Me ocurrió este verano. Estaba tendida en la arena de la playa, después de un
baño reconfortante en un mar que se estaba encrespando por momentos. Había
bandera amarilla pero, por el lado de las rocas, estaba ya puesta la bandera
roja.
Yo oía, porque no me quedaba más remedio, al socorrista de la playa –nada que
ver con Los vigilantes de la playa de la tele- que hablaba con un
extranjero. No sé por qué, hay algunos paisanos que creen que con los de fuera
se tiene que hablar a grito pelado y con infinitivos, como en las películas de
indios. Así que yo, y cuantos estaban en un radio de 20 metros, nos enterábamos
de que se había separado y de que se había quedado sin casa y sin coche.
- MI EXMUJER SER DE CHÍO –decía- Y LAS DE CHÍO SER MUY CUADRADAS.
¿Cuadradas?, pensaba yo, divertida.
- ELLA DECIR VEN, YO IBA. ELLA DECIR VETE, YO ME IBA…
Y allá estaba yo (y todos los de alrededor) tan entretenidos oyendo el
serial, mientras el extranjero le contestaba en perfecto español que lo que
tenía que hacer era buscarse 3 o 4 mujeres a la vez, cuando le oí una
exclamación.
No tuve casi tiempo de ver lo que pasaba. En el extremo de la playa, muy
cerca de las rocas, un adolescente con síndrome de Down, en un flotador, era
arrastrado hacia ellas por las olas cada vez más grandes. En menos de un minuto
el socorrista ya había volado, se había quitado la camiseta, que dejó sobre la
arena, y, nadando con una agilidad asombrosa, se acercaba al niño en medio del
oleaje. Cogió el flotador y lo vi acariciarle la cabeza mientras lo llevaba a la
orilla donde lo esperaba su madre (que no sé en qué estaría pensando al dejar a
su hijo campar en mares procelosos, que dirían los palmeros).
Todo fue un visto y no visto. Cuando el socorrista volvía como si nada
hubiera pasado, hasta más alto parecía. Ya no era aquel tipo medio ridículo que
contaba su vida. Había sufrido a mis ojos una transformación, una metamorfosis
tan increíble que ahora lo veía como una mezcla de Tarzán y de Supermán, un
superhéroe capaz de jugarse la vida por un desconocido. Ya sé que ese era su
trabajo, pero muchos, ni por un millón de euros, seríamos capaces de hacer algo
así.
Y me quedé pensando (y probablemente todos los de alrededor también) en las
falsas impresiones a primera vista, en los juicios precipitados, en el paso tan
breve que puede haber de una comedia a una tragedia, y en la miseria y grandeza
del ser humano.
Isa, por esto q has escrito me has hecho recordar cuando íbamos a la playa de la arena, era tremendamente peligrosa, muchas veces nos metimos mi marido y yo a sacar a extranjeros que eran muy atrevidos y la playa muy traicionera. de todas formas la metáfora es otra, la primera impresión no es la que vale.......
ResponderEliminarAl mar, Mary Carmen, hay que tenerle siempre mucho respeto. Recuerdo también una vez a unos extranjeros que se estaban sacando fotos en las rocas con un mar espantosamente fuerte. Hasta yo les hice señas de que se fueran de allí... Al día siguiente me enteré de que a dos de ellos se los había llevado una ola y no los habían encontrado todavía.
EliminarBuen post, amiga Jane, buen post.
ResponderEliminarApreciaciones como la suya, amigo Melchor, aparte de animar bastante a seguir dando la vara cada martes, se agradecen en el alma valorando la procedencia. Así que, como decía aquel al que le gustaba que le regalaran los oídos, "desarrólleme el tema" (es broma, es broma).
EliminarUn abrazo.
Hace unos años mi hijo hizo un intercambio escolar con Francia y tuvimos en casa a un joven francés cultísimo y educadísimo, un encanto de chico. Cuando se fue nos comentó que lo que más le había impresionado de su estancia era la falta de prejuicios de los canarios.
ResponderEliminarÉl nunca supo que había llegado a casa de rebote: la familia con la que tenía que quedarse no lo aceptó porque llevaba melena con una trenza y pidieron a los profesores que se lo cambiaran por otro con "mejor aspecto". Ellos se lo perdieron.
Ay, los prejuicios... Los profesores, que tratamos con tantos y tantos alumnos a lo largo de los años, con aspectos y modas tan diferentes (a lo hippy, con crestas, con piercings hasta en el lagrimal, con pantalones caídos viéndoseles los calzoncillos...), hemos aprendido a no dejarnos llevar por el aspecto exterior, que muchas veces es sólo una concesión al ambiente y a la época en que viven. He tenido alumnos excelentes con una pinta infame. Me acuerdo de uno que parecía el tío Cosas al que le vi los ojos (por cierto, muy bonitos) casi a final de curso, cuando se peló la pelambrera que le caía hasta las narices. Tuvo matrícula de honor en todas las asignaturas.
EliminarLos prejuicios y los estereotipos, aparte de ser la base del racismo, nos impiden conocer bien al otro que tenemos enfrente y, con ello, nos estaríamos perdiendo una parte importante de la vida.
Como bien dice el profesor Padilla, buen post, amiga Jane. Y, además de buen post, mejores reflexiones, añado yo. ¡Ah! y corroborar lo que dices de los profesores, en cuanto a la enorme diversidad de vestimentas que hemos visto pasar a lo largo y ancho de nuestra experiencia profesional y lo mucho, o muchísimo, que procuramos no dejarnos influenciar por ellas. Enhorabuena, mi niña.
ResponderEliminarEs que, si lo piensas, el hecho tiene bastante material para reflexionar. Está el tema de las apariencias y la realidad, lo fácil que juzgamos a alguien por un aspecto cuando las personas somos algo muchísimo más complicado; está la mirada que echamos sobre los demás, a veces hasta despreciándolos, para luego darnos cuenta de que hacen cosas que ni de lejos haríamos nosotros; está el tema de las negligencias, que ponen en peligro la vida de los servidores públicos; está el tema de que cualquier accidente te puede cambiar la vida por lo que habría que estar atento a lo que nos rodea; está el tema de la vida en sí misma, llena de absurdos, risas y tragedias, el "cuento contado por un idiota", y de los papeles que jugamos en ella...
EliminarClaro que, en lugar de todo eso, también podemos tendernos en la playa, y no oír ni ver nada y disfrutar sólo del sol. Y esta elección a lo mejor también lleva a otras reflexiones... ¡Maldito cerebro!
Ciertamente Jane, las apariencias engañan. Y va de cuento: La hija de un viejo amigo se graduaba Summa Cum Laude en una prestigiosa Universidad venezolana y el quiso obsequiarle un auto Mercedes Benz 350 SL-C, todo un lujo. Me pidió que lo acompañara a un concesionario exclusivo para aquel entonces, en la ciudad de Caracas. Ya en en el lugar, mi amigo observó el carro que deseaba y le pidió al vendedor que se lo facturara. Este se quedó mirándolo sorprendido y comenzó a reir a mandíbula batiente; debo decir que la apariencia de mi apreciado amigo era muy singular: sombrero de cogollo, liqui liqui de kaki y alpargatas llaneras, toda una pinta propia de un verdadero pata en el suelo. A todas estas apareció el Dueño o Gerente del Negocio y para zanjar la cuestión de la venta dijo un precio muy superior al normal. Mi amigo sacó su chequera y se la extendió al Gerente y le dijo: Por favor haga el Cheque - MI AMIGO NI SIQUIERA SABIA FIRMAR -. El señor Gerente tuvo la feliz idea de llamar al Banco y desde allí le contestaron que no se preocupara que podían darle el negocio completo si el Cliente lo deseaba. Al rato llegó al concesionario un Mensajero del Banco con un Cheque de Gerencia por la cantidad acordada. Lo bueno de todo es que mi amigo recibió a los días un reembolso en efectivo por el dinero que había cancelado de más. Hasta el vendedor del vehículo, a la larga resultó ser buena gente. En verdad pues , las apariencias engañan.
ResponderEliminarQué buena historia, Agroteide. Me recuerda las del califa Harún-Al-Raschid, el de "Las Mil y una noches", cuando se disfrazaba de mendigo para ver cómo vivía el pueblo y poder gobernar más justamente (igualito a los de ahora).
EliminarUna vez le pedí a mis alumnos que buscaran refranes y dichos populares sobre el tema de las apariencias y la realidad, partiendo del que usted dice "Las apariencias engañan", y encontraron más de 50, tanto para los que, como en el caso de su amigo, aparentan menos de lo que son ("el hábito no hace al monje", por ejemplo), como los que aparentan más ("no es oro todo lo que reluce" o "aunque la mona se vista de seda, mona es y mona se queda"). De estos hay un dicho de Las Palmas que siempre me hace gracia: "Aunque el cochino sea blanco, y lo lleves a la Villa, y lo pongas a la sombra, siempre es negra la morcilla". Todo esto prueba lo mucho que la sabiduría popular conoce el tema.
Saludos desde un Tenerife hoy con mucho calor.
Saludos Jane: Muy buena la tarea encomendada a sus alumnos. Hoy quisiera referirme a un tema que me trae un poco confundido. Me refiero a la formas o giros que usamos en el habla cotidiana. Es frecuente oír frases como las siguientes: Fulanito sufrió un "trágico accidente" o Perencejo atraviesa por una "penosa enfermedad". Bueno a mi entender no hay accidentes alegres y mucho menos enfermedades risueñas. Pero de repente es una manera de dar informaciones adornadas de "buenas noticias" (¿recuerda?). El refrán cochinérico lo conocía pero de esta manera: El cochino puede ser blanco o negro, criado al sol o la sombra y beneficiado en Maracay o La Villa, que siempre será negra la morcilla. Y vale este otro, que importa que el sol se ponga si hace viento y seca la ropa?. En todo caso, es interesante recordar uno muy venezolano, de Maracaibo para más señas que dice así: Zamuro no come coco ni gato come tomate, si te váis a poner loco, no te pongáis de remate.
ResponderEliminarLeí el otro día que uno de los mandamientos para escribir un buen artículo de opinión es no caer en la tentación del adjetivo "y menos si es truculento y apocalíptico". Con mucha ironía Ignacio Sánchez-Cuenca, que es el autor, dice que hay que aprender a dominar los impulsos de adjetivar. Pero, ¿quién se resiste, con lo riquísima que es nuestra lengua, a poner aquí y allí adjetivos, como quien espolvorea perejil, aun cuando en una segunda lectura nos damos cuenta de que sobran? Triste entierro, blanca nieve, negra noche, incluso habla cotidiana (porque el habla evidentemente es diaria)... Tendríamos que reprimirnos pero entonces el lenguaje quedaría muy soso.
EliminarMuy curiosa la otra versión del refrán de la negra morcilla (¿sobraría "negra"?), probablemente con el mismo origen. Seguro que hay otras. Lo prodigioso del lenguaje es que es algo tan vivo y tan cambiante...
Gracias por decir siempre algo interesante. Un saludo.
Sí que es un buen post, Jane, pero yo creo que más bien que las cosas no son blancas o negras (menuda obviedad) sino que el ser humano es muy complejo, y que un hombre capaz de salvar una vida sin despeinarse (que es heróico, por mucho que sea su trabajo) puede ser a la vez un imbécil que dice que lo mejor es tener 3 mujeres.
ResponderEliminarExiste una serie americana que se llama "Rescue Me" que va más o menos de esto, trata de la vida de varios bomberos de NY, algunos de ellos, supervivientes del 11-S, que a su vez son machistas, retrógrados y bastante brutos, aunque se jueguen la vida a diario y se entreguen 100% a las víctimas.
Es lo que somos y fue en lo que me quedé pensando con el episodio del socorrista: la miseria y la grandeza, pero también las contradicciones en las que caemos y que vemos continuamente. El que predica un modelo de vida y hace lo contrario, el que dice que te quiere y actúa como si no, el que vive las vidas ajenas y no vive la suya... Pero ahí estamos, tan débiles y, sin embargo, tan fuertes.
Eliminar(Y lo siento, Loque, pero hoy me dio el filosófico, qué le vamos a hacer. Esperemos que no me insulte el futbolista Ibrahimovic)
Un abrazo.
He tenido que buscar en guguel, porque vamos, ni idea de lo que me hablabas, pero creo que al final he entendido que un futbolista dice que se va del Barça porque Guardiola es muy filosófico.
ResponderEliminarVamos, que ser filosófico es malísimo, algo así como ser un señor con túnica que va por ahí cayéndose porque no me ve por dónde anda ¿no? :-)
No creas, yo tampoco me había enterado mucho, que una no está al tanto de lo que pasa en fútbol. Pero ayer leí un artículo de Juan Cruz que se llamaba "¡Filósofo!" y ahí supe que el tal Ibrahimovic (tampoco sabía quién era) se lo llamó como insulto a Guardiola (no decía por qué), pero Juan Cruz argumentaba con razón que eso es emparentarlo con Bertrand Russell o con Miguel de Unamuno y eso no está nada mal.
EliminarIncluso, si Ibrahimovic supiera la anécdota de Tales de Mileto (es de él de quien se cuenta que se cayó porque iba mirando a las estrellas), también sabría que de esa observación, concluyó que habría una buena cosecha de aceitunas y compró todas las prensas con lo que luego se hizo rico alquilándolas. Después de eso nadie se volvió a reír de él.
Ya sé que han pasado días de esta entrada, pero es que la he disfrutado tanto que me motiva a comentar. Ya te dije que estaba revisando tu blog completo.
ResponderEliminarCon esta me has recordado el párrafo final de El Mundo de ayer, de Stefan Sweig, que me imagino que hayas leído, pero por si acaso no lo tienes a mano, te lo reproduzco:
El sol brillaba lleno y fuerte. Cuando regresé a mi casa, observé de pronto mi propia sombra frente a mí, tal como veía las sombras de la otra guerra detrás de esta guerra real. En todo este tiempo no se apartó más de mí esa sombra imposible de sacudir, se cernía sobre cada uno de mis pensamientos, de día y de noche; tal vez su contorno oscuro se ha posado también en muchas páginas de este libro. PERO CUALQUIER SOMBRA ES, EN ÚLTIMA INSTANCIA, HIJA TAMBIÉN DE LA LUZ. Y solo el que ha experimentado sucesos claros y oscuros, la guerra y la paz, el ascenso y el descenso, sólo ese ha vivido en verdad.
¿Verdad que es un modo interesante de ver esos contrastes de la vida?
Saludos,
¡Qué frase tan sugerente! Me hace recordar un poema lejano y ya casi olvidado que decía algo así como "la calma tras la tormenta y tras la vida, la muerte satisfacen plenamente" (¿de quién era?). Y también a Heráclito, el primer filósofo que se dio cuenta de que vivimos en un mundo armónico hecho de contrarios.
EliminarSí leí "El mundo de ayer" aunque no recordaba esa frase. Stefan Zweig era uno de mis autores preferidos en los años de universidad, y por esas modas raras desapareció de las editoriales durante mucho tiempo, aunque hace pocos años algunas (Acantilado, Juventud...) tuvieron el acierto de reeditarlo y compré algunos para la Biblioteca, entre otros éste de memorias. Me gustó mucho.
Jane, como se te ocurrió decirme si le había cantado la bendita canción ?. De haberlo hecho, hoy no la estaría contando. Soy absolutamente sordo musicalmente hablando, según los entendidos en la materia. Todavía me pregunto como fue que aprendí a bailar.
ResponderEliminarAh, sí. Fue con diagramas en el piso, la música de Perez Prado y la paciencia y cariño de mis amigas de la Universidad. Todo mecánico, pues. En estos días cumplimos 35 años de graduados y seguro que en la reunión será tema de conversación: ¿ Cómo hizo este gran carrizo para conquistar a esa gran bailarina que es su esposa ?. Siempre digo que las circunstancias obligan a la superación y en mi caso era imperativo el logro. En mis tiempos o bailabas o te mandaban al mísmisimo.
Hay muchos de nosotros que tenemos lo que dicen "2 pies izquierdos". Pero el impulso del baile lo llevamos dentro (hasta mi nieta de un año baila), y como ahora no tienes que ir siguiendo los pasos esos de "2 a la derecha, 1 a la izquierda), la cosa se pone más fácil (eso claro, si no quieres ganar un copa bailando, claro).
EliminarUn abrazo.