Mi padre recordaba siempre una noche, de niño, en la que vio una lluvia de
estrellas. Pero no una estrella fugaz ahora y otra más tarde, no. Era una
verdadera lluvia, 20, 30 o 40 estrellas una tras otra en la noche quieta. Y,
cada vez que lo contaba, los ojos le volvían a brillar con la ilusión de aquel
que ha visto algo mágico.
He pasado muchas noches en el Teide esperando ver el milagro que mi padre
vio. La última, en este agosto cálido que en esas alturas se vuelve frío. Con
mis hermanos y algunos amigos caminábamos por esas cumbres hablando en voz baja
de esas historias que se cuentan en noches oscuras. Hablábamos de veranos
lejanos -en una de las casas del Portillo o en pueblos, cuando se sacaban las
sillas a la puerta después de cenar- y del recuerdo de aquellas noches
luminosas. Contábamos experiencias de objetos voladores no identificados, mi
marido y yo de cuando él estaba en el Astrofísico o un amigo, de unas fiestas en
Valverde en las que vieron una luz extraña y quieta sobre ellos durante largo
rato. Incluso alguien habló de unos seres altos y vestidos de blanco (¿vestidos
de blanco?) que habitan en el subsuelo de Tenerife y que unos obreros vieron una
vez en Güimar al cavar un pozo…
Caminábamos con calma por los caminos de las Siete Cañadas, teniendo sobre
nuestras cabezas la Vía Láctea, la espina dorsal de la noche, como la llamaban
los antiguos. A un extremo estaba Scorpio con Antares, el corazón del escorpión,
latiendo, amarillo. Al otro Casiopea, la W del cielo. No vimos esa noche a
Orión, el cazador, persiguiendo a las Pléyades. Júpiter, el rey, brillaba
intenso pero Perseo y sus hijas, las Perseidas, las estrellas fugaces, se
resistían a aparecer.
Al final no vimos la lluvia de estrellas de mi padre. Tal vez sólo una
docena, brillantes y espaciadas, y algunas, apenas vislumbradas, que dejaban una
estela tenue en el cielo. Pero ver, a la subida, el sol ponerse detrás de la
Caldera de La Palma sobre un mar de nubes; dibujar el perfil oscuro del Teide en
compañía de la luna creciente y de la estrella de la tarde; caminar sintiendo en
la cara el aire de la noche; ver a lo lejos luces que se acercaban en la
oscuridad y cruzarnos con los peregrinos que desde Guía, Playa de San Juan o El
Tanque iban hacia Candelaria (¡Buen camino!, les decíamos); tenderte en el suelo
de Las Cañadas en la madrugada con los ojos maravillados hacia arriba… tuvo
suficiente magia como para poder contarles alguna vez a mis nietos: “Yo una
noche subí al Teide a ver una lluvia de estrellas…”
Hola Jane: Me nace felicitarla por su "lluvia de estrellas". A leguas se nota la poesía. No quiero "aguarle la fiesta" pero en mi país llueven otras cosas : decidia, negligencia, genuflexión, prepotencia y todo aquello que tenga relación con el absolutismo. En verdad estoy preocupado. Recientemente, le fue prohibido a El Nacional, uno de los diarios de mayor tiraje y circulación en el país, la publicación de noticias que comprometan los "derechos difusos de niños, niñas y adolescentes", según lo establecido en la Ley correspondiente y todo por reflejar en Primera Plana la situación de una de las Morgues más importante del país, calificación dada por el número de muertos que recibe cada semana. Se me ocurre que deberían publicarse en el mundo únicamente buenas noticias. Por ejemplo: Se encuentra de plácemes el hogar de los esposos Meza de PLanchart por el advenimiento de un precioso bebé, felicitaciones al carnicero de la esquina!. O esta otra: Felicitaciones a los campesinos de Ubeda (Jaén), la última tromba de agua les ahorrará el riego. Tal vez esta sería más interesante: El Gobierno de Canarias, presidido por Don Paulino Rivero El Inefable (Viva La Pepa dixit), ha decretado la abolición del Paro. Se procede a jubilar a todo el personal activo con disfrute de pensión completa. A la vez, se promueve el Turismo Cultural a toda Europa. Los gastos correrán por cuenta del Estado. No sabemos de donde se sacará el dinero, eso es lo de menos, siempre hay alguíen dispuesto a fiar. Bueno y así podemos seguir. Hasta la aparición de otra buena noticia.
ResponderEliminarPues sí que está usted pesimista. Creo que ha habido alguna revista o periódico que ha querido dar sólo noticias buenas, alegres o positivas, y que ha tenido que cerrar porque lo bueno no vende y porque desgraciadamente los hombres cada vez lo hacemos peor.
EliminarDe todas formas, un rato tumbados debajo de la inmensidad de un cielo completamente estrellado nos hace ver que todas esas luchas por el poder, los politiqueos y todas las guerras que hemos perdido (porque cualquier guerra es una pérdida) y nosotros mismos somos sólo una partícula más en un universo inmenso (y eso quien lo dixit es Spinoza). Y una experiencia así es una cura de humildad, aparte de un rato estupendo llenándonos de belleza.
Fantástico. Desde Arona te mandamos un fuerte abrazo. Tu familia... Ah el cura estuvo también esa noche a las 00:45 y vio una estrella fugaz... Valió la pena. Adelante. Jj
ResponderEliminarLo bueno de tener una familia como la mía (con añadidos) es que todos somos unos noveleros y nos apuntamos a un bombardeo (y si es de estrellas, mejor). Sí que valió la pena.
EliminarUn abrazo.
Ah, Jane, qué bonito, me has trasladado a una noche cálida y especial por unos momentos.
ResponderEliminarY qué gran verdad, a veces lo que vas buscando es lo de menos, lo importante es disfrutar el camino, sobre todo si se hace en buena compañía y después recordar aquel momento.
Sin ser lo mismo, ni mucho menos, me acuerdo que hace años contratamos un viaje infame mi hermana y yo, todo salió mal: el hotel, la ubicación, el tiempo, el restaurante, el traslado en sí...
No faltó el atasco y la pertinente avería.
Pero ¡la de veces que nos hemos reído recordándolo!
Gran parte del disfrute de un viaje (por lo menos a mí me pasa) está en la preparación y en el recuerdo. Bueno y en ese momento emocionante en que cierras la puerta de tu casa y dices: "¡Ya estamos en camino!". Y también, como dices, es importante la compañía: que sea de confianza, que tengan las mismas ganas de pasarlo bien que tú y la misma idea de lo que es un viaje...
EliminarUno de mis alumnos me contó hace poco una experiencia un poco desastrosa en Kuala Lumpur. Pero lo contó como algo positivo, que le enseñó cosas sobre los demás y sobre sí mismo. Aunque yo no me iría ni loca a Kuala Lumpur en las condiciones suyas, de mochilero por el mundo, creo que ese es el espíritu y el objetivo de un viaje: disfrutar y aprender. Y reírte recordándolo.
¿Sabes, Jane, que yo sí he sido tan afortunada como tu padre en eso de vivir y ver, no una lluvia sino un torrente de estrellas fugaces?. Y no tuve que ir muy lejos, no.
ResponderEliminarQuizá ronde el par de décadas. Quedé con un compañero de trabajo, su hijo y la "novieta" que éste tenía entonces.
Los dos eran alumnos nuestros y nos contagiaron el entusiasmo por disfrutar ese espectáculo del que tanto se habla.
Nos habían dicho que una zona con poca contaminación lumínica, en aquel entonces, era la carretera que une el final de la Avenida de Los Majuelos con el pueblo de La Esperanza. Hacia allá fuimos y enseguida encontramos un descampado en el que pudimos esperar, echados para no perder de vista el cielo estrellado, a la anunciada lluvia. No había luna y el espacio que vigilábamos estaba absolutamente despejado y muy oscuro.
Charlábamos animados, cuando, de pronto, todos pudimos apreciar una cascada impresionante de estrellas, que se fugaban en todas las direcciones. Intentamos contarlas, pero era imposible por la velocidad y la cantidad.
Te aseguro que es una de esas experiencias inolvidables, que siempre tienes la ilusión de volver a vivir. Lo he intentado en un par de ocasiones posteriores, pero las condiciones no fueron las mismas. Hoy, en aquella zona, sería imposible detectarlas, porque está llena de viviendas y de iluminación urbana.
No pierdo las esperanzas, pero, al menos, tengo el recuerdo imborrable de haber compartido, una vez, el disfrute de un acontecimiento natural lleno de magia y encanto.
Nadie te podrá quitar ese recuerdo. Yo volveré a intentarlo otras noches porque la verdad es que crea vicio. Nosotros esta vez éramos 18 y poco a poco muchos se fueron marchando. Al final quedamos 7, enganchados a las estrellas (las lágrimas de San Lorenzo las llaman). La verdad es que era precioso el momento en que veías a una cruzar el espacio con esa majestad indiferente de quien te permite admirarla ("¡ahí queda eso!"). Los "¡aaahhh!" de asombro se repetían. Me imagino lo que tiene que haber sido ver un torrente de "¡aaahhh!". ¡Qué afortunada!
EliminarJane, cometí un error, no fue mi culpa (dixit en vez de dixi). Agradezco la elegancia en la corrección. En cuanto a las buenas noticias debo decir que siempre serán más que las malas pero nos obstinamos en no querer descubrirlas. Y... lluvia de estrellas las que se aprecian en los cielos de la Gran Sabana, Estado Bolívar, Sur de Venezuela. Todo un espectáculo digno de apreciar. A cuidarse llaman.
ResponderEliminarDios me libre, estimado Agroteide, de percibir errores en su escrito ni de corregirlos. No era mi intención, todo lo contrario. Su idea de publicar sólo buenas noticias me pareció estupenda, si fuera factible, y fueron divertidos los ejemplos que encontró. Me gustó, sobre todo, lo del turismo cultural gratis por toda Europa (a lo que yo me apuntaría desde ya), que yo ampliaría con "y por Sudamérica", más que nada para tenderme a apreciar esa lluvia de estrellas en la Gran Sabana tan tentadora.
EliminarA cuidarse también. Un saludo.
Nosotros tambien subimos al Teide a ver las estrellas con un grupo de amigos ..pero fuimos algo más prosaicos.Si es verdad que la puesta de sol sobre la Palma fue espectacular, que el cielo se fue alumbrando despacito de miles de puntos luminosos, que esporadicamente surgía la estella fugaz que nos hacía gritar a todos.¡AHÍ, AHÍ...!.Pero las tortillas de papas que nos comimos, los bocatas de jamón de mi amigo Manolo, el quesito y el vasito de vino con que fue regado , nos hizo a todos ver ..LA GLORIA.Una feliz noche junto a un grupo de personas especiales. Un abrazo
ResponderEliminarTienes razón. Está muy bien la belleza y la poesía pero no hay nada como una buena tortilla de papas con un vasito de vino, tomados en buena compañía y en medio de la naturaleza. Si hasta en la playa regadas con arena están estupendas...
EliminarNosotros además terminamos el convite con un buen y espeso chocolate que llevó mi hermana para ahuyentar el frío. Como bien dices, glorioso.
Un abrazo.
Hoy, sábado, hay un artículo en "El País" sobre la contaminación lumínica en el que nombra a las Perseidas, apuntando que el derroche de luz en las ciudades nos impide, cada vez más, contemplarlas. Dice que fue el problema de los observatorios astronómicos el que hizo que empezara la preocupación por esta clase de contaminación: "La primera norma en España para proteger las noches data de 1988, la denominada Ley del Cielo de Canarias", aprobada precisamente para que el Observatorio del Roque de los Muchachos de La Palma pudiera hacer bien su trabajo.
ResponderEliminarEs una pena que en las demás islas no se haya seguido el ejmeplo de La Palma, con farolas que no iluminan el cielo sino que van sólo hacia abajo, y se siga produciendo un derroche energético considerable.
Yo también lo leí. Está firmado por Manuel Planelles y, aparte de lo que usted dice, me llamaron la atención dos cosas. Una, que la contaminación lumínica no sólo afecta al medio ambiente sino también al ser humano y sus ciclos vitales. La glándula pineal (aquella de la que Descartes hablaba como la centralita en la que se comunicaban el alma y el cuerpo) segrega más melatonina en la oscuridad y la melatonina es un agente anticancerígeno y antioxidante que frena el envejecimiento de las células y la aparición de enfermedades degenerativas. En los sitios más iluminados existen más incidencias de este tipo.
EliminarOtra fue un artículo al lado, de Malen Ruiz de Elvira, en la que habla de una iniciativa internacional, Starlight, en la que participa la Unesco y que pretende proteger la calidad del cielo y salvaguardar su limpieza. Incluso se busca declarar Patrimonio de la Humanidad a lugares relevantes de la historia de la astronomía, entre los que nombran como candidatos, al lado de los monumentos talayóticos de Menorca, a los santuarios de alta montaña que crearon los aborígenes canarios.
Es un tema muy interesante porque casi no nos damos cuenta de que la iluminación (y eso que no ha llegado la navidad) es una contaminación más. Igual que se lucha contra la del agua y la de la tierra, habría también que luchar contra la de los cielos, si queremos tener un planeta saludable. Entonces tal vez algún día podamos desde nuestra propia casa disfrutar de una "Noche estrellada", tan hermosa como la que pintó Van Gogh o como la que veían nuestros abuelos.
Que puedo añadir a esta casi poesia!!!! Que lindo cuentas esas experiencias Isa, me encanta leerlas....me transportas al escenario. ....felicidades por eso
ResponderEliminarGracias, Ligia, Hace 4 años de esta experiencia y todavía puedo ver el cielo inmenso sobre nuestras cabezas y a todo el universo decidido a demostrarnos su belleza y nuestro empequeñecimiento. Que siempre apreciemos lo que nuestros ojos pueden abarcar.
ResponderEliminarQué envidia, pero qué envidia de la buena he sentido leyendo este post. Me has trasladado a mis propias noches, porque todos tenemos alguna así en nuestra memoria.
ResponderEliminarY la guardamos en la memoria para desempolvarla de vez en cuando y deleitarnos en la pura belleza y en la pura felicidad que sentimos en aquellos momentos. Afortunados los que atesoramos esas noches mágicas.
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