Tengo un amigo que de vez en cuando, coge el petate y se va un par de meses a
la Antártida. Él dice que va a recoger algas, pero yo pienso que es una excusa
para satisfacer el impulso atávico del nómada, lo que un día fuimos y perdimos
por un afán de sedentarismo, que no está mal pero que no es lo mismo.
Yo me imagino muchas veces a nuestros antepasados saliendo de su casa y
cantando una canción de caminantes, como la que Frodo y sus compañeros cantan en
“El Señor de los anillos” cuando se van de Bolsón Cerrado:
“La casa atrás, delante el mundo,
y muchas sendas que recorrer…”
Y, claro, también imagino a las mujeres de los antepasados dando la vara con
que los niños tienen que ir a un solo colegio, estoy cansada de cambiar de
amigos y sienta el culo de una vez.
Pero algo de aquella vena pasiantina debe perdurar en nuestros genes porque
el mundo, si lo miran desde un punto de vista global, es un continuo ir y venir
de acá para allá. No hay más que ver la cantidad de personas que se han quedado
colgadas sin volver a casa estas semanas por la erupción del volcán Eyjafjalla.
¿De verdad había tanta gente pululando por ahí fuera?
Y menos mal que aquí tenemos que coger el avión, que después de todo nos
corta un poco la arrancada, porque, si no viviéramos en una isla, igual una
mañana nos subíamos al coche y al cabo de unos días, mandábamos un mensaje a la
familia desde Vladivostok. Por eso, nos tenemos que conformar con satisfacer el
impulso nómada a escala mucho más reducida y modesta, haciendo excursiones.
Cuando yo era pequeña, a las excursiones se las llamaba “giras”, no sé por
qué. ¿Sería porque era típico darle la vuelta a la isla? “Me voy de gira”,
decían, tal como si fueran la Pantoja yéndose a hacer las Américas. Recuerdo,
veraneando en Los Realejos, a los niños gritando al paso de una guagua de
turistas: “¡Una gira, una gira!”, señal de que la cosa tampoco era muy
corriente.
Las giras, de todas formas, eran más complicadas que las excursiones de hoy.
Tengo una foto en un álbum familiar antiguo en la que están mis abuelos y tíos
en una “gira” en Las Mercedes. Hay sillas, manteles en el suelo, platos, copas
de cristal y unos cestones enormes, nada que ver con las mochilas, los bocatas y
los vasos plásticos de hoy.
Mis hijos, de pequeños, decían: “¡Nos vamos a Deexcursión!”, así todo junto,
como si fuera un lugar mágico y distinto, en el que podía pasar cualquier cosa,
lejos de la rutina diaria. Y esa ilusión infantil quizás perdura cuando ahora
decimos: “¿Y si hoy nos olvidamos de la comida, de ordenar casa y de otras
majaderías y nos vamos de excursión a…?”.
Aunque ahora pedimos, además, una excursión con premio: un bañito
quitafatigas final en una playa perdida, o una comida en algún caserío, con buen
vino, queso tierno y una guitarra de fondo.
Los nómadas nos hemos vuelto sibaritas.
Sí, Jane. Yo fui uno de los afectados por el volcán y su nube. Parece mentira que un volcán nos haya dejado en tierra, viniendo nosotros de este archipiélago volcánico, Envidias, seguro... No veas la de excursiones que hicimos de adolescentes desde Güimar a Izaña, " a ver la nieve", con una cantimplora de agua y una manzana o un bocadillo. Mi madre se quedaba dañada, como se decía entonces. Luego, por la tarde regresábamos sudorosos, después de haber venido saltando canteros montaña abajo...éramos como verdaderas cabras...Ay, señor...
ResponderEliminarYo voy a viajar la semana que viene y aquí me ves, tocando madera y casi soplando para que la nube volcánica se aleje. ¿Por qué no nos quedaremos a hacer una de esas excursioncitas por la isla, aprovechando que el Teide por ahora no tuge ni muge y que las cumbres están preciosas para una caminata? El impulso nómada, que le dicen.
ResponderEliminarhola!! estoy suscrita a paginas que hablen de vladivostok... soy una tinerfeña que ha ido por ese lejano oriente que es la ciudad final del transiberiano y no he ido una, sino cuatro veces...es mi ciudad de corazón e iré más veces, y como bien dices desde allí he enviado muchos mensajes y llamadas...
ResponderEliminarsaludos
Hola, Fabiola, bienvenida a esta página. Realmente, ese deseo de coger el coche y acabar en Vladivostok quien lo expresa siempre es mi amigo Melchor, poniendo esa meta como quien llega hasta el final de la Tierra. Me parece admirable (y envidiable) que hayas ido ¡4 veces! y sería estupendo escuchar y leer las experiencias que hayas tenido en una ciudad que nos parece tan lejana y exótica. Eso sí que es una gira, pero alrededor de nuestro ancho mundo. Disfrútala.
ResponderEliminarQuerida Jane:Yo no viajo nunca pero casualmente lo voy a hacer la próxima semana y soy de las que está soplando para alejar la nube. Lo que si he hecho hasta la saciedad , es ir de "giras" por toda la isla y es un placer descubrir muchos rincones paradisiacos de nuestra tierra,a los que solo se llega pateando y que no dejan de sorprendernos por su belleza.Disfruta de tu viaje, que si lo haces bien acompañada, será estupendo
ResponderEliminarEn la canción de caminantes de la que hablo en el post se dice también:
ResponderEliminar"En el hogar el fuego es rojo
y bajo techo hay una cama;
pero los pies no están cansados todavía,
y quizá aún encontremos detrás del recodo
un árbol repentino o una roca empinada
que nadie ha visto sino nosotros."
Creo que eso es lo que nos hace caminar, por esos mundos pero también por nuestra isla: la curiosidad, el deleite ante un paisaje distinto, un atardecer o una planta en flor desconocida, el pensarnos solos en medio de la naturaleza y dueños de ella...
Disfruta de tu viaje y de tus giras.
Querida Jane, más que de gira, mi madre me cuenta que ella recuerda haber ido de jira en dos ocasiones, cuando tenía diez u once años. La llevaron a merendar al monte de Las Mercedes, con sus compañeras de clase cuando estudiaba en las Dominicas de La Laguna, y al de La Esperanza con su familia. Además de la buena merienda, no olvida lo bien que lo pasó cantando y jugando con sus amigas y sus hermanos.
ResponderEliminarSu historia me sorprende porque unos cuantos años más tarde, yo me inicié en eso de las giras y disfruté de mi primera jira, contigo y diez compañeras más, cuando las monjas nos llevaron a La Cruz del Carmen a buscar musgos y hierbas para hacer el belén del Colegio, antes de las vacaciones de Navidad.
Siempre recordaré aquella experiencia, porque fue la primera en la que mis padres me dejaron ir sin que estuvieran ellos y aquello me hizo sentir que ya era mayor.
Qué cosas, ¿verdad?. Y pensar que los críos de hoy se van de gira o de jira, con sus colegas y sus "profes", casi desde que aprenden a caminar...
Querida Cehachebé, casualmente me han regalado hoy un estupendo "Diccionario panhispánico de dudas", que ha dado la razón a tu madre y a mí me ha despejado las dudas, que para eso está. Dice así:
ResponderEliminarJira: Excursión para comer o merendar al aire libre. No debe confundirse con "gira" ("viaje por diversos lugares" o "serie de actuaciones sucesivas de un artista en distintas localidades").
Así que cuando yo en mi niñez oía hablar de las "giras", realmente de lo que oía hablar era de las "jiras" (e hicimos una jira cuando fuimos con el colegio a recoger musgo) . En cambio lo que hace la Pantoja o mi amigo, cuando va a la Antártida, es una gira.
Te agradezco mucho tu precisión, porque me encanta conocer mi lengua. Y hoy he aprendido algo nuevo. Un abrazo.
Es verdad, mis nietos van todos los años desde que estaban en la guardería y la noche anterior casi no duermen de la jiribilla que les entra.
De aquella excursión del colegio ¿sabes de lo que más me acuerdo? De una monja diciendo: "¿Qué es eso de musgos ni musgos?" ¡Mujo, niña!"
Saludos Jane, tiempo alejado de estas páginas por motivos laborales. Actualmente estoy de gira, pero de trabajo. Ando realizando inspeciones ambientales en la región Occidental de Venezuela: Estados Lara, Falcón y Zulia. En verdad este país es espectacular. Florecen por igual apamates y araguaneyes y los atardeceres larenses dan fé de que en verdad Dios no ha muerto. Recorrer estas tierras es reconciliarse con el medio ambiente y agradecer la vida. PREGUNTO: Ya formaron el Gremio Probador de Cabello de Angel?. He coleccionado unas recetas prometedoras y puedo compartírlas.
ResponderEliminarP:D. Ultimamente he leído algunos comentarios que me han producido mucha tristeza. Se refieren a posturas personales en el campo político. Respetando las opiniones de cada quien, creo que debe privar el respeto al derecho ajeno de discernir.
Mi marido, que vivió en Venezuela de niño, todavía recuerda un paisaje bello y abrumador en el que la abundancia de colores y frondas era la norma. Y"el Zulia por la noche relampaguea". Es una suerte poderlo disfrutar.
ResponderEliminarSigo sin encontrar pantanas. Ya avisaré cuando el Gremio se reúna para la cata.
La gente, cuando habla de religión y política, muchas veces pierde el norte y se limita a descalificar al que no piensa como él. Yo aconsejaría seguir la máxima atribuida a Voltaire: "No estoy de acuerdo con su opinión pero daría mi vida por defender el derecho que usted tiene de expresarla".
No conozco, todavía, Venezuela y bien que lo siento pero todos esos nombres tienen aquí en las islas una resonancia muy familiar.
ResponderEliminarHasta que pueda viajar hasta allá me conformo con su fantástica musica popular y de ella dos ejemplos que me apasionan: Noches larenses de Juan R. Barrios, interpretada por el gran Quinteto Contrapunto y Allá en la tierra de Otilio Galíndez, cantada por Lilia Vera.
¡Qué gran música la venezolana!
Jane, !... y el Zulia por las noches relampaguea, se refiere al última estrofa de la canción Maracaibo en la Noche de Jesús Reyes y es una clara alusión al relámpago del Catatumbo, fenómeno natural que ocurre en los confines del rio del mismo nombre.
ResponderEliminarLe recomiendo que se arme de paciencia y siembre pantanas en su huerto. Una forma sencilla es "empalar" la planta una vez germinada y cuando fructifique, "embolsar" en una malla los frutos. Usará poco espacio y los resultados serán fabulosos y lo más importante: se evitará andar de romería por los mercados a la vez que gozará cosechando productos eminentemente orgánicos. Vale la pena intentarlo.
Maracaibo en la noche" es una de las canciones que, en cuanto nos juntamos los amigos con las guitarras, cantamos. Así que también nos son familiares el gran Catatumbo y el relampagueo. Estoy conforme con lo que dice Melchor Padilla: ¡Música bonita, la venezolana!
ResponderEliminarVamos a ver si encuentro semilla o planta viva. Estoy en ello, no crea, desde hace semanas.
Te juro que con lo del volcán, pensé lo mismo ¿toda esa gente, estará de viaje de trabajo o qué?
ResponderEliminarBuenísimo lo "deexcursión" y lo de las "giras".
Muy bonito, Jane, como siempre
Gracias, Loque. Y ahora yo, por este nomadismo que tenemos metido en los genes, voy a formar parte de toda esa multitud que hace colas en los aeropuertos y que está pendiente de si la nube va para acá o para allá... Y lo mío no es un viaje de trabajo sino de qué. ¡Quién me mandará a meterme en berenjenales! Todo sea por contarles después batallitas a los nietos.
ResponderEliminarestupendo post
ResponderEliminarMil gracias.
ResponderEliminarMientras el caballero que suele ir de j/gira por tierras antárticas y patagónicas practica el reposo del guerrero, viendo repochado el Roland Garros, su señora le lee el artículo (¿se dice así en el lenguaje bloguero?) Ha estado muy ocurrente, tomar como pretexto los viajes a lugares lejanos (Vladivostok incluido), para llegar hasta nuestras apañaditas excursiones, que tampoco eran ni son mancas. Me permito recordarte aquellas jiras que hacíamos todos los años, con bocadillo en pocha, a la gruta. ¿No es hermoso traerlo a la memoria?
ResponderEliminarBesos, amiga Jane
Nadie nos podrá quitar las caminatas, el respirar hondo rodeados de verde, la visión de uin paisaje nuevo o el sabor de un bocadillo de tortilla de papas que al aire libre sabe mejor. Da igual donde sea, en Vladivostok, en la Antártida (aunque verde hay poco, digo yo) o en Masca, Siempre es hermoso traerlo a la memoria. Un beso.
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