Cuatro años después de este post casi hemos desistido en nuestro empeño viticultor. Seguramente "El Señorío del Palomar" es un dulce recuerdo que no volverá. Pero, eso sí, seguimos brindando por el vino, por las canciones y por la buena compañía.
Hace unos años mi marido y yo decidimos plantar viña en una huertita que
tenemos y hacer vino. El plural significa que mi marido plantó, cavó, sulfató,
regó y podó y yo presté mi apoyo moral. Ahora, eso sí, en la vendimia
participamos todos, los niños y nosotros. Cortamos los racimos, los pusimos en
un barreño grande, nos lavamos los pies bien lavaditos y nos entregamos al
placer de aplastar la uva a la antigua usanza. Con el tiempo nos salió una
garrafita de un vino al que llamamos “Señorío del palomar” por razones obvias dichas en el post anterior. Mi hermana, que es una artista, nos
dibujó una etiqueta con dos palomas borrachas agarradas a la botella y el día de
San José, que es mi cumpleaños, procedimos a la apertura de la bodega y al
cierre también. Nos lo bebimos todo el mismo día, entre los amigos y la familia,
y todos lo calificamos como un vino extraordinario.
Ya nos veíamos como el marqués de Griñón o como esa copla que dice “Tierra de
Dios la de Güimar donde el vino no se embarca…”. Pero nunca más. En los
siguientes años o se nos enfermaba la uva o nos salía un vino pirriaca que ni pa
vinagre. Es verdad que nunca nos salió, como una vez a mi cuñado, con olor a
huevos podridos (aunque él, desconsolado, siguió catándolo en un rincón y acabó,
bastante achispado, diciendo: “Pues a mí que me está gustando…”). Pero la
experiencia nos desanimó bastante.
Ahora, sin embargo, que tenemos tiempo, hemos pensado intentarlo de nuevo
(otra vez ese plural), en homenaje también a todas esas canciones en honor al
vino que hemos cantado en noches de fiesta en torno a una mesa: Chavela y su
“Tómate una botella conmigo y en el último trago nos vamos…”; Los Quilla Huasi
con “Yo no sé lo que me pasa/para ser tan desgraciado/Me tomo más de tres
litros/y apenas si estoy chispiao” o “Yo no sé que es lo que tengo/que no puedo
caminar/Pensarán que estoy borracho/y hay de ser debilidad”; o el “Volver en
vino” de Horacio Guaraní y su “Si el vino viene, viene la vida”; o Los
Chalchaleros con “Tomemos un trago de vino/que enseguida viene otro litró/de ese
que toman los curas,/comisario y gobernador”; o el maravilloso “Póngale por las
hileras” que acaba con “Y a la noche en cielo abierto/hay mil cantos lugareños/y
entre coplas un vinito/que se llama expurgasueños”; y tantas otras canciones que
nos han alegrado la vida. Cuando se derramaba una copa de vino y la gente decía
que eso era señal de alegría, mi abuelo contestaba que más alegría daba por
dentro que por fuera. Y en esas estamos.
Repito lo que dije hace cuatro años cuando apareció el post por primera vez:
ResponderEliminar"Soy testigo, estimada Jane, de lo que cuentas. Todavía recuerdo aquel momento sublime en que probamos la primera, y hasta ahora, única, cosecha de Señorio del Palomar: ¡Qué gran vino! Fruto del sabio coupage de Ruby Cabernet y nuestra listán, resultó un caldo goloso, redondo y elegante. Las virtudes de nuestra uva autóctona se vieron arropadas por esa otra -autorizada en nuestras islas- que es mezcla de la Cariñena y la Cabernet.
Hago público este testimonio porque sabes que desde ese día espero que se vuelva a repetir un momento como aquel. Ahora que tienes tiempo, y ganas, cava, sulfata, riega y poda tú misma (tres ojitos por vara) y que el proximo 30 de noviembre podamos celebrar a San Andrés con una nueva cosecha de esa ambrosía."
No sé si hay tiempo de aquí a noviembre pero sigo soñando con ese vino.
Besos mil.
Yo creo, Melchor, que esos momentos sublimes que todos recordamos en la vida son sublimes precisamente por ser únicos e irrepetibles. Y me da que el "Señorío del Palomar" va a ser de esos.
ResponderEliminarPero no importa, celebremos San Andrés con algún otro caldo de los que tanto abundan en la viña del Señor. Yo, ganas de cavar, sulfatar, regar y podar no tengo muchas pero lo que es de brindar en una buena parranda, mientras cantamos hasta tangos, hasta ahora no me han faltado. Y que no falten.
Un abrazo.