lunes, 2 de abril de 2018

La infancia me envió una postal




"A veces la infancia me envía una postal" es un verso del poeta Michael Krüger en su libro "Previsión del tiempo" ¡Qué verdad más grande! Yo no sé a ustedes, pero a mí a cada rato se me llena el buzón de la memoria de postales de mi niñez. Miren, si no, la que me mandó esta Semana Santa pasada sin ir más lejos.

En una familia tan religiosa como la mía, en Semana Santa los niños asistíamos a todas las misas, visitábamos todos los monumentos, coleccionábamos estampitas hasta de San Dionisio Areopagita, veíamos en el cine "La túnica sagrada" y "Los diez mandamientos" y no había procesión a la que no asistiéramos como una santa obligación y como si fueran a pasar lista. Y de todas, la más importante para nosotros era la del Señor de las Tribulaciones porque pasaba por mi casa, por la calle estrechita y entonces de callaos del Barrio del Toscal que lleva su nombre: calle del Señor de las Tribulaciones.

A nosotros, los niños, nos encantaba la vida del barrio. Enfrente de casa había un pasaje y una ciudadela con mucha vida y muchos niños, y casas terreras a lo largo de la calle, con tejado unas y  con azotea otras, en las que veíamos gallinas, conejos y hasta una cabra. Estaba el estanco de Gobi, el futbolín de don Federico , la carpintería de Vicente, la venta de Bartolo en la esquina, el carrito de doña Nati más arriba...En el taller de mecánica de enfrente de mi casa estuvo mucho tiempo un King Kong de una carroza de carnaval que medía 5 o 6 metros de alto  y que nos daba un susto de muerte cada vez que abríamos la ventana del despacho de mi padre (vivíamos en el primer piso) y nos encontrábamos frente a frente con la cabezota negra y amenazadora. En el centro de Santa Cruz el Toscal tenía entonces un aire de pueblo. Todos nos conocíamos.

Había muchos personajes pintorescos. Estaba el Tocatodo, que iba tocando coches, paredes, puertas y farolas; o el del Transistor, al que no vimos nunca sin él a la oreja; o el Cartucho, que dirigía el tráfico; o Quico, el borrachito que todos los sábados por la noche nos despertaba con una canción de Machín arrastrada: "Tengo una debilidá, ay qué calamidá, mi vida es un disgustoooo. Yo no sé qué voy a haserrrr, o me curo de este mal o me voy a enloqueseeeeerrr".

El día de la Procesión, el martes de Semana Santa, el barrio se vestía de fiesta. Se hacía una alfombra de flores de la que todo el mundo se sentía tan orgulloso como si fuera la del Corpus de La Orotava. Las ciudadelas se baldeaban, se ponían las más perfumadas y floridas macetas en las ventanas y todo el mundo preparaba sus galas. En mi casa ese día se montaba una merienda especial porque toda la familia y las amigas de mi madre venían a ver la procesión desde las 8 ventanas que daban a la calle. Desde por la mañana los olores de los marquesotes, los bollos de manteca y los almendrados que hacía mi abuela se notaban antes de subir la escalera. Recuerdo las torrijas y unos sandwichs que me gustaban mucho y que preparaba mi madre con una pasta hecha de sardinas en lata, pimientos, huevo duro y aceitunas. La mesa se vestía con el mantel bordado de La Palma y a los niños nos ponían desde temprano a deshojar rosas para echárselas al Cristo cuando pasara bajo nuestra ventana.

Y a la hora de la procesión, allí estábamos todos, acodados para ver al Cristo, las caras expectantes, las manos agarrando una cesta llena de pétalos de flores, preparados, listos, ya, para tirarlos; la música vibrando cuesta arriba, la calle llena de gente con sus trajes de fiesta, las mujeres de la ciudadela de enfrente alegando... y Quico, el borrachito, que va y les dice con la misma voz tronante con la que nos despertaba los sábados: "¡¡¡Chissst!!! ¡¡¡A callar todas ustedes!!! ¿No ven que está pasando el Señor de las Tres Purgaciones?"

Esta fue la postal que este martes pasado de Semana Santa me envió mi infancia.

(Gracias a Javi, Isa, Pepe y Clari, que en este martes de Semana Santa de 2018 me sirvieron de corresponsales y me fotografiaron la procesión del Señor de las Tribulaciones. Y a Iris, por compartir recuerdos)

42 comentarios:

  1. Que bonita tu postal, Isa. Bueno, bonito como tu lo cuentas.
    Las de semana santa que me manda mi infancia son terroríficas. Yo odiaba las procesiones y los oficios o lo que fuera aquello; con la iglesia llena llenísima de gente. Y todo el mundo compungido, y no se cantaba y se escuchaba un sermón muy raro a medio día de no se cuando que era el de las "siete palabras" o algo así.
    Terrible. De las películas solo me gustó Ben Hur que duró para varios años, eso si.
    En fin
    Besos

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    1. "Ben Hur" todavía dura, Ana. Y he oído por ahí que algún alcalde está pensando volver a aquella España tristona en que no se podía durante esa semana ni cantar, ni silbar, ni jugar a las cartas, ni tocar las campanas. En la radio, música clásica como corresponde a un velatorio. Un horror.
      Pero los niños son niños siempre y, aunque nos mandaban a callar si alborotábamos mucho, nos podía la novelería. Yo recuerdo encantada un sábado santo en la iglesia de Realejo Alto en donde se escenificaba la resurrección. Se quedaba la iglesia a oscuras a las 12 de la noche y se oía un ruido ¡catacrock! y carracas sonando (supongo que querían teatralizar la apertura del sepulcro) y después se encendía todo y aleluyas por aquí y por allá. Era bastante espectacular para un niño.
      Besos.

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  2. Tal cual lo cuentas, desde por la mañana ya la calle estaba con niños y algarabía mientras se hacía la alfombra.Aunque llevo muchos años sin asistir,por lejanía y otros motivos,no hay martes santo que no recuerde esa procesión.Gracias por llevarme de vuelta a esos recuerdos del pasado,del barrio y sus gentes.

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    1. Ay, Iris, cuando yo me fui del barrio, en el año 73, ya casada y con una niña, tú tenías 8 años. Así que fíjate la de años que hace de todo esto que cuento. Pero mientras mi madre vivió, seguí siendo fiel a la cita de la procesión del Señor de las Tribulaciones y, después del año 96 en que murió, no hay semana santa en que no la recuerde como tú y en que la infancia no me mande una postal de todo aquello.
      Besos y gracias otra vez por compartir recuerdos.

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    2. Tú te fuiste y yo seguí disfrutando y compartiendo de lo que quedó allí,de la gente,la venta de Bartolo,la carpintería con su olor a serrín,el taller de Manolo,el estanco de Tomás,la venta de la esquina de abajo en Santiago,etc..Nada que agradecer.

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    3. Supongo que Manolo el "Charanga" fue quien hizo el King Kong de mis pesadillas. Había anécdotas buenísimas de los personajes del Toscal. Daniel Duque cuenta también otra de Quico el Tapicero. Les decía: "Pibes, resurta que Dios trabajó seis días, ar séptimo descansó y hasta hoy no ha dado más gorpe. Y pretenden que yo...". Una buena filosofía existencial.

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  3. Recuerdos compartidos por otro niño del Toscal.

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    1. Del Toscal no solo son las chicas guapas, como decía Marichal. También los chicos guapos, oye. A la vista está.
      Toda calle de barrio es un paisaje del corazón, me decía Daniel Duque, otro niño del Toscal. Dichosos somos los que compartimos ese paisaje.
      Un besote, Juancho.

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    2. Martes santo en el Toscal.
      Mi calle de San Francisco
      tapizada de adoquines.
      Los niños en los balcones
      con canastillos de flores.
      Un Cristo pasa doliente,
      ante el fervor de la gente,
      por tantas “tribulaciones”.

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    3. Jo, Juancho, eso sí que es una postal poética y no la mía. Tú sí que sabes. Yo a lo más que llego a esto:
      Martes santo en el Toscal.
      Sonaba una sonatina
      cuando el Cristo apareció
      asomando por la esquina.
      Y yo, henchida de emoción
      por un sandwich de sardina,
      le tiré un cesto de flores
      que me dio la tía Rufina.

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    4. Es buenisimo y sin pretensiones; no como el mío.

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    5. Rubén Darío y yo, ahí, ahí...

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  4. Begoña Pérez Fernández2 de abril de 2018, 14:58

    A mí también me has traído muchos recuerdos de nuestro querido barrio del Toscal!Un abrazo!

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    1. Es verdad, Begoña, que tú también eras de las "elegidas". Porque no me dirás que no era un lujo compartir aquel barrio con vistas al mar, sin la espantosa muralla de edificios que luego nos plantaron en la calle de la Marina, con la tranquilidad y el silencio necesarios como para oír desde casa las campanas de la iglesia de San José, tan cerca de nuestro colegio como para ir caminando, y con el Parque y los cines (el San Martín, el Royal, el Ideal Cinema, el Toscal) a tiro de piedra... Fue un buen lugar para crecer.

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  5. Hola Jane. Mi infancia durante la Semana Santa estaba llena de Procesiones pero sobre todo de prohibiciones: No podíamos oír música ni Jueves, ni Viernes Santo,
    no podíamos ni jugar, ni correr, ni siquiera podíamos ir a coger comida para los conejos ni para las cabras, era PECADO MORTAL, y ya se sabe lo que pasaba si pecabas, tenías que confesarte porque si no ibas al INFIERNO.Es decir, castigo, miedo e imposición.
    La única parte "festiva" era que siempre se estrenaba ropa (las familias que podían). Me acuerdo de aquellas faldas nuevas, recatadas sin muchos colorines pero lo más elegantes posibles y para nosotros aquellos pantalones cortos de tergal o cuando estrenabas tu primer pantalón largo, o esa "rebeca" bonita.
    Un beso Jane. Juan.

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    1. ¡Es verdad! Yo me acuerdo de estrenar un traje blanco de volantes almidonados y en los volantes había bodoques y presillas bordados. Además nos ponían sombrero (pamela o casquete). Me encontraba divina de la muerte.
      Creo que, si lo piensas, pasábamos un poco del pecado y del infierno mientras existieran merendolas como la de mi casa en martes santo, paseos por los monumentos coleccionando estampitas a ver quién tenía más y trajes nuevos a estrenar. También nos gustaban la música de las bandas y la parafernalia de las procesiones ¡Ese San Juanito inclinándose ante la Virgen en El Encuentro me encantaba! Los niños se contentan con poco.
      Un beso, Juan.

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  6. Gracias por hacer que "buscara" mis postales de infancia. Las de Semana Santa son parecidas a ésa tuya, lo que, otras iglesias, otras procesiones, también cantar bajito y a escondidas, estrenar ropa...Bonitos recuerdos para mí. Un abrazo.

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    1. Lo de hacer cosas a escondidas es una constante cuando nos prohíben algo. Yo leía a escondidas los libros que no me dejaban leer y mi hija hizo lo mismo cuando le prohibí leer "Las mil y una noches". Y, aunque el resto del año podíamos cantar a grito pelado, bastaba que nos lo prohibieran para que nos lanzáramos por peteneras. No sé cómo no hemos aprendido.
      Un abrazo para ti también, Úrsula, y gracias por acompañarme en recuerdos y realidades.

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  7. Excelente repaso por el ayer de Los Toscales.Ya nada es igual.Y la anécdota de Quico,una genialidad.Felicidades Isabel.

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    1. Gracias, Ramona.
      Es que Quico era genial. En la respuesta a Iris pongo otra perla de su filosofía existencial que me contó Daniel Duque. Pero otra amiga que vivía al final de la calle San Miguel me contó otra. Un señor muy serio con su gabardina y todo le reconvenía por alguna majadería, a lo que Quico le respondió mirándole socarrón: "¿Pero qué le pasa a Colombo?" :-D

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    2. Había aficionados o profesionales del tintorro que eran muy pintorescos.Muchos eran,como imagino sería Quico,ocurrentes y nada faltones o pesados.

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    3. Eso era lo bueno que tenían, lo graciosos que eran. Por eso todo el mundo los respetaba y formaban parte como uno más de quienes éramos el barrio.

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  8. Yo también recuerdo el Toscal de cuando iba a tu casa. Tenía solera y siempre me llamó la atención la ciudadela.

    Vuestros poemas me han emocionado. Un beso

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    1. Esa es la palabra, Pili: solera. Fíjate como se define "solera" según María Moliner: "Cualidad o conjunto de cualidades, a veces recibida por herencia o tradición, que están en la base de la personalidad de alguien, persona o colectividad". ¡Hay tantos barrios anodinos, grises e insulsos...! El Toscal siempre tiene algo que decir, tiene un sello personal.
      Y lo de los poemas... se nota que tienes un alma sensible como corresponde a una artista :-D
      Un besote.
      PD: Aunque el barrio está muy estropeado ahora, la ciudadela está entre lo más bonito del Toscal. Date una vueltita por allí cuando vengas.

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  9. Soledad Villalobos3 de abril de 2018, 22:33

    Precioso relato Isabel, me recordó a las Semanas Santas que viví en mi pueblo de pequeña. Un abrazo.

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    1. Todas las semanas santas se parecían, Sole ¿verdad? Lo bueno es ir rescatando postales, como la vez que nos estremeció un cántico o lo terroríficos que nos parecían los ojos de los capuchinos. Ya no son lo que eran, la verdad (y nosotras, tampoco).
      Un beso.

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  10. Rosa María Fuentes Herrera3 de abril de 2018, 22:37

    Que recuerdos...soy también del Toscal,mi familia sigue viviendo en san Vicente Ferrer pegadito a la rosa,y recuerdo perfectamente ir con mi padre al cine San Martín o al Royal Victoria a ver Ben Hur año tras año jejeje...Mi abuelo y mi padre tenían la cristalería Fuentes en la calle San Antonio y hacían muchas cosas para Don Jesús ,el cura de San José para el día de los monumentos.Me fui en el año 84 pero sigue siendo mi centro neurálgico ya que mi madre sigue allí.

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    1. ¡Mira por dónde pudimos haber sido vecinas, Rosi! La calle San Vicente Ferrer era la de mi colegio (bueno, cogía también hasta Santa Rosalía) y recuerdo perfectamente la Cristalería de tu padre.
      Don Jesús Cabrera fue también un personaje del barrio. Lo llamaban "Estas sí que son folías" por la forma de caminar tan orondo él, pero yo le tenía (y el barrio también) bastante aprecio. Me casó, bautizó a mis hijos, fue profesor mío de religión en el Instituto y, cuando entré yo allí como profesora, fue compañero de trabajo. Un cura de los de antes.
      Yo me fui en el 73 pero hasta el 2006 estaba allí la casa familiar. Ahora vive allí mi sobrina y mis hermanos siguen en el barrio. Como dices, sigue siendo el centro neurálgico mientras estén allí los que queremos.
      Un abrazo.

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  11. Isa, y nos olvidamos de Chanito, el hijo del notario, que no se perdía una procesión. Siempre iba vestido de negro, con corbata y agarrado al trono.

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    1. Hay tantos, Juany... Había uno al que lo llamaban "el Cucurucho", y a otra, "la Miss del barrio" por guapa y vistosa. Si cada uno hablara de un personaje que les llamó la atención, serían cientos. Y también recuerdo a Chanito. Seguramente iba también agarrado al trono del Señor de las Tribulaciones.

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    2. A todos Isa, porque él se apuntaba a un bombardeo. Él no se perdía una procesión.

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    3. Conozco a muchos y a muchas que, aunque no se agarraban a los tronos, tampoco se las perdían... Antes, muertos :-D

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  12. Qué bien lo describes, Isa, es como un cuento que me ha hecho volver al que también fue mi barrio, aunque yo estuviera jugando un poco más abajo, mi calle de la Marina. Recuerdo la Semana Santa, que íbamos a la procesión que salía de la Concepción, el olor de las velas, el perfume de las señoras (algunas vecinas que te saludaban al pasar) engalanadas con sus mantillas, la exaltación de los niños entre alegría y miedo...
    Se vivía misterio en silencio con gran devoción, pero lo más bonito era ver un barrio familiar donde se jugaba en la calle y las fiestas se celebraban en armonía y unión al compás de una vecindad de lujo.

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    1. Era curioso lo que en aquel tiempo jugábamos en la calle. La calle era la prolongación de casa: allí se jugaba al brilé, a la rayuela, al escondite, a los corros... En aquellos tiempos sin tele ¿sabes lo que más recuerdo de la calle? Cuando en las noches de verano todo el mundo sacaba las sillas a la calle y se ponían a alegar. La tele lo cambió todo, parece mentira.
      No supe entonces (o a lo mejor, sí) que eras vecina de barrio, un poco más abajo. Tú irías por la calle de La Rosa hacia tu casa, yo por la de Méndez Núñez. Pero mira por dónde, siempre hemos estado cerca.
      Un abrazo, Cande.

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  13. Gracias, Isa, por enviarme esa postal. A mí me encantan las procesiones, la Semana Santa, y me encanta todo lo que dices, lo que cuentas. La primera vez, con 13 años (mis niñas del colegio son testigos) me llevó papá a Jerez. En aquel momento conocí a mi abuelo. Fuimos con el colegio, ellas hicieron su ruta, yo me quedé en Jerez. Llegar a Jerez fue el sueño de mi vida, de conocer a mi abuelo, de conocer Jerez. Era Semana Santa, mi padre me vistió con una mantilla de mi bisabuela, ¡con esa edad! y me sacaba por la Calle Larga de noche a oler a esperma, a incienso, a azahar. Jerez tiene embrujo, un duende que no se ve pero que se siente. Fue lo más bonito que me ha pasado en la vida: ver una semana Santa, ver a mi familia jerezana, ver un espectáculo lleno de religiosidad y, no sé, de todo eso, de embrujo, la Semana Santa de Jerez tiene embrujo. A mí me impresionó más que la Feria, con lo novelera que soy. Fue una época preciosa donde mi padre me hizo vivir de otra manera la Semana Santa.
    Aquí en La Palma se vivía al estilo tuyo. El viernes santo mi abuela no nos dejaba ni cantar ni coger una aguja... pero siempre yo, como he sido una novelera, cuando pasaba el Cristo por mi casa como ha sido tradición de toda la vida, yo no estaba triste, estaba contenta porque uno de los cargadores me gustaba, Adelfo que yo lo llamaba Adolfo Bécquer. Y cuando pasaba el Cristo, él me cogía una flor del Cristo y, bueno, esas tonterías de adolescente.
    Fui creciendo y la Semana Santa para mí hoy a mi edad es otra cosa. No son imágenes, veo que todavía de eso se vale mucha gente y bendito sea Dios, pero yo hoy creo en otra cosa, en un Cristo que no se quedó en el sepulcro sino que está vivo resucitado, y eso es mi vida, mi ilusión y mi entusiasmo. Pasas una Semana Santa al lado de los que sufren. Este año tuve a mi marido bastante fastidiado y a mi prima inconsolable porque murió su hijo, y no fui mucho a la iglesia porque el Señor también me quiere al lado de los que sufren.
    La verdad, Isa, es que me emocionó tu postal porque reviví mis recuerdos de infancia y, sobre todo, que muchas de ustedes sois testigos de mi llegada a Jerez que fue una de las cosas más importantes que me han pasado en la vida. Todo es bueno pero lo llevo de recuerdo en mi corazón como la Semana Santa más bonita de mi vida. Mi padre, como buen jerezano, me sacaba a la madrugada. "Huele, mira los olores...". A ver el Prendimiento, a ver todas las iglesias, las entradas, las salidas, con un respeto tremendo y claro, yo estaba acostumbrada a ver aquí al Cristo con dos o tres capuchinos, penitentes como los llaman ellos, y allí era un espectáculo lleno de religiosidad, de entusiasmo, de fe. Un rebujón como es Jerez pero sobre todo un duende tiene Jerez que no se ve pero que está.
    Un besito, cariño. Gracias por esa postal.

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    1. No cabe duda, Nievitas, de que los ritos y las costumbres son la columna vertebral de la convivencia en sociedad y que cada uno lo vive a su manera. No es lo mismo cuando se tienen creencias religiosas, pero incluso no teniéndolas, hay ceremonias, cánticos, procesiones, ritos... que ponen los pelos de punta y despiertan las emociones de todo el mundo. Me puedo imaginar perfectamente verte a tus 13 años maravillada con todo lo nuevo que ibas conociendo. Guarda ese recuerdo entre polvo de estrellas para que nunca se evapore.
      Un abrazo grande.
      PD: Y jajajaja vaya con el Adelfo, robándole una flor al Cristo para dársela a su chica. Por lo romántico tuvo el merecido nombre de Adolfo Bécquer.

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  14. Me ha gustado mucho tu toscalera evocación. También a mí me ha despertado muchos recuerdos dormidos.
    Un abrazo

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    1. Me encanta que te haya gustado. Tú, para mí, eres el cronista y defensor por excelencia del Toscal. Y muchas de las anécdotas y "postales" que guardo en la memoria se afianzaron al hablar de ellas en aquellos viajes en el escarabajo naranja cuando íbamos a trabajar en nuestros años primeros ¡Cuántas risas, cuántos recuerdos y cuánto cariño a un barrio que lo merece!
      Gracias por todo, Daniel.

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  15. Clara Delgado Martín5 de abril de 2018, 16:30

    Qué bonito ISA, también me trajo mis recuerdos, el Sr. de las Tribulaciones porque como tú vivo en la misma calle y siempre la veo y la de la Virgen de las Angustias " La Republicana" tan sobria y tan bonita y con su tradicional "Adiós a la Vida" de Tosca, a la que mi padre me llevaba todos los años desde pequeña y a la que sí estoy en Santa Cruz y puedo, no falto, siempre ves a las mismas personas y te encuentras a mucha gente conocida, que se emocionan y hasta se cae alguna lágrima cuando la banda interpreta la maravillosa Aria de Tosca, de la que nuestra querida y docta amiga Conchitina nos dio una clase magistral sobre su tradición. YO También tengo que dar las gracias a las dos por todo lo que me enseñan ����

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    1. Ahora vivo en el quinto pino, en un sitio por el que solo pasan 5 guaguas al día (y ni hablar de tranvías o trenes), pero no descarto bajar un viernes santo a ver a la Republicana. Una virgen republicana parece una paradoja ¿verdad? Yo la vi de pequeña (ya sabes que no nos perdíamos una), pero sé que ahora me emocionaría más. Y eso que no soy religiosa...
      Y tienes razón. Tener a Conchi compartiendo clases magistrales es un lujo.
      Gracias, Clari. Y también por las fotos (magistrales también).

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  16. El lunes, Jane, una de nuestras amigas comunes se declaró chica de barrio y me gustó que lo dijera, porque yo también considero que lo soy. No del barrio de El Toscal, pero sí del más pequeño de la ciudad por número de calles y por extensión. Es el del Uruguay y en él viví más de 60 años.
    Es un barrio muy tranquilo y recoleto que no celebraba especialmente la Semana Santa con procesiones, pero sí con dos bonitos monumentos, el de la pequeña capilla del Asilo de Ancianos y el de la parroquia de la Virgen de Fátima. Pero, desde siempre, la fiesta grande del que fuera mi barrio, tantos años, es precisamente la celebración del 13 de Mayo, día de esta advocación mariana que da nombre a la parroquia.
    Recuerdo que las calles se adornaban con metros de guirnaldas de papeles de seda, de colores, hechas por los habitantes del lugar, y en la que yo vivía se hacían, además, carreras de cintas en bicicleta y en coches descapotables. Por la noche, divertidas verbenas en la antigua arboleda, primero, y en la plaza de la iglesia que más tarde ocuparía su lugar, en los últimos años, aunque hubo una época en que también se celebraron en mi calle.
    El día de la Virgen, se engalanaban los balcones y ventanas con banderas alusivas a los símbolos cristianos y se hacían alfombras de flores y tierras de colores en las vías por las que iba a pasar la procesión, desde su sede de origen. La presidía el cura párroco, seguido de la banda de música de la ciudad, de todos los vecinos que querían acompañarla y tenía la particularidad de que iba jalonada por policías municipales de Santa Cruz, vestidos con sus vistosos uniformes de gala, porque es la patrona del cuerpo. El acontecimiento festivo se cerraba con una buena exhibición de fuegos artificiales, en la misma plaza de la iglesia.
    Hubo algunos años en los que no se celebró, con gran disgusto, sobre todo, de los más jóvenes y cuando volvió a hacerlo, sólo se festejaba con el recorrido de la procesión. Sin cintas, guirnaldas ni verbenas, pero sí con algunos fuegos, desde la torre de la iglesia. Hace 3 años que no he vuelto por allí, pero creo que actualmente sigue haciéndose de esta modesta manera.
    Como ves, Jane, "a veces la infancia me envía una postal" y la mía, en esta ocasión, la recuperé gracias a la tuya de esas semanas santas que, en tu niñez, tan intensa y felizmente viviste. Mi agradecimiento por ello, querida amiga.

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    1. Pues fíjate tú, no me acuerdo de ninguna divertida verbena en mi barrio o por lo menos no me enteré, con lo que me gustaba a mí una cosa de esas. De modesta manera, nada. Fuerte lujo, con policías de gala, fuegos, carreras de cintas, guirnaldas y todo. A ver, a ver ¿vivía por allí algún capitoste?
      Y en serio, vivir en un sitio así y celebrar las fiestas bien celebradas es un privilegio. Mi enhorabuena, Chari, por haber participado en eventos tan divertidos.
      Un abrazo grande.

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