lunes, 5 de febrero de 2018

Un lento vino pálido




El mayor inconveniente de haber llegado a una edad tan provecta como la mía es que se nos están muriendo a cada paso los de alrededor y el tanatorio se nos ha convertido en un lugar habitual. Como decía la poeta colombiana Meira Delmar, "y se me va llenando / de nostalgia la vida / como un vaso colmado / de un lento vino pálido...".

Este mes de enero he ido a dos entierros de dos personas, una mujer y un hombre a los que no conocía. Una va a esos sitios llevada por el cariño que se les tiene a sus familiares y amigos, con la sana intención de acompañarlos y darles un abrazo. Pero, después de todo, los que han muerto son los verdaderos protagonistas y todos los que los quisieron están allí porque ellos existieron. Quieras que no, las vidas que vivieron, las personas que fueron, sus experiencias, sus sentimientos, están también presentes y se van haciendo reales cuando allí, en el tanatorio, escuchas.

Ella fue una mujer que ha muerto con 46 años. Tenía dos hijas a las que adoraba y a las que preparó (si es que eso se puede) para el golpe que habían de recibir. Cuando en diciembre ya supo que le quedaba poco tiempo, se las llevó a Eurodisney para regalarles un último recuerdo brillante. Era una mujer vital, alegre, muy guapa -ojos verdes preciosos y sonrisa perenne-. Sus amigos y primas recordaban aquella vez que se disfrazó de Torrente con unos dientes horribles, lo divertida y bromista que era, lo que le gustaba esquiar y sentir el frío en la cara, la voz tan dulce y cálida cuando cantaba...

El fue un hombre que ha muerto con 83, aunque hacía años que la niebla del alzheimer lo fue despidiendo poco a poco. Pero, antes, fue una persona valiente y decidida -"se atrevía a cualquier cosa, no tenía miedo a nada"-, un hombre entusiasta, divertido, ingenioso y culto. Le encantaba el fútbol ("estuvo a un paso, cuando era joven, de que lo fichara el Real Madrid"), la literatura, la música ("¿Te acuerdas de lo que le gustaba Ray Conniff?"), las canciones y el parrandeo ("él fue quien me enseñó a tocar el timple"). Tuvo una vida plena: estudió Derecho, tuvo 4 hijos, viajó, vivió en Londres un año, cambió de trabajo cuando quiso y hasta escribió poesía. Alguna vez se le oyó decir que él tenía 150 años porque el tiempo que vivió, lleno de tantas y tantas experiencias, le había cundido.

Los dos se diferencian en edad, en sexo, en las circunstancias en las que vivieron y en las que se han ido. Pero los dos fueron personas que amaron y fueron amadas, que han pasado por la vida dejando huella en los demás, que vivieron intensamente. Para los que no los conocimos, son dignos de respeto y admiración porque supieron vivir. Para los suyos -a pesar de la nostalgia, ese lento vino pálido- siguen estando presentes. Son la "luz que nunca se extingue" de la que habló otro poeta.

Ella se llamaba Ruth. Él se llamó Nicolás.

18 comentarios:

  1. Ese lento vino pálido..que bonito tu escrito, Isa.Y dice mucho de ti, de tu sensibilidad y empatía.Un fuerte abrazo.

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    1. Meira Delmar fue una poeta llena de sensibilidad. Sus versos transmiten esa empatía de la que hablas y en ellos se encuentran los temas del amor, la tristeza, la muerte y el olvido. El otro poeta que nombro (sin nombrarlo) es Eloy Sánchez Rosillo, el autor del poema "Luz que nunca se extingue", un canto a la permanencia entre nosotros de los que se fueron. Termina así:
      "No conoce la muerte la luz del corazón.
      Contigo vivirá mientras tú seas:
      no en el recuerdo, sino en tu presente,
      en el día continuo del sueño de tu vida".
      Muchas gracias por tus palabras y por tu cariño. Un abrazo.

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  2. Ignacio Luján García San5 de febrero de 2018, 13:01

    Si Isabel, eso he descubierto también, sin creer que llegue a “una edad provecta ” o metido de lleno en ella sin saberlo. Se me mueren los cercanos, los amigos, los conocidos, los desconocidos y hasta los que hace años se fueron y solo batallo por mantenerles vivos en el recuerdo, que no se mueren los que recordamos, solo los olvidados.
    Gracias.

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    1. Hace poco fui con mis nietos a ver "Coco", la última película de Disney-Pixar (preciosa). Habla del culto a los muertos en México, acercándose a los rituales del Día de Difuntos en los que en todas las casas se ponen fotos de los familiares que han muerto y se hacen meriendas en el cementerio. Es para ellos un día alegre porque es un día dedicado al recuerdo, que es necesario porque puede haber un momento en el más allá que alguien desaparece: esa es la segunda muerte, cuando no quede nadie que sepa su nombre ni lo recuerde.
      No, no se mueren los que recordamos.
      Conjurar el olvido es lo que todos hacemos, cuando leemos libros sobre el pasado, cuando hacemos álbumes de fotos, cuando hablamos con quienes conocieron a nuestros mayores, o con los amigos y la familia, cuando queremos saber algo de su vida... Cuando escribo este blog.
      Un abrazo, Ignacio, y gracias.
      Ah, y lo de la edad provecta, ni caso.

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  3. Tienes razón, es digno de respeto y admiración el que sabe vivir y queda en buenos recuerdos de su gente. De quién le amaba y a quién amaba. Supongo que, a la postre, no hay mejor recompensa. Precioso texto. ^__^

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    1. A mí me encantó el artículo, paradójicamente lleno de optimismo, con el que el neurólogo Oliver Saks se despidió de este mundo al saber que tenía cáncer terminal.En la misma línea en la que he escrito hoy, dice: "No puedo decir que no tenga miedo. Pero mi sentimiento predominante es el de gratitud. He amado y he sido amado; he dado mucho y me han dado bastante; he leído, viajado y escrito". Afortunados los que pueden, como Ruth y Nicolás, decir lo mismo.
      Gracias, Enrique, por tus palabras.

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  4. Hola Jane. Estamos en la edad en que vamos a más entierros que bodas y/o bautizos.
    Menos mal que nos coge con más experiencia vital y que salvo cuando es joven (en ese caso hasta nos enfadamos con la Vida o con la Muerte), sabemos "estar" y acompañamos a esas personas que convivieron experiencias con la persona que ha fallecido.
    Algunas veces oyes historias que te sorprenden y te das cuenta que a lo mejor no has hecho lo que deberías, y hasta te hace recapacitar y tomar decisiones.
    Un beso Jane. Juan

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    1. Me acuerdo de una película que vi de joven (¿podría ser "Calabuig" de Fernando Fernán Gómez?). Solo recuerdo una escena, la de un hombre que va a morir y se desespera porque no ha hecho nada y sus manos estaban vacías. Desde entonces tengo la idea de que la vida tiene que ser algo que merezca la pena, una serie de experiencias que nos reconforten. Y por supuesto decir no a todo lo que nos lastra y no nos dejar vivirla plenamente.
      Sí, las experiencias límite nos hacen pensar.
      Un beso, Juan.

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  5. Carmen Paz Gutiérrez Arienza5 de febrero de 2018, 21:43

    Poco a poco se nos van los amigos y los seres queridos, con frecuencia me acuerdo de tantos que se fueron demasiado jóvenes, una pena, pero sigo teniendolos en mi memoria y recordándolos tal como eran

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    1. A mí me pasa con mis alumnos. Tengo tantos que se fueron jóvenes... Pero también cumplieron su ciclo y, aunque estuvieron pocos años, también dejaron huella, también los sentimos cerca.

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  6. Carmen Teresa Hernández BRuno5 de febrero de 2018, 21:48

    Uff Isabel, que triste y deprimente, sólo leí el principio. Ya sé que es la realidad, pero...

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    1. Pues no quería que resultase deprimente, Tere, todo lo contrario. Si te animas a leerlo hasta el final, verás que hablo de vidas plenas de sentido, de personas que disfrutaron de la vida. Para ellas se inventó la frase "puesto que existimos, alegrémonos". Y después, la muerte no existe sino para los que quedamos.
      Un beso.

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  7. Son las etapas de la vida, aunque creo que la muerte está presente siempre. Además hay temporadas en las que varias personas conocidas, queridas o quizás no tanto se van. Él se fue en su momento. Siento más lo de ella.
    Un abrazo.

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    1. Cada uno cumplió su ciclo, pero es evidente que siempre sientes más que alguien se vaya joven. Y es verdad que la muerte forma parte de la vida, es una etapa más que no nos hemos acostumbrado a asumir porque se nos educa para darle la espalda. "La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene", decía Jorge Luis Borges. No puede existir lo uno sin lo otro.
      Un abrazo.

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  8. ¡Cuánta verdad, Jane!
    El viernes pasado falleció mi prima Kristina (con K, porque era sueca, como sabes). Aunque era una muerte esperada, no deja de ser una gran ausencia.
    Tenía exactamente mi edad, (mismo mes, mismo año), y unas cualidades extraordinarias. Esto lo decíamos en vida, como de mi querida Eduvigis.
    Dejó todo preparado, hasta la música que debía escucharse en su funeral. Era gran amante de la música clásica, sobre todo de la ópera, viajera, lectora... preparaba unas comidas, que, aparte de deliciosas, presentaba con unos detalles y un gusto exquisito, madre y abuela ejemplar, etc, etc.
    Podría estar escribiendo sobre ella horas, pero lo dejo aquí. Un testimonio.
    ¡Hasta siempre Kristina!
    .
    P.D.: Una casualidad el tema que has tocado, que me ha permitido escribir algo sobre ella.
    Gracias.

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    1. Hay un poema de Álvaro Mutis titulado "Amén", que comienza diciendo "Que te acoja la muerte con todos tus sueños intactos". Pero yo prefiero decir que es mejor que te acoja con sueños cumplidos. Personas como Kristina supieron vivir la vida y cumplir sueños. Y si, además, consiguieron dejar recuerdos imborrables en las personas que la quisieron, seguirán vivos por mucho tiempo y es una forma de inmortalidad.
      Siento mucho tu pérdida pero piensa que tuviste la suerte de compartir parte del camino con una persona extraordinaria.
      Un abrazo grande.

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  9. Un lento vino pálido, embriagador como el alcohol de la despedida. Esa es la copa en la que todos beberemos y, a pesar de que la partida es dura para los que se quedan aquí, con el dolor dentro, reconforta mucho saber que se ha pasado por la vida viviéndola y no de brazos cruzados viendo cómo pasa.

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    1. En un artículo de Javier Gomá (un filósofo que me gusta) habla de las necrológicas, de esas palabras que se dicen en los entierros y en los periódicos sobre los que han muerto. Pero él va más allá y nos dice que, mientras vivimos, permanece abierto el contenido de ese elogio fúnebre ¿Qué querrías que dijeran de ti? ¿Cómo te gustaría ser recordado? Estamos a tiempo de llenar nuestra vida de aquello que la hace digna de ser vivida. Y termina con un consejo de Séneca: cuida de la imagen de tu vida. Esto enlaza con lo que dices, no nos quedemos de brazos cruzados viéndola pasar.
      Un abrazo, Cande.

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