dicen los historiadores y "comentadores de oficio", puerta de entrada de Colón y su comparsa. Debería ser una perla y le falta hasta la salud. Llegar es una odisea similar a la del Señor Navegante.
    ACLARATORIA: Cuando al inicio digo mi país, lo es de verdad. Tengo viviendo aquí 52 años. No vine, me trajeron. Formo parte de aquella inmigración de barcos. Este país es ancho y generoso: cabe todo el mundo y agradece con creces. Sin embargo conozco Sta Cruz, donde nací, calle por calle ( me refiero al casco central del área metropolitana)y conste que la última vez que estuve ahí fue en 1981. Tal vez un buen dia de estos me anime y brinque el charco. Tiempo me sobra, estoy Jubilado, falta que CADIVI (Organismo que se encarga de otorgar divisas) me asigne el cupo correspondiente.
    Nuevamente gracias por su atención y estoy a su orden en todo aquello que está a mi alcance.

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  15. Gracias a usted. Son muchos los canarios que han adoptado a Venezuela como su país y es raro el que entre nosotros no tenga parientes cercanos que hayan emigrado allí. Mi abuelo, por ejemplo, vivió y murió en Venezuela y tengo, como casi todos, primos y amigos que, de vez en cuando, vienen a visitarnos. Anímese, que siempre son bienvenidos.

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  16. En verdad, más que una lástima es una pena no poder recibir una auténtica carta. Pero según dicen, todo sea por la tecnología. Llegué tarde a la Cibérnetica pero mi profesión me obligó a la actualización. Aún hoy, a mis 65 años, añoro recibir una misiva; tanto es así que se las envio a supuestos funcionarios publicos de mi país expresando mis quejas.

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  17. Yo también de vez en cuando escribo alguna carta a personas que sé que les encanta recibirlas (no a los funcionarios). Pero hace mucho que yo no recibo ninguna, a mano como tiene que ser, y es verdad que es una lástima.

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  18. Loquemeahorroenpsicoanálisis12 de abril de 2014, 17:20

    Es verdad que la carta tiene algo de romántico, y que además hace una ilusión enorme abrir el buzón y ver que además de las facturas y la propaganda de Muebles Tararí tienes algo que realmente merece la pena.

    Pero la verdad es que la gente escribe mucho más desde que existe el email, gente que jamás en la vida escribiría una carta, y mucho menos comprado el sello y echarla al correo, se lanza con 4 líneas en un correo, y además parece que le da menos vergüenza las faltas, y las incorrecciones.

    Y también hace ilusión abrir tu buzón virtual y ver que te ha escrito alguien más que una rusa que pretende tus amores

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  19. Tienes razón, las cartas tenían un punto de formalidad que no tienen los emails, daban más trabajo . Y eso que no tenían que hacerlas en punto de cruz...

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  20. Ruta de los Poetas Muertos12 de abril de 2014, 22:29

    Me ha gustado mucho esta reflexión tuya sobre las cartas de antaño y los correos electrónicos de ahora; reflexión que comparto desde la añoranza de aquello que fue -aún procuro mandar felicitaciones de mi puño y letra en Navidades- y la claudicación ante las nuevas técnicas...

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  21. Yo suelo mandar alguna carta de puño y letra a mi profesor Emilio Lledó porque sé que le gusta, pero comprendo que es muy cómodo lo de los emails, sin tachones y sin borrar cosas porque no te expresaste como querías, Pero hay algo de íntimo, de cercano, de que a esa persona le importas en una carta escrita de puño y letra. Claudicamos, sí, pero...

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