Timeo danaos et dona ferentes, desconfío de los griegos incluso
cuando traen regalos. Esta era una de las frases que tradujimos 20 veces en las
clases de latín y que yo, en aquellos tiempos mozos, no entendía muy bien. A mí,
que me encanta regalar y que me regalen, la nacionalidad del donante me la traía
al pairo. Pero ahora que soy más sabia y las nieves del tiempo platearon mi sien
(sobre todo, si paso algún tiempo sin ir a la peluquería), comprendo
perfectamente el peligro de los regalos y lo que aquellos sesudos romanos
querían decir.
Porque hay regalos y regalos. Y hay gente a la que da gusto regalar y otra
para la que tienes que hacer un cursillo.
Entre los primeros está mi cuñado. A mi cuñado le puedes regalar un CD en
Reyes, por ejemplo, y lo recibe con entusiasmo diciendo: “¡Hombre! ¡Justo lo que
quería!” y se deshace en elogios sobre la música y el autor en cuestión. Y
luego, cuando al año siguiente te encuentras entre sus discos el mismo CD todo
empaquetadito, tal cual se lo diste, se lo vuelves a regalar y te vuelve a
decir: “¡Hombre! ¡Justo lo que quería!” y vengan más elogios. No veas lo que nos
ahorramos con él y lo agradecido que se queda.
Entre los segundos está mi hija, sin ir más lejos. Ella, cuando le compro
alguna ropa, siempre pone cara de fos y dice que eso es “mi” estilo, no “su”
estilo, y lo mismo si ve algún regalo que hago a los demás: “¡Mamá! ¡Ese no es
“su” estilo sino “tu” estilo”. Y ahí me ven estudiando los estilos (dórico,
jónico o corintio) de todo el mundo a ver si acierto.
Y no digamos nada de los regalos de boda. Antes de que se inventara eso tan
práctico de regalar dinero y ya está, y antes de las listas de boda, la gente
regalaba lo que se le ocurría para que tuvieras tu casa como para un reportaje
de revista: juegos de sábanas bordados y colchas floridas, bandejas (a mí me
regalaron 10), portarretratos (otros tantos), cristalerías (2, una la cambié por
un tocadiscos), figuras de bronce y mármol (que escondí en el baúl de los
recuerdos y que todavía andarán en algún mercadillo)…
Y también te regalaban El
Jarrón.
A nosotros nos regalaron un jarrón esplendoroso. Puesto en el suelo, me
llegaba casi a la cintura. Era de un color tornasolado tirando a verde y tenía
volutas doradas en la boca y en las asas (sí, también tenía asas). En Versalles
hubiera quedado estupendo, no te digo que no, pero en un minipiso de 50 metros
cuadrados, como era el primero en que vivimos, resultaba excesivo, la verdad:
todo el piso era jarrón. Cuando venían los amigos, solían pegar un respingo al
verlo y siempre les decíamos, sabiendo que era una empresa casi imposible: “Haz
como si no estuviera aquí”. En las sucesivas mudanzas nos lo tirábamos por el
aire -“¡Ahí va el jarrón!”- pero nunca se cayó al suelo, el maldito. Y, encima,
Mina, la señora que entonces me ayudaba en la casa y que rompió todo lo
rompible, con el jarrón eran unos mimos, un cuidado tan exquisito, unas
exclamaciones sobre lo precioso que era… que, al final, se lo regalamos ante su
pasmo y agradecimiento infinito.
Por este asunto de los regalos se puede saber de qué estilo son las personas, mi favorito es el jónico, por supuesto.
ResponderEliminarUn regalo que le hice a cierto ser humano a medios con otro, se lo dimos y dijo la co-regalante:
- Si quieres te damos el ticket por si lo quieres cambiar
Y contesto la otra (sin perder un segundo en pensar, o sin inventarse alguna elaborada excusa)
- Sí, dámelo que lo voy a cambiar.
Nada mujer, si no te ha gustado, no hace falta que disimules, así me gusta ¡sinceridad!
A una amiga le regalaron para su hijo la ropa que a la regalanta le habían dado para su hijo y la consideraba horrible.
Es lo que yo llamo "regalo insulto"
- Toma, te regalo esto que considero demasiado horrendo para mí.
Ah, y un ex-novio me regalaba (cha-chan) ¡Las cosas que iba a tirar a la basura!
A mí me gusta el corintio por aquello de las hojitas de acanto.
EliminarY ya comprendo por qué tu ex-novio es un ex. Yo también tuve otro ex que la única vez en la que me regaló algo fue una granada de mano, de esas del cuartel. En su honor diré que él adoraba esos chismes y desprenderse de uno y dármelo fue todo un acto de amor, pero, qué quieres que te diga, a mí no me pareció nada romántico ni glamuroso.
Y Venancio, un señor que vivía por estos agrestes lugares donde vivo, a veces nos traía de regalo una manilla de plátanos maduros (muy, muy maduros ) y nos decía: "Total, pa'echárselos a los cochinos, se los traigo a ustedes". No sé cuál es peor, si lo que cuentas del regalo-insulto o eso de vernos equiparados con los cerdos.
Podemos hacer un test tipo "dime qué regalas y te diré quién eres".
El de la granada pondría buena intención, pero piensas ¿Voy a pasar mi vida con un tío cuya posesión más preciada es una granada de mano?....
EliminarY el otro es genial, de hecho es la misma mentalidad de mi ex: Asimilar "novia-basura" o "vecinos-cerdos"
Y sí, realmente los regalos dicen MUCHO de las personas. Y los "no regalos" mucho más.
¡Hombre! Entre elegir como compañero de tu vida a uno que regalas granadas de mano o al que regala una joyita, por muy original que sea el primero, es más seguro el segundo. Y en estos tiempos, ya se sabe, hay que apostar por lo seguro.
EliminarEsto me recuerda un capítulo de Guillermo Brown ("Guillermo y el magnífico regalo") en el que su hermano Roberto le regala a su última amada, Dalia Macnamara, un collar de piedras rojas y verdes de 3 chelines y medio y, por esas cosas de Guillermo (hay un robo, cambio de paquetes...), ella recibe uno de perlas. La actitud de la chica hacia Roberto, desde que lo recibe hasta que se deshace el malentendido, es de sonrisas radiantes y dulces palabras:
"- ¿Bailarás dos bailes conmigo?- le preguntó
- Hasta tres, si quieres - le respondió ella, afectuosamente."
Y es que, por lo que se ve (Marilyn Monroe también lo decía), no hay nada como regalar una joya para que se despierte el amor.
A cuenta de Venancio, me acordé que mi padrino, que era el Practicante de la zona Norte ( La Matanza, La Victoria, ...) y le gustaban las cosas recién hechas y las botellas recién abiertas, una vez atendida en su casa a una parturienta, la madre de la susodicha le dijo: D. Manuel, échese una cervecita que la tengo abierta desde el mediodía y si no la voy a tener que tirar. El estupor fue tremendo. Es que con el ahorro a veces se pasan, y por quedar finos que no quede.
ResponderEliminar¡Qué bueno lo de tu padrino! ¿No tendrían también un bizcocho mohoso para acompañar la cervecita?
EliminarEl problema de esto es qué cara pone uno. A nosotros una parienta que fuimos a visitar a La Palma nos hizo probar, a fuerza de insistir y machacar un buen rato, su mejor licor de naranja ¡a las 11 de la mañana!. Bueno, pues su mejor licor de naranja resultó ser un vino blanco avinagrado. Todos los que lo probamos ante su mirada expectante e ilusionada (ella no bebía porque se lo tenía prohibido el médico), tragamos a duras penas, hicimos de tripas corazón y dijimos: "Mmmm, muy rico, muy rico...". La pobre, al día siguiente, cuando se dio cuenta del error, nos llamó a todos para disculparse pero también para decirnos que cómo no le habíamos dicho nada. Así que quedamos como hipócritas y falsos (que lo fuimos) pero también como malos parientes. ¿Qué hacer en esos casos? Porque tampoco puedes escupir el vino y decir ¡puaf, qué asco!
¡Qué divertido el post, Jane! Tienes un puntito Elvira Lindo escribiendo. Lo del jarrón verde es buenísimo.
ResponderEliminarEn mi casa hay dos copas altas, finas, negras, opacas y en las que cabe poco más que un chupito. Se las regalaron a mis padres en unos Reyes. Son absolutamente inservibles aunque quienes se las regalaron afirmaron que eran copas de vino (¡son opacas!). Por supuesto, nunca las han estrenado. Las llamamos las copas del Conde Drácula. Sirven para un ritual satánico, una misa negra o una peli de B.Lugosi. Pero para poco más. Eso sí, cada vez que las sacamos del aparador para observarlas nos partimos de risa.
Supongo que en lo de los regalos "a la griega" tiene mucho que ver el consumismo desenfrenado en el que vivimos.
Un abrazo.
¿Y para poner unas velas finitas? Aunque, claro, si son negras, lo ideal es que sirvan para lo que dices, algo tétrico y "draculoso". Yo una vez lo que hice con todos esos regalos fue organizar una verbena y hacer una rifa. No veas la de trastos que me quité de encima y lo que nos divertimos al mismo tiempo.
EliminarLo del consumismo es verdad, a veces hay que regalar por narices. Y eso que en mi casa no nos apuntamos a días de los enamorados, ni de la mujer, ni del hombre, ni aniversarios de bodas ni santorales varios. A pesar de todo, yo soy de las regalonas y me gusta cuando acierto con un regalo (y más cuando lo que regalo es El Jarrón)
Y gracias por lo del puntito Elvira Lindo. Es todo un honor.
Un abrazo.
¡Hola Jane!
ResponderEliminarIntento que no llegue el martes sin hacer un comentario sobre este tema. Nos conocemos y sabes que yo también soy regalona, y me estrujo los sesos para acertar.
Con los años y salvo alguna excepción, he llegado a la conclusión de que el mejor regalo es el consumible: exqusiteces, buen vino reserva, cava, champán... bombones, flores, un fin de semana en..., un viajito. una sesión de masajes, yo que sé!!! ahí también hay que pensar para dar en el clavo, pero al final no te lo sigues encontrando por la casa mil años después.
Que yo también tengo un jarrón, regalo de bodas, que nunca lo he tenido expuesto, pero que todavía anda de armario en armario, cuarenta años (casi) después ¡y se dice pronto!
¿Qué me dices de cuando se pone algo de moda y te regalan tres iguales el mismo día? Me ha pasado
Buena idea lo de los regalos consumibles, como el que nos regalaron el año pasado a mi hija y a mí: un masaje de chocolate. Pero, cuando al fin fuimos y, de repente nos vimos con unas bragas tipo Tarzán y envueltas en chocolate, nada más pensar que se podría declarar un incendio en el edificio y que tendríamos que salir con esas pintas a todo correr por la Plaza del Príncipe, nos dio la risa floja y nerviosa y lo que queríamos es que la cosa terminara lo más rápido posible. Así que lo dicho, incluso en lo consumible, hay regalos y regalos.
EliminarYo creo que el jarrón como regalo era algo tan obligatorio en las bodas como las alianzas o la tarta.
Y respecto a los regalos iguales, a mi cuñado, el del CD, le regalaron un libro que ya tenía, fue a cambiarlo y lo cambió por el mismo libro.
En casa conocemos a gente que hace regalos-bumerang. Son esos en los que el regalador compra cosas que sólo le gustan a él (discos, libros...) y que, por eso, igual que un bumerang, vuelven a él. Le dicen "Total, quédatelo tú, que a ti te gusta más"
ResponderEliminarSí, yo conocí a un pescador aficionado que cada vez le regalaba a su mujer (a la que la pesca ni fu ni fa) cañas más sofisticadas. Le decía: "Sí, mujer, a ver si te animas y me acompañas..." Al final, poniendo cara de resignación, decía: "Bueno, qué se le va a hacer, me la quedaré yo porque es una pena devolver esta caña tan estupenda..." Milagro no le regalaba unas botas del 43.
EliminarHay también regalos-chantaje, si a cambio esperas obtener beneficios; regalos-pelota, si es al jefe; regalos de pago por favores recibidos... Pero, a pesar de que todos en la vida hemos hecho algún regalo de estos, todos los regalos deberían ser de amor: te quiero tanto que me apetece regalarte algo que te encante. Por ello, me fijaré en "tu" estilo (como dice mi hija) o me estrujaré los sesos pensando en algo, como dice Arista.
Hola Jane, quedó de rechupete el quesillo de auyama?. Eso de los regalos consumibles es una práctica común en mi casa. Por ejemplo, el día de las Madres, mi esposa le exige a sus hijos que no la visiten. Es su día y el deseo se cumple a rajatabla, solo se acepta una llamada telefónica. En su cumpleaños, cuando le preguntan que espera de regalo no duda en expresar su deseo: Que una compañía de limpieza venga a realizar el aseo de fin de año. Como quiera que cumple años en Octubre la cosa le pinta de lo mejor. Para salir a cenar hay tiempo y para libros, mejor los selecciona uno mismo, dice siempre y no le falta razón.
ResponderEliminarTu mujer es muy sabia. Yo lo que suelo hacer es listas de cosas que me van apeteciendo a lo largo del año y las dejo estratégicamente colocadas por ahí para que se vean.
EliminarDe regalos consumibles el que más recibe en la familia es mi cuñado, que es ginecólogo, y las pacientes, agradecidas, le traen vinos, papas, exquisiteces... Lo bueno es que todos participamos de los regalos. El más original, hace años cuando empezaba, fue el de un señor que le trajo una baifita, viva por supuesto, al Hospital. Mi cuñado la montó en el coche (la cabrita lo dejó bonito) y se la llevó a su padre, que la crió y cuidó en su huerta. Y es más, con la leche de la cabra (Margarita la llamaron) hacía unos quesos estupendos que ellos llamaban los quesos de Juan Palomo (yo me los hago y yo me los como).
Y no creas que no la echamos de menos. Ahora hubiera podido ponerle la leche al flan de calabaza. No encuentro la crema de leche y en el supermercado lo único que me dieron fue unas capsulitas pequeñas para añadir al café, así que, cuando la haga (y ya recogí la calabaza de la huerta), la haré con leche entera normal a ver que tal. Ya te contaré.
Eres mejor, muchísimo mejor que Elvira Lindo!!!
ResponderEliminarLa crema de leche en el Corte Inglés, crème frêche. Besos!!!
Jajaja... Muchísimas gracias. Por las dos cosas, por el piropo (la conocí personalmente una vez que vino a hablarnos a los profes en el Centro de Profesores, me cayó muy bien y me encantan sus "Manolitos") y por la recomendación de la crema de leche. Al fin podré hacer el quesillo de auyama de Agroteide, que creo que es un postre espectacular. Muy buen regalo me has hecho hoy.
Eliminar