Una de
las cosas más tristes a las que la desaparición de los seres queridos te
enfrenta es a recoger la vida material que dejan, los objetos personales –sus trajes,
sus perfumes, aquel cuadro que compró en un viaje porque le hizo ilusión, el último
libro que leía, con su marcador en la página 100… En fin, todo lo que se va
acumulando en una casa y que arropa a las personas.
Cuando
murió mi madre, mi hermana y yo tardamos casi un año en encarar esa tarea
penosa: esto lo tiramos, esto lo donamos, esto lo guardamos. Una de estas cosas
fue el mantel de navidad, testigo de todas las navidades, y no porque estuviese
en buen estado (cincuenta años de lavados no los aguanta nada), sino porque nos
daba una pena enorme a las dos el que se fuera a la basura, aunque tal vez mi
madre hubiera dicho: “No importa, es algo sólo material”.
Pero es
que el mantel de navidad de mi madre es único, no como los que hoy tenemos
fabricados a miles por los chinos. Mi madre y mi abuela, como buenas palmeras,
lo bordaron al poco de casarse mis padres y, en él, dejaron volar la imaginación.
Está por supuesto el nacimiento, el pueblito de Belén con casas multicolores y
los Reyes Magos, pero también un ciervo mirando a una estrella, piñas de
colores imposibles, dos pájaros en una rama, todo mezclado, conviviendo con
herraduras de la suerte, campanas, ramas de muérdago, flores de pascua, setas
en un prado, regalos, un reloj, racimos de uvas moradas y un Papá Noel
despistado.
Mi
madre lo lavaba, planchaba y almidonaba y nosotros disfrutábamos mirándolo,
mientras ayudábamos a poner la mesa. Sobre él, las copas talladas y brillantes,
la vajilla blanca con filo y estrellitas doradas, los cubiertos, el tronco con
velas en el centro, las servilletas bordadas también y los regalitos que mi
madre ponía en cada plato, a veces sólo un poema en una tarjetita roja.
Alrededor
del mantel, todos los que celebrábamos juntos las fiestas –mis padres, mis
hermanos, mis abuelas, mis tíos, mi primo y algún añadido- aprendimos los
villancicos (“Pampanitos verdes, hojas de limón…”), hablábamos un montón y jugábamos
a juegos tontos, como el de pasarnos uno a uno una aguja y decir sin enseñar
los dientes la siguiente y absurda conversación: “Aquí te entrego esta agujita
con su ojo y su puntita” “¿Tiene punta?” “Punta tiene” “¿Tiene ojo?” “Ojo tiene”
“Pues dámela que me conviene”. No sé todavía qué gracia le encontrábamos pero
nos moríamos de risa cada navidad.
Hay una
canción muy bonita, “Sábana y mantel”, que Mª Elena Walsh compuso en 1976,
cuyos últimos versos dicen:
“Uno
manchado de vino
que señal
de gozo es
y la
otra humedecida
con rocío
de querer.
Que no
le falten a nadie
en este
mundo tan cruel”.
Las sábanas,
los manteles, los objetos que reunimos a nuestro alrededor, forman parte,
queramos o no, de lo que somos. El mantel de navidad de mi madre, tal como era,
con sus vivos colores y sus escenas ingenuas, ya no existe pero permanece en la
memoria de todos los que en aquellos tiempos éramos niños. Esta nochebuena, tal
como antes hacía mi madre, les he puesto en el plato, a cada una de las
familias que ahora nos reunimos en casa de mi hermana, una de aquellas
servilletas bordadas, restos mejor conservados de la primitiva mantelería y que
puede simbolizar, a nuestros ojos, todo lo que nos une.
Será
algo material, pero, como decía la poeta, “que no le falten a nadie” un mantel alrededor
del cual pasar horas felices y los recuerdos que evoquen una vida compartida.
Como todo lo que sale de tu pluma...bonita historia....aunque esta tiene mucho de especial....los que conocimos a tu madre sabemos el amor que ponía en lo que hacía y me parece verla bordando, lavando o planchando....ese bonito mantel...y muy buena esa idea tuya este año de que todos-as encontraran en su plato un trocito de ese pasado cercano...los que se van siempre están entre nosotros y sus huellas se perciben por todas partes.......FELIZ AÑO
ResponderEliminarGracias, Jesús. Es curioso lo cerca que la sentimos aunque hayan pasado 17 años desde que no está. Estuve pensando en hacerles a todos un cuadrito con el bordado pero al final lo dejé así. Que cada uno haga con él lo que quiera, un cuadro o simplemente un paño para poner en una panera y esas cosas a los que las palmeras son tan aficionadas. Si ella pudiera verlo, estoy segura de que también le habría encantado la idea. Con lo novelera que era...
ResponderEliminarQue orgulloso que me fui yo a casa con mi "trocito" de esa mantelería de tantas nochebuenas y nocheviejas que pasamos juntos. Gran detalle, Mary, gracias.
ResponderEliminarLa verdad, Nesti, es que el "trocito" es sólo un símbolo de todos esos recuerdos guardados: las canciones inventadas, el amigo invisible, los juegos, los villancicos, los bailes... Y lo mejor: todo el mundo entregado y desinhibido, importándoles un pito desafinar (por ejemplo, a mí) o hacer el tonto, porque estamos en familia. Brindemos por la familia, como en el final de la película "Hechizo de luna".
ResponderEliminarBuaaaaaaaa....me está mirando todo el mundo en el aeropuerto. Me has hecho llorar.
ResponderEliminarEntiendo perfectamente lo que comentas sobre los objetos que dejan las personas queridas cuando se van.
ResponderEliminarAyer me pasó algo parecido con una caja de herramientas que mi padre tenía en un piso de veraneo. Yo me la he llevado a otro y cuando la abrí todos los recuerdos se agolparon de pronto y fue como tenerle allí delante preguntándome qué necesitaba. Era un manitas querido y maravilloso.
Viendo esas servilletas tan encantadoras puedo imaginar el mantel. Tu madre ponía regalitos en cada plato, a veces un poema en una tarjetita roja. UFFF!!!
Con ese maravillosos ejemplo ¿cómo no vais a ser como sois tu familia y tú?
Si tuviera que elegir algo de 2013 que me hubiera hecho sonreír, estar a gusto, aprender mucho, reflexionar a ratos y sentirme viva elegiría varios blogs, entre ellos el tuyo y el de la Doctora.
Muchas gracias a las dos por ser como sois y haber compartido tantas cosas con nosotros.
Me quedo con tu precioso deseo para cerrar el año: "Que no nos falten recuerdos que evoquen una vida compartida y un mantel alrededor del cual pasar horas felices".
¡¡¡SALUD, TRABAJO Y AMOR PARA TODOS EN 2014 !!!
Ana, pero si la cosa no era de llorar... Hablo de momentos felices que, afortunadamente, se siguen repitiendo año tras año cada vez que nos reunimos. Es verdad que ya Mamá Charo no está pero su recuerdo es tan vivo que es como si estuviese. Ella diría: "¿Qué es eso de "buaaaaaa"? ¡Alegría, alegría, alegría!".
ResponderEliminarY por lo del aeropuerto no te preocupes. Los aeropuertos están acostumbrados a los lloros. :-D
Muchas gracias, Utopía, por todo lo que compartes con nosotras y por todos tus deseos.
ResponderEliminarLas cosas que nos pertenecen, como esa caja de herramientas de tu padre, son prolongación de nosotros. Por eso nos producen tanta ternura. Mi madre fue una mujer alrededor de la cual giraba toda la vida de la casa, no sólo la nuestra sino la de la familia más extensa. Ella era el eje que la mantenía unida. Y además era muy creativa. Recuerdo un año que nos hizo con botellas llenas de líquido de colores unos Reyes Magos con sus caballos, o cuando montó un Papá Noel de algodón, o colgaba de la lámpara del comedor cintas y guirnaldas hasta cada plato... Le encantaba una fiesta y es verdad que todo eso se nos contagió a nosotras que somos otras noveleras. En nochebuena solíamos hacer canciones festejando lo que había pasado en el año en la familia. Ahora hacemos algo parecido con el amigo invisible que tiene que traer canción o poema... ¡Así no terminamos ninguna nochebuena antes de las 5 de la mañana!
Te deseo para ti lo mismo: salud, trabajo y amor. ¿Qué más se puede pedir?
¡Muchas Felicidades! Y por fa,no cambies nunca.Eres ESPECIAL...
ResponderEliminarGracias, Julia. Y ya soy un poco viejita para cambiar... Feliz año y un beso (y otro para tu hija)
ResponderEliminarAhora sí que "lluevo"...precioso...
ResponderEliminar¿Ves, Elena? Lo de "lluevo" lo compartimos muchas personas. Pero yo creo que también compartimos vivencias.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Que bonitos recuerdos, Isabel, muy emotivo.
ResponderEliminarGracias, Sole. En la vida hay de todo pero es bueno quedarse con los buenos recuerdos, desempolvarlos de vez en cuando, contemplarlos con amor y guardarlos como quien guarda un tesoro.
ResponderEliminarUn beso y feliz año.
Mi madre sentía adoración por los bordados palmeros y por La Palma (no tenemos ascendientes familiares, que sepamos) Ella siempre compraba a una señora de La Palma que traía artesanía de bordados, Doña Mónica, tenía también una venta en la calle Tribulaciones esquina con S. Francisco... Luego puso tienda en Suárez Guerra semiesquina a Castillo (creo que donde hoy está una agencia de viajes) Eso cuando yo era chica. Pasando el tiempo y me "eché novio" ¡mi madre vio los cielos abiertos! y empezó a hacerme el ajuar a su gusto... ¡PALMERO, pues no! Doña Mónica ya había muerto y consiguió a otra intermediaria palmera (la madre de Zenaido, el periodista) No te puedes hacer idea... los manteles de Richelieu, los juegos de sábanas... y curiosamente un mantel de Navidad muy parecido al tuyo pero claro no tiene el valor sentimental de que fue hecho por tu abuela y tu madre, pero sí hecho por manos de artesanas palmeras y, como tu dices, ¡no es chino! ¡Plancharlo da una lata! Eso tiene el hilo... pero cuando lo pongo siempre me acuerdo con el cariño con que me lo compró. Y también lo asocio a una parte de mi vida con tres personas que ya no pueden brindar en torno a mi mesa. Pero, ¡sunsum corda! Ahora están mis nietas, mi hijo y mi nuera.
ResponderEliminarDi que sí, Conchi, arriba los corazones. Y arriba los bordados palmeros que ahora ya se dejan ver poco. Demasiado trabajo y muy caros al lado de los chinos.
ResponderEliminarMi madre, cuando le dije que me iba a casar dos meses antes de hacerlo, también movió cielos y tierra para conseguir "un ajuar digno de palmeros". Tengo sábanas preciosas con mi nombre, manteles, una colcha de Richelieu... Y también mi tía Agustina me bordó unas cortinas que tengo puestas en mi habitación. Menos mal que no están pegadas a la ventana porque, si no, ya el sol se las hubiera comido.
Probablemente el mantel de navidad lo signó mi tía Nena, a la que se le daba estupendamente hacerlo, e igual copió de otros manteles existentes. Le tengo que preguntar.
Gracias, Conchi, por compartir recuerdos. Es una manera de hacerlos vivir. Un abrazo grande.
Isa, me encanta tu grupo. Te estoy "descubriendo" ahora más que en Comunes y disfruto muchísimo leyéndote. ¡Qué casualidad! Mi madre también se fué hace 17 años y asimismo era muy, muy especial. No te imaginas la de "cosas" que descubro y/o me traen emotivos recuerdos en esta casa de Las Palmas: es como volver a la infancia y juventud y está impregnada de mis padres y esta faceta de la que hablas especialmente de mi madre. Simplemente leer y escribir sobre estas cosas me trae una sonrisa de paz Besos y Feliz 2014!
ResponderEliminarMargarita, creo que empecé a escribir (¡hace ya 5 años!) como una manera de hacer vivir los recuerdos. Compartirlos, ver como hay personas que se sienten cercanos a ellos, hace que no se difuminen. Hay veces que me emocionan, otras me hacen reír y siempre me hacen conocerme un poco más: yo estuve ahí, yo viví eso.
ResponderEliminarGracias por estar en el grupo. Te recuerdo como alguien con mucha personalidad. Tus opiniones son siempre bienvenidas.
Un beso y feliz año (y que Dios nos coja confesados)
Como escribí en el blog de tu hija, me resulta curioso cómo es de importante la simbología navideña en la vida del canario, con toda esa nieve, los renos, el frío que no conocéis... Más aún importante es el apego familiar. Pero Jane, uno tiene familia, recuerdos, nostalgias, cariños, porque es familiar, porque es humano. ¿Y hay algo más humano y terrenal que un mantel atemporal que te acompaña en los buenos recuerdos de tu vida? No lo mandes nunca a la basura, que llore un poco la Jomeini. Feliz año.
ResponderEliminarUffff... Q precios mi primita!!!
ResponderEliminarA mi también me has hecho llorar...y mucho...
La verdad es q tu madre fue un ser especial y todos la queríamos muchísimo!!
Leer esto ha sido como volver a recuperarla y a sentirla!!!
GRACIAS!!
Un besito muy fuerte!!
FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO!
David:
ResponderEliminarLo curioso es que tampoco en el primitivo portal de Belén había nieve seguramente. En mi nacimiento tampoco la hay, las montañas son de papel marrón y el suelo está hecho con las hojitas del abeto. Tampoco hay renos. Hay una rana, 2 perros, unas ovejas amorosas, conejos, patos, un burro y un buey. Pero renos, no, a quién se le ocurre. Como me encantan los belenes me he visto unos cuantos estas navidades y en alguno, en Granada, sí se ve unas montañas nevadas a lo lejos. Pero claro, es que en ellos se entiende. Y lo de que no conocemos el frío, no te lo creas, hay que pasarse por La Laguna.
Tienes razón, la familia es horizonte, colchón, abrigo, referente... Son los nuestros. Guardaré los restos del mantel, aunque están ya muy descoloridos. Pero Jomeini los tirará alguna vez, seguro. Es muy de tirar y de decirme: "¡Pero mamá! ¿Para qué guardas eso?".
Un beso, David, y que el próximo año te sea propicio.
Nieves:
ResponderEliminarGracias por tu felicitación, por estar por aquí, por tu recuerdo de mi madre. Si vieras la cantidad de veces que me veo hablando sola con ella. A ella le daría la risa y me diría que estoy como una cabra.
Un feliz año para ti y los tuyos y un beso grande.
Fantástica narración, y que verdad en todo lo que dices , eso de desprenderte de lo material cuando ese material lleva un sentimiento de toda tu vida, es muy duro. Nosotros todavía no hemos podido hacer nada con las cosas de Mama, se hace duro pero hay que hacerlo y han pasado dos Años, no podemos dejar que pase mucho mas tiempo y como ella misma decía, ¡ Hay que coger al toro por lo cuernos !.....Felíz Año para todos y muchos besos....
ResponderEliminarY, sin embargo, Pili, mi padre, que era muy religioso como sabes, no daba ninguna importancia a las cosas materiales. Ni siquiera fue nunca al cementerio y no le importaba nada lo que hiciéramos con las cosas de mamá. Decía que ella no estaba allí y sólo le importaban las cartas que le escribió de novia y que leía y releía. Pero ¿cómo no dar importancia a cosas en las que, al olerlas, todavía se sentía el perfume de mi madre? Tal vez deberíamos ser como mi padre, pensando que donde los que se van están verdaderamente es en nosotros, en nuestros recuerdos y en nuestra mente (aunque él evidentemente también pensaba que estaba en el cielo)
ResponderEliminarÁnimo y haz caso de los consejos de Doña Pilar, a la que me parece estar viendo todavía.
Un abrazo grande y feliz año.
¡Qué bonita historia!. Feliz año y un abrazo de todos.
ResponderEliminar¡Qué bonitos recuerdos! Un feliz año para todos y esperamos seguir leyendo historias tan bonitas como esta. Un beso muy grande.
ResponderEliminarMari Montse y Nieves Mari: Un montón de felicidades para las dos y para todos los de la familia. Ya saben que ustedes también forman parte de todo esto, de las historias, de Los Sauces, de las reuniones familiares... De hecho, digo más arriba que, probablemente, Nena fue la que signó (o "sisnó", como decimos aquí) el mantel de navidad. Dos de mis manteles de cocina me los hizo ella. Tengo que preguntarle. Denle a ella, la única tía que me queda, un abrazo muy grande.
ResponderEliminarFeliz año y todo mi cariño.
A lo largo de la vida vamos atesorando recuerdos. Como a ti, el día que recogí las cosas de casa de mis padres me fue muy difícil desprenderme de sus cosas más queridas. Hoy guardo en una gaveta todas aquellas servilletas y pañitos que en mi casa me decían tantas cosas. La dedicación con que mi madre cuando me enfermaba me hacía tomar sus agüitas para que mejorara. Las comidas de todos en la mesa... Ahora que he tenido que recoger las cosas de otro ser querido me parece una intromisión en su intimidad y me cuesta tanto. Por eso estoy en que todos esos recuerdos pertenecen a una vida compartida. Primero con nuestros padres. Y luego con nuestra pareja. Todo nos emociona y nos da el lloriqueo. A mí me cuesta ahora llorar en público. Pero reconozco que soy llorona y me emociono con facilidad. Esa capacidad indica que vivimos.
ResponderEliminarQue estamos vivos y que somos seres sensibles, Carmen Delia. Y más cuando se pasan momentos tan duros. Porque te vas haciendo a la idea de que los padres son mayores y de que algún día los perderás y te resignas, pero perder a tu pareja, cuesta más aceptarlo. Bastante fuerte eres, amiga.
ResponderEliminarEspera un poco antes de empezar a meterte con todo el orden y la recogida y vete haciéndolo poquito a poco, hoy una cosa, mañana otra. Y piensa que lo que realmente compartiste está en ti misma y en tus hijas y nietos.
¡Y llora todo lo que quieras! Sienta más bien...
¡Qué bonito! Yo guardo de mis padres las figuras del portal. Una colección de ovejas, burros, caganet, pastores, reyes magos... unos sin brazos, otros sin patas, pero los conservo. Recuerdo a mi padre haciendo el portal con escayola, formando cuevas, casitas, montañas y ríos. Una maravilla que "fabricaba" en el salón de casa y que admiraban todos los vecinos del barrio ¡Qué recuerdos!
ResponderEliminarEn mi casa las figuritas eran de barro y las rompimos casi todas. Sólo conservo una oveja con 3 patas y a la pastorcita con la que me identificaba: una mujer vestida de gris claro con un pollo en la mano, se supone que muerto ¿Cómo pensaría que la virgen iba a cocinar el pollo en un portal sin horno ni cocinilla?
ResponderEliminarEl caso es que la sigo teniendo pero no tiene casi cara.
Por eso, cuando compré el portal para mi casa, acordándome de como jugábamos con todas las figuritas, lo compré de plástico. Todavía está intacto aunque ha pasado por manos de hijos y nietos.
Mi hermana, que es artista como tu padre, también hizo casitas de escayola e incluso muñecos de plastilina. Los belenes de las personas así son siempre originales y preciosos ¡Qué suerte haber disfrutado de uno así!
Hola Jane. Tus reflexiones de esta semana me llegan muy profundo. Murió mi padre, hace ya 43 años. Mi madre, tiene 28 abonando la grama del Cementerio Metropolitano de Maracay y digo bien, ella no fue enterrada en urna sino directamente en el suelo como su fue su voluntad. Costó un lio convencer a las autoridades. pero allí está. El caso es que mis hermanos se quedaron con todo lo de ellos. A mi no me quedó ni una fotografía. Que les pasó ?. No sé y a estas alturas poco me interesa saberlo. En vista de todo esto, mi esposa y yo hemos decidido dejar en vida nuestros bienes a nuestros dos hijos. Ese fue nuestro regalo de Navidad. Una de nuestras nueras se quedó poco menos que perpleja, a ella fueron a parar la gran mayoría de las prendas de la dueña de casa (mejor dicho, ex). En realidad el reparto fue equitativo y todo mundo contento. Ahora espero que no se les ocurra botarnos a la calle pues los puentes de la ciudad están todos ocupados. Aprovecho para desearte un excelente 2014, extensible a quienes te leen, lleno de paz y mucha armonía. Desde este lado del charco, un abrazo y a cuidarse, pues.
ResponderEliminarHola Jane. Sí, es muy difícil, y a veces doloroso, cuando tienes que hacer inventario de todo aquello que pertenecía a un ser querido. Tienes que decidir qué tirar, qué repartir.....se hace complicado. Además , a veces lo tienes que hacer sólo porque los demás o no quieren o no pueden.
ResponderEliminarEn una de esas veces se dió la siguiente situación: Me dieron un cajón lleno de cartas, postales, papeles con anotaciones, etc. Iba todo a la basura y yo tenía que revisarlo por si me interesaba algo. Mientras iba viendo lo que había, me entró la extraña sensación de ser un "marciano", pues allí había parte del pasado de mi familia, y no entendía porque iba a la basura.(Han pasado varios años y sigo sin entenderlo). Seguramente es que soy un poco "marciano".
Yo tuve la suerte de heredar "en vida" uno de esos manteles de Navidad,bordados a mano por algunas de mis tías o señoras que conocí en mi infancia. Muchas veces lo usamos durante las comidas de Navidad, tanto en el hogar familiar de mi infancia, como en mi hogar de adulto. Siempre me acuerdo de la emoción y "buen rollo" que había en la cena de Nochebuena y almuerzo de Navida...hasta el caldo estaba bueno. Deseo que este 2014 venga lleno de Salud, Paz y Amor (también Trabajo para quien no lo tiene). Un beso Jane.
Como diría mi padre, Agroteide, los recuerdos los lleva uno dentro y eso nadie te lo puede quitar.
ResponderEliminarBuena idea lo de dar cosas en vida. Mi madre también lo hacía, era muy generosa y le encantaba repartir. Tus hijos tienen suerte con esos padres que les tocaron.
Te deseo para el próximo año serenidad, salud, bienestar, y que los puentes de tu ciudad se desocupen. Que cada uno tenga una casa y un trabajo digno.
Un abrazo.
Querido "marciano" Juan, nosotros también tuvimos que ordenar un sinfín de papeles. Mi padre es de los que lo guardaban todo y no quería que se tirara ni una carta. No me he querido tirarlas, las clasifiqué y las tengo en cajas.Si te pones a leerlas, no sólo es la historia de nuestros padres, sino también la de todos nosotros y la de nuestro país en un determinado periodo. Ahí estaba la guerra, el racionamiento, el volcán de San Juan, las fiestas... Es una lectura apasionante.
ResponderEliminarTambién te deseo lo mejor. Y sobre todo que te tomes las cosas con filosofía. Un abrazo muy grande.
Con la resaca de haberme acostado anoche a las 6 de la mañana, se me deslizaron dos errores en tu comentario, Juan. Mi padre "era", no es (desgraciadamente) y un "me" antes de "he querido", que no tenía por qué estar ahí.
ResponderEliminarAy, Jane me has vuelto a emocionar para empezar el año. Tienes razón hay algunos objetos que tienen un valor incalculable para nosotros porque los asociamos a determinadas personas.
ResponderEliminarA una amiga muy cercana le robaron hace poco todas sus joyas, tenía algunas bastante valiosas, pero la que de verdad quería recuperar era una pulsera de su madre sin apenas valor material, porque representaba a su madre.
¡Cómo la entiendo! Y cómo te entiendo a ti, casi siento ya cariño yo por esas servilletas.
Lo que no he entendido es lo de la aguja ;-)
pd. FELIZ AÑO NUEVO
PARA TODOS LOS QUE SEMANALMENTE NOS PEGAMOS A ESTE BLOG, COMO LAPA A LA PIEDRA:
ResponderEliminarLes deseo un 2014 lleno de aventuras placenteras, éxitos en todo lo que emprendan y por supuesto, salud. Ah, no se preocupen mucho. Por ahí vienen ya los Carnavales, luego Semana Santa y más adelante Vacaciones de Verano; cuando menos lo esperemos estaremos en Diciembre y otra vez a empezar. Pido disculpas Jane, por abusar de tu bondad. Este espacio es tuyo. Un abrazo y por supuesto, a cuidarse, pues.
Loque:
ResponderEliminarLo de la aguja es la bobería más grande que te puedas imaginar. Pero ver a todos aquellos adultos haciendo el bobo, hablando sin que se vieran los dientes metiendo labios (con lo cual la cosa sonaba algo así como "aquí, re enrego espa agujipa...") y sin reírse (cosa que ninguno conseguía), hacía que nos mondáramos; y entre castigos y premios a veces se pasaba su buena hora.
Te deseo un buen año. Yo, por mi parte, ya estoy como en el chiste de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy".
Un abrazo.
Agroteide, este espacio es tan tuyo como mío. Y de paso de todos los que nos acompañan a lo largo de las semanas en este diálogo constante.
ResponderEliminarTienes razón en lo de que, cuando menos te lo esperas, ya están sonando los villancicos otra vez ¡Cielos, qué rápido pasa el tiempo.
Te agradezco infinito los buenos deseos. Y te los devuelvo quintuplicados. Algunos compañeros no se pronuncian pero te los agradecen también.
Un abrazo y a cuidarse, pues.
Tengo una historia similar con bordados de La Galga. Heredamos una casa de cuatro tías de Paco. Solteras todas ellas. Cada una tenía un baúl con su ajuar, supongo. Acababa de leer Sábado y fue tan emotivo que no he podido tirar nada. La importancia de pequeñas cosas para algunas personas y que otras podíamos simplemente tirar.
ResponderEliminarIsabel, lo del ajuar es una cosa muy curiosa. Cuando yo era niña y veraneaba en Los Sauces o en Los Realejos, en todas las casas, a la caída de la tarde, todas las mujeres estaban bordando: mantelerías de richelieu, bodoques en almohadas y sábanas, toallas festoneadas, cortinas con vainicas... Era una maravilla lo que salía de aquellas manos.
ResponderEliminarPor eso no era extraño que, cuando una chica se casaba, hiciera una exposición con el ajuar. Yo vi el de algunas de mis primas mayores y era para quedarse con la boca abierta. Hasta los delantales y las bolsas del pan eran obras de arte. En una exposición de esas que vi se mostraba todo en dos habitaciones y hasta las paredes estaban cubiertas de cosas bordadas.
¡Qué importancia se le daba entonces y qué poca ahora, en este tiempo de todo al por mayor!
Isabel me has hecho llorar, por que y me siento así, para mi todas las cosas de mi familia son sagradas, ya se que son materiales pero es lo que me hace tener fresca la memoria y seguir sintiendo a mis padres y a mi hermano. Y ver esas cosas me ayuda, me da fuerza. Yo le digo a mi marido que el no lo entiende por que tiene a sus hermanos y a sus padres pero que yo con los míos no puedo generar más recuerdos y que por eso me agarro tanto.
ResponderEliminarAún tengo todas las sábanas bordadas con bodoques, flores y mil cosas, verdaderas obras de arte para una cama de 1,35 jajajjajaja ( que ya no se lleva esa medida y la mía es de 1,50). Total todo guardado.
Y bueno no te creas que se ha perdido, yo coso, me gusta mucho y tengo muchos grupos de gente muy aficionada, y no se si es por la crisis o por qué pero se vuelve a llevar la costura.
Un beso y feliz año para todos.
Martuka, qué artista eres. Yo, que sólo sé coser botones, tengo una envidia enorme a todo aquel que hace maravillas con aguja e hilos. Mi madre también era así (yo le salí rana) Tengo también una colcha bordada de richelieu de 1,35 (mi cama es de 1,80) y me da una pena no ponerla...
ResponderEliminarEntiendo perfectamente que consideres y valores las cosas de tu familia, en cierta forma son parte de ella. Yo me puse una vez a tirar cartas y me encontré con las de una amiga que murió joven y fui incapaz ¿Cómo hacerlo si era lo único que tenía de ella? Ya sé que también están los recuerdos pero también lo material ayuda a afianzarlos.
Sigue haciendo esas preciosidades. Hay que desarrollar los dones con los que uno ha nacido.
Un beso y feliz año también para ti.
Mi madre, como buena modista que fue y gran ama de casa que es, guarda baules y gavetas llenas de mantelerías, bordados, puntos de cruz, ganchillos, encajes... y hasta miles de retales que bien sirven para un adorno, un detallito, un empaquetado especial.... el día que falte,¿qué haremos con todo eso? Mientras lo disfrutamos.
ResponderEliminarLlorando estoy y solo decir que ojala todo el mundo tuviera un mantel de navidad, a veces unos simples trozos de tela pueden tener tanto significado..... eso usted una suertuda
ResponderEliminarGuille, guárdalo como un tesoro. Yo guardo pañuelos, talegas del pan, mantelitos pequeños, tapetes para bandejas... ¡Qué sé yo! Sólo con mirarlo se complace la vista.
ResponderEliminarMadre del monillo, yo creo que todos tenemos algo de nuestro pasado que tiene significado sólo para nosotros. Y sí, tenemos suerte si eso lo compartimos con aquellos que aman lo mismo y en los que nos reconocemos. Un beso.
ResponderEliminar¡Qué detalle tan precioso! No creo que se trate de desterrar de nuestras vidas todo lo material. Si no, de valorar en su justa medida cada cosa. Y esas servilletas, además de preciosas, ¡valen mucho! por quién las hizo y con el amor que las hizo. Besos.
ResponderEliminarwww.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
Di que sí, Lola. Ya mis hijos y los otros miembros de la familia están pensando en darle un lugar preferente. Hemos pensado ponerlas en una bandeja a medida con su cristal, encuadernarlas o, simplemente, tenerlas de paño para una panera en un día especial. Lo que no queremos es que se vuelvan amarillas por el paso del tiempo. Creo que las cosas materiales sí tienen su importancia, aunque no sean lo más importante.
ResponderEliminarUn beso.
Cuanta ilusión y cariño guardaban esos manteles de tantas y tantas NAVIDADES pasadas alrededor de una mesa con nuestra familia, esos manteles guardaban además de esa mancha (que todos los años volvía a salir) el cariño de tantas noches todos juntos.
ResponderEliminarPrecioso Isabel, es muy difícil desprenderse de los viejos recuerdos.
Me ha hecho gracia, Carmen Paz, lo de que "todos los años volvía a salir" porque tengo un mantel blanco, bordado en La Palma también, que mi madre me dio casi nuevo antes de morir (hace más de 20 años). Desde entonces lo pongo el día de fin de año y este año, revisándolo, le encontré una mancha (del tamaño de un garbanzo) que no estaba el año pasado. Y me dije "a ver si esta es de las imborrables". Ya me puse a la labor... :-D
EliminarCreo que, como dices, un mantel guarda mucho más que manchas. Ha habido mucha vida a su alrededor. Y ahí entra lo que hemos hablado, comido, brindado, cantado, reído y hasta discutido. Que no le falten a nadie...
Un abrazo.
Todo lo que escribes me gusta, pero este en concreto me ha emocionado...
EliminarY por mucho que quites la mancha... cada año volverá a salir.
Gracias, Carmen Paz.
EliminarIgual esa mancha forma parte también de lo que fuimos y el oxígeno activo no tiene nada qué hacer.
Precioso Isabel, me ha emocionado, gracias por compartirlo
ResponderEliminarGracias, Alicia. Compartir emociones es compartir vivencias parecidas ¿ Quién no tiene un recuerdo especial de las vacaciones familiares, cuando éramos niños y el tiempo se desplegaba como si fuera a durar para siempre? Pues eso.
EliminarUn abrazo.
¡Precioso y muy emotivo! ¡Sigan disfrutando de ese navideño mantel!
ResponderEliminarDesgraciadamente también los objetos tienen una vida y, como digo en el post, el mantel tal como era ya no existe. Solo perviven, y tampoco como eran antes (les pasa lo mismo que a nosotras), las servilletas regaladas esa noche de hace 4 años. De ellas sí disfrutamos.
EliminarUn beso y muchas gracias, Begoña.
No sé si el mantel de mi madre era, o no, Palmero; ni tampoco sé si la cristalería era, o no, de Limoges –seguro que no- pero, esos me los quedé yo.
ResponderEliminarAmo la Navidad igual que ella la amaba, disfruto y río como ella lo hizo. Aunque una basurita en el ánimo me invade, al igual que a ella la invadía.
Durante los seis años que duró su dura enfermedad cuidé su casa con la esperanza de que volviera. La esperé - la esperamos-, pero ella iba muriendo sin remedio día a día mientras nosotros no queríamos reconocerlo. Todos morimos un poco cada día. Normalmente evitamos admitirlo: ¿temor?, sin duda.
Un 8 de diciembre –antaño día de la madre- nos dejó. Triste Navidad. Sí.
Pero, fui fiel a sus enseñanzas:
— No lloren por los muertos, hacerlo por los vivos. Así lo hice, agradeciendo a Dios que le evitara más sufrimiento de los que padeció a lo largo de su vida; y aún más al final.
— El muerto al hoyo y el vivo al boyo: ¡hecho!
Organicé las cosas personales y familiares para ser repartidas entre sus 8 hijos. Lo más duro fue cuando tuve que revisar sus cosas íntimas, y no me refiero a su ropa, claro está, sino a objetos que, guardados con extremado celo, mantenían vivos, presentes e inalterables, los recuerdos de toda su vida.
Guardo alguna cosa de ella, vivo en la casa en que vivimos –y nací-, uso cosas que ella usó, mantelería y cristalería de Navidad. Mantengo sus costumbres. Sus fotos andan en cualquier rincón de mi casa, y las enseño con orgullo a todos aquel que voy conociendo.
¿Cómo no recordarla? ¿Cómo no reconocer lo que creó?
¡Está en mi corazón! ¿Quién dice que ha muerto?
Gracias por tus recuerdos que agitan los míos. Feliz Navidad
Antonio Cáceres
Mi madre también murió en diciembre, el 13, día de Santa Lucía. Y mi padre 10 años después, el 18 de diciembre también. Así que sé de navidades tristes que, sin embargo, en ningún caso dejamos de celebrar. Celebramos que los tuvimos con nosotros, que nos regalaron (sobre todo ella; mi padre era más serio) alegría y novelería, que compartimos momentos tan divertidos y tan tristes también (compartimos la vida)... Como dices ¿cómo no recordarlos? Cada navidad los que nos reunimos en torno a la mesa, los niños de antaño, levantamos la copa por los padres y los abuelos que fueron nuestro horizonte en la infancia. Nos dieron amor y seguridad. Fuimos afortunados.
EliminarGracias por compartir tus vivencias.
Un abrazo y feliz Navidad
Hola de nuevo:
ResponderEliminarRecuerdo aquella Navidad que se encerró triste, en su habitación. Me acerqué a hablar con ella; la puerta estaba cerrada y la llamé, esperé, pero no fue buena la idea; se enfadó.
Recordando el hecho, años después, escribí unas letras para mi recuerdo.
EL OJO DE LA CERRADURA.-
Espera… desespera.
Tras la puerta oye su deambular sereno.
¡Hola!, ¡estás ahí!, pregunta indubitadamente.
Cuando un silencio escandaloso y descarnado le responde, sus dedos vuelan hacia la puerta lamiendo la cerradura hasta encontrar su ojo misterioso.
Qué historias habrán vivido. Cuántas compartidas. Cuántos sueños han forjado. Se pregunta. ¡Lejanía, soledad!, siente.
Su mano se aproxima al picaporte; nervioso duda.
No debe, ¡cree!
Se abre súbitamente la puerta.
¡Sorpresa!
Así de inesperado fue el tembloroso ¡te amo! que salió de los labios de su alma.
¡Qué haces!, pregunta fulminándole con una mirada, muy suya, profundamente hiriente; ¡tanto!
Sí, tanto como la oscuridad ignorada del ojo de la cerradura.
Tiembla.
Hoy los comparto contigo; y, otra vez, Feliz Navidad.
Antonio Cáceres
Me parece un relato precioso y sensible. Gracias.
EliminarAy Isabel: yo con esto del Facebook no me aclaro y escribo en donde me parece, espero que me perdones mis disparates ( ahora mismo te escribí una cosa y no sé donde la puse jajaja). Te contaba que con tu precioso escrito me animé a sacar mi mantel palmero bordado a mano con amapolas (qué es muy bonito) para ponerlo en mi mesa esta Nochebuena. Besotes y que disfrutes con toda tu gente
ResponderEliminarAy, sí, no guardes manteles ni sábanas ni nada (como hacían antes para cuando viniera el médico). Saca tu precioso mantel de amapolas, pon los platos y las copas más bonitos y a disfrutar de la belleza. Y a brindar por la navidad y por la compañía de los que queremos.
EliminarUn abrazo grande, Águeda.
Precioso y emotivo escrito, Isabel. Yo cuándo saco el mío que tiene 46 años, mi hija dice : Mamá, si tiene una mancha amarilla ! Yo le digo que es de solera y que lo ponga en la mesa . Llevamos ese tiempo comiendo en él y por una mancha, no pierdo la tradición. A veces, son de la misma madera de las gavetas que con la humedad se manchan.
ResponderEliminarEs la marca del tiempo, Esther, pero también de los manjares que nos han ido acompañando, de los buenos vinos para la ocasión, pero sobre todo de la buena compañía.
EliminarDisfruta de todo ello. Feliz Navidad.
¡Preciosos esos recuerdos, Isabel !
ResponderEliminarY preciados, Blanca. Son de los que se guardan para siempre. Ojalá tengamos muchos de esos.
EliminarUn abrazo y a pasarlo bien.
Que tampoco falte la sábana
ResponderEliminarBueno, y con estos fríos un edredón tampoco viene mal.
EliminarLa letra es preciosa. Fíjate en esta estrofa:
"Son trapos de ser humano
si humano lo dejan ser.
Sencilla gala de pobre
y no lujo de burgués
que se puede tener mucho
pero no tener con quién".
Afortunados quienes pueden compartir sábana y mantel.
Me encantó....Como hija de palmero y de San Andres y Sauces, tengo bellezas. Ya te escribiré. Pues ayer lo hice a través del celular y voló....�� Feliz Navidad !!!!
ResponderEliminarAy, esas palmeras que deberían estar prohibidas como decía una amiga mía. Saben hacer de todo: cantar, bordar, cocinar... ¡Qué complejo, por Dios! Feliz Navidad, Marilu.
EliminarQué bonito relato como siempre Isabel. Felicidades y un gran beso navideño.
ResponderEliminarMuchas gracias, Elvira. Así da gusto tener amigas. Un gran abrazo y a disfrutar de las fiestas que para eso están.
EliminarYo pongo el mismo siempre,bordado de La Palma por supuesto, regalo de mi querido Abuelo Justo.Precioso tu cuento, Isabel.
ResponderEliminarLos regalos siempre traen consigo algo del espíritu de quien nos lo regaló. Por eso me gusta tanto hacerlos (y recibirlos). Disfruta de tu mantel y del recuerdo de los que te quisieron.
EliminarUn abrazo y muchas gracias.
Precioso relato y entretenido, quería seguir leyendo.........
ResponderEliminarMuchas gracias, Flor. No me lo digas mucho que yo tengo mucho rollo.
EliminarUn abrazo.
Como siempre, magistral eres escritora de emociones y nos sentimos muy identificadas con tus escritos.La pequeñeces cotidianas, a veces se clava más en el alma y no te digo nada con los móviles que tienes grabados mensajes con la voz de tu madre o padre y es mejor borrarla que escucharla .Tan curioso lo de la voz. Tal cantidad y cada persona tiene la suya diferente y que al empezar a hablar ya sabes de quien se trata. Incluso se parecen las voces familiares .
ResponderEliminarMi profesor Don Emilio Lledó, al que se le murió su mujer muy joven, le dedica uno de sus libros diciendo "A Montse, voz en mi memoria". Lo he recordado un montón de veces porque, como dices, recordamos la voz de los seres queridos que ya no están. La voz de mi madre, tan dulce, que no pasaba un solo día sin llamarme por teléfono; o la de mi padre explicándome con toda la paciencia del mundo las matemáticas; o la divertida de mi primo Mingo... Voces en mi memoria.
EliminarGracias por tus palabras, Maribel. Un abrazo.
Maravilloso amiga mía, me ha emocionado leerlo.
ResponderEliminarGracias, Luisa, a mí también me emociona el recuerdo de esas navidades pasadas en las que pensábamos que la vida tenía la simplicidad y la permanencia de un portal de Belén.
EliminarUn abrazo.
Me ha emocionado tu relato. Yo no guardo el mantel blanco bordado que usaba mi madre, pero conservo alguna de sus servilletas. Sí que tengo los manteles que con tanto amor me compró para mi ajuar. Las cosas de antes. En aquellos tiempos era frecuente que personas procedentes de La Palma, trajeran esas delicadas prendas y las vendieran en su círculo de conocidos.
ResponderEliminarMe ha emocionado tu relato. Yo no guardo el mantel blanco bordado que usaba mi madre, pero conservo alguna de sus servilletas. Sí que tengo los manteles que con tanto amor me compró para mi ajuar. Las cosas de antes. En aquellos tiempos era frecuente que personas procedentes de La Palma, trajeran esas delicadas prendas y las vendieran en su círculo de conocidos.
ResponderEliminarSiempre en mi casa hubo cosas de La Palma (empezando por las palmeras: mi madre, mis abuelas, mis tías, mis primas... todas unas bordadoras excepcionales). Este año por primera vez no voy a poner en fin de año el mantel blanco bordado. Está ya muy cascadito y muchas de las tiras de sus bordados, rotas. Como imagino que no aguantará un lavado más, me he resistido a tirarlo y lo he guardado con cariño. Las cosas de antes...
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