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(La Sibila de Delfos, de Miguel Ángel) |
En aquellos lejanos tiempos en los que los dioses dominaban la Tierra, Zeus -que, a pesar de ser el rey de todos ellos, no lo sabía todo- quiso averiguar en qué lugar estaba el centro del mundo. Para ello puso a volar a dos águilas desde cada extremo del universo y lanzó desde los cielos una piedra, el omphalós, el ombligo del mundo. Águilas y piedra se encontraron en Delfos, una zona de aires limpios en la ladera del Monte Parnaso, cercado por rocas centelleantes, las Fedríades. Allí se levantó un templo a Apolo y, no sólo se guardaban los Tesoros de las Ciudades-Estado (era tierra sagrada e inviolable), sino que también se resolvían las preguntas e inquietudes sobre el futuro que ricos y pobres llevaban a los pies de la Pitia o Pitonisa. Esta, medio colocada por extrañas emanaciones que brotaban de la tierra, daba enigmáticas respuestas que los sacerdotes traducían e interpretaban.
He estado en estas dos semanas anteriores allí, en Delfos, en el ombligo del mundo, un lugar bellísimo que transmite paz y hace pensar en la Grecia original. Hemos subido la montaña sagrada igual que los miles de peregrinos que antaño tenían tanta fe en las respuestas del Oráculo ¿Qué le hubiéramos preguntado entonces sobre el tiempo por venir? ¿Vislumbraría algo de lo que esperaba al mundo como para dar una respuesta sabia?
¿Habría adivinado la Pitia este futuro en que los nombres de los dioses y de los filósofos han sido degradados a carteles en hoteles y restaurantes (Hotel Hermes, Hotel Poseidón, restaurante Epikouros, Taberna Panta Rei, Shop Artemisa...)? ¿Habría pre-visto las riadas de japoneses llegados en cruceros de alturas imposibles contaminando el aire con flashes y selfies y llenando las calles de los pueblos blancos del sur y de las islas? ¿Le habría dado un pasmo la visión de los pueblos convertidos en un enorme escaparate de ofertas repetidas? ¿Habría soportado la carga de las desapariciones de tantas bellezas: ciudades enteras que una vez fueron poderosas, como Micenas y la propia Delfos; estatuas consideradas maravillas del mundo como la de Zeus en Olimpia o la de Atenea en el Partenón; tesoros de los que nunca más se supo...? ¿Sufriría una depresión muy grande al darse cuenta de que ya no era el ombligo del mundo?
Si la Pitia -la Sibila de Delfos que Miguel Ángel inmortalizó en el techo de la Capilla Sixtina- fuera verdaderamente sabia y vislumbrara la Grecia actual, me atrevería a decir que no quedaría decepcionada porque lo importante se ha conservado. Vería que en los griegos de hoy sigue latiendo el mismo ingenio y tesón de aquellos inventores y constructores que edificaron enormes templos e idearon los primeros artilugios de la ciencia (hasta un "cine" capaz de presentar un mito en movimiento). Sus descendientes han hecho la maravilla del Canal de Corinto que cercena un istmo en dos o el Museo Nacional frente a la Acrópolis, un edificio hecho de inteligencia y luz. Y se hacen fuertes frente a las crisis.
Comprobaría que sigue habiendo fiesta y risas y magia en las tasquitas frente al Mar Egeo, en donde se siguen sirviendo los mismos alimentos que comía Platón: aceitunas, queso, berenjenas, higos, pepinos, pescados... y un vino fresco y dorado que te puedes morir. Que los paisajes tienen, igual que antes, el color del verde de los olivos que les regaló Atenea y del azul transparente del mar de Poseidón. Y que el sol sigue tiñendo de naranja el cielo y congregando adoradores en cada atardecer.
No, nosotros sabemos (igual que esa Sibila clarividente hubiera adivinado si lo fuera) que allí ya no está el ombligo del mundo, si es que estos existen. Pero, igual que el sonido radial de una campana, las ondas de aquella civilización prodigiosa han llegado hasta nosotros: la filosofía, la ciencia, la idea de la democracia o de unos juegos universales (todavía se llaman olímpicos)... allí nacieron y se propagaron hasta hoy. Hasta en el fondo de nuestro lenguaje viven las raíces griegas. Por eso, como en un rito, mis compañeros de viaje y yo, al final de cada comida, hemos alzado una copa de ouzo, el licor griego hecho de uvas maduras y anís, y hemos brindado por esa Grecia eterna que forma parte de lo que somos.
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Delfos
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El omphalós, el ombligo del mundo
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Lepanto
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El Canal de Corinto
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Hasta el vino alude a mitos. Este (delicioso) al León de Nemea
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Atenas desde la Acrópolis |
Me han dado mucha envidia. Eso no se hace.
ResponderEliminarNo era mi intención :-D Solo quería compartir el recuerdo de unos días estupendos y animarte a que también te des de vez en cuando una vueltita por el mundo. Eso da vida.
EliminarMe ha encantado, Isa️️️️️️️.
ResponderEliminarMuchas gracias, Melchor. Y gracias por las complicidades, por los kalimeras y "californias" de cada mañana, por el buen humor y las buenas caras, por tu paciencia y tus sabias explicaciones. Es un lujo tenerte como compañero de viaje. Y no te digo como amigo.
EliminarUn abrazo.
¡Precioso relato, Isabel Duque Fernández! Me declaro envidiosa también!
ResponderEliminarNo, no, nada de envidias. Lo que hay que hacer es por lo menos una vez al año (que no hace daño) planear, con amigos que tengan tu misma idea de lo que es un viaje, un paseo por algún lugar del mundo que te apetezca. Por mi parte, no muy lejos ni muy extraviado. Como decía mi amiga Ángeles (que ya no está pero que disfrutó como una loca viajando), un sitio en que hubiera paisajes preciosos, cultura y una terraza para ver pasar el mundo. Grecia tenía las tres cosas.
EliminarSí, una de las cosas que tiene que tener el lugar a visitar, es una terraza,un balcón donde contemplar la vida.
EliminarEs la condición imprescindible. Yo recordaba películas como "Shirley Valentine" o "Zorba el griego" en las que salen esas tasquitas con mesas y manteles a cuadros pegados a la orilla de un mar sin mareas ni olas ¡Pues existen! En Ytea (donde además nos bañamos), en Galaxidi, en Lepanto, en Katakolon, en Nafplion, en Agios Theodoros, en Santorini... Terracitas con encanto lejos de las grandes ciudades donde captar la Grecia real.
EliminarEstupendo relato, ������ un poquito de envidia sí que da.
ResponderEliminarGracias, Carmen Paz. Por lo que sí podríamos dar envidia es por haber desconectado un poco del pandemonium (por cierto palabra griega) nacional (y ni siquiera lo hicimos totalmente). Un viaje cansa a nuestra edad pero ¡cómo renueva!
EliminarEntre tus palabras y las fotos que ha puesto Melchor en el fb hemos viajado todos a la Grecia inmortal.
ResponderEliminarMuchas veces es una forma estupenda de viajar. A mí me encantan los libros en que se narran viajes, los de Julio Verne, "Moby Dick", "El corazón en las Tinieblas", "La Odisea"... Muchos sitios a los que he ido ya los había vivido antes en los libros. Cuando fui por primera vez a Inglaterra, supe que ya había estado allí antes.
EliminarGracias por tus palabras.
Claro que tengo envidia! Deja ver si convenzo a alguna para ir ������
ResponderEliminar¡Pero bueno! No se trataba de dar envidia, oye. Y no te preocupes, la Pitonisa de Delfos auguró felices viajes para ti en buena compañía (el próximo, aunque cortito pero lleno de buen rollo y risas, el próximo lunes). A mí ya me tienes convencida.
EliminarUn besote.
Cuántos descubrimientos y sensaciones nos has traído en la maleta, Isa... Tampoco esperaba menos de una aventurera como tú, que pasa por la vida exprimiendo cada lugar, cada acción y cada momento con tanta curiosidad y pasión. Gracias por acercarnos a esa bonita isla con tu fabulosa descripción.
ResponderEliminarPues mira, Cande, que yo pienso que aventurera aventurera no soy. Lo sería si fuera como un chico al que una vez oí en el mostrador del Aeropuerto del Sur preguntar: "¿El próximo avión?" "¿Para dónde?" "Para donde sea". Eso sí que es aventura: sin destino previsto, sin maleta, sin alojamiento reservado, sin saber qué te vas a encontrar.
EliminarPero sí es verdad que todo viaje tiene algo de aventura y que siempre habrá hallazgos y encuentros inesperados.
Un abrazo.
Ah, que envidia de viaje. Siempre he querido ir a Grecia, por ese aire de ciudad eterna, por vislumbrar los albores de la civilización, porque queda mucho en nosotros de aquellos griegos.
ResponderEliminarComo siempre, me ha encantado leerte.
Besotes!
Bueno, Trescatorce (por cierto, encontré en Atenas camisetas con tu nombre y todos sus derivados. Después de todo allí fue donde nació el número pi), no te preocupes que, si tienes ganas de ir, tarde o temprano lo harás. Mírame a mí, 5 años estudiando griego clásico, 10 años dando clase de lo mismo, 38 también dando clase de filosofía y, por supuesto, nombrando a los filósofos griegos, que si Platón por aquí, que si Diógenes por allá... y ahora, a los 69 años ya jubilada desde hace 9, puedo cumplir mi sueño y satisfacer mis ganas. Nunca es tarde. Ánimo.
EliminarBesotes.
Hola Jane. Antes de nada, felicitarte por el viaje y secarme la "baba" que se me cae. Como decía una amiga, AHÍ EMPEZÓ TODO. Lo que ocurre es que muchos de los adultos no tienen ni idea de lo que significa la cultura griega en nuestras vidas.
ResponderEliminarMuchos de mis alumnos no estudian ni griego, ni latín porque dicen que no sirven para nada. Y si les preguntas que van a hacer te dicen: Derecho, Filología Francesa, Italiana o Inglesa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!, y se quedan tan anchos.
Claro que la culpa no es de ellos sino de lo que le oyen a los adultos o en las redes sociales.¿Qué vamos a esperar cuando el otro día le oí decir a un profesor universitario de Física que las Ciencias Sociales no eran verdaderas ciencias?. Lo miré, le sonreí y lo único que pude decirle es :¡Creo que no has entendido nada!. O como diría mi madre: Hay gente que pasa por la Universidad, pero la Universidad no pasa por ellos. Un beso Jane. Juan
Tienes razón, Juan, ha sido una de las grandes pérdidas en la educación de nuestros niños. Estudiar nuestros orígenes nunca es una pérdida de tiempo. Igual que pasa con la literatura, la historia del arte, la historia de las religiones, las matemáticas, las ciencias naturales, la filosofía... que nos las han ido recortando cada vez más en aras de un mayor utilitarismo mal entendido. En el Preu de mis tiempos todos teníamos Ciencias Naturales y todos teníamos Historia del Arte. Una educación más completa, dónde va a parar.
EliminarPero con estos mimbres tenemos que trabajar.
Ya te harás un viajito "baboso" de estos en cuanto te jubiles. Ya verás.
Un beso, Juan.
¡¡��Que ganas de hacer lo mismo!!
ResponderEliminarA mí con los relatos de viajes me pasa lo mismo. Y cuando le digo a mi marido: "Me hace ilusión ese viaje", siempre me dice. "¿Y cuál no?". Como decía el actor Antonio Gamero: "Como fuera de casa, en ningún sitio".
EliminarAsí que, si eres de las viajeras como yo, ya sabes: a ello. Todo es ponerse, Esther.
Bonito relato
ResponderEliminarMás bonito que relatarlo fue vivirlo, Mingo. Y como fuiste el artífice principal de que todo saliera estupendo, te doy las gracias de todo corazón. La parte más latosa de los viajes es, una vez se tiene pensado lo que queremos ver, buscar vuelos, hoteles, coches... todo lo que hace el viaje más cómodo y placentero. Y eso lo hiciste sobre todo tú con eficacia y buen humor. Gracias, gracias, gracias. Después de tantos años viajando juntos, sigue siendo un privilegio tener tan buenos compañeros de viaje.
EliminarEfjaristó.
Me pones colorado que ya me cuesta.
EliminarPues no será por falta de piropos. A la buena gente nunca les faltan :-D
EliminarMe encanta el relato, un paseo por la mitología griega.
ResponderEliminarUna vez dije que Inglaterra es literatura. Para mí Grecia es mito. En cualquier lugar sabes que fue donde cayó el ómphalós, donde Egeo estuvo esperando las naves de Teseo tras la derrota del Minotauro, el monte en el que habitaban los dioses, donde se aceptó el olivo de Atenea y no la sal de Poseidón... Todo la historia griega nace de los mitos y ellos son también el origen de nuestra cultura europea (Europa también fue raptada por Zeus y llevada hasta Creta...).
EliminarHe disfrutado como una loca con este paseo por los mitos.
Un abrazo.
Qué bella forma de contar un viaje, Isabel. Me ha encantado tu relato con esos interrogantes y las fotos. Supongo que también me gustaría el ouzo, creo yo.
ResponderEliminarNunca he estado allí pero has despertado mi interés.
Un beso
Gracias, Chelo. La verdad es que, si cuento un viaje, más que poner aquí una guía de los sitios que visité (ya para eso hay blogs de viajes excelentes), prefiero hablar de lo que me sugirió, de lo sentido y pensado.
EliminarAl salir de los sitios habituales, siempre surgen reflexiones sobre los lugares, pero también sobre las personas que conoces, sobre las cosas que te sorprenden, sobre las comidas que no habías probado... Yo recomendaría un viajito como asignatura ineludible para dejar de considerarnos el ombligo del mundo (incluso, como en esta ocasión en que una ha viajado al "ombligo del mundo" :-D)
Un beso.
Qué maravilla. No conocía la historia del ombligo del mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los mitos nos enseñan un montón de cosas. Estuve dando un año la asignatura de Mitología y disfruté un montón. La manera de explicarse el mundo, la de verse cada cultura como "los verdaderos hombres" o como "el pueblo elegido", las explicaciones hasta de los cultivos (ese olivo regalo de Atenea y que llena los campos de Grecia, por ejemplo)... todas son maneras de justificar nuestras acciones y nuestra presencia en el mundo. Así somos los humanos.
EliminarMuchas gracias y un abrazo, Dorotea.
Precioso viaje y precioso relato, Un lujo. Gracias, Jane ;))
ResponderEliminarSé que tú especialmente lo hubieras disfrutado. Grecia, el mar, las alusiones a los filósofos, tu gusto por viajar... ¡A programar un viajito así!
EliminarUn abrazo.
Como bien dices, me encantaría un viaje así. Bueno, el día que pueda hacerlo (espero que llegue), tengo el camino allanado, pues el itinerario que hiciste creo que es inmejorable. Besos.
ResponderEliminarSí, a veces es bueno seguir huellas. Nosotros, antes de programar el viaje, leímos blogs de viajes y pedimos asesoramiento a Chris, un amigo griego que tenemos y que nos dio sabios consejos (por ejemplo, no tener coche en Atenas).
EliminarUn beso y ánimo con los planes viajeros.