En estos 4 años nos hemos seguido reuniendo las niñas del colegio: comidas, un viajito divertido a Las Palmas a ver a Ely, un par de veces al sur a hacer aquagym... Al grupo se ha añadido Candelaria, que trae el Príncipe Alberto más bueno de las islas, Conchitina, que siempre nos sorprende con sus ideas culinarias, y Cae, que viene de Málaga de vez en cuando y siempre tiene un momento para reír un rato con nosotras.
Una de las fiestas de jubilación ha sido con las niñas del colegio. Nos hemos
jubilado tres, Chari, Carmen Delia y yo. Hemos invitado a todas a comer y las
hemos animado a seguir esta vida jubilosa y jubilada dándoles un marcador en el
que les decimos:
" Te despiertas cuando quieras.
Si te da la gana, viajas.
Y,
para colmo de bienes,
te pagan y no trabajas."
A mis hijos les hacía mucha gracia cuando les decía que iban a venir a casa
las niñas del colegio y empezaban a entrar un montón de señoras por aquella
puerta. Pero cuando nos reunimos, no nos fijamos ni en canas, ni en kilos, ni en
arrugas: somos nosotras, las niñas del colegio, tan cercanas y familiares que ya
ni nos llama la atención que nos hayamos conocido hace más de cincuenta años.
Con Úrsula y Dulce compartí confidencias de primeros amores y me gocé mis
primeros carnavales. Úrsula, la más brillante del curso, hasta que sus padres se
la llevaron en 5º de Bachillerato a Venezuela y truncaron lo que podía haber
sido, qué sé yo, ¿un Premio Nobel? Pero volvió al cabo de los años y ahí están
sus ojos brillantes y su inteligencia y generosidad. Y Dulce, tan ídem, que
enseña música y transmite serenidad y bien estar. Y está la artista, Chari, que
fue además Premio Canarias de Deporte y es todo bondad; y el humor de Pili y el
coraje de Esther, que llevan cada una su propio negocio. Y está Ani, que fue
Miss Tenerife, y que hoy todavía a sus 60 tacos le dicen al entrar en su
trabajo, no ¿cómo estás?, sino ¡cómo estás! Y Ely, la enfermera, que vive en
Las Palmas y tiene 5 hijos y 5 nietos pero que ni se lo piensa cuando la
llamamos. Y Leo, que acaba de terminar 750 kilómetros del Camino de Santiago. Y
Carmen, la organizadora de eventos; y Luchi, la de los ojos azules, y Carmen
Delia, la más joven, que conservan la misma sonrisa que en su niñez.
Y sí, cada vez que nos vemos recordamos las batallitas del colegio, como que
la única vez que vimos reírse a la Madre Bigotuda (he olvidado su verdadero
nombre) fue cuando yo me puse por primera vez los patines y estuve más tiempo en
el suelo que de pie; o la vez que tramamos una complicada fuga y una vez en la
calle volvimos a entrar porque lo emocionante era la aventura de fugarse. Y
recordamos los castigos y los nombretes (“Mogambo” a una profe de labios
gruesos, por ejemplo), y lo que nos reíamos y lo que llorábamos. Pero también
recordamos a las ausentes (Carol, Cae, Nieves, Esperanza, Marta, Lourdes, Ligia, Pili, Consuelo…) que andan por esos
mundos y a lo mejor también se han jubilado. Y hablamos de ahora, de lo que
pensamos y hacemos y de lo que hemos hecho en nuestra vida. Y hay entre todas
una comodidad y una tolerancia a las distintas ideas de cada una, que es fruto
de vivencias compartidas y también complementarias, porque cada una recuerda un
hecho, una frase, una persona que a lo mejor la otra no. Así que a lo mejor sí
es posible hacer con todos esos retales de vida el patchwork del que hablaba en
el post anterior. Un patchwork que es a la vez el suelo que pisamos, nuestras
raíces, pero también la manta, cariñosa y familiar, en la que nos abrigamos.
Fotona, qué bien conservada está, aunque no te identifico. Buen post, como siempre, enhorabuena. Saludos
ResponderEliminarSoy la 2ª por la izquierda en la 3ª fila, al lado de la del baby blanco. La foto tiene ya 52 años (fue hecha el 1 de junio de 1960).
ResponderEliminarGracias y un beso.
No puedo evitarlo, querida Jane: si mil veces leo esta entrada, mil veces me emociono. Un nudo en la garganta y un amago lacrimoso, inevitables, me dicen que todo parece seguir igual, que el tiempo no ha pasado y que, todavía, tenemos muchas más historias e historietas que recuperar.
ResponderEliminarLo bueno sería conseguir "fichar" a las que todavía no forman parte habitual de este gran equipo de ahora y de antes, que el patchwork se ampliara de tamaño y que su calidez nos abrigara aún más. Me encantaría llegar a verlo. Ojalá se cumpla, ¿verdad?. Un abrazo muy grande, querida amiga.
Qué buen rollito me producen siempre tus entradas. Eso, y ganas de jubilarme!!
ResponderEliminarMe ha encantado lo de que nada más fugaros volvisteis porque total, lo divertido era fugarse y ya lo habíais hecho.
Me has recordado (un poco solo) una peli dirigida por Ida Lupino de los 60, con Rossalind Russell, creo que es "Ángeles rebeldes". No muy rebeldes, por cierto.
Querida Cehachebé, encontrar a una compañera de aquellos años es encontrar una parte de nosotros mismos. Me encantaría llevarme algún día la sorpresa de que, a través de estas páginas o por cualquiera otra vía , aparezcan Ligia, Consuelo, Nieves... que sabemos que están por tierras venezolanas, o Esperanza o tantas otras que vete a saber dónde están. Brindo por ello y por que sigamos reuniéndonos y disfrutando con ello. Un gran abrazo.
ResponderEliminarNo creas, Loque, fue una fuga digna de "La gran evasión". Teníamos que fugarnos a través de "Clausura", zona prohibidísima y desconocida hasta llegar a una puertecilla por donde sabíamos que las monjas entraban las compras. Y tan difícil como llegar a la calle fue después volver a entrar por el mismo sitio. Toda una odisea. Al final se la contamos a una monja amiga y ella nos dijo "Bobas ¿y cómo no se quedaron en la calle?".
ResponderEliminarApunto la película a ver si la veo algún día.
Isabel, la madre bigotuda se llamaba la Madre Resurrección, era bajita y gordita; después había otra más joven, alta y delgada, pero se quitaba el bigote, la Madre Nieves. Besos para todas, aunque me parece que son de un curso o dos antes que el mio.Si te reconocí en la fotografía. Estaré pendiente de la siguiente publicación, besotes
ResponderEliminarEs verdad, la madre Resurrección, a la que oí por 1ª vez la expresión "a cuerpo gentil", un día de frío que no llevaba yo la rebeca. Y estaba la Madre Trinidad, que era refunfuñona pero nos caía bien y la Madre Camino, que era una antipática (le hice un gesto de adiós con la mano a los 7 años y me dijo que no se lo volviera a hacer ¿¿¿???). La Madre Corazón intentó enseñarme música, la Madre Mª del Valle era buenísima contando historias y la Madre Nieves, dando collejas con los nudillos. En 5º y 6º hicimos migas con la Madre Concepción, que era licenciada en Biología, creo, y a la que se le veía otro talante; y en Madrid, ya en la carrera, me encontré a la Madre Redención, que era sobrina de Galdós, una mujer culta y un poco injusta con las niñas, yo creo que por el poco caso que nos hacía. En fin, las monjas son otra historia.
ResponderEliminarUn beso.