Esta semana mi primo Néstor ha creado un grupo de wasap, conmigo y mis hermanos, los 4 niños que crecimos juntos en la calle del Pilar y de San Miguel en Santa Cruz. Es un chat para la nostalgia y le puso por nombre "Nosotros". Ya mi hermano mandó una foto de unos niños jugando al fútbol en una calle sin coches -"Esto era vida", dice-; mi hermana, una foto de Marisol en "Ha llegado un ángel" -"Aquella época..."-; y yo subí las tres primeras fotos en las que se nos ve juntos a los 4, para que eligieran el icono del grupo. Optaron por la que pongo al inicio hoy, hecha en la primera comunión de mi primo, todos serios y vestidos de domingo, yo con gorro de casquete y todo. Hasta mi hermano, que tenía ahí 6 años, posa con corbata, como un señor.
"Nosotros, los de entonces" es el título que hoy cogí prestado a una novela, muy entretenida, de Marta Rivera de la Cruz que leí hace un tiempo y que va de unos amigos que se reúnen años después de que la vida les fue llevando por distintos derroteros. El título se basa en los versos de Neruda del poema 20 en "20 poemas de amor y una canción desesperada":
"La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
No, nosotros los de entonces, ya no somos los mismos. Esos niños de la foto peinan ya canas, aunque las disimulen; algunos nos sentamos y levantamos de las sillas en un ¡ay!; al que no le duele una cosa le duele la otra, y ya la vida se nos presenta bastante más corta por delante que por detrás.
Pero algo del niño que fuimos debe de permanecer en el fondo cuando se nos hacen tan vivos e ilusionantes los recuerdos de los tiempos pasados. Hace poco Juan Antonio, un amigo que es de mi generación (él también es uno de nosotros, los de entonces), se lamentaba en Facebook de que ya no queda casi ningún establecimiento de los de toda la vida. Alguien le nombró unos cuantos y él le contestó: "Me temo que el "toda la vida" al que yo me refiero es distinto al tuyo".
Tiene razón, desde luego. Han desaparecido muchos establecimientos "de toda la vida nuestra" (sin hablar de los cines). Están todavía Calzados Dorta, donde antes hacían zapatos a medida (ya no), Bata, Óptica Rieu o la cafetería El Águila, más o menos en la misma esquina de San José de antes. La mercería El Escudo sigue vendiendo sedalinas y botones de todas las formas y colores, y Las Tres B (buenas, bonitas, baratas), uniformes y ropa de mago y carnaval. Permanecen en su sitio el Estanco Conchita, cerca de la Plaza de la Paz, el Bar Imperial y sus bocadillos y, también curiosamente, Muebles La Moderna con esas estancias enormes y ese aire de estar a medio gas. Y poco más.
Pero ya no están los comercios que me gustaban tanto cuando niña: Óptica Ramos, con los dos muñecos móviles en sendas ventanas del escaparate, el viejito leyendo y la viejita haciendo punto; la juguetería Bazar Colón, en donde también había otro autómata, un negro que tocaba el bombo con la punta del pie; Los Reunidos, de la calle Barranquillo, el paraíso de las golosinas; o Butterfly, que traía cosas orientales preciosas. Desaparecieron Calzados Martín, que eran de mi tía abuela Isabel y La Flor del Líbano de Don José Alí, en donde siempre nos hacían rebaja. De la Droguería Ayala quedan, en la pared en donde estuvo, los atractivos azulejos anunciando aceite de hígado de bacalao; y un banco de la Plaza de los Patos, también de azulejos, recuerda a Las Tres Muñecas. En La Viuda de Gil vendían por metros una tela para sábanas que llevaba un sello azul añil con el dibujo de una señora con tirabuzones y un nombre sugerente: "Sábanas Mesalina". Se esfumaron Vogue, donde compré el tocado de novia, y también Alberto Martín en donde puse la lista de boda. Había entonces tiendas impensables hoy en día, como la de Teresa en la calle Viera y Clavijo, que arreglaba las carreras de las medias (¿Se imaginan? Hoy se arruinaría), o la Clínica Bebé, donde ¡"curaban" muñecos! Las Peponas, Koppel, Cinetea, la Ferretería El Martillo, La Casa Portuguesa, La Sonora, Regia, Almacenes Granero... todos nos parecían eternos. Nos equivocábamos.
Pero aún estamos nosotros, los de entonces, que muchas veces, cuando nos reunimos, recordamos y revivimos las películas que veíamos en los cines de aquel Santa Cruz (el Víctor, el Rex. el Royal Victoria, el Baudet...). Sentimos en el fondo de nuestras papilas gustativas sabores no todavía perdidos, como el de los berberechos de Los Paragüitas, el de los calamares del Bar Los Claveles, el de los dulces del Tea Room o el de los helados de La Valenciana, Marpi o La Flor de Alicante. Y compartimos con placer las fotos de aquellos lugares que amamos y conocimos tan bien.
No, no somos los mismos, pero nos unen las mismas vivencias, imágenes y sensaciones, "la misma noche que hace blanquear los mismos árboles". Mientras estemos aquí los que recordamos, nada se habrá perdido.
Una imagen de ahora: Las Tres B, uno de los comercios que siguen existiendo |
Tampoco Galerías Preciados, ni Grundig, en la calle del Pilar. Ni la heladería La flor de Alicante, ni la Viña del Loro, ni...mis años de aquella época. Claro, que los recuerdos sí lo son, aún. Bellos recuerdos y agradable grupo de WhatsApp.
ResponderEliminarIncluso los que todavía permanecen han cambiado, igual que nosotros. Un remozamiento no le viene mal a nadie. Y como decía Cafrune y lo he repetido algunas veces, "lindo haberlo vivido pa poderlo contar".
EliminarLa Portuguesa, donde íbamos a comprar cartulinas para manualidades.
EliminarLa tienda de comestibles Los dos Hermanos, si mal no recuerdo en Callao de Lima frente a los pabellones militares, tenían en el mostrador de madera un aparato que bombeaba el aceite y lo despachaban por pesetas.
EliminarY los almacenes "Folias" y la tienda de "Esperancita", en la calle Viera y Clavijo esquina Callao de Lima, una casita muy pequeña a la que se entraba bajando un escalón.Y en la calle Galcerán el bar "Retama" con su ensaladilla con caballa por encima y el café "Palermo" en la plaza de la Isla de La Madera.
ResponderEliminarY "Singer", donde todas las chicas iban a aprender a coser a máquina (yo no) y en donde ahora está el Parlamento, y El Globo, y la Librería La Prensa... y tantos otros, a los que un día nos acercamos a buscar algo y nos encontramos con que había desaparecido y se había convertido en otra cosa. Ley de vida, dicen.
EliminarLo que no quita para no recordarlos con cariño.
Ni bazar beirut, ni la mercería que estaba enfrente del Escudo, ni Mayarí
EliminarBuenas tardes Jane: al leer hoy su página me ha entrado un poco de nostalgia de las que te dan un poquito de pena. He pensado si acaso en nuestra generación no estará empezando a surgir una nueva "enfermedad". Me explico: hace unos días un primo mío me envió un washap con fotografías y canciones de mi pueblo (Barakaldo). A mi me pareció precioso y se lo enseñé a mis hijos, después de verlo... me miraron y con todo cariño me dicen, "Ama, pues nos era tan bonito como tú nos decías".
ResponderEliminar?La nueva enfermedad no será nostalgistis?
Un abrazo muy cariñoso.
Has acertado plenamente con el diagnóstico, Rosa María. Una enfermedad que nos hace ver más bello el pasado remoto (la foto que puse de mis hermanos, mi primo y yo es del 10 de mayo del 56, hace 61 años) y nos hace olvidarnos de que no había trajes hechos y tenías que buscar modista o de que tampoco la oferta era tan amplia como la de ahora. Tal vez miramos hacia atrás con tanto amor porque entonces la vida se extendía amplísima ante nosotros o porque teníamos la seguridad que te da el no tener que decidir nada ¿Tú crees que la nostalgitis tendrá cura?
EliminarQué gusto Isabel recordar todos esos lugares de Santa Cruz. Me gustó especialmente saber que la tienda donde mi madre nos compraba los zapatos de pequeños era de tu tía abuela Isabel. Gracias por revivir con tus relatos El Niño que llevamos dentro. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, Sole, era una tienda de las de antes, con mostradores de madera y cristal y las cajas de zapatos a la vista, y mi tía siempre vestida de marrón (me da que iba de hábito del Carmen, pero no sé por qué) con un cinto del que colgaban unas tijeras. También a mí me compraban los zapatos allí muchas veces y sé que a mi abuela, su hermana, cada año le regalaba mi tía unos zapatos de tacón negros, por supuesto. ¡Qué tiempos!
EliminarUn abrazo.
Así la recuerdo Isabel y el olor a piel que desprendía la caja de los zapatos, porque aquellos sí que eran buenos zapatos... También recuerdo la amabilidad y la corrección en el trato. Otro aliciente más para ir a la tienda de "Doña Isabel". Qué detalle lo de regalarle uno zapatos a su hermana . Buenos tiempos cuando la amabilidad es un valor.
EliminarMuchos de los comercios de entonces eran llevados por los propios dueños. Supongo que eso influiría en el trato exquisito. Porque es verdad que lo había e incluso en muchas tiendas se conocía a los clientes por su nombre. La amabilidad y la buena educación era, como dices, un valor.
EliminarLos recuerdo todos ,,,creo que te olvidas de la tienda Parrilla , telas de gran calidad y Carmen, su dueña amable y cariñosa.
ResponderEliminarPara hacer el post de hoy me ayudaron los recuerdos míos y de mis amigas, las "niñas del colegio". LLegué a reunir unos 100 nombres de establecimientos "de toda la vida" (Parrilla estaba, por supuesto. La recuerdo bien), pero para que el post no se convirtiera en un catálogo, escogí unos cuantos nada más. Lo bueno es ver como somos tantos los que las recordamos. "Yo iba a comprar allí", nos decimos,"y tal vez alguna vez coincidimos".
EliminarHola Jane. Yo no viví en Santa Cruz pero si me acuerdo de muchos de esos locales "que ya no están" y de algunos edificios que fueron emblemáticos. Me acuerdo que en 1965 (creo que era ese año)fuimos a ver un hotel de nueva construcción(¡¡¡con ascensores!!!) se llamaba Hotel Diplomatico. Ya sé que le falta el acento, pero cuando lo vimos por primera vez, se lo dijimos al guardián de obra y creo recordar que tiempo después le pusieron el acento.Lo más que hecho en falta son los cines que han desaparecido, y las tiendas que llamábamos "los indios", aunque mejor sería decir hindúes o paquiistaníes. Los ojos se nos iban con todos los aparatos que veíamos y que no podíamos comprar. Pero soy de los que creo que ningún tiempo pasado fue mejor, lo que pasa es que el filtro de la nostalgia nos hace recordar las cosas de otra manera. Un beso Jane. Juan
ResponderEliminarUna cosa curiosa, Juan, es ver cómo en aquel Santa Cruz estaban distribuidos los locales. Los indios, como todos los llamábamos, estaban en la parte baja de la calle del Castillo y San José, y en la Plaza Candelaria, y se dedicaban a aparatos y a joyas. Mi amiga Conchi me recordaba que traían cosas exquisitas de la China y que se podían ver en sus escaparates colmillos de elefante tallados. Yo tengo dos tazas de té chinas de esos tiempos (las únicas que sobrevivieron a un juego de 12 que tenía mi abuela). Los libaneses estaban por la parte de arriba de la calle del Castillo y por la Rambla Pulido (René, Casa Emilio, Mariquita la Mora...) y se dedicaban a las ropas.
EliminarLeí una entrevista de hace 10 años hecha al cónsul de la India y este decía que antes en la calle San José había 40 tiendas de indios y que entonces sólo quedaban 5. Me imagino que hoy habrá una y va que chuta. Una de las grandes, Maya, cerró hace 2 años, después de 60 aquí. Todos tenemos algún aparato comprado allí.
Yo tampoco creo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero es bueno recuperar momentos placenteros en los que fuimos felices. Por ejemplo, tu comentario me llevó al recuerdo de que yo iba a bailar con mi novio al "Hotel Diplomático", en cuya terraza en los veranos tocaban grupos que nos encantaban, como "Los Sombras".
Así que a veces ¡bendito filtro de la nostalgia!
Un beso, Juan.
¡Qué bonito, Isa, y qué recuerdos! Salir del colegio y pasear por Santa Cruz era para mí París. Claro, vivir en un pueblo y llegar a Santa Cruz era demasiado. Blusas y telas en Karina ¿puede ser?, la lencería en Koppel y la dulcería mejor del mundo enfrente de Las Tres muñecas a donde mi madre nos llevaba a mi hermana y a mí a comer unas macetas de crema riquísimas ¡Y los bocadillos de La Garriga! ¡Cuánto nos gustaba ir! Sólo entrar y aspirar el olor era como aquel de Tijarafe que no podía comer queso porque no tenía dinero y se ponía un trocito en el hombro para olerlo.
ResponderEliminarCuando volvía a casa, me sentía la chica yeyé :-D
Pues, Nievitas, cuando vuelvas por Tenerife, no probarás los dulces del Atlántida Tea Room (que supongo que es la dulcería que estaba frente a las Tres Muñecas), pero sí los bocadillos de La Garriga que sigue existiendo. Se fundó en 1953 y el año pasado se mudaron de local. Están en la misma calle, Pérez Galdós, pero ahora un poco más arriba y en un sitio más amplio, con mesas y todo. Lo que menos me gustaba del de antes es que tenías que comerte el bocadillo ahí en la barra mientras la gente esperaba agolpada. A mí me gusta sentarme y comer con calma. Cuando vengas, lo haremos.
EliminarUn beso, chica yeyé.
Querida Isa, ¡me has hecho recordar tantos establecimientos de aquella época! De algunos ya ni me acordaba pero todos los que nombras también yo los conocí ¡Gracias por recordarnos tantas cosas!
ResponderEliminarLa memoria es como las cerezas: empiezas a tirar de una y salen un montón enredadas. Una heladería, por ejemplo, te lleva a otra y con el recuerdo vas recorriendo las de aquel tiempo. O te imaginas en la calle del Castillo y empiezas a bajar mentalmente por la calle y te vas encontrando con sitios que no pensaste encontrar allí, en un rincón de la memoria.
EliminarGracias por recordarme tantos establecimientos que tenía totalmente olvidados.
ResponderEliminarSi te juntas con dos o tres de aquella época, en menos de nada salen un montón. Hoy mismo una amiga me llamó y me dijo así sin más: "¡Mayarí!". No me acordaba y era de los sitios habituales de compra.
EliminarY María Distinción, las dulcerías Soto y La Gloria, todas en La Rambla cerca del estanco Conchita. Me encanta tu blog.
EliminarEs verdad, Aurora. Aunque creo que la Dulcería Soto todavía existe en la calle Salamanca. Yo siempre digo que si alguna vez cierran El Carrera en La Laguna y Casa Pancho en la Playa de la Arena, entonces diré lo de que "nada es eterno". Los dos abrieron a mediados de los 60 y son para mí "sitios de toda la vida".
EliminarYa puestos, como soy un golfo, veo que nadie ha nombrado el Parque "Restregativo" como establecimiento desaparecido. Y ya ves, fue una entidad importante en Santa Cruz, puesto que muchas, muchísimas personas se divirtieron, incluyéndome. Era la época de la represión y venía muy bien un roce bailando con una desconocida, que además se lo pasaba también bien. ¡Que tiempos!
ResponderEliminarPues sabrás, Enrique, que yo conocí bastante el Parque Recreativo y no como piensas tú. Cuando era pequeña y vivía en la calle del Pilar, allí vi mis primeras obras de teatro. Solían venir por Navidades compañías de la península que representaban cuentos infantiles. Recuerdo ver a la primera actriz, una mujer talludita ya y con peluca rubia y trenzas, haciendo de Caperucita o de princesa. A mí me parecía preciosa y disfrutaba como loca con las obras. Después siempre me ha seguido gustando el teatro. Más tarde fui allí al cine algunas veces, pero dejé de ir porque había pulgas ¡Qué de cosas se acuerda una!
EliminarTierno y punzante tu post de hoy, que como casi todas las cosas que, de verdad, merecen la penan, mezclan y armonizan ambos sentimientos. Decía nuestro viejo profesor D. Emilio Lledó que el hombre es memoria y que sin ella, añadía, no había vida. Me gusta esta vida que me permite recordar, a veces solo y otras con la ayuda de gente con una memoria extraordinaria como la tuya. ¡¡¡Felicidades!!!
ResponderEliminarAquí estaremos, todo el tiempo que podamos, recordando juntos. El pasado es muchas veces como un puzzle o como una manta de patchwork. Cada uno pone un trozo de tela o una pieza y, al final, tenemos la manta completa o el cuadro hecho. También cada uno recuerda algo y, compartiéndolo y juntándolo, podemos reconstruir un tiempo ya desaparecido.
EliminarAsí que muchas gracias por tu idea del wasap, que va en esa línea ¡Ya quisiera yo tener una memoria extraordinaria...! Pero juntos tal vez surja algo.
Sabes que te quiero.
Buenas noches
ResponderEliminar¡¡¡¡ Que ilusión me ha hecho la foto ¡¡¡¡¡¡
Muchos besos a los cuatro
Eliminar¿Viste lo pibitos que estábamos? Y ahora que si me duele la espalda, que si me tengo que teñir los pelos... ¡esto de cumplir años (60 más que entonces) no es plan!
Muchos besos
PD: Tú también eres de los de nosotros, los de entonces.
Gracias Isabel por estos preciosos recuerdos.
ResponderEliminarMi hija me dijo que este post sería más cercano a la gente de aquí que es la que conoce todos estos sitios. Pero yo pienso que cualquier persona reconoce la nostalgia y me imagino que también habrá pensado en aquella tienda de su pueblo o ciudad que ya no existe y en donde la llamaban por su nombre.
EliminarGracias a ti, Loly, por permitirme compartirlos contigo.
Es cierto, no somos los mismos pero compartimos en el recuerdo idénticos lugares emblemáticos de toda la vida. De la vida de nuestra quinta, claro...
ResponderEliminarEl sabor de una horchata en Marpi, la diversión de nuestros pequeños en los asientos suspendidos en el aire del Zapatito de Oro, el inmenso Bazar Colón, perfecto para perderse entre juguetes, y tantos otros comercios y cines más modernos que también desaparecieron y da mucha tristeza verlos cerrados y sucios.
Suerte que en nuestra memoria siguen brillando igual que entonces.
¿Sabes qué iba a tomar yo siempre a Marpi cuando salía los domingos del cine Víctor? Un helado de turrón con barquillo. Los más buenos que me he tomado nunca. Era además una tradición, no recuerdo habérmelos perdido jamás. Tienes razón, ese sabor es uno de los que duran para siempre.
EliminarMuchas gracias por mandarme la foto. Aunque no puedo ponerla en el comentario, la añadiré al final del post ¡Esa Rambla de Pulido casi sin coches y la Heladería a medio cerrar o a medio abrir...! Me encanta.
Querida Jane:
ResponderEliminarUn paseo por el Tiempo...pasado.
Paseo por lugares comunes, calles, tiendas, cines, muchos de esos sitios ya no existen, sólo en nuestra memoria.
Por ejemplo, en la calle de San José,antes de su remodelación, había cuatro mercerías. Bajando por la acera de la derecha, desde la calle del Norte (Valentín Sanz) y haciendo esquina con José Murphy, estaba la mercería "La Fama", por encima había otra, pequeñita, la de las Bouza y más arriba la de "El Escudo", ésta es la única que sigue abierta, después de la reforma de la calle, en su nuevo emplazamiento de la calle Viera y Clavijo. En la acera de enfrente, por encima más o menos del fotógrafo Adalberto Benítez, se encontraba la de "El Drago".
¡Bien se cosía antes! casi nada venía confeccionado.
¿Y los cines?, ¡cómo desaparecieron del centro de Santa Cruz! concretamente, en nuestro barrio de El Toscal, en un radio de más o menos cuatrocientos metros, funcionaron cinco cines, el San Martín, en la calle del mismo nombre, hoy es un espacio dedicado a gimnasio polideportivo. El Toscal y el Royal Victoria (este último ocupaba un edificio ecléctico muy interesante) en la calle de La Rosa. El Parque Recreativo, también desaparecido, entre la Calle de La Luna, Puerto Escondido y la plaza del Patriotismo. El quinto cine era el Ideal Cinema, en la calle de San Francisco Javier. Funcionaba en las noches de verano, al aire libre y el resto de temporada servía como cancha de baloncesto.
Un recuerdo especial para un pequeño tramo de la calle de La Rosa. Justo enfrente del cine Royal Victoria, estaba la Dulcería Victoria, que aparte de hacer dulces muy buenos, fue la primera pastelería que hizo pizzas. Al lado de la dulcería , haciendo esquina con Santa Rosalía, estaba el bar Servando, famoso por sus churros de pescado...
Enfrente, en la otra esquina de La Rosa con Santa Rosalía, en los bajos de un edificio modernista, que tiene una fachada con elementos florales y que milagrosamente se conserva aún (¡menos mal!), estaba el bar "Los Claveles". Sólo me acuerdo que al pasar por él, se oía el claqueo de las fichas de dominó sobre las mesas de mármol...
Yo ya sé, Candidaeréndira, que si hay alguien con memoria fotográfica del Santa Cruz de entonces, eres tú. Cuando tengo alguna duda, sé siempre que me la resolverás. Lo que me sigue asombrando es que hasta oigas claquear las fichas de dominó del Bar "Los Claveles". Increíble. Bueno, tampoco tan increíble. Teniendo en cuenta que todavía olemos los churros de pescado de la esquina de al lado...
EliminarJane:La pagina me trae muchos recuerdos de Santa Cruz, estaba buscando historia sobre viejos comercios y esta me ha sido de gran ayuda. Quizás alquilen recuerde la librería Bilbao en calle 25 de Julio frente a la escuela de Comercio. Su propietaria Maite , pero no puedo recordar el apellido. Saludos y muchas gracias.
ResponderEliminarOtra librería Casa Manolo , al comienzo de la cale del Castillo, frente Ferretería el Martillo
ResponderEliminarLa mercería Distinción, a la cual mi tía, que era excelente modista, iba a comprar complementos. (Cremalleras, cintas, botones..).
ResponderEliminarCreo que la dueña se llamaba María porque en casa siempre llamaban a la tienda María Distinción.
Si no recuerdo mal, la tienda estaba ubicada en la Rambla, muy próxima a la Plaza La Paz.
Y quién recuerda la joyería Rosendo, al principio de la calle del castillo?
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