Hace 4 años hablé de la tuna, los tunos y las serenatas. Lo curioso de este post es que, casualidades de la vida, lo leyó un tuno de los que hablo, una persona a la que no veía desde jovencita y que me hizo un comentario que añado (con mi respuesta) porque no tiene desperdicio. Hoy sigue siendo amigo mío, está también jubilado y es seguidor de este blog.
¿Sigue habiendo serenatas? Cuando yo era una pibita, la posibilidad de una
serenata era algo emocionante y esperado. Todos oíamos en la radio por las
noches “La ronda” (“Abre el balcón/ y el corazón/ siempre que pase la ronda…”)
y, si te tocaba a ti, ya tenías conversación para semanas. A mí una vez me
dedicaron una canción de parte de “ella sabrá quién soy” y todavía me lo estoy
preguntando. Ni idea, vamos.
Las tunas proliferaban, y el novio de la del 3º de
mi casa, hoy un conocido periodista, venía con su tuna de Aparejadores a rondarla, con lo cual
salíamos las del 1º y las del 2º a disfrutar del espectáculo (y de los tunos).
Un amigo mío (mis tías lo llamaban entonces “un pretendiente”), que estaba en la
tuna de Económicas de Madrid, me pidió una vez ¡a mí!, que no sé coser sino
botones, que le bordara una cinta. Salí del apuro pidiéndole a un primo, que
pintaba muy bien, que me dibujara un tuno en la dichosa cinta. Pero siempre
hacía ilusión eso de formar parte de “las cintas de su capa”.
Yo creo que después la cosa perdió su romanticismo. Otro primo mío, que hizo
medicina, vivió, dos años después de terminar la carrera, de los beneficios de
la tuna, viajando por toda Europa y sin curar ni un catarro. Todos los hemos
visto en los restaurantes en grupos de tres o cuatro y, aunque eso para algunos
puede tener su encanto, no es lo mismo.
A mí me pasó otra vez veraneando en Los Sauces. No hay nada tan romántico
como oír unas guitarras y una voz preciosa a medianoche bajo la luna de verano,
cantándote aquello de “Paloma mensajera/, cruzando el viento/, ve y dile al amor
mío/ que aquí la esperoooo…”. Tengo que decir que, a pesar de esa alusión
premonitoria a la paloma mensajera, el pobre rondador se quedó esperando
sentado. Pero también es verdad que aquella noche ganó un montón de puntos.
Así que ¿saben lo que les digo? Que le voy a pedir a mi marido que me regale
por la jubilación una buena serenata. Que se reúna con los compinches con los
que toca la guitarra los jueves y “en una noche clara de inquietos luceros” me
regalen los oídos. Eso sí, no les voy a pedir que se disfracen de tunos, no sea
que me digan que hasta ahí podíamos llegar.
Hace muchos años, guardé en su funda la guitarra, colgué la capa y doble mis cintas de tuno, eso si, con mucho cuidado y cariño, porque, como dice la canción,“en cada cinta que lleva mi capa hay un trocito de corazón”
ResponderEliminarPero hace unos días alguien me comentó que una vieja (quiero decir antigua) amiga mía, tenía un blog en este portal y después de buscar y sin gran esfuerzo, llegué a la conclusión de que el blog de mi amiga era el de Jane, una jubilada (qué cosas) que titulaba sus reflexiones del día “Cuando la tuna te dé serenatas”
Cuando leí este texto, me quedé atónito, pues, cual no sería mi sorpresa, cuando tras leerlo y releerlo, llegué a la conclusión de que aquel amigo que mencionaba (que las tías llamaban un pretendiente) de la tuna de Económicas de Madrid ¡era yo!.
Después de reaccionar del shock, pues casualidades como esta son imposibles, me puse a pensar que a aquella amiga mía (pretendida para sus tías), por aquello de la distancia, nunca pude ir con mi tuna a rondarla bajo su ventana, aunque, eso si, alguna serenata le dedicase alguna vez con el recuerdo.
Más entonces, volviendo a leer su texto, caí en la cuenta en que entre aquellas cintas que guardé con tanto cariño, no estaba el trocito de corazón de mi amiga, sino el de ¡¡su primo!!. ¡Qué desilusión!.
Sin embargo, querida amiga, dentro de la brevedad exigida a mi comentario, quiero expresarte que, a pesar de este desencanto momentáneo, debes saber que me ha hecho muy feliz que, aunque sea de esta forma tan indirecta, te hayas acordado de mi después de tanto tiempo y que, en cualquier caso y a pesar de tu primo, para mi, era el tuyo el trocito de corazón que estaba entre las cintas de mi capa.
¡Dios mío, voces del pasado! Ya sólo faltaría que también hablara el rondador de Los Sauces. Pero la verdad es que es un motivo de alegría reencontrarnos a través del blog después de 40 años. Y que conste que la cinta fue donada con mucho cariño, así que sí: tenía un trocito de corazón. Un abrazo, querido amigo.
ResponderEliminarJejejeje. Yo he sido pandereta de la Tuna de Aparejadores de La Coruña. Éramos unos 30 mas o menos. Un par de años. Los recordare, siempre con una sonrisa, hasta que me muera
ResponderEliminarTendrás un montón de historias curiosas que contarles a tus nietos. Por lo menos, mi primo Luis (el de la tuna de Medicina, que se pasó dos años por ahí) cuenta y no acaba. Lindo haberlo vivido.
ResponderEliminarLo que nos faltaba, ¡rondar a jubiladas!
ResponderEliminarPues a mi me parece bien que se ronden a las jubiladas, a las abuelitas y a todo el personal que le guste la música y las canciones. En este mundo donde la violencia parece ser la reina de la sociedad, un poco de ritmo y alegría viene estupendamente sobre todo en el momento actual.Así querida Jane que ánimo y que tu marido el palomero se ponga las pilas guitarreras
ResponderEliminarLos dos comentarios anteriores fueron hechos hace 4 años, pero los dos siguen siendo actuales. El grupo guitarrero de mi marido sigue activo (todavía no los he visto de tunos pero sus canciones me acompañan muchas noches) y lo que dice Stone lo suscribo totalmente.
ResponderEliminarEsta historia de reencuentro por la tuna ha sido muy bonita, yo reconozco que no tengo una idea tan romántica del asunto, pero es que para mí no está asociada a serenatas a la luz de la luna, sino a la liga que se pasa en las bodas.
ResponderEliminar¿Qué es eso de la liga que se pasa en las bodas? La única boda de las que he ido a la que fue la tuna fue precisamente la de mi primo Luis, el de la Tuna de Medicina. Fueron todos sus compinches y a la salida de la iglesia formaron un pasillo y echaron las capas al suelo, tal cual el torero de "Pisa morena" (ese que iba en calesa pidiendo guerra) para que pasaran los novios sobre ellas. Fue bonito y divertido.
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