Leí hace poco "Patricia Brent, solterona" de Herbert George Jenkins, una novela al más puro estilo de aquellas de humor británico de principios del siglo XX, en el que militaron autores como Jerome K. Jerome o P.G. Wodehouse. Son novelas de "té y simpatía".
La protagonista de la novela, Patricia Brent, es una mujer de 24 años, inteligente, guapa, satisfecha de su vida, que se la gana muy bien como secretaria de un político durante la primera Guerra Mundial. Sin embargo, para las damas mayores de la casa de huéspedes en la que vive, merece lástima porque, la pobre, es ya una solterona:
- Nadie viene a recogerla nunca para salir y jamás va a ninguna parte y, sin embargo, no tendrá más de veintisiete años, y realmente no es fea. (...)
-Pues vaya, me siento muy apenada por ella y su soledad. Estoy segura de que se sentiría mucho más feliz si tuviera un agradable joven de su clase que la llevara aquí y allá.
¡Una solterona! ¡Una de las peores lacras con que se calificaba a una persona! Nuestra sociedad, en su afán por perpetuarse, ha institucionalizado el matrimonio y durante todos los siglos en que la mujer, como decía Quino, no ha jugado un papel en la historia sino más bien un trapo, ese ha sido su destino ineludible. Ya lo vio bien Jane Austen, cuyas novelas dejaban claro que, si no te casabas, no eras nadie, un simple ser viviendo de la caridad de los parientes y cuyo cometido principal, a falta de otros, era ayudar en la iglesia. Lo que en nuestro lenguaje popular se llama "quedarse para vestir santos".
Esto hizo, claro, que se educara a la mujer para la busca y captura de marido. La "temporada" de la aristocracia londinense y las fiestas de los pueblos tenían el mismo objetivo en el fondo: que las familias echasen un vistazo al "mercado" matrimonial y se concertasen enlaces convenientes. Los que no llegaban a ese summun eran los solterones. Pero mientras al solterón se le consideraba más un "soltero de oro", a quien nadie había conseguido pescar, la solterona era la que había fracasado en el intento. Incluso ellas mismas se veían así. Recuerdo a una compañera del Colegio Mayor, que todavía en los años 60 nos decía que prefería mil veces casarse sin estar enamorada que quedarse soltera.
Por supuesto, hubo excepciones gloriosas. Cuando yo era pequeña me gustaba mucho Chanita, una pariente lejana que se resistió siempre a pasar por el aro. Novios, sí; salir a bailar con ellos, también; tomarse aperitivos juntos en la plaza del pueblo viendo pasar el mundo, por supuesto; algún escarceo amoroso, tal vez... Pero casarse, ni hablar. Recuerdo a mi tía Agustina echándoselo en cara y preguntándole que qué le veía de malo a Fulanito, que era un viudo con posibles, o a Menganito, un indiano que había venido forrado de Venezuela. Ella siempre respondía: "¿Y qué tiene de malo divertirse un poco?".
Menos mal que a mediados del siglo XX en Europa cambió el panorama para la mujer. Las guerras y la incorporación de la mujer a la Universidad y a los puestos de trabajo convencieron a -casi- todos de que no era necesario tener una pareja para realizarse en la vida. Como decía Jardiel, el sexo débil hizo gimnasia.
Ahora tengo amigas que han permanecido solteras por decisión propia. Son mujeres valientes e independientes que saben arrostrar los problemas inevitables de nuestra existencia con un coraje que les envidio. Son las Chanitas de hoy, las modernas "solteras de oro". Y viven, dentro de lo que cabe en este mundo, felices. ¿Y saben qué? Que a lo mejor han desvestido a un humano, no digo que no. Pero de lo que estoy segura es de que nunca han vestido a ningún santo.
A veces,aún hoy en día, y siendo las mujercitas mayores, tal vez ya casadas y divorciadas una vez, se empeñan sus madres, mayores obviamente ya, en desesperarlas y achucharlas para que abandonen a esas parejas que ya no quieren repetir bodorrio alguno, con la letanía de: "le has dado toda tu" juventud" para nada", al final te quedarás más sola que la una, etc... y las susodichas, que han sobrevivido a un matrimonio y saborean ahora las mieles de una media soledad consentida y de un " yo en mi casa y tú en la tuya- tan actual- no saben cómo hacer entender a su madre, sus tías y todo aquel que le comenta lo de " lo de ustedes si es raro", desisten de dar más argumentos y se dedican a vivir esta vida...que son dos días.
ResponderEliminar¡Qué razón tienes, Miguel! Tengo amigas viudas, solteras, casadas, divorciadas, con pareja, sin pareja, juntos pero no revueltos... Y lo que más me asombra es esa manía de los que han optado por otra opción en la vida de querer arreglar la tuya a su manera. Por eso me gustaba tanto Chanita, la pariente de la que hablo. Hizo lo que le dio la gana (en una época mucho más restrictiva que esta) y siempre la vi feliz. Uno se puede equivocar en sus elecciones pero son tuyas.
EliminarUn abrazo, Miguel.
Muy interesante y entretenido tu escrito de hoy. Menos mal que ya hoy no tenemos esas presiones familiares y sociales y bien por tu pariente Chanita, una adelantada. Un abrazo, amiga.
ResponderEliminarMás de una, Úrsula, se casó por esas presiones familiares y sociales. La compañera de Colegio Mayor a la que nombro, que lo hizo, se separó al cabo de unos años ¿Qué pareja puede aguantarse sobre esa base? ¿Cómo puede existir una convivencia sin amor, sólo porque hay que hacerlo?
EliminarY sí, Chanita fue una adelantada. Lo curioso es que nunca le faltaron pretendientes. Y no era guapa ni rica, pero sí muy simpática.
Un abrazo, Ursulita.
Ay, sí, qué bien lo hemos pasado con Patricia Brent, ¿verdad?
ResponderEliminarPues ahora que leo tu entrada es verdad que las mujeres que se quedaban "para vestir santos" no siempre eran el prototipo de señoronas mayores aburridas y/o amargadas, las había bien interesantes y geniales. El Ingeniero tiene una tía guapísima, que no se casó porque no quiso, inteligente y divertidísima, que rompe con todos los estereotipos... y ahora que lo pienso, de joven se debía parecer a Patricia Brent ;-))) Bss
El caso es que además, Mónica, había que casarse joven, si era antes de los 20 años, mejor. Recuerda "Persuasión" de Jane Austen. Anne, la protagonista, tiene 27 años (una edad en la que hoy se está en la flor de la juventud)) y ya todos la ven como una persona mayor: que si ojeras, que si falta de lozanía, que si ya se le había ido la juventud... Incluso ella misma se lo cree. Hasta el capitán Wentworth, cuando la ve después de 8 años de separación, comenta que está tan cambiada que no la habría reconocido.
EliminarEn ese momento tener 27 años y no estar casada preocupaba y llenaba de ansiedad a las familias. Hoy las solteras de oro que conozco son, con muchos más años, personas jóvenes que saben disfrutar de la vida. Estas cosas son las que me convencen de que algún progreso ha habido en la humanidad.
Besos.
PD: ¿Viste que puse un enlace al final a tu estupendísima reseña?
Me encanta como de un libro llegas a la conclusión final sacándole punta a este tema tan tan...de toda la vida.
ResponderEliminarTienes razón, desde siempre el pack matrimonio-hijos es el modelo que ha funcionado, y quien se salía de ahí era un "raro/a".
Me he reído mucho con lo de "Y saben qué? Que a lo mejor han desvestido a un humano".
Yo te digo una cosa: estoy soltera y no me he casado porque no he querido. Adoro mi independencia, mi casa, mi soledad elegida, mi compañía buscada (no precisamente de pareja, sino de familia y amigos). A estas alturas de la vida ya no creo que pueda cambiar de parecer ;-)
Un beso, Isabel.
Menos mal, Chelo, que ahora se admiten otras maneras de vivir y se admite que se puede ser feliz aunque no sigas el modelo.
EliminarMe gustó mucho el libro de Carmen Alborch, "Solas", que habla también de un espacio propio (que ese sí que es necesario para realizarnos, como ya recordó Virginia Woolf en "Una habitación propia" y Agatha Christie en "Ven y dime cómo vives"). Vivir sola en ese espacio, la casa -dice-, supone un grado importante de autonomía y responsabilidad. Y la soledad elegida es una opción de vida tan satisfactoria como cualquier otra. Cuenta anécdotas de cuando, siendo ministra, la invitaban a cualquier acto poniendo en la invitación "... y esposo" y como se le ofrecían acompañantes espontáneos que no podían entender que se sintiese cómoda sentándose sola en el palco de un teatro, por ejemplo. Carmen Alborch no es "militante de la soledad" pero considera su experiencia casi siempre positiva.
Un beso, Chelo, y que sigas disfrutando de la vida.
¡Ay, amiga, quién fuera Chanita! Esa mujer fue una adelantada al momento que le tocó vivir. Hoy no produciría asombro ninguno, aunque "consejos vendo que para mí no tengo". Me refiero a que las preguntas indiscretas y las recomendaciones sobre caballeros serios siempre están de moda... Gracias a Dios y a la formación femenina, las mujeres de hoy en día aspiran a algo más.
ResponderEliminarNo necesitan a alguien que les diga lo guapas que son porque tienen en su casa colgado un espejo en donde ellos decidieron. Se despreocupan de cargar el peso del móvil en sus pequeños bolsos porque no tienen de quien estar pendientes. Viajan cuando quieren, duermen con todo el espacio y lo más importante es que conservan su identidad intacta. No son señoras de nadie, sino de ellas mismas.
Nosotras tenemos un ejemplo de compañera triunfadora que jamás necesitó un hombre al lado para sentirse feliz
Sí, lo de los comentarios y preguntas indiscretas es una de los inconvenientes y majaderías de la vida en sociedad: "La siguiente vez te tocará a ti ¿no?" "Se te va a pasar el arroz...", "¿Pero no te has casado todavía?" y otras lindezas por el estilo.
EliminarEn un artículo de Alba Carrera y Pol Rodellar ("Ser soltera a los 20, a los 30 y a los 40 años") dice: "La soltería no es para nada sinónimo de estar sola (...) Tener independencia y libertad económica, social y profesional sin la necesidad de estar vinculadas a un hombre es un estado que lamentablemente nuestras abuelas no contemplaban.". Yo creo, Cande, que la cosa va más por ahí. Las solteras de hoy en día pueden tener sus parejas, pero no piensan en casarse o en compartir vida con ellos. Tienen otras prioridades (su carrera, su trabajo, sus amigos, su libertad, su independencia...). Me ha gustado tu frase de "no son señoras de nadie sino de ellas mismas". Considero saludable que en España, por lo menos, no perdamos nuestro apellido, como pasa en otros países.
Yo, como tú, me siento orgullosa de nuestra amiga.
Un abrazo.
Esta entrada tuya, Jane, quizá me haya llegado más que otras, porque, paradójicamente, poco me reconozco en ella, a pesar de que pertenezco a ese sector femenino que es objeto de tus reflexiones.
ResponderEliminarDentro de mi generación, creo que fui una privilegiada, porque nunca sentí ningún tipo de presión familiar, para que perdiera mi independencia, si yo no lo quería. A lo mejor, porque desde muy niña, siempre me vieron muy dispuesta y decidida a salir adelante por mis propios medios. O quizá, porque las circunstancias de la vida precipitaron acontecimientos que dirigieron mis pasos hacia otras funciones, familiares, vocacionales y profesionales, que hicieron que el matrimonio no fuera ni un medio, ni un fin, para sacar adelante mi vida.
Y todo esto, sin perder de vista que, en ese camino emprendido, no me cruzara con la persona que pudiera estar destinada a ser mi media naranja y que hubiera echado abajo ese afán de independencia y parte de las funciones asumidas.
Lamentablemente, las que en situaciones parecidas a las mías, me precedieron, fueron tildadas de solteronas, pero en los tiempos que corren, hay quienes nos etiquetan, no de solteras de oro, no, sino de mujeres insoportables, o insulsas, o intransigentes, o "dudosas y sospechosas"...
Por desgracia, amiga, no toda la gente es tan bondadosa y tan respetuosa como tú, por lo que la vida de una soltera actual no es tan dorada, ni tan valorada, como te lo pueda parecer a ti, aunque pienso que esas etiquetas nos resbalan, nos cosquillean y refuerzan el que sigamos poniéndonos el mundo por montera, le pese a quien le pese...
Enhorabuena, una vez más, y vivan todas las Chanitas que han existido y las que están por existir.
Realmente, Cehachebé, no pienso que la vida de una soltera sea dorada ni mucho menos. Sólo pienso que ser soltera o no no es determinante hoy para tener una vida completa. El libro de Carmen Alborch, del que hablé antes respondiendo a Chelo, tiene por subtítulo "Gozos y sombras de una manera de vivir", y pienso que eso es precisamente la soltería, una opción más para vivir la vida y que, como las demás, tiene sus pros y sus contras, sus gozos y sus sombras. Lo que me niego a aceptar es el cliché de "la pobre soltera" (igual que el de "la pobre casada" sobre el que abundan tantos chistes).
EliminarAsí que fuera etiquetas y valoremos a las personas. Ya sabes que, como tal, te admiro desde siempre. Un beso grande.
Ay, Jane, menos mal que han cambiado los tiempos. Mi modelo a seguir son esas mujeres como tu Chanita, que hicieron lo que quisieron. Si lo que quieres es casarte, pues también, pero porque te apetece. Todavía queda gente que presiona. A mí, cuando vuelvo a casa, siguen preguntándome si tengo novio y si no pienso casarme. Alguna de las solteras de mi familia: no te quedes sola como yo. Pero veo parejas que también están solas porque dormir en la misma cama con alguien en algunas ocasiones no significa nada. Y eso sí es triste, aunque si no hacen nada al respecto es porque no quieren.
ResponderEliminarUn beso.
La actriz Liv Ullman decía, como has apuntado tú, que a veces es menos duro despertarse y sentirse sola cuando estás sola que despertarse y sentirse sola cuando estás con alguien.
EliminarQue cada uno elija su camino en la vida. Hay un montón de opciones. Julio Llamazares contaba que el único problema que le encontraba a la soltería es no encontrar a nadie a quien echarle las culpas de tus problemas, no poder decirle a alguien: "¿Lo ves?... ¡Te lo dije!" :-D Pero solventado eso, todos los estados tienen sus pros y sus contras.
Y a los que te preguntan diles que sí y que ya te casaste en Las Vegas vestida de Marilyn.
Un beso.
Saben lo que quieren y hay prioridades.Lo más importante,ser independientes económicamente y si estás con la persona que deseas,mejor! Gracias por compartir! Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas mujeres de mi generación agradecemos infinitamente a nuestros padres que, por encima de toda consideración, tenían claro que debíamos ser independientes económicamente. Eso es lo primero.
EliminarGracias a ti por comentar. Un abrazo, Monaco.
¡Genial como siempre...
ResponderEliminarGracias, Elvira. Tus comentarios son como esa palmadita de ánimo en el hombro.
EliminarUn abrazo.
Fan total de Chanita. Con todo, siento que el panorama no ha cambiado tanto como pensamos... Menos mal que tenemos maravillosos referentes como ella
ResponderEliminarElla, Chanita, es la que sí estaba adelantada a su tiempo. Y creo que afortunadamente sí ha cambiado el panorama. A ella le habría gustado.
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