martes, 13 de diciembre de 2011

Yo quiero un premio




La Navidad empezaba en mi casa, cuando era pequeña, el 22 de diciembre con la cantinela de los niños de San Ildefonso en la radio, que se ponía desde el principio hasta el final (ya hablé una vez de la vena ludópata de mi familia). Antes de abrir los ojos, ya mi subconsciente oía a lo lejos el “veintidós mil setecientooos-ochenta y cuatro, veinte mil peseeetaaas…”. Y ahora, aunque la cosa haya cambiado a euros, yo sigo poniendo la radio (un ratito sólo, que, si no, es un guineo) porque es algo que me emociona más que lo de "pero mira cómo beben los peces en el río". Y es que, claro, yo también quiero un premio, oye. Quiero eso de descorchar una botella de champán y mojar a todo el mundo y decir en la tele que qué bien que esté todo muy repartido y que servirá para tapar agujeros.

Pero nunca tengo premios. Se me podrá decir que sí, que en el colegio hasta me ponían bandas (yo era de buenas notas, sólo me suspendieron una vez en Hogar, el baldón de mi expediente), pero eso no son premios, sino el resultado normal de estudiar. Un premio tiene que ser algo que venga porque sí, sin esperártelo. Como la otra noche, que soñé que regalaban tres lavadoras en la ciudad y yo, que estaba en una plaza con mi amiga Cachi, vi venir una que, volando suavemente por los aires, se posaba delante de mí. Entonces Cachi dijo que a ella se le había estropeado la suya y se la di (aunque le dije que, al menos, me dejara el bote de jabón). Así que, hasta en mis sueños, me quedo sin premio.

Todo el mundo quiere premios, no piensen que esto es algo exclusivamente mío. Y quien diga lo contrario miente. Camilo José Cela dejó de criticar el Premio Cervantes cuando él lo ganó. Hasta Sartre, que rechazó todo digno e intelectual él, el Premio Nobel porque era parte del sistema capitalista, por detrás, años después, reclamó el dinero, hasta ahí podíamos llegar. Al único al que he visto rechazar un premio fue al matemático ruso Perelman, que no quiso el Premio del Milenio (un millón de dólares), concedido por haber convertido en teorema la conjetura de Poincaré. Pero es que los matemáticos son muy raros.

En España se concede un premio cada 30 segundos. Que digo yo que, entre tanta profusión, alguno podía tocarme a mí, igual que les toca a los de alrededor. A una de mis amigas le dieron uno, cuando tenía 7 años, por ser la campeona de raspa en el balneario de Cofrentes, allá en Valencia. Y a otro amigo le dieron una botella de champán por ser el primer mamón de sangría (biberón incluido) de la playa del Perchel, cosa que él tiene muy a gala y que te lo saca a relucir en cuanto empezamos a hablar de los méritos de cada uno. A mi marido le dan copas por sus palomas mensajeras y eso que las que vuelan son ellas; a mi hija le dieron una vez 100.000 pesetas por una poesía, a 100 pesetas por palabra, como calculó enseguida su hermano, que no se creía que la literatura fuese tan productiva; a él le han dado copas y medallas por jugar al pimpón… Y luego están los que, de vez en cuando, te dicen: “Me saqué 60 euros en la primitiva” o “Fulanito se compró un coche con lo que le dieron en las quinielas”.

Claro que yo no relleno quinielas, ni compro lotería, ni hago la primitiva. Y, ahora que lo pienso, tampoco bailo la raspa, ni bebo sangría, ni tengo palomas, ni hago poesías, ni juego al pimpón.

¿A que va a ser por eso por lo que nunca tengo un premio?

24 comentarios:

  1. El mamón del Perchel18 de diciembre de 2015, 9:34

    Una puntualización antes que nada: el premio de la playa del Perchel no fue producto de la suerte sino que, como tus galardones escolares, fue el resultado del enorme esfuerzo de succión en aquel biberón de sangría que me daba la noruega en cuyas rodillas me sentaron a empujones mi mujer y mis amigos para animar el cotarro.
    El único premio producto de un sorteo que he recibido fue en Las Palmas, allá en los 70, en las desaparecidas Galerías Preciados un día que entré a buscar algo y me pusieron en la mano una papeleta con un número.
    Al cabo de un rato oí por la megafonía que el número tal había resultado agraciado (que tópico más navideño) y que se rogaba a la señora propietaria del mismo que se personara en información para recibir el premio.
    Me dirigí allí y tras presentarme como la señora agraciada -lo que ocasionó algo de sorpresa y cachondeo- recibí ¡una vajilla de Duralex! de color ámbar de la que todavía queda alguna pieza por casa.
    Desde entonces nada. Y eso que yo sí me gasto algo de dinero todas las semanas en primitivas. Pero no pierdo la esperanza de que los hados me vuelvan a conceder un día repetir la emoción que sentí cuando me dieron la vajilla.
    Me he divertido mucho con el post.
    Un beso, jubilada

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me hago cargo del tremendo sacrificio que debe haber supuesto para ti eso de estar sentado en las rodillas (por no decir muslos) de una robusta noruega que te daba el biberón cual si fueras un mamoncete incauto. Pero, ya ves, la vida te compensa por otro lado permitiéndote conseguir ¡una vajilla de Duralex ámbar! ¡Y de Galerías Preciados! Jo, eso sí que es suerte. Algunos, para conseguirla, tuvieron que casarse y todo.

      Un beso, mamón del Perchel.

      Eliminar
  2. Pues mi ilusión durante los años de la infancia era ganarme un premio en una tómbola de las que instalaban en las fiestas; mi padre nos compraba las tiras para el sorteo y yo me quedaba embobada mirando el regalo más bonito a ver si había suerte. Pero no, nunca me tocó una muñeca (era lo que yo quería) ni un enorme peluche.
    Muchos años más tarde, en las fiestas del Cristo, iba con mi marido y vi en una tómbola una muñeca preciosa. Compré una tira, esperé con la ilusión de siempre y ¡zas!, la muñeca. No me lo podía creer, casi se me saltan las lágrimas de la alegría. De repente mi marido la coge de mis brazos y se la entrega a una niña que estaba mirando encandilada a mi lado, diciendo: "Toma, es para ti", mientras la madre, encantada, nos daba las gracias. Todavía puedo revivir la sensación de desconsuelo.
    Por lo menos esa niña no tuvo que esperar años para tener su premio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Ay, las tómbolas! Me encantan, tan llenas de cosas que nadie compraría ni loca, pero que hace tanta ilusión que te toquen. Mis padres me llevaban de pequeña a la de la Plaza de España y siempre compraban boletos y siempre les tocaban pingos: un loro-despertador, o una figurita de sevillana, o unas copitas montadas en un carro o cualquier horror de esos, que veías en tu casa durante años. Porque, claro, no se tiraba nada y menos lo que te salía en una tómbola.

      Por supuesto, a mí tampoco me tocó nunca la muñeca, aunque, como ya conté una vez, a una amiga mía, de mayor, sí le tocó pero a cambio de cantar delante de todo el mundo lo de "me gusta la Chochona, qué guapa la Chochona...". No sé si hubiera preferido no tener ese premio que pasar por semejante bochorno.

      Eliminar
  3. Aquí estoy ¡registrada!

    Como bien sabrás, a mí solo me han dado un premio en la vida, pero reconozco que me resarcí de todos los que no me habían dado jamás.

    Yo, que me pasé toda la infancia envidiando una copa que le habían dado a mi hermana, no sé ni por qué, pero así nace la envidia en el ser humano, por lo menos en el que es tan tonto como yo.

    Qué bueno el sueño de la lavadora, y qué modesta, que con un tambor de detergente te conformas, eso es una amiga.

    Me ha encantado lo de que no bailas la raspa, yo tampoco, así que claro, estaba jugando con la suerte, normal que no me tocara nada hasta los "taitantos".

    Y sí, lo de Cela y los premios da para mucho, qué hombre ¿eh?

    Era como don Juan Tenorio "Y en todas partes dejé, memoria amarga de mí".

    Eso sí, yo no renuncio a un millón de euros, ni aunque para que me lo den tenga que hacerle una reverencia a los reyes, que digo yo, la gente ¿por qué se genuflexa tanto cuando ve a un rey?

    Ah, no, espera, si lo que hacen es como inclinarse, supongo que para besarles mejor los pies, no?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo me conformaría con un premio como el tuyo que, para los que no lo saben y porque es vox populi, lo voy a decir con gran redoble de tambores: ¡nada menos que un viaje a Niuyork! Y, además, por ser una bloguera estupenda. Pero, claro, eso es una vez en la vida.

      Pero lo que es suerte suerte es lo que le pasa a un político de aquí, senador por más señas, al que le toca la lotería una y otra vez. Con decirte que ni toca el sueldo porque vive de la lotería... Deja que averigüe yo dónde compra los décimos y me voy a forrar.

      Y la verdad es que yo tampoco sé de dónde viene lo de la genuflexión a la realeza ¿Te parece que hagamos un estudio conjunto del origen de tan extraña (y perjudicial para la columna) costumbre? Firmado por Loque y Jane (y con tu suerte), igual nos lo premiaban y nos vamos las dos, tan contentas, a las Seychelles o a algún otro lugar exótico...

      Eliminar
  4. En la vida se dan circunstancias favorables, personas a las que conoces, sucesos que no te esperas, que son auténticos premios. Y esos son los importantes, más que los materiales.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad lo que dices, pero ¿por qué será que todo el mundo persigue lo material? El escritor austriaco Thomas Bernhard en un libro póstumo, que tituló precisamente "Mis premios", contaba que él despreciaba a los que le daban premios y todo el ritual que los acompañaba, pero que siempre los aceptaba por el dinero. No le gustaban nada los premios sin dotación y decía: "No estoy dispuesto a rechazar 25.000 chelines, soy codicioso, no tengo carácter, yo también soy un cerdo". Debe ser que así somos y que la pela es la pela.

      Eliminar
  5. A veces, las más, nos cuesta ver lo cotidiano y descubrir su bondad, porque su maldad se hace patente con facilidad. Este es un defecto del ser humano.
    Pero nos despertamos por la mañana y seguimos vivos, tenemos qué comer, dónde dormir, dinerillo para vivir, para darnos algún capricho … , en lo material somos afortunados. Eso es un gran premio!
    Si somos capaces de disfrutar de un paisaje, una brisa, una flor, la música, un libro, una ilusión a conseguir, .. ¡Eso es otro gran premio!
    Pero si además tenemos cariño y amistad de los amigos y seres queridos y podemos frecuentarlos …. ¡Eso sí que es un grandísimo premio!
    Creo Jane querida que tienes muchos grandes premios en tu haber….. ¡Te felicito!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La vida que tenemos es producto de elecciones. Algunas son afortunadas y otras, no, pero nos enseñan. Y luego está la suerte, las cosas que nos pasan y que escapan a nuestro control.

      Esta mañana me desperté tarde y desayuné mirando desde el ventanal de mi cocina un valle bañado por el sol y oyendo a los canarios cantar en la enredadera del patio. Me sentí afortunada y en paz.

      Pero sé que también es suerte tener carácter para enfrentarse a los nubarrones y superarlos.

      La verdad es que lo que verdaderamente es suerte es vivir y celebrar la vida.

      Que tú y yo la celebremos por mucho tiempo. Gracias, Flo.

      Eliminar
  6. Amiga Jane, debo decirte que premios de esos que pueden cambiarte la vida, jamás los he recibido. Claro, como los voy a ganar si no juego. Esta decisión viene desde mis días, ya muy lejanos por cierto, de estudiante universitario. Compartíamos residencia 12 amigos, entre ellos uno de ascendencia gallega. Pues bien, todas las semanas sellabamos un cuadro de caballos (5 y 6) por un monto de 12 Bs. de los de entonces: en una carrera inscribíamos 2 caballos, 6 en otra y 1 en cada una de las cuatro restantes. En una oportunidad me dieron una línea, una fija, un imperdible pues. Tomé la decisión de jugar ese caballo en línea, era la 6ª Válida y de mutuo acuerdo confeccionamos el bendito cuadro. Ese fín de semana fuí a visitar a mis padres. Al regresar escuchaba la radio y corrian la última carrera (6ª válida) y ganó mi línea de punta a punta, entonces me dije: La pegamos, seguro metimos los 6 caballos. Ah, pero algo pasó. El gran carrizo del gallego decidió por su propia cuenta cambiar a mi caballo porque le parecía un burro y poner otro que por cierto llegó de último. Esa semana no hubo Cuadros con 6 ganadores. Cobramos 22.560 Bs, acertamos 5 ganadores, pero pudo haber sido algo más de Un Millón. El gallego se perdió de la residencia por una semana. La paliza que le hubiesemos dado... Pero sí, recibo premios todos los días: la sonrisa de mis nietos, el éxito de mis hijos, la compañia y buen humor de la dueña de la quincena y algo más, el aprecio de mis pocos amigos, el triunfo de quienes han sido mis alumnos, el compartír con personas como tú y por sobre todas las cosas, el disponer de la mejor cámara fotográfica del mundo: mis ojos. Como verás, recibo mucho premios. Un gran abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso de esperar un premio y recibir otro le ocurrió a mi hermano , que una vez se sacó un coche y cuando lo fue a recoger, él ya pensando hasta en la tapicería, resultó que era de juguete. Menos mal que él es de buen conformar y le entró una risa que se le saltaban las lágrimas. También el humorista Gila tenía un número en el que a uno le habían tocado 3 millones (de los de antes) en la lotería, se despedía del trabajo diciéndole al jefe todo lo que pensaba de él (nada bueno) y, al final, eran 3 sillones.

      Pero tienes razón, ver con salud y felices a los míos, y todo lo que dices (tan bonito), compensa la cantidad de millones que tendríamos, si hubiéramos sido "suertudos". Yo no quiero nada más que lo que tengo. Un abrazo.

      Eliminar
  7. Sólo recuerdo un premio, producto de un sorteo entre muchos colegas, justamente por estas fechas y hace ya un puñado de años. Fui agraciada (muy propio de estas fechas también, como dice el premiado de Perchel), con un rubicundo y hermoso Papá Noel, que aún conservo, y que sigue formando parte de los adornos navideños domésticos.
    Le tengo un especial cariño y no porque sea el rey de la Navidad más allá de los Pirineos. Se lo tengo porque es el único premio material que he recibido y porque representa el jolgorio, la alegría, el humor, la creatividad y los buenísimos ratos que he pasado con todos mis compañeros, en el mejor festejo celebrado en nuestro recinto de trabajo.
    Puede que también se considere premio a alguna que otra distinción recibida, pero, como bien dices, son más el resultado del esfuerzo y la constancia. Así que, premio, lo que se dice premio, mi querido y gordito Papá Noel.
    ¡Ah, y prepara tiempo!. Este enorme premio de comentarios a tu oportuna y divertida entrada te lo va a pedir: para leerlos y para contestarlos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde hace 2 meses se forman unas colas tremendas para comprar décimos de Doña Manolita en la Gran Vía de Madrid. La gente, en tiempos de crisis, se aferra a la suerte, que parece ahuyentar el miedo, y a la esperanza de que ella ayude a salir del agujero. Y, sin embargo, creo que es más suerte saber apreciar, más que los sueños, la realidad, representada en ese Papá Noel mofletudo que te recuerda buenos ratos. A mi marido también, en una de esas reuniones divertidas con los compañeros del trabajo, le tocó en suerte en una rifa un grabado de Jesús Ortiz y, desde entonces, ocupa un lugar preferente en este cuarto de trabajo desde el que escribo.

      Hoy, a la salida del supermercado, una vendedora de ciegos me dijo: "Llévese la suerte" y yo le contesté: "La llevo puesta".

      Un abrazo.

      Eliminar
  8. Jane, he tenido la suerte de algún premio que otro. El más alejado en el tiempo , una lotería en Venezuela. Había soñado la noche anterior con el 51 y,como era el año de nacimiento de mi hermano Paco,jugué a ese número. El premio, una terminación de dos números, se la envié a mi hermano que por esa época aún estudiaba en Madrid. Años más tarde me lo recordó con cariño. El último, el premio Oscar Domínguez de Escultura. En este caso me avisó un compañero del centro. Estas sorpresas sî me gustan...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí que tienes suerte. Creo que eres la única persona que conozco que sueña con un número y éste le sale. En mi ludópata familia muchos soñaban con un número y revolvían, después, todos los estancos buscándolo y, o no lo encontrabam. o, si lo hacían, en lugar del 45328 buscado, salía el 00196, o sea, no acertaban ni uno. No hay que fiarse de los sueños, a pesar de tu caso.

      Y mi enhorabuena por ese premio Óscar Domínguez. El que reconozcan una faceta tuya, y tan creativa como la escultura, te debe llenar de satisfacción. Yo me acuerdo de una vez que le dieron a mi hija el Félix Francisco Casanova de poesía y yo la acompañé a recogerlo a La Palma en plan madre de la Pantoja. No me cabía una pajita en el cuerpo de lo oronda y orgullosa que iba. Esos son los premios que merecen la pena.

      Un abrazo.

      Eliminar
  9. Los premios materiales están sobrevalorados. Yo tengo copas de cuando era joven y no sé ni dónde están. Y muchos que se sacan la lotería cuentan que ha sido para peor. Mejor lo que dicen, premios que no se oxiden y que nadie te pueda quitar. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algunos famosos como Emma Thompson, Kate Winslet o Sean Connery dicen que tienen su Óscar en el baño. Y Russell Crowe, en el gallinero para que las gallinas se inspiren y pongan los huevos más grandes. Jack Nicholson lo usa de perchero y Timothy Hutton lo tiene en la nevera (como ves, estoy puestísima en el "Cuore") Los premios son importantes si significan algo para ti, si te han animado a ser mejor, si te resuelven algín aspecto de tu vida. Si no, de pisapapeles o a la basura.

      Eliminar
  10. Enrique Davara Prats18 de diciembre de 2015, 14:14

    Ni premios, ni loterías ni nada...yo, como el paralítico en Lourdes, rodando por las escaleras pa bajo...Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, Enrique, visto lo visto, casi que es mejor.
      Aunque a mi no me importaría que pasara como en esos sueños en que te vas encontrando un billete por aquí y otro por allá...

      Eliminar
  11. En Navidades de chica me quedaba en casa de una tía mía para ayudarla en la peluquería... yo hacía las manicuras... (qué de lunas) y ese día no aparecía nadie... Aprovechábamos para hacer rosquetes de huevos, mantequilla, limón y anís... con su almíbar correspondiente después de fritos en aceitito de oliva... Aún hoy... hago los rosquetes ese día en su honor... mientras oigo la cantinela y sonsonete... nunca compro... con lo cual poco premio llevo... JEJEJE Besos Isa!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En mi casa hay un montón de esas tradiciones (las sopas de miel en carnavales, el pavo de navidad, el desayuno de reyes... ) que seguimos haciendo porque nos unen a ese pasado compartido con personas queridas. Ya es bastante premio estar vivos y disfrutando de unos rosquetitos así. Felicidades, Gladys. Y besos.

      Eliminar
  12. El mayor premio es disfrutar de tus relatos, así que también tú tienes premio por la parte que te toca. Felices fiestas Isabel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Sole, pero el mayor premio es tener amigos con los que compartir vivencias. Me siento muy afortunada.
      Disfruta de las fiestas, sin agobios ni prisas (otro premio).
      Un abrazo.

      Eliminar

google-site-verification: google27490d9e5d7a33cd.html