Sigo dedicada al bel canto como hace 4 años. La Castafiore y yo, casi colegas.
Hoy me he reconciliado con Rabindranath Tagore. Leí “Gitanjali”, “La luna
nueva” y “El jardinero” a los 15 años y me quedé enamorada de él. Luego, por
esas cosas raras de la vida, como que me fui desenamorando e incluso lo
traicioné, riéndome de él en un “Poema indio” en que lo parodiaban y que
apareció, creo, en “La Codorniz”. Decía algo así como: “¿Oyes el ruiseñor que
canta entre las ramas del laurel rosa y no ha parado en sus trinos desde ayer
por la tarde cuando el sol declinaba como una manzana asada? ¿Lo oyes? Pues
maldita sea su estampa”.
En mi vida hay dos hechos antagónicos: uno, no tengo ni pizca de oído
musical; dos, me encanta la música. Cuando tenía 6 años, el maestro Borguñó nos
hizo en el colegio una prueba con la escala musical y a mí no me dejó pasar del
fa. Pero yo, erre que erre, me apunté en solfeo e hice tres cursos de solfeo y
uno de piano antes de rendirme. Todavía me acuerdo de los espeluznantes
exámenes, desde los 7 a los 10 años, viéndome –do, do, re, re, mi, mi, fa, fa,
sol, la, sol, fa, mí- ante aquellos sesudos profesores del conservatorio que
cuchicheaban, mientras tanto, por lo bajo, supongo que acerca de mi mal oído.
Después, hasta estuve en una tuna en el colegio, y, más tarde, vi por primera
vez a quien después sería mi marido con una guitarra en los brazos cantando
“Camino de Méjico” y me dije “Éste es de los míos”. Desde entonces, no he parado
de cantar a grito pelado en tenderetes, saraos, cuchipandas, verbenas y festejos
varios, ante la paciencia de mis sufridos amigos que, por ahora, no me han atado
a un árbol, como al bardo de Asterix y Obelix. Y pienso seguir haciéndolo en
toda mi jubilación.
Por eso hoy me he reconciliado con Tagore y le quiero expresar toda mi
gratitud y veneración. Hoy he leído una frase suya que, si la hubiera sabido
antes, se la hubiera soltado a todos aquellos que me han dicho, a mí, a quién se
le ocurre, que desafinaba. La frase dice así. “El bosque sería muy triste si
sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen”.
Toma ya. ¡Viva Tagore!
La Castafiore me encanta!! Y eso que tiene un repertorio realmente breve, la pobre, pero lo de reírse delante del espejo lo borda, eh?
ResponderEliminarBueno, la que borda es Irma.
Ah, yo también hice solfeo, pero solo un año y pico. Para haber continuado, me faltaba tiempo, disciplina, y sobre todo, un piano en casa.
pd. Cuando dices tuna quieres decir, coro ¿verdad? Sí, mujer, sí, miénteme aunque haga falta, anda.
Yo creo que una de las mejores decisiones de mi vida fue dejar el piano. Me veo con 10 años razonando con mi madre (que era la que realmente querría ser pianista) diciéndole que yo no tenía aptitudes para el piano, que me quitaba muchísimo tiempo y que tenía que aprenderme todo de memoria porque a mí no me salía un acorde espontáneo ni que me mataran. La convencí. Después no puse a mis hijos en piano y lo malo es que mi hijo (que oye una canción y sin más la toca al piano con acompañamiento y todo) me reprochó que por qué no lo había puesto en piano desde pequeño. No sabes cómo acertar.
ResponderEliminarNo, no te miento. Estuve en una tuna (en el coro no me dejó entrar el maestro Borguñó). Nos hicimos una capa con cintas encima del uniforme, un sombrero de papel negro con una cuchara pegada y yo llevaba una pandereta. Y, hala, a cantar "Clavelitos" en las fiestas del colegio. Un exitazo, te lo digo yo... Bueno en esto último a lo mejor sí te miento un poco.