Me ha llamado la atención este 8 de octubre pasado la publicación de dos
noticias que aparecieron a la vez en “El País”. Una era que un alcalde de un
pueblo de Pontevedra destituyó a su padre, número dos del gobierno local, que
llevaba 40 años en el Ayuntamiento. La otra, cinco páginas después, decía que a
Llongueras, el peluquero, lo ha echado su hija de la empresa que él fundó, con
un burofax en el que lo trata de usted, como a los padres de antes, y en el que
le da el finiquito. ¡Pues sí que viene pisando fuerte esta generación!, me quedo
pensando.
Y no digo que no haya padres que merezcan esa patada por el trasero, como
diría tan finamente Ana Oramas, la diputada. Uno de mis amigos, cuando le decía
a su hijo pequeño que se tirara sin miedo a la piscina, que él lo recogería en
sus brazos, siempre se quitaba en el último momento, dejando al pobre niño,
después del planchazo, chapoteando desesperado. Al final lo recogía y le decía:
“Eso es para que no te fíes ni de tu padre”. Y se quedaba más ancho que Pancho,
pensando que le había dado la lección de su vida, sin darse cuenta de la aviesa
mirada del crío, que contenía toda una declaración de intenciones: “Te vas a
enterar tú cuando yo mida 1’90 y te mande el finiquito…”
Y es que hay muchos que no aprenden de la Historia, donde encontramos a cada
paso a hijos y parientes que defienden eso de quítate tú pa’ponerme yo. Ahí
tienen a Nerón que se cargó, sin que se le moviera una ceja o una fibra filial,
a su madre, Agripina; a Pedro I de Portugal que echó del trono a su padre,
Alfonso IV, provocando una guerra civil; o a los Medici, que celebraban las
meriendas familiares con té y galletitas de arsénico.
Pero, después de todo, hay que entenderlos. Agripina era más mala que un
dolor y también tenía su cuota de asesinados; Alfonso IV había mandado matar a
Inés de Castro, la amada de su hijo, al que, con toda la razón del mundo, eso no
le sentó nada bien; y los Medici debieron pensar que a cuenta de qué tú tienes
un ducado y yo no, oye.
A lo mejor, eso es lo que les pasa a los políticos, los pobres: que arrastran
un enfado desde niños por alguna buena nalgada recibida de un adulto. Y ahora se
están vengando.
Por eso, si alguna vez hago el decálogo del futuro jubilado (que no lo haré
porque no me gustan los decálogos), pondría como uno de los principales
preceptos Mimarás y tratarás con guantes de seda a los tiernos infantes.
Porque si no, nunca se sabe si alguno de ellos, cuando crezca, te va a
mandar un burofax, quitándote la pensión.
¡Delicioso el post, como siempre Jane! Creo que es muy acertado el título ;) Un abrazo
ResponderEliminar"Cría cuervos" podría ser también el lema de un futuro Sindicato de Padres Maltratados (SPM)
EliminarGracias, Camino, tú siempre animas. Un beso.
¿Y han visto cuántos casos se están dando de padres (o, con mayor frecuencia, madres viudas) que avalan a sus hijos y pierden sus casas y se ven en la calle cuando ellos dejan de pagar?. Con la crisis se están multiplicando. ¡Angelitos!
ResponderEliminarLos enseñantes hemos recibido en muchas ocasiones a padres y madres que te dicen que no pueden con sus hijos.
EliminarEsos niños consentidos (por algo se usaba antes la expresión "ese niño está reinando", cuando veían a alguno con una pataleta), esos adolescentes malcriados suelen ser después adultos egoístas e inmaduros que exigen a sus padres que les saquen las castañas del fuego, caiga quien caiga.
¿Buscamos culpables?
Descuida: lo tendré en cuenta. Cuando el Terro tenga una de sus pataletas, lo pondré a escribir una redacción sobre las ventajas de tener un hermano, como hizo alguien que yo me sé. Ese día aprendí que para progresar socialmente, hay que ser hipócrita.
ResponderEliminarMi abuelo, cuando sus hijos y sobrinos hacían barrabasadas, como castigo les mandaba copiar un capítulo entero del Quijote. Yo creo que hacer una redacción sobre las ventajas de tener un hermano fue más liviano y creativo, y no me negarás que fue un castigo original y que no se te ha olvidado después de 30 y pico años. Y, si tu hermano habló de las ventajas y tú de los inconvenientes, él no fue hipócrita sino que cumplió el castigo impuesto. Ah, se siente...
EliminarMadre mía, madre mía...Y tu le confías tus hijos Jomeini ;DDD
EliminarEl castigo que yo recuerdo fue que teníamos que estar un día entero en la cama, ea sin menearnos...(comida y baño y ná más) Lo que no recuerdo fue qué hicimos para merecernos semejante tortura...Dios quién lo pillara ahora ;D
¿Un día entero en la cama, Camino? ¿Y lo aguantaban ustedes? Veo que en el terreno de los castigos hay variedad. Mi hermana castigaba a la hija sentándola un rato en un taburete que tenía al lado del teléfono. Hasta que descubrió que la niña, contentísima, se dedicaba a llamar a las amigas...
Eliminar¡¡Claro que no lo aguantábamos...!! El castigo en realidad era todo el fin de semana, sin salir con los amiguitos, sin ver la tele, sin comprar chuches...pero nos levantaron el castigo antes porque no parábamos de enredar...no sé a quién saldrán mis lagart-hijas, jejejeje.
Eliminar¡Un abrazo, Jane!
PD/ el castigo de las redacciones me lo apunto, me ha gustado ;D
Miss Jane, tú, como siempre, dando en la diana. Además, con ese fino e irónico humor que tan bien manejas. Por cierto, un amigo y compadre mío, cuando oye lo de "cría cuervos" siempre añade: "y tendrás muchos".
ResponderEliminar¿Te imaginas lo horrible que debe ser que, encima de que te saquen los ojos, tengas muchos?. No quiero ni pensarlo. Enhorabuena, mi niña.
Una de las primas de mi padre tuvo 11 hijos y ya va cerca de los 30 nietos. Ella siempre decía que la ventaja de tener muchos hijos (o hermanos, tú lo debes saber bien) es que las culpas se diluyen y se reparten. Y, si alguno sale medio trasto (sería mucha mala pata que todos salieran "cuervos"), siempre quedan suficientes hijos para consolarse.
EliminarDe todas formas, es verdad que los tiempos de la Gran Familia quedaron atrás y ya no hay pisos, sueldos ni ganas para tamaños excesos.
Un abrazo.
Una amiga me contó que conocía a un (pedagogo, claro) que hacía comerse a sus hijos los mocos o el vómito o no sé qué, cuando a mí me dio un desmayo, ella le defendió, que los niños esos eran muy malos.
ResponderEliminarPues ya verás tú cuando le tiren por la ventana, lo malos que le van a parecer, porque vamos, que si quieres tener un hijo psicópata, yo creo que es buen método ¿no?
El de la piscina también....
¡Puaf, qué asco! Seguro que Jack el Destripador tuvo padres así. ¡Qué horror! Y sí, el de la piscina también tenía una vertiente sádica... Hay personas que no deberían tener hijos.
EliminarPara no criar cuervos, mi esposa fue siempre una defensora de la psicochancleta. Sin embargo, debo decir que jamás maltrató a nuestros hijos, pero siempre dejó claro quien ejercía la autoridad. Recuerdo que en una oportunidad, uno de ellos, el menor, dijo que iba a visitar a un amigo enfermo y resultó ser mentira. Fue a jugar a un club donde tenía prohibído ir. Dieron las 10 de la noche y nuestro hijo no aparecía. Su madre cerró la casa y se acostó, el sueño la venció. En la madrugada despertó y recordó al muchacho. Este tenía llaves para entrar hasta la terraza. Ella se asomó a la ventana de su habitación y lo vió abrazado a los perros en el garage y allí lo dejó. A la mañana siguiente le abrió la puerta y después de darle la bendición le soltó tremeda bofetada y el regaño correspondiente. Primera y última vez que sucedió el hecho. Hoy mi hijo tiene 32 años, está casado, es Médico y tiene un hijo. y no se frustó y adora a su madre. Yo me enteré del caso a los días, trabajaba en otra ciudad. Algunos padres cria cuervos porque tienen vocación para ello. Mi esposa y yo formamos hijos.
ResponderEliminarGenial lo de la psicochancleta. No había oído yo esa denominación del método clásico de educación.
EliminarUna de mis amigas, con 3 hijos hoy ya adultos, les daba de pequeños la nalgada antes de salir a la calle, por si acaso y para que fueran derechitos. Y mi marido también alcanzó, una vez a los 12 años cuando transformó la nota de un 3 en un 8.
A mí no me gusta pegar, pero alguna nalgada se me ha escapado. De todas formas, creo que todos hemos sido alguna vez merecedores de la psicochancleta.
Una vez lei a Mafalda que la zapatilla de su madre tenía mucha oratoria, y no me cabe la menor duda que la de mi madre era del mismo fabricante, oye, con dos "plaf plaf" en la misma nalga te lo explicaba todo, aunque luego a ella le gustaba puntualizar " que no te lo diga más ". Y quedaba todo entendido. Luego la experiencia como madre fue distinta en cada caso; la mayor aceptaba con sollozos ir a su cuarto, al segundo no hizo falta castigarlo y con el pequeño no hubo manera, tuve que encargar una zapatilla oradora. Con las alusiones históricas me has recordado a mi abuela materna que me decía , " tus hijos te harán lo que te vieron hacer con tus padres ". En fin, que aquí seguimos encaminándolos Un buen post Abrazos
ResponderEliminarTambién Mafalda decía que después de todo había que entender a los padres, que nadie nos enseñó a esto y no nos quedaba más remedio que improvisar. Y así fuimos, con el método de premios y castigos y el de ensayo y error, a ver qué tal, y aplicando a cada hijo lo que nos parecía que era adecuado a cada uno. Hace tiempo, en una conversación con ellos nos dijeron que no lo habíamos hecho del todo mal. Eso consuela.
EliminarUn abrazo.
Tengo una tía, viuda y sin hijos para la que cualquier problema lo soluciona "la prole". ¿Que hay alguien enfermo?.......pues que lo cuiden sus hijos,.......¿qué una persona queda viuda?.....el problema se soluciona con que los hijos se vayan a vivir con ella,... ¿la soledad?,......¡eso no existiría de haber tenido hijos!.....Cuando uno la oye hablar da la sensación de que los hijos son puras marionetas al servicio de las necesidades de sus progenitores.
ResponderEliminarLa verdad, Jane, es que yo creo que a mi tía no se le pasaría nunca por la cabeza la posibilidad de que existieran hijos como el del alcalde del pueblo de Pontevedra o el de la hija de Llongueras.
Besos.
Siempre me gustó aquel texto de Khalil Gibran: Tus hijos no son tus hijos. / Son hijos de la vida / deseosa de sí misma. / No vienen de ti sino a través de ti / y, aunque estén contigo, / no te pertenecen. / Puedes darles tu amor, / pero no tus pensamientos, / pues ellos tienen sus propios pensamientos...
EliminarEn la vida y en la literatura (¿Te acuerdas de Tita, la protagonista de "Como agua para chocolate" de Laura Esquivel, que debe renunciar a formar una familia con el hombre amado porque, como hija pequeña, debe dedicar su vida a cuidar de su madre?) hay personas que ven a los hijos como objetos que han hecho, como inversiones, y que, por lo tanto, tienen que redundar en su beneficio.
Sólo le pido a la vida que, cuando esté muy viejita, no me chifle tanto como para pensar así. Y, si lo hago, tú, que eres más joven, ponme a leer a Gibran y a Esquivel, además de darme un papirotazo en la cabeza.
Un abrazo.
Excelente post. Es una delicia seguirla, ¡como a todas las mujeres de mi vida!
ResponderEliminar¡Ah!, los hijos. En el matriarcado en el que me eduqué todo estaba reglado. Normas de comportamiento, urbanidad, disciplina....Romperlas llevaba aparejado un castigo ineludible; volver a reincidir te aseguraba una buena bofetada o varias, e incluso algún azote con el cinto al uso, o el más cercano. Con ser el menor de ocho hermanos, fui el que más recibió, sería por aquello de seguir el movimiento hippy del 68. Mi rencor de juventud fue bastante elevado, pero efímero. Cuando tuve mis hijos entendí mucho de lo vivido.
Pero, la dulzura de nuestra matriarca era tal que, a los cinco minutos de infligir el castigo ya estaba jugando y besándote. Nos enseñó a ser una familia unida, donde la estructura piramidal funcionaba sin excusa, donde la ayuda de unos hermanos a otros era de obligado cumplimiento. Así estudié mi carrera fuera de mi lugar de residencia. Mi madre, esa mujer dura, era el centro de nuestro universo, incluso después de su fallecimiento.
Eduqué a mis dos hijos de manera similar. Les he dado mucho más de lo que yo recibí, incluso privándome de algunas cosas. Aprendí y aprehendí que debía ser así y así lo practiqué.
En más de una ocasión ha llegado a mis oídos su agradecimiento haberles impedido convertirse en esos desalmados que salen el los programas de televisión, y ocasionalmente, en las noticias.
Aún hoy, ya cumplidos los cuarenta, cuando alguno de ellos se dirige a mí me trata con respeto y con cariño, conscientes de que somos padre e hijos, no amigos.
Sus profesores jamás tuvieron miedo de ellos y sintieron su respeto.
Así me lo enseñaron y así los he enseñado yo.
(Por si acaso, me he procurado un patrimonio suficiente para no llegar a ser una carga económica para ellos - Ya se sabe, el amor se desvirtúa cuando los intereses se interponen demasiado).
Creo que muchos de nosotros hemos entendido mejor todo esto de la educación cuando hemos sido padres (y profesores). Es un privilegio haber tenido una buena educación y haberla sabido transmitir a los hijos. No es nada fácil, sobre todo hoy que muchos de los valores que nosotros aprendimos (y aprehendimos) parecen estar de capa caída. Mis nietos a veces me cuentan, escandalizados, casos de gente que conocen (aunque no salgan en las noticias) que se aprovechan de otros, que engañan, que se cuelan, que se ríen del extranjero que viene a consultarte una dirección, que no pueden hablar sin soltar un taco en cada oración... gente maleducada. en fin. En ellos el respeto , la decencia y la dignidad humana brillan por su ausencia.
EliminarQue tus hijos reconozcan tu esfuerzo al educarlos y hacerlos personas válidas es uno de los mejores regalos que se pueden recibir.
Un saludo y gracias por el comentario.