jueves, 23 de octubre de 2008

Las niñas del colegio


En estos 4 años nos hemos seguido reuniendo las niñas del colegio: comidas, un viajito divertido a Las Palmas a ver a Ely, un par de veces al sur a hacer aquagym... Al grupo se ha añadido Candelaria, que trae el Príncipe Alberto más bueno de las islas, Conchitina, que siempre nos sorprende con sus ideas culinarias, y Cae, que viene de Málaga de vez en cuando y siempre tiene un momento para reír un rato con nosotras.

Una de las fiestas de jubilación ha sido con las niñas del colegio. Nos hemos jubilado tres, Chari, Carmen Delia y yo. Hemos invitado a todas a comer y las hemos animado a seguir esta vida jubilosa y jubilada dándoles un marcador en el que les decimos:
" Te despiertas cuando quieras. 
Si te da la gana, viajas. 
Y, para colmo de bienes, 
te pagan y no trabajas."
A mis hijos les hacía mucha gracia cuando les decía que iban a venir a casa las niñas del colegio y empezaban a entrar un montón de señoras por aquella puerta. Pero cuando nos reunimos, no nos fijamos ni en canas, ni en kilos, ni en arrugas: somos nosotras, las niñas del colegio, tan cercanas y familiares que ya ni nos llama la atención que nos hayamos conocido hace más de cincuenta años.
Con Úrsula y Dulce compartí confidencias de primeros amores y me gocé mis primeros carnavales. Úrsula, la más brillante del curso, hasta que sus padres se la llevaron en 5º de Bachillerato a Venezuela y truncaron lo que podía haber sido, qué sé yo, ¿un Premio Nobel? Pero volvió al cabo de los años y ahí están sus ojos brillantes y su inteligencia y generosidad. Y Dulce, tan ídem, que enseña música y transmite serenidad y bien estar. Y está la artista, Chari, que fue además Premio Canarias de Deporte y es todo bondad; y el humor de Pili y el coraje de Esther, que llevan cada una su propio negocio. Y está Ani, que fue Miss Tenerife, y que hoy todavía a sus 60 tacos le dicen al entrar en su trabajo, no ¿cómo estás?, sino ¡cómo estás! Y Ely, la enfermera, que vive en Las Palmas y tiene 5 hijos y 5 nietos pero que ni se lo piensa cuando la llamamos. Y Leo, que acaba de terminar 750 kilómetros del Camino de Santiago. Y Carmen, la organizadora de eventos; y Luchi, la de los ojos azules, y Carmen Delia, la más joven, que conservan la misma sonrisa que en su niñez.
Y sí, cada vez que nos vemos recordamos las batallitas del colegio, como que la única vez que vimos reírse a la Madre Bigotuda (he olvidado su verdadero nombre) fue cuando yo me puse por primera vez los patines y estuve más tiempo en el suelo que de pie; o la vez que tramamos una complicada fuga y una vez en la calle volvimos a entrar porque lo emocionante era la aventura de fugarse. Y recordamos los castigos y los nombretes (“Mogambo” a una profe de labios gruesos, por ejemplo), y lo que nos reíamos y lo que llorábamos. Pero también recordamos a las ausentes (Carol, Cae, Nieves, Esperanza, Marta, Lourdes, Ligia, Pili, Consuelo…) que andan por esos mundos y a lo mejor también se han jubilado. Y hablamos de ahora, de lo que pensamos y hacemos y de lo que hemos hecho en nuestra vida. Y hay entre todas una comodidad y una tolerancia a las distintas ideas de cada una, que es fruto de vivencias compartidas y también complementarias, porque cada una recuerda un hecho, una frase, una persona que a lo mejor la otra no. Así que a lo mejor sí es posible hacer con todos esos retales de vida el patchwork del que hablaba en el post anterior. Un patchwork que es a la vez el suelo que pisamos, nuestras raíces, pero también la manta, cariñosa y familiar, en la que nos abrigamos.  

8 comentarios:

  1. Fotona, qué bien conservada está, aunque no te identifico. Buen post, como siempre, enhorabuena. Saludos

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  2. Soy la 2ª por la izquierda en la 3ª fila, al lado de la del baby blanco. La foto tiene ya 52 años (fue hecha el 1 de junio de 1960).
    Gracias y un beso.

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  3. No puedo evitarlo, querida Jane: si mil veces leo esta entrada, mil veces me emociono. Un nudo en la garganta y un amago lacrimoso, inevitables, me dicen que todo parece seguir igual, que el tiempo no ha pasado y que, todavía, tenemos muchas más historias e historietas que recuperar.
    Lo bueno sería conseguir "fichar" a las que todavía no forman parte habitual de este gran equipo de ahora y de antes, que el patchwork se ampliara de tamaño y que su calidez nos abrigara aún más. Me encantaría llegar a verlo. Ojalá se cumpla, ¿verdad?. Un abrazo muy grande, querida amiga.

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  4. Qué buen rollito me producen siempre tus entradas. Eso, y ganas de jubilarme!!

    Me ha encantado lo de que nada más fugaros volvisteis porque total, lo divertido era fugarse y ya lo habíais hecho.

    Me has recordado (un poco solo) una peli dirigida por Ida Lupino de los 60, con Rossalind Russell, creo que es "Ángeles rebeldes". No muy rebeldes, por cierto.

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  5. Querida Cehachebé, encontrar a una compañera de aquellos años es encontrar una parte de nosotros mismos. Me encantaría llevarme algún día la sorpresa de que, a través de estas páginas o por cualquiera otra vía , aparezcan Ligia, Consuelo, Nieves... que sabemos que están por tierras venezolanas, o Esperanza o tantas otras que vete a saber dónde están. Brindo por ello y por que sigamos reuniéndonos y disfrutando con ello. Un gran abrazo.

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  6. No creas, Loque, fue una fuga digna de "La gran evasión". Teníamos que fugarnos a través de "Clausura", zona prohibidísima y desconocida hasta llegar a una puertecilla por donde sabíamos que las monjas entraban las compras. Y tan difícil como llegar a la calle fue después volver a entrar por el mismo sitio. Toda una odisea. Al final se la contamos a una monja amiga y ella nos dijo "Bobas ¿y cómo no se quedaron en la calle?".
    Apunto la película a ver si la veo algún día.

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  7. Isabel, la madre bigotuda se llamaba la Madre Resurrección, era bajita y gordita; después había otra más joven, alta y delgada, pero se quitaba el bigote, la Madre Nieves. Besos para todas, aunque me parece que son de un curso o dos antes que el mio.Si te reconocí en la fotografía. Estaré pendiente de la siguiente publicación, besotes

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  8. Es verdad, la madre Resurrección, a la que oí por 1ª vez la expresión "a cuerpo gentil", un día de frío que no llevaba yo la rebeca. Y estaba la Madre Trinidad, que era refunfuñona pero nos caía bien y la Madre Camino, que era una antipática (le hice un gesto de adiós con la mano a los 7 años y me dijo que no se lo volviera a hacer ¿¿¿???). La Madre Corazón intentó enseñarme música, la Madre Mª del Valle era buenísima contando historias y la Madre Nieves, dando collejas con los nudillos. En 5º y 6º hicimos migas con la Madre Concepción, que era licenciada en Biología, creo, y a la que se le veía otro talante; y en Madrid, ya en la carrera, me encontré a la Madre Redención, que era sobrina de Galdós, una mujer culta y un poco injusta con las niñas, yo creo que por el poco caso que nos hacía. En fin, las monjas son otra historia.
    Un beso.

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