martes, 3 de agosto de 2010

Sabores perdidos




Era una imagen habitual en mis tiempos muy mozos la de las lecheras por la calle con la cántara en milagroso equilibrio sobre las cabezas y, por supuesto, recibirlas en casa. Como quien dice, de la vaca a la taza. Recuerdo los cuencos de nata que mi madre recogía después de hervir la leche y los riquísimos resultados, unos bizcochones esponjosos que sabían a gloria. También recuerdo, eso sí, que, cuando las lecheras llegaban, mi madre, previniendo la picaresca que creo que era mucha, metía en la leche un aparatito que medía si le habían añadido agua.

Muchos años después, en un verano, con los hijos ya crecidos, alquilamos una granja en el corazón del Perigord, en la Francia profunda. El pueblo más cercano tenía 200 habitantes y nuestros vecinos eran los dueños de la granja, que todos los días llevaban a pastar a las vacas. Nos vendían la leche y nos regalaban tomates y huevos. Me reencontré entonces, como si fuera una revelación, con el sabor olvidado de la leche de mi infancia.

Hay una escena en una película deliciosa de dibujos animados, “Ratatouille”, a la que llevé a mis nietos para disfrutarla yo sobre todo, que me recuerda todo esto: un crítico gastronómico espera, escéptico, a ver con qué plato lo van a sorprender y le sirven ratatouille, una especie de pisto. Al probarlo, sus ojos se agrandan y se llenan de deleite anticipado y se ve a sí mismo, pequeño, en la cocina de su madre, aspirando y gustando los aromas y sabores de su niñez.

Alguna vez en nuestras vidas aparece un atisbo de lo que fueron esos sabores perdidos y, tal vez, nunca olvidados: los merengues y marquesotes de mi abuela materna, la carne que nos ponía mi madre los domingos -¿por qué sabía distinta a la de ahora?-, el Orange Crush que tomábamos de vez en cuando en Los Paragüitas o en la Plaza de Weyler con almendritas saladas, el arroz amarillo de mi abuela paterna, las sopas de miel de carnavales…

“Nostalgiosa tengo el alma”, dice la canción. Tal vez la nostalgia consiste sobre todo en eso: cerrar los ojos y tener en la punta de la lengua, como si se fuera a hacer presente, un sabor perdido que ya pertenece al pasado. 

39 comentarios:

  1. ¡Yo también tomada esa leche "de verdad"! Y con la nata en mi casa se hacía un bizcocho que nunca jamás he vuelto a tomar, y es que yo no he tenido esa "regresión" culinaria hasta ahora.

    Aunque sí, sí, conozco esa sensación.

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    1. Fíjate que yo ¡odio la la leche! Y sin embargo, aquella, tomada allí a unos metros de la vaca, sabía a otra cosa: a infancia, a mañanas de domingo, a meriendas a la vuelta del cole mientras le contabas a tu madre lo que te dijo tal profe... Sabía a hogar.

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  2. Hace ya un tiempo escribí este post sobre el mismo tema. Es curioso cómo el cerebro de pronto hace un clic y conecta temas y sabores tan dispares...

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    1. Hace un par de semanas una amiga me regaló una bolsa de tamarindos, que hacía siglos que no probaba. Su sabor, ácido y jugoso, arrastró, como a ti y a Proust con su magdalena, el recuerdo del hermoso patio de mi colegio, que ya no existe, con sus soportales y sus frondosos laureles de Indias y, en un rincón, el tamarindo cuyos frutos hacíamos caer.

      Los olores y sabores deben tener un canal secreto hacia la memoria, en donde todo se conecta. Esta es, incluso, una de las explicaciones del fenómeno del "dejà vu", la idea de que la percepción es global y que una sola sensación nos trae, encadenadas, las demás, haciéndonos pensar que eso ya lo hemos vivido antes.

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  3. Nostalgiosa has puesto tú mi alma, amiga Jane, con este estupendo post. Ese medidor de posible presencia de agua en la leche, también anduvo por casa, después de que mi madre sospechara que, poco a poco, la que nos vendían se iba aclarando, cada vez más, y perdiendo esa nata tan sabrosa de la que hablas.
    Recuerdo que, con ella, lo que ayudé a hacer a mi madre, en más de una ocasión, fue mantequilla. Eran unas cuantas horas batiendo la nata en un cuenco y con un tenedor, con unos granos de sal gorda para darle algo de sabor y, sobre todo, para conservarla sin que se estropeara, porque en ese entonces no teníamos frigorífico. Se iba endureciendo a medida que se batía y era una auténtica exquisitez para el paladar.
    Otra excelencia era poner esa nata, recién hecha, sobre un plato o una taza llenos de gofio guisado al fuego. Mientras lo describo, siento que mis papilas gustativas se ponen en marcha, de nuevo, y lo saborean como cuando tenía 12 o 13 años.
    Yo sí que, de siempre, he sido una degustadora de la buena leche. Disfrutaba mucho, por ejemplo, con la de cabra. Solían pasar pequeños rebaños por las calles de nuestro barrio, el del Urugüay, y las ordeñaban ante aquellos que queríamos comprarla. Caliente, espumosa y cruda, enseguida iba a parar a un tazón al que le añadíamos un poco de gofio de millo, de trigo o mezclados.
    ¡Qué pena que hoy no tenga la oportunidad de repetir aquellos sabores únicos!. Pero, no me quejo. Los sustituyen otros que, en un futuro, sin duda, también echaremos de menos.
    Gracias, una vez más, por despertar en nosotros esos recuerdos que no tienen precio.

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    1. Yo me acuerdo de que en casa había una nevera antidiluviana en la que otro personaje, el chico del hielo, metía un bloque grande de hielo en un compartimento superior. Las lecheras, el chico del hielo y la chica que venía a recoger la comida del cochino (las sobras de la comida) son también parte de ese pasado al que pertenecen los sabores de la mantequilla casera (me la comía a cucharadas, por lo que, después de enfermarme, hoy no la puedo ni oler) y los tazones de leche de cabra, la preferida de mi madre. No, no los repetiremos pero nadie nos podrá quitar lo vivido.

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  4. Estimadas Jane y Cehachebé: Como decimos en Venezuela y con el debido respeto, nos enseñaron la Cédula (DNI, para Ustedes). Miren que ha soplado el viento desde la época en la cual los "cabreros" iban por las calles de Sta. Cruz con sus rebaños ofreciéndo el producto de las ubres que tanto les costaba mantener. Si de sabores se trata, recuerdo con verdadera nostalgia a las milhojas de una Pastelería que quedaba cerca de la Plaza Weyler y el pan de "matalauva" (anís) lagunero. En buena hora, acá hay muy buena Repostería y entre ella, la autóctona es excelente. Pregunten a los venezolanos que viven entre Ustedes y se sorprenderán.

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    1. Estimado Agroteide: Yo tuve la suerte de tener una abuela (que vivía con nosotros) que era una repostera estupenda. Había un horno de pan cerca de casa y ella se iba a hacer allí bollos de manteca, almendrados, marquesotes, rapaduras, bizcochos, queso de almendras... y, cuando ya se apagaba y recogía todo, ponía en la boca del horno los merengues, maravillosos, que quedaban duros por fuera y suaves por dentro, y que hoy todavía recuerdan muchas de mis amigas del colegio. Hasta caramelos nos hacía en casa y figuritas de azúcar en forma de cisne o de flor. La pena fue que nunca le pedimos recetas, suponiendo con la inocencia de la niñez que siempre estaría ahí haciéndonos la vida más dulce.

      También por la calle del Pìlar, donde viví mi infancia, pasaban los cabreros, y el pan de matalahúva (o matalahúga, que también se dice) se sigue haciendo todavía, aunque, como dije, no sé por qué, no sabe igual al de entonces.

      Pero, aunque hemos probado cosas buenas en el pasado, estoy de acuerdo en que hay que estar abiertos a nuevos sabores y los postres venezolanos están en la lista (me han hablado de una tarta negra...)

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  5. Y aquellos bocadillos de queso amarillo y dulce guayaba ( Conchita), o la mayonesa de mi abuela a mortero. Algunas veces con el arroz a la cubana preparo una salsa de tomate dulce y caliente que llevo a la mesa en un caldero de rabo pequeño sobre un plato ( como hacía ella) y me parece vivir aquellos días. Estos niños prefieren el ketchup, pero ni punto de comparación.

    A casa también venía el hombre del cochino, le recuerdo en su cuatrolatas medio desvencijado, y aquellos bidones con asa llenos de sobras de comida . Tocaba en la puerta de atrás y gritaba " cochino" y cualquiera de nosotros respondía " pase pa dentro", que recuerdos Jane.

    Un abrazo.

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    1. ¿Y qué me dices de los bocadillos de sardinas de lata?

      Mi amigo Melchor también recuerda que, cuando llegaba del colegio muerto de hambre, se comía, a escondidas de la madre, la carne cruda que ella había preparado para las albóndigas. Él dice que en realidad lo que comía era steak tartare, antes de que éste se pusiera de moda.

      Y, si lo piensas, lo de la comida del cochino era una medida bastante ecológica. Nada se desaprovechaba. Mi suegro, que tenía una finca, también tenía vacas para abonar las plataneras con las bostas. Era un estilo de vida que ya no existe y que tenía carencias pero también grandes virtudes. Y yo también sigo haciendo salsa de tomate casera y ahora con tomates de la huerta. Es una gozada.

      Un abrazo.

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  6. Por suerte para mí, la adolescencia la pasé estudiando y "disfrutando" de las labores del campo en mis vacaciones, estudiaba para que me dejaran ir con mis abuelos a La Palma. Sé lo que son todos esos olores y sabores, y tambien se lo que costaba a los mayores sacar de la tierra y los animales todo eso que hoy nos evoca buenos recuerdos. Sin menospreciar ninguno, mi preferido es el del gofio. Recogiamos las piñas, las desgranábamos, se ponían a secar, luego se tostaba el millo, y se llevaba a la molina del pueblo, que, por arte de magia te devolvía los sacos que tan incómodos habían sido de llevar, llenos de un polvo suave, fácil de cargar, y con un olor que continuaba incluso tras haberte bañado. Tengo la suerte de vivir cerca de una moderna molina, que me impide olvidar, aunque en mi casa el gofio se ha sustituido por los cereales del Sr. Kellogs.

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    1. Ay, primo, para mí, más que el sabor, es el olor del gofio recién molido (uno de mis olores preferidos, junto con el de las naranjas) el que me trae recuerdos de la molina que había cerca de casa, aquellas mañanas en las que me iba temprano para ir a la universidad. Pero también está el sabor de las pelotas de gofio que mi madrina nos llevaba para merendar en los veranos de Los Realejos. Después de un bañito en el mar bravo del Puerto de la Cruz, ese gofio sabía a gloria.

      Mis nietos también se están perdiendo ese sabor en favor de los cereales. Igual no saldrán tan guapos como nosotros, los niños del gofio.

      Un abrazo

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  7. De pequeña, mi madre nos llevaba a las Teresitas por las tardes, y al oscurecer, tiritando de tanto bañarnos, y sobre la arena negra de antaño, nos daba unos bocadillos de sardinas con pimientos y huevo duro, que aún hoy , al recordarlo, se me hace la boca agua.¡Buenos tiempos los que hacen perdurables sabores y momentos especiales! Un abrazo, y desde aquí saludar al primo de Tona que hace tiempo que no veo

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    1. No sé qué tiene el mar que, a su vera, los sabores se potencian. Y no te olvides del traguito de vino Sansón que se nos daba a los niños después del bocadillo. Incluso a veces se le añadía una yema. Eso es sangre, decían. No lo he vuelto a probar desde entonces

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  8. ¿Y los bocadillos del bodegón Acentejo? Florencio nos ponía dentro del pan todo lo que había en barra: mejillones, pulpo, ensaladilla, caballa, berberechos...

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    1. Los bocadillos admiten todo. Mi madre le quitaba la miga al pan y en el hueco ponía una jícara (qué bonita palabra y qué poco se usa ya) o un trocito de chocolate. O un plátano o leche condensada también en el hueco. La imaginación al poder.

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  9. Hola Jane, ya veo que es Usted algo golosita, pero no se preocupe, yo tampoco me quedo atrás. Y... ahí le va la receta de la Torta Negra, preparación que realizaba una excelente amiga, hoy contratada como Repostera Celestíal.En primer lugar deben ponerse a mecerar con 15 días de anticipación en un buen ron, brandy o cognac, en cantidad de 1 taza y otra de cerveza negra, más o menos 1/2 kilo de frutos secos: almendras peladas, avellanas, nueces, naranjas confitadas (cáscara), ciruelas pasas, en proporciones iguales. Añadir a la preparación una cucharadita de clavos de olor, 1/2 cucharadita de canela molida, 1/2 cucharadita de nuez moscada y 1/2 cucharadita de jenjibre fresco rayado.En segundo término se prepara la torta de la manera siguiente: En una batidora se colocan 150 gramos de margarina o mantequilla con sal y se le agragan 2 tazas de azúcar rubia. Se bate hasta
    formar una crema. Se agregan 5 huevos completos, de uno en uno y se sigue batíendo por alrededor de 5 minutos más. Se para la batidora y con movimientos envolventes se van agragando 2 tazas de harina y 1 cucharadita de polvos de hornear (polvos de levantar). De seguidas se va incorporando la maceración realizada previamente.
    Luego se enmantequilla y se enharina un molde circular de 25 cms. de diámetro y se coloca la preparación anterior. Se precalienta el horno a 350 Grados y se hornea la preparación realizada por un tiempo de 50 minutos. Se saca del horno, se deja reposar y se desmolda aún caliente.
    Si no se quiere que la torte se dore demasiado, es recomendable cubrirla con papel encerado.
    Ojalá se anime y la elabore. En todo caso, buen provecho. Ah, es bueno acompañarla con una buena taza de cacao oscuro (mínimo 45% cacao).

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    1. ¡Qué buen regalo me acaba de hacer! Ya me han pedido la receta 2 amigos. Tenga por seguro que la haré y comunicaré los resultados (y ni voy a mirar los kilos). Muchísimas gracias.

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  10. Los olores tambien se almacenan en la memoria. En mi caso recuerdo cuando mi padre hacia flanes caseros, todo un ritual que giraba entorno a una vieja cazuela blanca a la que se añadían mil y un ingredientes a modo de pócima mágica jeje. Todavia siento el olor! Eso y el dia de mayor fiesta de la semana, el domingo, que pasabamos por el antiguo echeto, ese pequeño y oscuro con una barra gigantesca y nos compraban " la chuminada" una figurita minuscula de azucar con forma de animalitos jajaja pero que mayor que estoy!

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    1. Los olores y aromas te unen a la casa, al trabajo, a los placeres, a la vida pasada. Hay aromas que sanan o que enamoran. Y otros, como tu "chuminada" (no conocía la palabra aplicada a esa figurita) que te atan a la infancia. Para mí el olor de los domingos por la mañana era el de los churros que mi padre compraba a la salida de misa para desayunar.

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  11. O los sabores perdidos causan nostalgia......

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    1. Todo un "En busca del tiempo perdido" se basó en esa nostalgia, Ana.
      Y recuerdo un artículo de Pérez Reverte en el que un boquerón asado con apenas una gota de aceite, hecho sobre una plancha caliente, disparó ecos de la vieja memoria, sabores y olores vinculados al mar próximo, como si alguien hubiera descorrido, dice, una cortina y el paisaje familiar estuviese ahí de nuevo, nítido y claro como siempre.
      Ahí tenemos la nostalgia acechándonos.

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  12. Fernando Uzigalnik Suazi6 de septiembre de 2014, 14:59

    ¿Es la misma nostalgia gustativa a la que se recurre cuando uno encuentra un tomate que realmente sabe a tomate?

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    1. Yo creo que sí, Fernando. En casa tenemos un huerto con 8 matas de platanera, y cuando nos da una piña, el sabor de los plátanos, a mí por lo menos, me lleva a los que comía en los Sauces de pequeña, cuando te acercabas y cogías los plátanos que amarilleaban en la propia mata. Y lo mismo pasa con las manzanas, los aguacates o las naranjas (y, por supuesto, los tomates). Delicias de otros tiempos que no hay manera de probar porque las frutas han sido maduradas a la fuerza, refrigeradas, bombardeadas de abonos químicos y otras lindezas.
      Y uno sólo quiere eso: un tomate que sepa a tomate.

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  13. ¿Y qué me dices de la nostalgia de los olores antiguos? Esos están grabados a fuego en nuestra memoria.

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    1. ¿Antiguos, cómo, Juancho? Como nosotros, espero que no, que ese calificativo no nos va. Sí nos producen nostalgia los olores de antes, de cuando mirábamos el mundo como si estuviera recién estrenado.
      Me acordé, Juancho, de otros "olores antiguos", los de los españoles en aquellos tiempos de la forja heroica del imperio. Creo que eran famosos porque se olían de muy lejos y que los tercios de Flandes tenían que acercarse por sotavento a las ciudades si no querían encontrarlas despobladas. Y acuérdate de Isabel la Católica y su camisilla y de Teresa de Jesús, que era dueña de un olor de santidad capaz de espantar mulas de arzobispos, según leí una vez.
      Supongo que esos sí se les quedaron grabados a fuego a aquellos incautos que los sufieron ;-D

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  14. La verdad es que estoy anonadada con todos estos comentarios que me anteceden!!!!! si voy a ser sincera yo no pase por probar esa leche recien ordeñada de la que hablan con abundante nata.Supongo que esos tiempos los gasté en ir y venir de las Islas a Venezuela y no tuve tiempo suficiente en alguno de los dos sitios para disfrutar de esos placeres.Viviamos en Caracas y la vida en una capital no es ni parecida a la que varios describen.....Pero fijense de que cosa más simple tengo un recuerdo que ha sido imborrable en toda mi vida.......del aroma de los huevos fritos con aceite de oliva extra virgen!!!!!! en mi niñez,en Venezuela mi mamá no usaba sino el aceite de maiz,y nunca supe lo que era comer un huevo frito en el aceite de oliva como lo hacia mi abuela materna rutinariamente en Tenerife.......ese recuerdo perdura en mi memoria hasta el dia de hoy....para mi no hay mayor placer que repetir de vez en cuando lo que hacia mi abuela.

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    1. Para mí, Ligia, un buen plato de huevos fritos con papas fritas es un manjar de dioses, la cosa más rica del mundo. Y sí el aceite es de oliva virgen extra, las papas de Tenerife y los huevos de mis gallinas recién puestos, no hay nada que se le iguale.

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  15. Recuerdo,Isabel, con mucho cariño los merengues de tu abuela. Alguna vez fui a tu casa con mis primas las gemelas. Si, un buen recuerdo en todos los sentidos.

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    1. Era una repostera estupenda. Y además le encantaba que fueran mis amigas a merendar. Conchitina también se acuerda y dice que no los ha comido iguales nunca. A mí me encantaban.

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  16. SI, SI, SI LOS MERENGUES DE TU ABUELA, RIQUIIIIIISIMOS, ME ACUERDO UN MONTON Y DE Dª BERTA LA VECINA DE ARRIBA, BESOS

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    1. La verdad, Pili, es que eran para recordar. Supongo que el truco estaba en lo que dije: ella horneaba en el horno de la panadería y cuando ya se apagaba, sólo con el calorcito que salía, se hacían en la boca del horno. Y supongo que los huevos eran de gallina de las que correteaban por el campo.
      También recuerdo a Berta, la vecina. De hecho, la nombré en uno de estos post, " El día del eclipse" (13-5-2013), en el que hablo de cuando todos los vecinos del edificio nos reunimos en la azotea a ver el eclipse solar.
      Besos.

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  17. MARY CARMEN GONZALEZ ZAMORANO8 de septiembre de 2014, 22:09

    me acuerdo de muchas cosas que tenia olvidadas, recuerdo en navidad los olores que desprendían todas las casas a slmorejo cuando freían los conejos o cabritos, no he vuelto a notar ese olor. Aquellas latas de mantequilla tan sabrosa. A mi madre aparte de la leche le traían todas las semanas la carne, la señora la traía en una cesta tapada con una hoja de parra. que recuerdos......

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  18. MARY CARMEN GONZALEZ ZAMORANO..8 de septiembre de 2014, 22:18

    SABES TAMBIEN LO QUE RECUERDO MUCHO, LOS BOCADILLOS QUE LE DABAN A LAS INTERNAS DE CHOCOLATE TERROSO,TODOS LOS DIAS CAMBIABA MIS BOCATAS QUE SOLIAN SER DE BUENOS EMBUTIDOS POR LOS DE CHOCOLATE, ME ENCANTABAN. JAJAJA

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    1. Te pasa como a mí con los bocadillos de tortilla de papas del aeropuerto. Ya sé que no tienen ni punto de comparación con una buena tortilla hecha en casa. Pero qué quieres que te diga me priva comerme uno en el avión con un vaso de vino tinto. Lo mismo que tú con el chocolate aquel (bastante malo).

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  19. Recuerdas tus noches palmeras/mezclando amor con Habaneras/ con vino y marquesote....(Una gaviota en Madrid.Caco Senante).Olores y sabores del pasado,¿a quién no le han venido de improviso y sin asociarlo a nada en concreto?. A pan recién hecho,de la calle del Sol,por ejemplo.A gofio recién molido,en la India,p.e.;a pescado recién desembarcado,en San Andrés,p.e.,a.....Olores y sabores DE CANARIAS.

    Olores y sabores DE CANARIAS -nuestras madres y abuelas-.De la ropa vieja de los domingos o del arroz amarillo -aquí no se hacían paellas-,con su latita de carne de mérida.Olores a ropa recién planchada,con planchas de carbón o de calor.Olores a campo,en la ciudad.Olores a turrones en fiestas,a piñas asadas.a papas,las de antaño.Olores a membrillos de los armarios;a reinetas,en los fruteros,....OLORES A MI TIERRA A MI GENTE.

    Buena tarde a todos-as,feliz semana.Y enhorabuena,amiga por este blog. -Al cuál,me puedo acercar de tarde en tarde,cuando hay ocasión.Pero en el que siempre encuentro "buenos guisos"- Cs

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    1. Los olores nos acercan a nuestras raíces y a lo que fuimos y vivimos. Nombro en el post el arroz amarillo (que se hacía en caldero) de mi abuela paterna, porque nunca he probado otro igual, tan bueno. Pero tú me has acercado más olores y por lo tanto más vivencias.
      Uno de esos olores, que marcó mi infancia y del que ya ha hablado, es el olor a caramelo (por la fábrica) que había en la calle de la Amargura, cuando iba y venía del colegio. No nos explicábamos que una calle que olía así se llamara "de la Amargura".
      A disfrutar de los guisos y de los recuerdos. Buena tarde a ti también.

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  20. Olía a caramelos y a papas fritas, olor que salía desde el lado opuesto, estas papas se vendían en un carrito alto junto al Cine Parque. Aquella calle de la Amargura que pasábamos sorteando charcos en invierno para llegar al cole...qué recuerdos!!!

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    1. En ese carrito, al lado del Parque Recreativo, comprábamos churros los domingos, después de salir de misa en la iglesia del Pilar. Otro olor para el recuerdo.
      Tengo un post dedicado a la calle de la Amargura (a ver si te lo puedo subir). Recuerdo sortear los charcos con las que vivíamos por allí. A lo mejor tú estabas también entre mis compañeras de recorrido cada mañana, envueltas en olores deliciosos.

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