lunes, 22 de octubre de 2018

Un brindis por Maimónides


Maimónides y sus babuchas

Este otoño, que se me ha presentado viajero y disfrutón, me ha llevado la semana pasada a Córdoba la llana, a la Córdoba de los poetas, la "Córdoba lejana y sola. Jaca negra, luna grande y aceitunas en mi alforja" de Lorca o a la "Romana y mora, Córdoba callada" de Manuel Machado. Hay quienes, como Muñoz Molina, la ven más misteriosa todavía, como "un pergamino rasgado y pulido muchas veces que revela al calor del fuego una escritura invisible". Y es verdad que estas miradas de los poetas le hacen justicia, pero para mí son demasiado aéreas, demasiado espirituales. Y es que, en los pocos días en que entreví esta ciudad que un día fue el centro de un mundo, me pareció tan, tan terrenal...

Sí, sí, ya sé que su templo más famoso, la Mezquita-Catedral, guarda un bosque ascendente de arcos  -la "selva aritmética de las columnas y la arquitectura vegetal de los naranjos y las palmeras" (otra vez Muñoz Molina)- y que su suelo lo han hollado las buenas gentes de dos religiones que querían honrar a Dios.

Ya sé que, curándose en salud, los cordobeses han llenado la ciudad con la imagen de su protector, el arcángel san Rafael, generalmente sobre un montón de columnas triunfales en cada barrio desde las que cuida de todo el personal. San Rafael es omnipresente en Córdoba, no he visto en ningún otro sitio tal proliferación. Me lo he encontrado en hornacinas en la calle, en la torre de una iglesia medio derruida enfrente de la ventana de mi Hotel o en cuadros en el precioso Museo de Julio Romero de Torres (el que pintó a la mujer morena), y su nombre figura en plazas, arroyos, cementerio, instituciones, iglesias, tiendas, restaurantes, ... Como nos dijo Olivia, nuestra guía -que nos enseñó Córdoba con toda la pasión y el conocimiento que al tema puede dedicar una cordobesa-, "es que nos ponemos 'mu' cansinos con San Rafael" ¡Hasta el estadio de fútbol se llama "El  Arcángel"!

También sé que la Semana Santa es una fiesta grande de procesiones, capuchinos y saetas y que todo eso es signo de espiritualidad y misticismo. Pero me pega que los cordobeses, más que de San Rafael, tienen mucho más de Maimónides, el médico-filósofo que, en un rincón de la Judería, tiene una estatua con las babuchas doradas y gastadas porque todo el que pasa por allí , así sea un chico de los recados, se las toca para que le trasmita inteligencia y buen hacer. Y algo debe haberles trasmitido él, que como buen discípulo de Averroes y de Aristóteles, consideraba que el hombre es un ser racional y libre. En el fondo los cordobeses saben que, por mucho que San Rafael esté allí encima vigilando, no los va a librar de los embates de la vida, igual que en épocas pasadas no los libró de pestes ni de guerras, ni a nosotros, el jueves, de un palo de agua tan fuerte que los caños de la Mezquita que desaguaban en los jardines parecían las cataratas de Iguazú.

Así que le plantan cara a la vida y hay en ellos una alegría de vivir y un afán por la belleza y el goce que se ve en la disposición de sus casas con el patio de flores central, que se convierte, fresco y perfumado, en el sitio de reunión y solaz; o en el Palacio de Medina Azahara, que dicen que se levantó en honor a una mujer y que guarda un espacio considerable para disfrutar del paisaje; o en los jardines del Alcázar en donde el ruido incesante del agua acompaña el paseo tranquilo. Los cordobeses hacen vida en la calle y por menos de nada traban la hebra con el visitante. "Aquí nos conocemos todos y nos llevamos muy bien", me dijo una señora que estaba en bata a la puerta de su casa en el Barrio de San Basilio. La gracia, la naturalidad y la simpatía son monedas corrientes. Y también las ganas de juerga, que parece que hay que frenar, según un cartel en las cercanías de Medina Azahara: "Se prohíben peroles". Dado que para nosotros un perol es un caldero nos pareció rara esa prohibición, pero luego nos enteramos que se referían al contenido, no al continente. Lo que se prohibía allí era la comilona que llevan los peroles (unas migas, un arroz, una carne...) y la consiguiente jarana acompañante.

El último día, horas antes de volver y bajo un cielo azul que hacía olvidar que el día anterior había caído sobre nuestras cabezas el diluvio universal, me tomé un fino y un pincho de tortilla en la Plaza de la Corredera -amplia y viva- y brindé por Maimónides y sus descendientes, habitantes de esta tierra generosa, estos cordobeses sin alas, con los pies en la tierra, valientes ante lo que venga, inteligentes y creativos, amantes de la belleza y de la buena vida ¡Que la sigan disfrutando!

(Para Olivia y Conso, nuestras guías en Córdoba, que nos acercaron a esta ciudad única. Mil gracias)

La magia de luces y espacios en el mihrab de la Mezquita

San Rafael pintado por Julio Romero de Torres

En un patio cordobés

22 comentarios:

  1. Muchas gracias Isa por esa dedicaroria..
    Me emocioné al leer tanta pasion, tan buen hacer en tu escritura pero sobre todo, como has sabido hacer un perol" con esa información que humildemente te transmitimos.
    Gracias, gracias y gracias .
    Por personas como tu segumos amando lo que hacemos.
    Espero volver a encontrarnos en el camino.
    Un abrazo .
    Conso.

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    1. Yo también lo espero, Conso. Una buena guía, tan profesional y cercana como tú, hace mucho por el éxito de un viaje organizado. Lo pasamos francamente bien, tanto cuando íbamos en grupo como en los ratos de caminar por nuestra cuenta, parándonos ante una casa preciosa, descubriendo el Cristo de los Faroles o paseando por la ribera del Guadalquivir al lado de ese Puente Romano por donde han llegado a Córdoba tanta gente, atraída por su fama de ciudad abierta.
      Somos nosotros quienes te damos las gracias por estar a nuestro lado solucionando cualquier problema o contándonos datos, historias o leyendas.
      Un abrazo grande.

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  2. Cordoba es especial.bmuy bien descrita Isabel. Me gustó mucho la ciudad y su ambiente con los patios y sus caballos andaluces. También su gastronomía. Esos flamenquines y ese salmorejo.

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    1. Muchas gracias. Y sí, tienes razón, la gastronomía es para hacer reverencias. Recuerdo una noche, en una taberna al lado del río, que me encantó la cena: salmorejo fresquito con su jamón y su huevo duro como tiene que ser, croquetas de cocido, jamón serrano de Los Pedroches, berenjenas fritas con miel y de postre, flores fritas, acompañadas de helado de matalahúva. Mmmmmm... gloria bendita. También me gustaron otros días los flamenquines, el rabo de toro, y la tarta cordobesa rellena de cabello de ángel (o de arcángel, vete tú a saber).

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  3. Qué precioso el patio. Justo hace una semana estuve con unas amigas cordobesas que me hablaron maravillas de los patios... entre otras cosas.
    Y tu relato maravilloso, como siempre. Dan aún más ganas de visitar la ciudad.
    Un abrazo.

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    1. Yo pienso que los canarios no en vano somos descendientes en gran medida de andaluces. En los pueblos de mi infancia siempre había en las casas un patio de flores, un sitio fresco en que todas las amas de casa se miraban y en donde muchas veces hablaban con las amigas o se tomaban el café.
      La función de los patios parece ser más social que estética, aunque ahora con los concursos que hacen esté primando el "a ver cuál es más bonito". Hay incluso hasta clases para arreglarlos, según nos dijeron dos chicos cerca de la Plaza de Colón, que nos invitaron a acercarnos a una de ellas. Pero según se ve a través de la reja de la calle en los que no se visitan, son lugares apacibles, muchas veces con un pozo o una fuente de agua y muchas, muchas plantas en los que se recibe a los amigos o se descansa. Una buena filosofía de la vida.
      Un abrazo y muchas gracias, Dorotea.

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  4. Buenas tardes Jane: si voy otra vez a Córdoba, que ya me gustaría, será en Enero o Febrero. Solo recuerdo con agrado la Mezquita_Catedral por dentro, bellísima y todo en sombra, del resto de la Ciudad no miraba nada más que para buscar un resguardo del sol. La culpa totalmente mía porque a quién se le ocurre ir a visitar Córdoba en verano, cuando yo no aguanto el calor.
    Un abrazo muy cariñoso.

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    1. ¿Por qué crees que los andaluces hacen siestas tan largas en verano? Porque solo se puede salir a la caída de la tarde.
      Yo es la segunda vez que visito Córdoba, aunque la primera fue solo un día desde Sevilla: coger el AVE, ver la Mezquita, dar una vuelta por las calles cercanas y por la Judería, comernos un rabo de toro en un restaurante y volver con la misma a Sevilla. Ahora, aunque también fue un viaje corto de 5 días, mereció más la pena.
      Pero los dos viajes fueron sin calor, el primero en carnavales en febrero y este de ahora en un octubre buenísimo, a pesar del día en que el cielo se abrió sobre nuestras cabezas. Y que tampoco estuvo mal, vimos como una ciudad se adapta rápidamente a la lluvia (y yo me compré como en casi todos los viajes un paraguas más).
      Otro abrazo para ti.

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  5. A mí lo que más me sorprendió de Córdoba fue la recuperación agrícola, con la inmensa plantación de olivos y más olivos que se perdían en la distancia. Así tienen ese aceite y esas aceitunas, dos productos tan valiosos.

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    1. Y tan ricos, Antonio. En los aperitivos pedíamos (o nos ponían) aceitunas siempre y no sé decirte cuáles eran más ricas. Y de recuerdo me compré, como hice en anteriores viajes a Huelva o a Cádiz, una latita de aceite andaluz, que aquí me cuesta encontrar. Es buenísimo.
      Y menos mal que se han replanteado la política agraria porque nuestra guía Conso nos contó que hubo un tiempo en que se les ocurrió quitar olivos centenarios para plantar colza, que ya me dirás. Ahora esta tierra generosa y fértil presume de kilómetros de olivos, brillando bajo el sol.

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  6. Fuimos juntas al viaje, me gustó muchísimo Córdoba, volvería mil veces. Después de leerte mas ganas me dan de volver, tengo la sensación de haberme perdido muchas cosas. Es que mi niña.... ¡¡¡lo describes tan bien !!!!

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    1. Jajajaja... Me apunto a volver contigo todas las veces que quieras. Una ciudad no se termina de conocer nunca. Y según Muñoz Molina en su libro "Córdoba de los Omeyas" (que me vine leyendo en el avión de vuelta), la ciudad permanece en su mayor parte invisible para el forastero que lo que debe hacer es, como tú dices, "cholear", "dejando al azar y al instinto el sentido de sus itinerarios". Así que, como verás, nos falta mucho, muchísimo para conocer bien una ciudad tan rica y llena de historias y leyendas como Córdoba.

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  7. Que bien te lo pasas...
    La última vez que estuve en Córdoba fue en agosto de no sé que año y hacía tal calor que íbamos a las horas del medio día recorriendo las calles en fila pegados a las fachadas cual cabras rascándose en la pared. Que calor!!. Cruzar una calle de seis metros de ancho era como atravesar el desierto. El primero se volvía a los que íbamos detrás y nos preguntaba: Seguimos? La cuestión se resolvía entrando en un bar -con aire acondicionado, eso si-, pidiendo una caña y unos boquerones en vinagre que en Córdoba son los mejores del mundo.

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    1. Se hace lo que se puede. Como dije al principio este otoño se me ha presentado viajero y disfrutón, casi sin proponérmelo: Madrid, Las Palmas, Córdoba... Y el mes que viene tengo otro. Sin embargo hay ocasiones en que no salgo del terruño. Mientras haya salud, hay que aprovechar.
      Como le dije más arriba a Rosa María, a Córdoba no hay que ir en verano, lo dicen los propios cordobeses que si pueden huyen a climas más fresquitos en agosto. Claro que si a cambio hay cañas y boquerones cada ciertos metros de asfalto, tal vez compense...
      No probé los boquerones en vinagre. Tendré que volver.

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  8. Córdoba es Andalucía, cada rincón, cada flor. Las macetas más bonitas, Toni e Isabelita. Y qué calladita Mandi, que la pobre no comió el famoso rabo de toro :-D

    Muy bonito, Isa . Siempre disfruto de tus viajes

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    1. Gracias, Nievitas, yo sé que tú tienes el corazón partío entre Andalucía y Canarias. Y tanto como macetas... Yo prefiero estar como una rosa perfumada Maringá.
      Lo de Mandi fue mucho, 3 días seguidos comiendo rabo de toro. Pero que le quiten lo bailado.
      Un abrazo grande.

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  9. Córdoba y su joya califa,"La Mezquita ". Sólo por admirar esa obra, merece la pena visitarla.Es cierto que es una ciudad alegre, abierta y amable porque su gente la ha construido de ese modo. Pocos lugares rebosan tanto color y luz,hasta en una tarde lluviosa, cuando las calles y las flores de sus macetas,desbordan vida aún estando bajo las gotas.
    El traje cordobés es uno de los finos para mi escaso entender y esos sombreros llenos de madroños son especialmente bonitos.
    Estupenda parada, Isa.

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    1. La visita a la Mezquita fue una maravilla. Nos la enseñó Olivia, la guía cordobesa, que la culminó contándonos una leyenda a lo Romeo y Julieta cordobeses. Hay una cruz en una columna hecha con las uñas de un cristiano al que separaron de su amor que era una mora. Al lado hay una capilla a la que llaman "del Cristo de la uña" ¡Que de historias, de leyendas, de ambiciones, de tolerancia e intolerancia, de rezos... habrá vivido el bosque de columnas de la Mezquita! Es una joya y es una suerte que se haya conservado así.
      Sí que es un traje bonito y resultón. Mejor que de lagarterana... :-D
      Muchas gracias, Cande. Un besote.

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  10. Muy buen trabajo Isa, al leerlo he paseado de nuevo por esas calles cordobesas llenas de ese encanto misterioso que posee, y ese broche final de los patios cordobeses, te quedó pintado. Espero seguir siempre disfrutando de tus relatos y vivencias.

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    1. Nunca, Haydee, se puede conocer una ciudad en tan pocos días y a veces tampoco en años. Pero yo diría que le cogimos el pulso y oímos algo de su música oculta. Gracias por tu compañía y buen humor. Un beso.

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  11. Gracias ,qué bonito, no sabia que lo hacías tan bien. Cierras los ojos y lo ves , pues lo narras que lo vives. Felicidades. Gracias.

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    1. Gracias a ti, Moti, por formar parte del grupo que estuvimos descubriendo lugares y flashes en esta ciudad insólita: un patio escondido y precioso por acá, una placa en donde se recuerda que por allí (Plaza del Potro) pasó el Quijote, una reja por otro lado como para que un enamorado venga a pelar la pava contigo, el perfume de la noche andaluza... Una maravilla.

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