Si
volviera a nacer, me pediría ser un viajero con muchos idiomas en la mochila.
Me encantan los viajes. Son, para mí, un paréntesis en la vida diaria, un
permiso para asomarte a otras formas de caminar por el mundo, una gozada. Y no
crean que esto es una apreciación universal. Mi marido, sin ir más lejos,
cuando vamos a subir al avión, mientras que yo llevo puesta la sonrisa de
expectación y de “¡Ya estamos en danza otra vez!”, suspira por su casita y dice
resignado: “¡Que necesidad!”.
Así y
todo, aunque no hemos cruzado el charco (todo se andará), me lo he llevado por
Europa hasta las islas de Arán por el oeste y a la lejana Estambul por el este.
Hemos recorrido las 8 islas y todas las regiones de España. Pero no había ido a
Granada. Mis hijos, mis hermanos, mis amigos, mis alumnos, ¡hasta mi marido!,
todos han estado en Granada y me miraban con ojos como platos: “¿Cómo que no
has estado en Granada?”.
¿Quién
no conoce Granada? Agustín Lara volvió su cantar gitano para ella. Washington Irving, en sus “Leyendas de la Alhambra ”, habló de ejércitos
moros dormidos bajo tierra esperando una hipotética reconquista, de princesas
agarenas que se escaparon, enamoradas, con caballeros cristianos, de tesoros
escondidos y hallados por un jardinero de la Alhambra. Manuel
Machado la vio como “ese agua oculta que llora” y Lorca me descubrió los dos ríos
de Granada que “bajan de la nieve al trigo”. Y todo el mundo conoce los versos
del poeta mexicano Francisco de Icaza:
“Dale
limosna, mujer,
que no
hay en la vida nada
como la
pena de ser
ciego en
Granada”.
Y, por
fin, esta semana pasada he estado en Granada.
Y he
descubierto la Granada
mora: el Castillo Rojo –que eso es lo que significa “Alhambra”-, ese libro
abierto en sus paredes en las que se repite el lema de los nazaríes, “El único
victorioso es Alá”; los materiales -cerámica, estuco, mármol
blanco de Macael, madera y agua- de sus salas y jardines; la sala en la que Boabdil invitó, encerró y
mandó decapitar a los 36 caballeros abencerrajes, sabedor de que uno de ellos
era el amante de su favorita; las callejuelas del Albaycín; las tiendecitas y
teterías de la Alcaicería
y la Calderería ;
la Puerta Elvira ;
la llamada del muecín, que oí dos veces a la caída de la tarde; una cena en un
carmen viendo la Alhambra
iluminada…
Y la Granada cristiana. No sólo
las iglesias, la Catedral ,
la Capilla Real ,
la Cartuja ,
tan magníficas que no sabes describirlas, sino también un coro y su orquesta
cantando el “Adeste fideles” en Las Angustias, o el Colegio de las Niñas Nobles
o el pionono ¿Quién le iba a decir al Papa Pío IX que lo recordarían, más que
por lo que pudo hacer en su papado, por un dulce inventado por un pastelero
granadino? Que, por cierto, dejó, al morir, su receta secreta a su enfermero, cambiándole la vida.
Y la Granada gitana, que se
asoma en la señora mayor con pantuflas –podría ser mi abuela-, que toca las
castañuelas acompañando a su nieto en el Mirador de San Nicolás; en el
cante flamenco; en el particular modo de vida del Sacromonte.
Pero,
sobre todo, la Granada
viva. La Torre
de la Vela ,
donde las chicas solteras van a tocar la campana el 2 de enero, aniversario de
la toma de la ciudad; la luz de estos días navideños; el fondo de la nieve en
el Mulhacén; el rumor del agua, la música de la ciudad; los mercados
multicolores; las tapas que te sirven gratuitamente con cada vinito; las calles
y plazas llenas de gente: Recogidas, Puerta Real, Gran Vía, Bibrambla, el Paseo
de los Tristes donde se despedía a los entierros (y, paradójicamente, tan
alegre) o la calle de La Colcha
(“Eres más delicado que la calle de La Colcha ”, dicen los granadinos, recordando que los
callaos que la tapizan y adornan se levantaban por menos de nada).
He podido
después de tanto tiempo atisbar algo de lo que es Granada, lo suficiente para
que me queden ganas de volver. Y también lo suficiente como para que, cada vez que
me encuentre con alguien que no la conozca, lo mire con asombro y suficiencia y
pueda decirle: “Pero ¿cómo es posible que no hayas estado en Granada?”
(Para Ana, mi amiga granadina, que me enseñó Granada como nadie)
Y Toni suspirando, cuando volvere a casita
ResponderEliminarMe alegro, en España hay muchos lugares mágicos, pero uno de los más...es Granada
ResponderEliminarEmilin:
ResponderEliminarSuspira mucho, la verdad. Que si su silloncito, que si como en la cama de uno no se duerme en ninguna parte, que si sus palomas y sus gallinas... Pero luego, una vez en el fregado, como que se anima. Un año íbamos a Barcelona y por sus "y ya total que estamos aquí", acabamos en París.
Capitán Garfio:
ResponderEliminarTienes razón, es el adjetivo que más le va. Es una ciudad mágica, entretejida de leyendas, dichos, sueños, y esa gracia andaluza que te hace amarla. He puesto este blog bajo la etiqueta "Lugares amables", lugares que se pueden amar.
PD: ¿Ves? ¡Tú también la conocías!
Genial, pero mucho frío.
ResponderEliminarNo creas, Carmen. Yo he pasado más frío en la Avenida de la Trinidad que allí. Me habían asustado y allá que me fui con botas, guantes de ir al Polo y calcetines gordos. Y ná de ná. Un fresquito vigorizante que le dicen.
ResponderEliminarMuy bonito Isabel, reflejas muy bien ese viaje tan estupendo a Granada.
ResponderEliminarGracias, Sole. En una página no se pueden recoger todas las sensaciones (aquel atardecer sobre la Alhambra, los ocres y verdes de los jardines, el ruido del agua al bajar del Albaycin...) pero podemos asomar la cabeza y empezar a enamorarnos de la ciudad ¡Qué bien lo pasamos!
ResponderEliminarYa me podían haber avisado que yo me apuntaba...
ResponderEliminarJajaja, sólo hay que estar pendientes de Mundo Senior. Seguro que ya coincidiremos alguna vez.
ResponderEliminar...y cuando por fin ves Granada, todo tiene su sentido. En realidad, los cinco sentidos. Descubres lo que es realmente el atardecer. El atardecer más bonito del mundo (como bien dijo Clinton desde el mirador de San Nicolás), el ruido del agua de las fuentes de La Alhambra, el olor de los jardines del Generalife y el sabor de sus increíbles tapas y por favor, los piononos... Sin duda, el mejor lugar del mundo. Por fin, nadie te podrá decir que no has estado. Ahora sólo te toca volver...
ResponderEliminarSí, Mel, es una suerte disfrutarla y es verdad que se hace con los cinco sentidos. Los sabores y olores son una tentación continua, la vista te regala maravillas, sientes en las manos el agua, tan clara y fresca, y en la piel el aire frío que baja de la sierra. Y oyes a tu alrededor la vida que bulle. Un día haremos un seminario sobre esas increíbles tapas que te ponen sin tú pedirlas: gambitas fritas, unas berenjenas que te puedes morir, esos montaditos de serrano... Volveré.
ResponderEliminarGracias, Isabel. Me alegro de que, como preámbulo de estas fiestas, hayas disfrutado de esa maravillosa ciudad. Felicidades.
ResponderEliminarLo malo, Loly, es que si te vas de viaje antes de las fiestas, luego todo -compras y preparación de la navidad- se acumula. Pero que me quiten lo bailado.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades para ti también.
También tengo yo esta asignatura pendiente y como tú Isabel jamás he pasado más frío en mi vida como en La Laguna, ni a 35 bajo cero en NYC con el factor viento. El frío de La Laguna se te cala en los huesos....
ResponderEliminarLas asignaturas pendientes están para aprobarlas cuanto antes, así que anímate.
ResponderEliminarMe acuerdo cuando nos quedábamos en casa de mis abuelos en La Laguna, en una casa con huerta de la calle Núñez de la Peña. Cuando me acostaba, me quedaba siempre en la misma posición, porque si me movía, me despertaban las sábanas heladas. Esa sensación gélida es de las que nunca se olvidan.
Pero es el que ha estado pero como si no hubiera estado porque la Alhambra estaba cerrada y la supuesta granaína con la que iba no le enseñó nada más. En fin... una pena
ResponderEliminarPero, Loque, Granada no es sólo la Alhambra ni granaínas bordes. Sólo el callejear ya tiene su magia. A ver si un día nos encontramos allí, tú a quitarte la espinita y yo a seguir descubriendo rincones perdidos. Un beso.
ResponderEliminarHola Jane. De todas las ciudades que he visitado la que más huella ha dejado es Granada. No creo que haya un monumento más hermoso que La Alhambra, llena de luz y de agua. Lo único que le sobra en el entorno es el Palacio cristiano que tiene a la entrada, podían enviar unas excavadoras y derribarlo, no pega ni con cola.
ResponderEliminarLa antítesis es la Cartuja. Una mañana de verano fuimos caminando desde el centro de la ciudad hasta la Cartuja. Era oscura y triste, sobre todo cuando leías como vivían los monjes que allí habitaban.
Uno de los mejores atardeceres lo viví en el mirtador de San Nicolás(?), La Alhambra recortada sobre un cielo limpio, enrojecido,acompañado de la persona de la que estabas enamorado, en fin, como dice un amigo: "Si en ese momento te murieses irías derechito al cielo".
Feliz Navidad para tí y para tus seres queridos. Un beso. Juan
Hoy te comento con la lágrima en el ojo, no me hables de la ciudad más bonita del.mundo en navidades que me emociono.....Soy mitad granaina, respiro Albaycin por los poros de mi piel, he llorado mucho en el mirador d san nicolas y he tapeado por el realejo rodeada d buenos amigos.Hoy más que nunca la añoro, la visualizo y la sueño mediante tu post.
ResponderEliminarMe alegro que la hayas visto y sentido porque minpeinetaland es única.
Mis orígenes y mi ciudad universitaria.....
Feliz Navidad!!
Juan:
ResponderEliminarLa Alhambra es el monumento más visitado de España. Incluso nosotros, los de la tercera edad, que la visitamos en temporada baja, estuvimos acompañados de grupos numerosos. Me imagino cómo será en verano.
Coincido contigo con lo del palacio de Carlos V, otro derroche que, además, no sirvió para nada porque ni siquiera lo habitó. Así funcionan muchas veces las obras públicas.
Me hizo gracia lo que dices de la Cartuja porque me recordó lo que cuenta mi amigo Fernando de uno que pregunta en la Cartuja que cuántos viven allí. El monje le responde: "Aquí vivir, vivir, sólo vive el Prior. Los demás moramos o habitamos".
Contrasta de todas formas la austeridad del claustro o las celdas con los brillores y lujos de la Capilla. ¿verdad?
Nosotros fuimos al Mirador de San Nicolás en la tarde-noche y después por la mañana. Preciosas las dos experiencias. Cuando Clinton dijo que era el mejor atardecer del mundo, quisieron cambiarle el nombre al mirador pero los granaínos se negaron rotundamente. Aunque casi es lo mismo que nuestro Mirador Humboldt.
Hay momentos así especiales que hay que atesorar. En ellos te parece que en el mundo todo está bien.
Un beso grande, Juan, y feliz navidad.
Madre del monillo:
ResponderEliminar¡Qué suerte haber vivido allí en tu etapa universitaria! Tengo una sobrina que lo hizo y que, antes del viaje, me mandó una lista con recomendaciones. En la lista y en su manera de describir la ciudad se ve que la enamoró y que esos años han sido para ella algo muy especial. Aquel que ha vivido en ella nunca la va a olvidar, te entiendo perfectamente.
Yo sólo viví unos días y ya quedé cautivada por su embrujo y vitalidad. Hasta estoy convencida de que eso de la "mala follá" que se le achaca a los granadinos es una leyenda urbana. Siempre me encontré con gente amable, abierta y encantada de su ciudad. Como tiene que ser.
Felicidades por pertenecer a esa peinetaland única. Eres afortunada.
Yo estudiaba abrigada a tope. No he olvidado ese frío en mi vida pero me encanta La Laguna y otra asignatura pendiente es visitarla con los ojos de esta edad madura que seguro que le saco a esa maravilla de ciudad aún más el jugo. Besos
ResponderEliminarNo me digas que no has vuelto a La Laguna -otra de esas ciudades especiales- desde tus años mozos. Siempre es un ejercicio agridulce volver a los sitios donde lo pasaste bien. Las visitas son una mezcla de "¡qué pena! ya no está esto" y de descubrimiento de rincones nuevos. Pienso que te sorprenderá para bien, así que a animarse. Un abrazo.
ResponderEliminar¡ Fantástico ! Me la has hecho recordar, si que es Mágica Granada.......
ResponderEliminarSí que lo es. Todas las leyendas, los cuentos, los poemas, las canciones, la música, los piropos... la han rodeado de un halo mágico.
ResponderEliminarIsa, mi hijo mayor se burla mucho de mi cuando hablamos de frío y me dice que siempre nombro La Laguna
ResponderEliminarEs que La Laguna y frío son sinónimos casi. ¿Quién describió La Laguna como una calle larga y mojada con un cura de sótana al fondo? ¿Fue Unamuno?
ResponderEliminarHe estado varias veces. Y volvería a ir. Viviría en Granada, salvo en verano, que la caló me revienta jajajaja
ResponderEliminarGracias por las bonitas palabras que has dedicado a mi tierra. Nosotros, los que aquí moramos, estamos muy orgullosos de nuestras raíces y de nuestra gente; y sobre todo estamos orgullosos y bien pagados de la gente que nos visita. Siempre sois bienvenidos, nos encanta recibiros.
ResponderEliminarUn beso desde Granada
Guillermo:
ResponderEliminarYa me lo contó Ana, mi amiga granadina. Hasta 42º y 43º ha sufrido la pobre en pleno agosto. Por eso se escapan a Almuñecar, que tiene playas preciosas y un clima más parecido al nuestro (vimos aguacateros y chirimoyos) En un artículo que leí sobre la Alpujarra decía el redactor que en agosto se metía sin ningún pudor bajo el agua de las fuentes que hay en cada pueblo. Nosotros, ahora en diciembre, lo que hacíamos era beber de ella. Estaba fresca, clara y bebible, un milagro para nosotros.
Oles, gracias por tu comentario. Ya lo digo más arriba, pero te lo repito: Granada no sólo es una ciudad preciosa sino que también las gentes con las que me encontré eran amabilísimas. Además, sabrás que mi amiga la granaína me llevó a "Pasteles" en el Albaycín a comprar pasteles de gloria, mantecados, albayciteños... y, cuando fui a pagar (15 euros), sonó una musiquita y la señora de la pastelería me dijo que la compra me había salido gratis ¡Hasta eso me dio Granada, una compra gratis (si lo llego a saber compro hasta 100 euros)! Mi amiga le decía a la de "Pasteles": "Pero, bueno ¿y yo que he venido a comprar 100 veces?". Es la primera vez que me pasa a mí también.
ResponderEliminarVolveré, volveré.
Un abrazo.
¿¡ Qué Granada!?
ResponderEliminarMe gustaría saber cuantas Granadas fui capaz de ver. Cada mirada me evoca una ciudad diferente.
¿Qué parte del Darro me perdí? Apenas pude emocionarme dos puentes arriba antes de que se enterrara bajo la plaza Nueva de la Chancillería escuchando el liviano borboteo de su cauce en un año de sequía. Hasta santa Ana lo despide con tristeza escuchando sus últimos suspiros. Baja escondido bajo las terrazas, los coches, las calles y esa Granada bulliciosa de estudiantes.
Me perdí el mirador de San Nicolás con ese atardecer apacible de la Alambra iluminada. El viento y la lluvia me dejaron tan sólo un leve recuerdo pasmado y borroso. Mi paraguas chino, de una sola plaza, no estaba preparado para tales desasosiegos y, apenas un suspiro de viento sopló del sur, intentó abandonarme ante la lluvia que se iba acumulando escaleras abajo del Albaicín. Pobre paraguas con goteras.
Me perdí la lectura de todos aquellos poemas, bendiciones, saludos, protección (baraka), en cursiva y cúfico árabe, que inundaban cada arco, cada muro, (wa-la-galiba-illa-Allah), cada uno de los doce lados de la fuente de los leones. Y revisé mis fotos para comprobar que de verdad estaban esculpidas allí cuando yo pasé.
“Tallada de perlas de diáfana luz, engalanada toda ella está por el aljófar derramado”
“Líquida plata entre joyas fluyente, con la belleza de éstas, blanca y transparente”
“Tan semejante lo que fluye es a lo inerte que no sabemos cuál de ambos discurre” … .
Me perdí la visión cenital de las esculturas que Doménico Fancelli hizo de Ysabel y Fernando en su mausoleo de la Capilla Real, custodiados en sus esquinas por cuatro esculturas de los padres de la iglesia: Ambrosio, Agustín, Jerónimo y Gregorio Magno, de exquisita delicadeza y serenidad. Tampoco pude ver los medallones esculpidos en sus pechos de Santiago y de San Jorge.
Me perdí esos amigos guías que me hubieran permitido otra visión de la ciudad y escuchar el concierto navideño de las Angustias. Envidia sana, pero envidia.
Me perdí esas berenjenas que te provocan ese gusto dulce de la muerte, ¿cuáles son sus ingredientes?
Me perdí hablar con la mayor parte de la gente sumamente amable que te contestaba con una sonrisa cada vez que te dirigías a ellos.
Me perdí ese Genil esclavo de cauce doblegado al cemento.
Me Perdí la Santa Fe en donde nacen todas las mañanas los mejores Piononos de toda Granada, que venden en las dulcerías Casa Ysla, con la Y de Ysabel.
Me perdí en sus calles estrechas de judería olvidada, señalada por la estatua de Yehuda Ibn Tibon, donde inauguraban una pobre exposición de judíos sefardies, con guía (mujer) para rusos incluida, en ruso de castellano lento. No me perdí ni una sola palabra mientras me guarecía del sonoro aguacero que estaba cayendo.
Me perdí relacionarme con muchos de mis compañeros de viaje, en parte, por esa inventada norma de sentarnos siempre a la misma mesa en las comidas del hotel Alhamar. Envidié algunas sobremesas en las que no participé. Porque mi mejor razón para viajar es poder comunicarme con las personas que me encuentro: compañeros de viaje u otros, como aquel señor, de 87 años, cuyo nombre y apodo he olvidado, de Trévelez, que valió por toda una visita al museo etnográfico no instalado en el citado pueblo alpujarreño.
Gracias a Jane Jubilada por permitirme evocar tan agradables recuerdos.
Sin embargo, aunque he estado en Granada por segunda vez, creo que no habrá “dos sin tres”.
Felices fiestas.
Un abrazo.
Hay tanto que sentir, Nazario, en esta ciudad que, si apuntáramos todo lo que nos hemos perdido, no acabaríamos. Me quedé con ganas de ver el Parque de las Ciencias, sólo entrevisto desde la guagua al ir hacia la Alpujarra, con su torre por la que reptaban hormigas gigantes. Hubiera querido ver la Alhambra oculta, más allá de las habitaciones abiertas al público, o contemplar Sierra Nevada desde la Alcazaba. No supe traducir tus inscripciones ni encontré la que Ibn Zamrak cantó a su rey Muhammad V:"Oh, tú, alto, liberal, valiente, manso, de más noble linaje que la estrella. Hasta el ramo proteges de la brisay hasta a la estrella asustas en el cielo: si los astros titilan, es de espanto; de gratitud, los sauces si se doblan". No vi el ciprés del amor en el Carmen de los Mártires, ni la figura del diablo en la Catedral, ni supe ver la Granada judía que tu sí atisbaste.
ResponderEliminarGuardemos todo eso para próximos viajes y quedémonos ahora con lo no perdido y disfrutado. Y, sobre todo, con las charlas, comentarios y risas que, a pesar de las dichosas costumbres, pudimos tener en sobremesas y trayectos. Hablar con ustedes fue un verdadero lujo.
Felices fiestas y que en el 14 volvamos a coincidir.
Un abrazo.
Yo también me enamoré. Algo así como el síndrome de Stendhal (o como se escriba) al entrar en la Alhambra...
ResponderEliminarJa ja ja, espero que no te hayan dado palpitaciones, vértigos, temblores y alucinaciones: sólo la emoción de estar ante la belleza. Muchos poetas la han cantado, pero a todos los demás mortales también nos ha enamorado.
ResponderEliminarSoy una granadina de nacimiento y de corazón
ResponderEliminarTu descripción de mi tierra me ha encantado y emocionado por lo minuciosa y fielmente que la describe (has tenido muy buena guía)
Esa es mi Granada!
Una mezcla de gentes, razas, religiones, culturas que la hicieron y la hacen única. Que forjó esa cultura andalusí que te empuja a disfrutar de la vida con los cinco sentidos
Carlos Cano, cantautor y poeta andaluz (granadino él),le dedicó su Habanera imposible:
La de la sombra de plata,
la almendro,
la que parece de nieve
y por dentro es fuego.
Tú eres rosa del rocío.
amor de los ruiseñores,
lamento del agua oculta
que canta en los surtidores
Granada del alma mía,
si tú quisieras contigo
me casaría esta primavera.
Ya has estado en Granada y ya lo has vivido en primera persona...
Gracias por ese homenaje que le has hecho!!!
La amiga del primo de Tona
Merche, no sé qué tiene tu tierra que a todos sus hijos los hace poetas. Precioso tu comentario y entrañable el recuerdo a Carlos Cano. Me he puesto a oírlo a la vera de tus palabras y, por supuesto, me he emocionado ante el canto a esa ciudad, "enamorada del agua, flor de la brisa", y la voz profunda y cálida de Carlos Cano.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, amiga del primo de Tona (esa es aquí una muy buena recomendación) Y es verdad que tuve una guía estupenda.
Un abrazo.
Yo estuve en Granada pero no pude apreciar todas las Granadas que han visto Isabel y Nazario, solo se que me lo pase muy bien con el grupo que nos tocó, será cuestión de volver. Avi
ResponderEliminarYa las irás descubriendo, Avi, según las vayas recordando. Yo con el comentario de Nazario aprecié algunas más. Pero la que importa es la que te has llevado contigo. Un abrazo.
ResponderEliminarUfff!!! Como me gusta Granada...he repetido viaje varias veces y siempre descubro algo nuevo que lo disfruto a tope....y tu entrada una pasada Jane.
ResponderEliminarFeliz Año.
Gracias, Luisa. Ahora me falta poder decir eso mismo: "He repetido viaje a Granada muchas veces" y seguir descubriendo rincones escondidos y maravillas presentes.
ResponderEliminarUn beso y feliz año.
Granada,es de esas bellas ciudades andaluzas que "bien merece una misa".Y el encanto de sus gentes,dos.El poder contemplar Sierra Nevada desde la Alambra,no tiene precio.O el Albaycin frente a ella,o la ciudad a sus pies.Hay otras ciudades andaluzas-las voy a omitir por no herir alguna sensibilidad-que precedidas de muchos fama,no merecen "un sermón", ni medio siquiera.Mi asignatura pendiente en Andalucia,es Córdoba. Cs
ResponderEliminarCoincido contigo totalmente, Francisco. Yo soy más de pueblitos, me gustan las ciudades a la medida del hombre: ciudades vivibles y paseables. Por eso me gustó tanto Granada. Es una ciudad que sabe vivir.
ResponderEliminarConozco Córdoba pero me gustaría conocerla más, de la mano de gente de allí, como me pasó con Granada. No es lo mismo ir de turista que ir de viajero.
Isa ,cómo has descrito Granada!!! me gustaría algún día poder ir juntas y disfrutar de la ciudad contigo. Un beso fuerte
ResponderEliminarNo había visto el comentario. Yo me vuelvo a apuntar, tenlo por seguro. Un abrazo.
ResponderEliminarYo he ido un par de veces, y es una maravilla. Vivir en el centro no tanto.
ResponderEliminarBueno, lo de vivir en un sitio u otro es cuestión de adaptación. Dímelo a mí que me vine del centro de Santa Cruz a vivir a una zona por donde sólo pasan 5 guaguas al día.
EliminarMi amiga Ana, la estupenda guía que nos enseñó Granada, se educó en el colegio de las Niñas Nobles, al lado de la Catedral, vive en el mismo centro y está encantada.
Eres única como describe una Granada maravillosa. Para mi fue un viaje sin planificar....estábamos en el norte y a conocer Andalucia! !!! La Granada que te queda en el disco duro.... fantástica!!!!
ResponderEliminarIgual que los mejores amores son los que te encuentras cuando menos te lo esperas, los mejores viajes (o por lo menos los más llenos de sorpresas) son los que haces sin planificar, esos que, estando en la península, vas y dices: "¿Y si ahora nos fuéramos a ver la luna de Valencia...?".
EliminarDesgraciadamente, estando en Canarias hay que planificar más. Aunque conozco familias que han cogido carretera desde Cádiz y hala, a pararse donde quieran y a caminar por donde les dé.
¡Y qué razón tienes! A guardar esa Granada en el disco duro.
Besos.
Viví con veinte años un verano en Granada. El más maravilloso de mi vida. Si te contara.....
ResponderEliminarEso, cuenta, cuenta... Y ya que ahora estás en vena, si lo haces en clave poética, mejor. Granada es poesía desde el Sacromonte al Darro. No me extraña que hay sido un verano maravilloso.
EliminarEstudié los 6 años de mi carrera en Granada desde hace ya la friolera de 51 años....y en mi memoria mantengo aquella ciudad, que tan cambiada la noto cuando he vuelto a ella...entonces, para no equivocarme en mis recuerdos, intento transitar solo por los lugares
ResponderEliminarcéntricos, los que poco han cambiado y, cerrando los ojos, entonces no me pierdo....así la prefiero mantener en mi mente...
Sí, dicen que no conviene volver a los lugares en que se fue feliz para no decepcionarse. A mí me ha pasado con algunos lugares de mi niñez que ahora están tan cambiados que parecen otros y no me dicen nada (por ejemplo, Los Realejos).
EliminarPero también es grato volver y reconocer algún sitio que todavía esté, como me pasa cuando vuelvo a Madrid, donde yo hice la carrera (hace también la friolera de 50 años).
En fin, nostalgiosa tengo el alma...
¿Como que no has estado en Granada?
ResponderEliminarIsabel, soy una enamorada de esa ciudad y la primera vez que fuí tenía dieciséis años, a lo largo de mi vida he procurado visitarla siempre que he podido. Nadie me la había descrito tan bonito como lo has hecho tu hoy...
Granada hay que pisarla y sentirla...
Que una enamorada de Granada me diga eso es más de lo que podía esperar. Mil gracias, hasta me emocionaste.
EliminarTengo que volver yo también a pisarla y sentirla. Es de esas ciudades que te llegan al alma.