Uno de los inventos que más nos ha tranquilizado a los padres, sobre todo
cuando los hijos son adolescentes, es el teléfono móvil. Ahí es nada, tenerlos
más o menos controlados. Porque está muy bien eso de que a los hijos hay que
darles raíces y alas, pero nadie nos quita la preocupación por dónde estarán
volando.
En el año 2009 se vendieron 1.200 millones de teléfonos móviles en todo el
mundo, prueba de su enorme utilidad. En la calle, en la carretera, en otros
países, localizamos y nos localizan. Cuando necesitamos algo o nos apetece
hablar en un momento determinado, un suponer, con Pernambuco, el móvil está ahí,
amigo y servidor fiel. Hace poco mi ahijada me llamó desde Dubai para decirme
que se casaba. Yo nunca había recibido una llamada de Dubai y probablemente
nunca más la recibiré pero, como dicen mis nietos, ¿a que mola? El mundo entero
ya está a nuestro alcance. Hay un cuento del genial Juan José Millás en el que a
un difunto lo entierran con su móvil, su objeto más querido. El
narrador-espectador no puede resistirse a llamarlo esa noche pero, cuando oye
que descuelgan, cuelga. No quiere, al final, hablar con el Infierno.
Las nuevas generaciones no conciben la vida sin móvil. El nieto de una amiga
mía, cuando ella le decía que en nuestros tiempos mozos no existía la tele, le
dijo con los ojos muy abiertos (probablemente pensando que de qué tiempos
antidiluvianos salieron estas abuelas): “Pero móvil, sí ¿verdad?”. Incluso la
palabra “móvil” ya casi no designa otra cosa que este aparato pequeño y
manejable. A mi amiga Marian, que es profesora de Literatura, cuando preguntó en
clase que qué móviles tenía tal personaje para hacer tal cosa, le respondieron:
“Pero, profe, ¿cómo voy a saber yo los números de todo el mundo?”.
Y poco a poco este artefacto seductor, que nos facilita la vida, va
sutilmente tornándose una parte de nosotros, una prolongación de la mano, un
apéndice más, imprescindible e irrenunciable. No pensamos que está loco el que
habla solo por la calle. Todo lo contrario, el bicho raro es el que no tiene
móvil. Incluso a mi marido, que se resistió como un jabato, no le quedó más
remedio, cuando empezamos con obras, que comprarse uno porque nunca se sabía el
momento en que el contratista te llamaba para pedirte instrucciones o
aclaraciones (o dinero).
Cuando salimos de casa y, por un olvido imperdonable, nos lo dejamos atrás,
nos entra como una penita por dentro, tal como si nos faltara una pierna. Hay
gente incluso que siente que vibra en el bolso aunque no lo tenga. ¿Nos estará
el móvil volviendo paranoicos? ¿Se estará transformando de servidor en amo y
señor, como el reloj de aquel otro cuento de Cortázar que terminaba diciendo que
éramos nosotros los regalados en el cumpleaños del reloj? El otro día oí por la
radio que el 47% de las personas usa el móvil para ligar ¿Y si se nos olvida
ligar de verdad, con palabras pero también con miradas, guiños, un toquecito por
aquí y otro por allá, es decir, ligar en persona?
Tal vez sería bueno para nuestra salud mental y nuestra independencia
personal probar a ver si somos capaces de estar una semana sin móvil. Bueno, o
un fin de semana. O un día.
O tal vez esta fiebre pasará y los nietos de mis nietos usarán el rándel.
¿Que qué es? Ah, no sé, pero seguro que no podrán concebir la vida sin él.
(Para mi hijo Dani, que inventó la palabra “rándel” y al que gracias al
móvil tengo más o menos localizado)
¡Cuántos avances tecnológicos hemos vivido en pocos años! Hay gente mayor que no termina de asimilarlos.
ResponderEliminarEl otro día volvían de un fin de semana en el sur los abuelos de un amigo de mis hijos. De repente sonó el móvil y la abuela empezó a buscarlo en el bolso sin encontrarlo hasta que dejó de sonar y, muy preocupada, le dijo a su marido: ¡Ay, Juan! ¿Te puedes creer que nos dejamos el móvil en el sur?
Muy buena la salida de la abuela. También una tía mía llamó por teléfono a una amiga para preguntarle su número de teléfono. Y no hay más que verme a mí con el ordenador. Lo malo es que no sé si la cosa es por no actualizarnos o por neuronas en declive. En fin...
ResponderEliminarQué grandes verdades, hace poco oí a un chico que decía que antes de haber móviles, no llegaba a su casa y le preguntaba a su madre
ResponderEliminar- ¿Me han llamado? ¿No, seguro? ¿Seguro?
De hecho, antes de que hubiera contestadores automáticos, a nadie parecía importarle perderse llamadas.
Eso sí, la ventaja de poder llamar desde casi cualquier sitio, sin buscar cabinas (eternamente estropeadas), es indudable.
Claro que hay que tener en cuenta que en el cuento de Cortazar se dice que éramos esclavos del reloj, pero ahora cada vez menos gente lleva reloj (vale, porque lo lleva el móvil)
Así que sí, el día de mañana probablemente nos preguntemos cómo podíamos vivir sin rándel, que llevará teléfono y reloj incorporados.
¿Ves? Ya estamos inventando el rándel: teléfono y reloj incorporados ¿Hará también croquetas?
ResponderEliminarHabrá tantos aparatos en un futuro de los que no tenemos ni idea... Pero lo peor es que habrá tantas necesidades que ni siquiera sabemos que tenemos...
No sé si la necesidad de comunicarnos crea el órgano o el órgano (teléfono) la necesidad. Lo digo porque la abuela paterna de mi mujer puede ser considerada, sin género de dudas, la inventora "avant la lettre" del contestador automático.
ResponderEliminarCuando le instalaron el teléfono en los años sesenta cada vez que volvia de la calle o al levantarse por la mañana, descolgaba aquel aparato negro y preguntaba mientras se oía la señal de marcar: ¿Ha llamado alguien?
Después tuvieron que inventar el contestador. P'a que vean.
Seamos evolutivos. Primero, el aparato y , después, la necesidad y la selección (de los más sofisticados, por ejemplo) han hecho que proliferen. Pero ¿realmente son tan necesarios el móvil y el contestador automático? Si pensamos en lo que nos ha cambiado la vida, la respuesta es sí. Si pensamos en los años en los que vivimos tan campantes sin ellos, la respuesta es no.
ResponderEliminarY habría que darle un premio a la abuela de tu mujer. Eso es visión futurista, y no lo de Leonardo o Julio Verne.
Eso de los MOVILES, en Venezuela CELULARES, me tienen el cuarto lleno de agua. Aún cuando estoy jubilado prosigo con ciertas actividades académicas y es un verdadero desastre observar a los participantes en un Seminario cualquiera "jurungar" al famoso aparato con la finalidad de enviar mensajes. ¿ Quíen va a entender las barbaridades expuestas por Marx en su Teoría del Valor-Trabajo si dedica toda su atención a ese "perol"?. No estoy en contra de la tecnología, pero el uso del Celular se ha convertido en un verdadero abuso. Aclaro, también tengo uno, de modelito viejo, similar al famoso Modelo T de Ford, pero cumple a cabalidad con mis necesidades. Hablar de los distintos modelos existentes en el mercado es cuento de nunca acabar. Hay quienes se los conocen todos y eso ya es admirable.
ResponderEliminarLa presencia del móvil en nuestro entorno es abrumadora. Ayer me paré un momento en la calle de Herradores a ver pasar el mundo y, sin exagerar, iban hablando por el móvil unas 7 personas. En el instituto en el que trabajaba también alguna vez hasta filmaron la clase con el móvil para subirla a Youtube. Es el precio que pagamos: comodidad frente a pérdida de intimidad y dispersión de la atención. Todo invento nuevo tiene su coste.
ResponderEliminarQuerida Jane, de nuevo, pleno total en el tema tratado. Si no, véase el número y contenido de los comentarios. El mío va por otro uso pedagógico del dichoso artilugio, tan defendido por la inmensa mayoría y, cada vez, menos vilipendiado por sus detractores.
ResponderEliminarHe tenido la oportunidad de ver cortrometrajes realizados con un simple móvil y un software adecuado para manipularlos, que mostraban un aceptable grado de calidad. Es una actividad muy completa, que se lleva a cabo dentro del área de Educación Plástica y Visual, para alumnos de la E.S.O. Comienza con la búsqueda de una idea, elaborar un guión, elegir localizaciones, actores, música... En fin, que puede ser el germen de futuros cineastas, lo cual no es mala cosa.
El término móvil, para mí, también tiene un significado mucho más artístico, ya que un escultor norteamericano, nacido cuando acababa el XIX, que murió en 1976 y que se llamaba Alexander Calder, revolucionó el carácter estático de la escultura introduciendo el movimiento en ella, a través de los móviles, piezas ligeras de plástico, chapa de madera o metal y suspendidas de alambres para que el aire las impulsase, ofreciendo mil respuestas visuales a una misma organización de esos componentes. Con ello, inventó el arte cinético que, por los años 60 y 70, supuso una corriente vanguardista que se oponía a la escultura más clásica. Hoy, quedaría muy apropiado organizar una estructura móvil con móviles al socaire, ¿verdad?.
Otro tema que da mucho de sí, sería el del lenguaje, cada vez más críptico, de los móviles de la comunicación. Pero, lo dejo para los especialistas, que tendrán mucho que aportar.
Lo dicho, ilustre bloguera, enhorabuena por su post.
Los usos del móvil son tan variados como las acciones del hombre. Sirven para unir o romper relaciones, para dar noticias malas o buenas, para hacer un atentado o una obra de arte... Y mira, yo ya voy por mi tercer móvil. No sé si guardarlos todos para hacer alguna vez esto último, un móvil de móviles, tipo Calder, o mejor, tipo Cehachebé
ResponderEliminarMamá, no publiques eso, que luego me quitan la patente.
ResponderEliminarUstedes rianse, pero también se rieron del que se le ocurrió la palabra Google, y mira donde está ahora...
Besos muchos y gracias por la dedicatoria
Además, hijo, es una invención única, primero inventar el nombre que ya después inventarán el aparato. Igual que en la película "Pijama para dos" de Doris Day y Rock Hudson en la que éste se inventa la palabra "VIP" y luego inventan el producto al que pueden llamar así.
ResponderEliminarDedicatoria merecida, pues.
Vaya Cehachebé: Gracias por recordar a Calder. El Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, mí Universidad, tiene en su techo una excelente muestra de su trabajo. ¿Existe por allí algún ucevista que no admire tan hermosa expresión artistica?. En verdad no lo creo.
ResponderEliminarPor otra parte, estoy de acuerdo con el uso pedagogico de los Celulares, pero no es menos cierto que se cometen actos reñidos con la ética. He tenido que anular evaluaciones porque quienes las presentan reciben las respuestas via mensajes y como algunos equipos tiene acceso a Internet, las trampas están a la orden del día. A pesar de todo, son un excelente medio de comunicación y ello no admite mayores discrepancias. Bien, a aprovechar el día.
Casualmente el editorial de "El País" de este domingo pasado (25-4-2010) se llama "Un móvil, por caridad" y dice que en algunos países como en la India hay más teléfonos móviles que cuartos de baño. Porque no sólo son, como bien dice Ud., un excelente medio de comunicación sino que también sirven en algunos sitios para transferir dinero, para recibir información sanitaria o para sustituir la tarjeta de crédito. En fin, el móvil -termina diciendo- "es un motor para el desarrollo que está compensando otras carencias tecnológicas". Así que, a pesar de los fallos que hemos señalado -nuestra excesiva dependencia a un artefacto o su uso fraudulento para copiar en los exámenes-, démosle la bienvenida porque evidentemente son muchos sus beneficios. Un saludo.
ResponderEliminarJane: Ya llegamos....! y pensar que existen personas que han pasado toda una vida juntos y ni siquiera saben la marca de Colonia que usan?. No exagero. Tuve un amigo - un buen día decidió mudarse de este mundo, no sé a que lugar. Se metió al rio con todo y ropa y después se colgó a secarse - que nunca supo el verdadero nombre de su novia hasta el día que se casó. Todos la llamaban Carmen pero en realidad la habían bautizado como Casílda. Lo curioso es que ella también desconocía su nombre de pila. La humanidad va perdiendo la costumbre de relacionarse, asunto peor en la gente joven. Pregunte Usted a a cualquier muchacho de hoy como se llama su Profesor de Literatura y seguro le dirá que es un tipo flaco, medio loco y que habla de una gente rara que escribió cosas que no tienen mucha utilidad. Así están las cosas, viva la modernidad.
ResponderEliminarEn fín, de acuerdo en todo con el bendito Móvil. Pero no deja de ser gracioso observar a la gente hablando por el aparatico: Hacen todo tipo de gestos como si el interlocutor los estuviera observando, parecen molinos de viento o policias de tránsito. Mejor no hablemos de las señoras que van conduciendo y a la vez hablando (por el perolito) y de repente, zas, tremendo trancazo que te dan por detrás (al carro, se entiende) y luego te dicen que lo sienten. No crean, los hombres tampoco estamos exentos de cometer estas barbaridades. Actuamos igual que las señoras al hablar pero a la hora de un contratiempo reaccionamos como energúmenos. Al menos es lo que pasa en mi país, con más frecuencia de lo que quisiera. Pero todo sea por el adelanto tecnológico. Lo malo es que nos perdemos la conversación "en vivo" y olvidamos por completo aquello de las cartas.
Ayer casualmente leí un artículo cuyo título era "Cosas que nuestros abuelos sabían hacer mejor que nosotros (escribir una carta, por ejemplo, o tener buena letra). Entre ellas estaba lo de "socializar". Al ver reuniones o grupos de personas como las que aparecen en la imagen inicial de este post, todas con su móvil riéndose para sí y sin mirar al de al lado, te hace pensar.
ResponderEliminarLo de perdernos la conversación en vivo me recuerda a otro cuento de una pareja que no tiene nada que decirse, ahí sentados uno frente al otro, hasta que sacan el móvil y empiezan una larga conversación de amor, con el teléfono a la oreja y sentados en la misma mesa. ¿Llegaremos a eso algún día? Hasta miedo me da.
Yo llevo 52 años sin él.
ResponderEliminar¡Atención! ¡Se ha encontrado un raro espécimen de la raza humana caminando por la calle que dice que lleva 52 años sin él! Dado que en 1973 el ingeniero Martín Cooper inventó un móvil de un kilo de peso y luego, considerablemente aligerado, éste se empezó a comercializar 10 años más tarde, dejémoslo en que este espécimen -Agustín Miranda, por más señas- lleva ¡31 años sin móvil! Los científicos van a analizar sus genes a ver si hay alguna rareza y los demás estamos esperando sus explicaciones a ver cómo lo ha conseguido.
ResponderEliminarSin móvil, Perfectamente. Sin Internet...No por favor!:)
ResponderEliminarLo malo, Nélida, es que hay sitios sin wifi, como cuando me voy al sur, en que Internet no funciona sin un móvil al lado. Hasta para eso sirve. Lo que yo decía más arriba: si hiciera croquetas, sería perfecto.
ResponderEliminarA mi hija le robaron el móvil y tardó más de una semana en comprarse otro... me sorprendió gratamente. Decía que le gustaba eso de "no estar localizada"... curioso.
ResponderEliminarSí que es curioso. Me pasó algo parecido una vez que me lo dejé en el sur y no volvía hasta días después. Primero, te planteas que, si pasa algo o tus hijos te necesitan, no vas a estar (pero piensas que hay otros modos de localizarte). También piensas que, si tienes algún percance en la carretera, no puedes avisar (pero alguien pasará y toooodo el mundo tiene móvil). Y después, te das cuenta de que sientes una ligereza increíble.
ResponderEliminarEntiendo a tu hija ¿Crearemos tendencia?
Agustín, resiste, porque cuando uses uno ya no lo sueltas, ja, ja. Yo tenía un móvil tan, tan viejo, que cuando murió en acto de servicio y fui a la tienda me regalaron un iphone, dada la cantidad de puntos acumulados (por cada año de uso del móvil dan puntos, por lo visto). Ahora no es que lo use mucho para hablar, eso es casi anecdótico y soy muy lacónico en las llamadas, es que es como llevar un ordenador en el bolsillo. Leo la prensa internacional (también sirve de lector de libros, pero la pantalla me parece demasiado pequeña para eso), es un GPS si camino por una ciudad desconocida, una linterna, un diapasón para afinar según los criterios del siglo que sea, etc. Tiene de todo. Como dice Isabel, sólo le falta hacer la comida o cosas así, ja, ja.
ResponderEliminarPompeyo, a mí me regalaron un Ipad en mi cumple y también sirve para todo eso (lo del diapasón todavía no lo he probado) Todavía no estoy muy colgada a él (lo puedo dejar tranquilamente en casa sin necesidad de llevarlo en el bolso siempre, como algunos de mis amigos), pero todo se andará. Por lo pronto ya me he leído 6 novelas en él, desde marzo, a pesar de que me sigue gustando más el papel. Comodidad no le falta, no.
ResponderEliminarEs lo que dice Pompeyo, me enseñaron que las drogas ni probarlas. Ja,ja. Cuando digo 52 años sin el móvil quiero recordarles que también muchos estuvieron sin móvil durante años, hasta que se inventó, sin mayores infelicidades.
ResponderEliminarAgustín, una vez leí un cuento del dios que exigía no sé cuántas victimas al año por regalar a la humanidad un invento que mejoraría su vida muchísimo: Ese invento se llamó "coche". La humanidad había vivido feliz sin él, pero después no pudo vivir sin él, a pesar del enorme tributo ¿Podríamos vivir sin el coche?
ResponderEliminarClaro, pero es que te facilita los momentos felices si el entorno no te estimula. Puedes estar en la sala de espera de lo que sea y acceder a la Enciclopedia Británica, o a un paseo por el Louvre. Y sí, seguramente la mayoría de la gente no lo usa para eso, pero yo soy raro y un snob enterado que se pone a leer The Guardian en el tranvía por el móvil, ja ,ja.
ResponderEliminarTienes razón, Pompeyo, pero al problema surge cuando te pierdes momentos del entorno por estar enfrascados en el móvil (imagínate, yo que casi no sé inglés, traduciendo además "The Guardian"), como en muchas mesas que ves en bares donde casi todos, en lugar de hablar, reír, escuchar, contar... están enganchados al aparatito. Tiene algo de droga, sí, como dice Agustín.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, como el contacto humano no hay nada. Un amigo bromea diciendo “hay una nueva aplicación con chat en directo y en 3D, se llama Tomar un Café"...
ResponderEliminarTambién se dice que acerca a los que están lejos y aleja a los cercanos, a los que no les haces ni caso, pendiente como estás de lo que te dicen o te cuentan. En fin...
ResponderEliminarLa verdad, Isa, es que por mi "modus vivendi" Ja ja, apenas lo uso pero desde luego que como dices, la gran mayoría está enganchadita. Mi marido es distribuidor de telefonía y cuando a alguien le falla el terminal...No veas
ResponderEliminarMe lo puedo imaginar, Nélida. Una amiga hace poco se quedó sin móvil una semana y decía que lo había pasado fatal (???). Estamos exagerando su importancia.
ResponderEliminarAhora, después de que estoy jubilada, es cuando lo estoy usando más, sobre todo alegando con mis amigas también jubiladas. Es lo que tiene el tener tiempo...
No es complicado ,yo podría estar un mes fácilmente, sera por mi profesión. Cuando es un hobbie engancha más
ResponderEliminarSí, Vicky, pero si lo tienes por motivos de trabajo te quita todavía más tiempo. Tienes suerte tú.
ResponderEliminarPesadilla en el tranvía en un solo día...
ResponderEliminarFácil de explicar. Sólo hay que observar el creciente aumento del uso y abuso del móvil en los transportes públicos...
Cristino, no sería pesadilla si sólo se limitaran a leer y a escribir. Lo malo es cuando todo el mundo grita a su móvil y te enteras con pelos y señales de sus conversaciones, incluso íntimas ¡Qué necesidad!
ResponderEliminarEn la palabra "abuso" está la clave.
No mucha suerte! Pero como todo irá informatizado en un futuro no muy lejano soy adelantada a mi tiempo. Tendré q ver algo positivo!
ResponderEliminarVicky, otra de mis ex-alumnas me dijo una vez que estaba haciendo un trabajo sobre nosotros. Yo le pregunté. "¿Los jubilados?". Y me dijo. "No, sobre los analfabetos digitales del siglo XXI". Eso somos nosotros. Y bastante hacemos con manejarnos con móviles, internet, guasaps, facebook y twitter... Ya veremos en ese futuro no muy lejano.
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