Mi amiga Irma me trajo este último septiembre una caja de dulcísimos higos y brevas,
recogidos por su abuela en las tierras altas de Santiago del Teide. Yo los dispuse amorosamente en una bandeja sobre grandes hojas de higuera, y, al
compartirlos con los amigos y la familia, he descubierto que, aparte de recetas,
todos tenemos una historia de higueras en nuestra vida.
Mientras los comíamos, allí salieron vivencias de los pueblos de nuestra
infancia, cuando los niños colocaban trabajosamente el falsete, con sus
correspondientes flores de col machacadas, en lo alto de las higueras, llenas de
pájaros desde el amanecer.
Se habló de una vez en que, viniendo un grupo de una fiesta, se pararon a
comer higos de una higuera al borde del camino y, cuando el dueño los
sorprendió, echaron la culpa a la más pequeña (“Comprenda, señor, es que a la
niña se le antojó un higo”), tapándole la boca antes de que la niña dijera “a mí
no me gustan los higos”.
Allí salió también una historia de mi padre, que pensaba siempre bien de todo
el mundo, y de una vez en que íbamos por la antigua carretera del sur y vimos a
unas personas con el coche aparcado y robando higos. Cuando lo dijimos, mi padre
nos sermoneó y nos recordó que no hay que hablar mal de nadie, que no teníamos
pruebas y que probablemente la higuera era suya. Un poco más adelante nos
pasaron (porque mi padre siempre iba despacio) y los vimos unos kilómetros más
allá debajo de otra higuera. Entonces la juerga estuvo servida. De hecho, “la
higuera era suya” es una frase que se ha quedado en el vocabulario familiar para
describir esas situaciones en las que piensas mal de alguien y aciertas.
Las higueras han brindado desde siempre su generoso espacio para jugar al
escondite, para echar un sueñecito, para comer bajo ellas, incluso para alguna
furtiva cita. Tienen ese aire cercano y antiguo a la vez que despierta recuerdos
bíblicos: esa higuera tan injustamente maldita por no dar higos fuera de
temporada (¿qué culpa tiene ella?) o el poema del Cantar de los Cantares:
Levántate, amada mía, hermosa mía y ven…Que en nuestro país se escucha la voz de
la tórtola, apuntan los brotes de la higuera y las viñas en flor
exhalan su fragancia”. O también de “Las Mil y una noches”: ¡Sólo
vosotros, oh jugosos higos, sabéis dejar brillar, en el instante del deseo, la
gota hecha con miel y sol!.
Hace poco hemos sembrado una higuera en un rincón de la huerta. Por ahora, es
sólo una promesa, una vara fina con cuatro hojas mal contadas pero llena de
yemas. Y, aunque hay un dicho que previene de su sombra, el futuro trae imágenes
de siestas en veranos dorados, amparados y adormecidos por el susurro de sus
anchas hojas verdes.
Debe ser algo muy parecido al Paraíso.
Tienes razón, amiga Jane, todos tenemos una historia de higueras en nuestra vida. Hay una higuera en mi infancia allá en la lejana Menorca. Estaba a orilla del mar como allí es frecuente y bajo su sombra había un naciente de agua dulce que creaba un diminuto curso de agua que tras recorrer poco más de tres metros vertía en la pequeña cala. Yo debía tener siete u ocho años pero todavía hoy cuando paso cerca de una higuera y huelo su perfume vuelvo a aquel lugar y aquellos instantes.
ResponderEliminarMás adelante, tengo otro recuerdo cuando la mili. Imáginate en unas maniobras un pelotón de 12 soldados jugando a la guerra escondidos entre las ramas de una enorme higuera por encima de El Sobradillo, comiendo higos y esperando que pasara el "enemigo" Pasaron de largo y cuando nos daban la espalda salimos y los cogimos "prisioneros" No los tratamos mal porque seguimos todos juntos comiéndonos los higos. Ahora que lo pienso al dueño de la finca no debió hacerle mucha gracia pero, en fin, en la guerra como en la guerra.
Por último, no olvidemos que aparte de tus citas, hay que recordar el episodio de la higuera maldita por Cristo que relata Marcos en su evangelio: “¡Que nunca nadie coma frutos de ti!”
Es que también hubo una higuera en la vida de Cristo..
Salud, amiga.
Yo tampoco olvidé la higuera del evangelio de San Marcos. Si te fijas, en los recuerdos bíblicos hablo de "esa higuera injustamente maldita por no dar higos fuera de temporada (¿qué culpa tiene ella?)". Porque es verdad que es injusto, si a Cristo le apetecía un higo, que esperara al verano como todos o que hiciera un milagro, no que maldijera a la pobre higuera que sólo seguía los ciclos de la naturaleza ¿no te parece?.
EliminarY qué historias tan bonitas: esa higuera tan mediterránea que pintas y esa historia tan divertida de la mili... Me gustan.
El profesor Padilla, con su comentario de la higuera menorquina a la orilla del mar, ha traido a mi memoria la visión de una magnífica acuarela que me recibía, a diario, en la sala-comedor de casa de mis abuelos. Y la veía, porque fui a comer allí todos los días de todos los cursos que pasé en las Dominicas de Santa Cruz, desde los 10 a los 16 años.
ResponderEliminarLa mentada acuarela es del insigne D. Francisco Bonnín, insigne maestro del arte del agua coloreada. En ella, aparece representada, a la izquierda del gran espacio pintado, una frondosa higuera que tiene sus raíces en una tierra con tonos siena oscuro, muy cercana al océano que nos rodea, y como fondo, el azul intenso de nuestro trozo de Atlántico.
Según recuerdo, lo mejor de aquella acuarela, no era sólo su calidad y su firma, sino su singular tema: una higuera muy próxima a la mar salada.
Parece que este hecho, al contrario que en la isla balear, no es muy frecuente en nuestro archipiélago y la singularidad de la de D. Francisco, es que la había tomado de algún rincón de nuestra costa tinerfeña. Eso, por lo menos, es lo que siempre oír contar de aquel cuadro que tanto me gustaba que me recibiera, a diario, en casa de mis abuelos.
Mi higuera, querida Jane, no es real, ni despide el peculiar olor de sus frutos. Es una higuera guardada en mi imaginario, desde muy niña, y, como ves, muy presente y muy fresca en mis recuerdos.
Efectivamente, todos tenemos alguna higuera en nuestras vidas.
Son árboles tan bellos y tan distintos a los demás -son retorcidos y no rectos, no se llenan de flores blancas o rosadas en primavera como los cerezos o los almendros...- que no es de extrañar que a un artista le atraiga pintarlos. O hablar de ellos en un poema, como hace Miguel Hernández (Volverás a mi huerto y a mi higuera: / por los altos andamios de las flores / pajareará tu alma colmenera . O en: Como la higuera joven / de los barrancos eres ... /Como la higuera eres / resplandeciente y ciega). O como hace Juana de Ibarbourou en otro poema muy conocido: Cada vez que yo paso a su lado /digo, procurando / hacer dulce y alegre mi acento: / Es la higuera el más bello / de los árboles todos del huerto.
EliminarMe gusta que hayas tenido el privilegio de disfrutar de esa acuarela de Bonnín y que hayas traído aquí esa higuera no real, que muchas veces, como siempre ocurre con el arte, se convierte, para los que la apreciamos, en algo con mucha, muchísima realidad.
Pues sí Jane. En mi vida tambíen hubo una higuera. Tenía más o menos 10 años y estaba de visita en la casa de un tio. El vivía por encima de la Casa Cuna, creo que eso es cerca de Taco, no recuerdo bien. Una noche de Noviembre, más negra que un tizón y con el Cementerio a un lado (venía bajando), observé una gran mole al lado de un torreón, cerca de la Casa Cuna, Confieso que para esos tiempos era muy miedoso. La mole me pareció un fantasma descomunal, me armé de piedras y comenzó el combate. A duras penas le pasé a un lado, por supuesto super "chorreado". Al día siguiente al regresar a la casa de mi tio, observé al fantasma, era una higuera o lo que quedaba de ella, goteando latex como si sus ramas fueran la cisterna de la leche contenida en la ubre de una vaca. Hoy día, mis miedos son por otras cosas que nada tienen que ver con higueras. Salud!
ResponderEliminar¡Qué historia tan cervantina, por lo de los molinos-gigantes y las higueras-monstruos en la noche! El miedo hace exagerar los peligros, me imagino tu alivio al día siguiente y, a lo mejor, el que no lo contaras a mucha gente.
EliminarMis nietos están ahora en esa edad de ver gigantes en las sombras de los árboles oscuros y de tener alguna pesadilla por las noches, y ahí estamos al pie del cañón para tranquilizarlos. Aunque, como bien dices, el miedo no se quita nunca. Y, a lo mejor, eso es bueno, por lo menos cuando está dirigido a cosas reales.
Yo tambien tuve una higuera, para mi que era la de Marcos, pero en bonito. Nunca le vimos un higo; creció "de risa" al lado de una pared de piedra de unos huertos de frutales en el Palomar, camino de Los Sauces a Los Tilos. Creció inclinada, haciéndose sitio, alejándose de la pared que le estorbaba, y sus inmensas y enrevesadas ramas consiguieron dar sombra a la mitad de un huerto al que íbamos a comer peras. Era un sitio refrescante, "aunque nunca nos dejaban entrar en su sombra sudados", te podías enfermar. Era una delicia en pleno mes de agosto ponerte a su sombra, cuando bajabas desde el Escribano de trabajar los huertos de papas de mi abuelo, o cuando subiamos o bajamos de Los Tilos tras haber hecho una excursión. Tenía 16 años, no he vuelto a visitarla, seguramente seguirá igual, eran tierras de secano que apaciguaban su sed con la eterna humedad nocturna del Barranco del agua. Seguro que hoy las irrespetuosas zarzas habrán impuesto la limitación de visitantes. Creo que la próxima vez que vuelva, intentaré volver a verla.
ResponderEliminarMe has hecho volver a los paisajes de mi infancia, a las huertas de Los Sauces, al ruido incesante del agua en los barrancos y atarjeas y a esa preciosa subida a Los Tilos ¿Sabes que de pequeña vi, y oí, su impresionante cascada? Tengo que volver algún día y espero que tú estés allí para acompañarme y encontrar esos rincones de sombra y paz.
EliminarEl dicho de que la sombra de la higuera es peligrosa tiene su "antídoto": basta arrancar tres hojas y ya te puedes repantigar debajo con toda tranquilidad. Mis abuelos también me decían que, después de los higos, no se podía tomar leche. Como no me gusta la leche, no sé si es verdad o es otra superstición. ¿Y de dónde habrá salido lo de "estar en la higuera" para decir que no te enteras de nada?
Otra historia de higueras: una vez, de pequeña, mi abuelo me mandó a buscar agua dándome un cesto para ello. Yo lo miré, pensando que le estaba fallando la cabeza o que quería tomarme el pelo. Hasta que me di cuenta de que el cesto estaba todo tapizado con hojas de higuera. No se me escapó ni una gota de agua.
ResponderEliminarPues otra cualidad para sumarle a las higueras: belleza, fresca sombra, dulces y sabrosos higos con los que hacer mermeladas y otras recetas buenísimas y, ahora, impermeabilidad ¿Qué más se puede pedir?
Eliminar¿ Te das cuenta Jane ?. Basta que abordes un tema para que todos a una nos metamos en él. Esto no es lisonja, lo digo con sinceridad y respeto, me gusta el tratamiento que le imprimes a tus escritos. Y, digo: Por qué no tratamos el asunto de los miedos. Creo que todos hemos sufrido con ellos, unos más otros menos, pero al fin y al cabo los hemos padecido. Cuando era niño mis miedos me producían fiebre hasta el punto de prohibirme ver películas con cierto grado de terror o violencia. No me "pelé" Escuela de Sirenas con las hermanas Williams, la recuerdas?. Vi todas las películas cursi de la época en el Teatro Baudet y en el Cine Victor ( tal vez ya no existen). En Venezuela abundan leyendas que le "paran los pelos" al más pintao. Entre las más conocidas están la Sayona y la Leyenda del Silbón. Y recuerda: es preferible qie digan aquí corrió que aquí quedó, a fín de cuentas el miedo es libre y que cada quíen asuma su barranco.
ResponderEliminar"Escuela de sirenas" fue la primera película que vi en colores (era yo muy pequeña, tendría 3 o 4 años) y todavía la recuerdo de lo que me impresionó, después de haber visto alguna del Gordo y del Flaco o de Charlot en blanco y negro. Después de esa yo también vi todas las películas cursis y preciosísimas para nosotros. Igual hasta coincidimos en el cine y todo. El Teatro Baudet es ahora una sala de Bingo, creo, y el cine Víctor, el último que quedaba de los cines de entonces, lo cerraron hace muy poco.
EliminarGracias por la idea del miedo. Ten por seguro que escribiré un post sobre esto, más que nada para que nos cuentes, en ese momento, la leyenda de la Sayona y la del Silbón.
PD: Me corrigen las noticias que te he dado sobre el Baudet y el Víctor. Mi informante me dice que el Baudet está cerrado ya, ni bingos ni nada, y que el Víctor es una especie de cine/teatro/charlataneo informativo. Así que corregido queda.
Mis historias no son de higos, son de chopos, de verano, de largas siestas, de confidencias y descubrimientos...Pero ya tengo una historia de higos, aunque sea virtual.
ResponderEliminarComo ves, por aquí han pasado historias virtuales, higueras cantadas o pintadas por los artistas o reales como la vida misma. Faltaban higueras históricas y ahí va una, la que le dio unos higos tan buenos a Isabel la Católica (se debe haber pegado un buen atracón) que en muchos sitios de la península a los higos se les llama"isabeles".
EliminarUn beso, Camino.
Nunca pensé que las higueras fueras altas. De hecho, hace poco discutíamos en casa, mi nuera decía que en Cuba no había higos y mi mamá y yo le decíamos que sí, que los hemos visto en varios jardines cercanos, pero son plantas pequeñas y para serte sincera, nadie les hace caso, nadie los come.
ResponderEliminarDe manera que tú serás mi higuera, aquí vendré a acomodarme y descansar después de un día de trabajo, aquí encontraré "ese aire cercano y antiguo"...
AD
¡Qué cosa tan bonita me has dicho, Ade! Me encantará hacer ese papel de higuera...
EliminarLas higueras son más propias de los países mediterráneos pero ya ves que aquí abundan y he leído que también crecen espontáneamente en las costas de Perú. Aquí se dan, sobre todo en las zonas medianas y es raro verlas al lado del mar, como cuentan Melchor y Cehachebé. ¡Y los higos...! Son frutos sabrosísimos, con los que hacer un montón de recetas. Mi hija hace una mermelada de chuparse los dedos, pero también a mí me gustan tal cual. Y si es cogida directamente del árbol, es gloria bendita.
Un beso.
Hola Isa ;en mi casa tengo dos una de higos negros que su comportamiento es normal: echa sus hojas e higos cuando la lógica dice.da unos higo súper ricos y andantes.La otra que tensó los da de color verde eso son anarquistas van a su bola total aún está en su rama sin hoja ,un día de estos los recojo y hago una mermelada de higos verdes
EliminarMmmm, qué rico, Araceli, a ver si la pruebo. La mía no se decide, ni anarquista ni lógica: simplemente indecisa.
EliminarUn beso.
Intenté comentarte en el blog, pero no lo consigo. Quería decirte que qué precioso tu artículo sobre las higueras y los comentarios, como siempre, de tus lectores; y me encantan los versos que citas, ninguno lo conocía. ¡Gracias!
ResponderEliminarEl olor que prefiero sobre todos los demás es el de la higuera en una noche de verano. Es tan dulce y tan delicioso que me llega al alma. Además, para mí encierra todo el encanto del verano, un aroma que es imposible embotellar. Siempre que veo un perfume o colonia basada en higos o en la higuera (y me he tropezado con varias), lo huelo, solo para corroborar que ninguno consigue acercarse siquiera a ese aroma delicioso.
Mmmmmh... me pregunto si tendré que acudir a los métodos drásticos del asesino Grenouille... ¡pobre higuera!
Espero que no, Alicia. El final de "El perfume" es de los que me pusieron los pelos de punta.
EliminarLa química siempre se queda corta con la naturaleza: el olor del césped recién cortado, de la lavanda, del melocotón, de la tierra húmeda recién caída la lluvia... son incomparablemente mejores que las colonias basadas en ellos.
¿Habrá una colonia con el olor del pan recién hecho? :-D
Precioso artículo, higos, brevas y recuerdos (a mí me impresionó de pequeño la lectura en los evangelios sobre la higuera que manda secar Jesús -- ¡que injusto! - leyendo los comentarios veo que no soy el único; me alegra). Por si alguien quiere saber más de Higos, Brevas, Viera Clavijo Y Canarias:
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Antoniof, por tu aportación. Es verdad que muchas veces hay discusiones acerca de lo que son higos y lo que son brevas. Al lado de mi casa había antes una higuera y una brevera, que eran una maravilla. Luego, la pala se las llevó.
EliminarTengo en casa el librito "Los árboles históricos y tradicionales de Canarias" publicado en el 82 por el Instituto Viera y Clavijo y el Cabildo. Y otra vez Viera nombra a Catón y dice "Cuando se trata de plantar el deliberar sería un absurdo: no te detengas, planta sin dilación; esta es una ocupación digna de un honrado vecino, es un obsequio debido a la naturaleza y fácil de practicar". Así que menos meter pala y más plantar.
Isa, eso de que todas las higueras tienen historia es verdad, te voy a contar la historia de la mía.
ResponderEliminartodos los años en verano teníamos que repartir entre los amigos en este caso del club la galera que era mi habita principal los higos, entre los amigos teníamos uno muy especial esposo de una intima amiga, se llamaba Carlos y le gustaban con delirio, enfermo de un cáncer galopante y murió. Ese año la higuera no dio ni un higo, desde entonces la llamamos la higuera de Carlos. Hemos tenido 5 pastores alemanes y 4 están enterrados ahí y mi marido dice que el dia que se muera sus cenizas las ponga bajo ese árbol, le tiene mucho cariño por que el dice que tiene vida. Mañana de dia le sacaré una foto y te la enviaré. Besos...
¡Qué bonita historia la de la higuera de Carlos! Los árboles tiene vida y se les coge cariño, no me extraña nada el deseo de tu marido.
EliminarA mi marido también le gustan los higos con locura y tiene vivo el recuerdo de la higuera del huerto de sus abuelos en su infancia. Desde que vivimos en el campo, sin embargo, las higueras no han prosperado. La que nombro aquí sigue siendo una promesa pero fallida. Apenas unos 10 higos cada año. A ver si espabila.
Un beso, Mari Carmen.