Hace 4 años escribí que no venía mal un día de desconexión. Hoy lo suscribo totalmente, ampliándolo a dos o tres o una semana.
Contrariamente a lo que todo el mundo supone, eso de “ahora que tienes
tiempo”, hay épocas en que la vida de una jubilada es una vorágine. Puede
coincidirte el que tengas que hacer diligencias y papeleos tuyos y del resto de
la familia (los trabajadores) con proyectos para darte un viajito a casa de una
amiga. Al mismo tiempo, estás arreglando una casita que has heredado en la playa
(la etapa de la jubilación suele coincidir desgraciadamente con la de las
herencias). Es el momento también de poner orden en tu casa, en la que el
ajetreo de épocas pasadas ha hecho que se acumulen por todas las esquinas
materiales variados para ordenar. Y, en estas, que tu hija se rompe un tobillo y
tienes que ocuparte de ella y de los enanos.
En momentos así es muy de agradecer un día redondo.
Te marchas al atardecer hacia el sur a la casita de la playa para levantarte
temprano al día siguiente. Está a hora y media de tu casa pero es como si te
marcharas a otro mundo, tal es el desconecte. En cuanto abres el ojo, te vas al
mar, a una calita, a echarte un bañito mañanero en un agua transparente como un
cristal. Te desayunas, después, mirando al mar. A lo mejor has hecho el día
anterior un pan de nueces y te lo tomas con un café que llena la casa de aromas.
Descansas (¿de qué?), lees un poco, paseas, vas a la playa, reposas en la
arena caliente, juegas con las olas, fotografías en una roca a unas gaviotas...
Comes con amigos de toda la vida un pescadito al horno, por ejemplo. Hacemos
una sobremesa tranquila, comentando noticias, contando cosas, riendo. Luego,
siesta y a lo mejor cae otro baño al atardecer.
Ducha y vuelta a casa por el norte de la isla con parada en El Amparo para
cenar un condumio de conejo. En el restaurante hay poca gente pero no se sabe
cómo, alguien saca una guitarra y terminamos todos cantando “La perla”,
“Regálame esta noche” y otras canciones de las que mi hijo llama “de olvido”.
Llegamos a casa a las 12 de la noche preguntándonos. “¿Vorágine? ¿Qué
vorágine?”.
Un día redondo.
Ummmm lo que le digo yo a mi padre...A ver cuándo me jubilas. Un texto precioso, como siempre. Un abrazo!. Bea
ResponderEliminarGracias, Bea. Creo que todos nos hemos ganado un día redondo alguna vez. Este en particular fue redondo por lo placentero pero también porque fue una vuelta a la isla. Y que los sigamos disfrutando.
ResponderEliminarMe dan ganas de Jubilarme, o que me jubilen con días a si!!
ResponderEliminarSusana R.
Susana, todavía te queda mucho tiempo por delante para la jubilación. Pero para días así siempre hay tiempo. Incluso con tus pitufos.
ResponderEliminarSi realmente quieres disfrutar de un dia redondo visita;
ResponderEliminarhttp://www.undiaredondo.es