Me gusta un poema muy conocido de la escritora Jenny Joseph (Birmingham, 1932) escrito en 1961, que se llama "Advertencia" y dice así:
Cuando sea una mujer mayor, vestiré de morado,
con un sombrero rojo que ni vaya a juego ni me quede bien
y gastaré mi pensión en brandy y guantes de verano
y sandalias de raso, y diré que no me llega para mantequilla.
Me sentaré en la acera cuando esté cansada
y engulliré muestras en las tiendas y apretaré los botones de alarma.
Y pasaré mi bastón por las barandillas,
y compensaré la sobriedad de mi juventud.
Saldré a la calle en zapatillas cuando llueva,
y recogeré flores de los jardines de otros.
Y aprenderé a escupir.
Puedes llevar camisetas horribles y ponerte gorda,
y comer tres libras de salchichas de golpe.
O sólo pan y pepinillos durante toda la semana.
Y almacenar bolígrafos y lápices y posavasos y cosas en cajas.
Pero ahora tenemos que tener ropa que nos mantenga secas,
y pagar la renta y no maldecir en la calle.
Y ser un buen ejemplo para los niños.
Debemos tener amigos a cenar y leer los periódicos.
Pero ¿tal vez debería practicar ahora un poco?
Así la gente que me conoce no se extrañará ni se sorprenderá
cuando de repente sea mayor y comience a vestir de morado.
Fue votado como el "poema de la posguerra más popular" del Reino Unido en un sondeo que hizo la BBC en 1996 y entiendo por qué. Es la perfecta reivindicación de una vejez rebelde en la que ya te importan poco las convenciones y te puedes permitir hacer lo que te dé la gana. Ese toque medio gamberro de apretar los botones de alarma, escupir, robar (recoger, qué eufemismo) flores de otros jardines puede ser el sueño de una vida en la que siempre se ha sido buenita y modosa, un himno a la alegría de vivir a cualquier edad, un canto a la libertad. Y, además, me parece un detalle muy delicado que se advierta de ello a los que nos rodean para que sepan a qué atenerse.
Así que siguiendo el ejemplo de Jenny Joseph y de otros mayores que he conocido, he estado pensando en cosas que no he hecho y que me gustaría hacer y hoy les cuento mi advertencia para cuando yo también sea una señora mayor.
Cuando sea una mujer mayor, dejaría de conducir (que no me gusta nada de nada) y me gastaría la pensión en pagar a un chófer que me lleve a cualquier sitio, como en la película "Paseando a Miss Daisy", e iría toda contenta saludando desde la ventanilla a todo el mundo, como si fuera la Reina de Inglaterra.
Cuando sea una mujer mayor, terminaría de desterrar todos los zapatos e iría a las bodas y a las ocasiones solemnes con los tenis más cómodos que tenga.
Cuando sea una mujer mayor, mezclaré sabores, como hacía mi padre que de repente untaba mayonesa en el bizcocho, "para ver a qué sabía".
Cuando sea una mujer mayor, llamaré a los niños palanquín, papafrita, tolete, canchanchán, totorota, guanajo, sorullo, machango, tollo, tortolín... para que se porten bien. No me harán caso pero aprenderán insultos de la lengua antigua.
Cuando sea una mujer mayor, dejaré el árbol de Navidad todo el año, iluminando de luz y color los rincones del salón.
Cuando sea una mujer mayor, me subiré a los cochitos locos un día de primavera...
Y ya iré pensando más cosas, porque todavía me quedan tres años para ser una mujer mayor. Tómenlo como una declaración de intenciones porque el que avisa no es traidor.
Lo que no haré es sentarme en las aceras cuando esté cansada porque vete a saber si después me podré levantar.