lunes, 10 de julio de 2017

Y entonces llegó el bikini


Las chicas en bikini de la Villa romana del Casale (foto de Melchor Padilla))

Hace exactamente 71 años, un día de julio de 1946 en Estados Unidos se presentó en sociedad, ¡tachaaán!, el bikini. Louis Reard fue quien hizo enseñar el ombligo, ese desconocido, a las mujeres, señalando que iba a ser un invento tan explosivo como una bomba. De hecho, lo llamó así por el atolón Bikini en las Islas Marshall en donde en ese momento se estaban realizando pruebas para la bomba atómica ¡Y vaya sí lo fue! Me puedo imaginar perfectamente el escándalo y la conmoción que se armó la primera vez que se vio en una playa a una mujer en bragas y sujetador, como si tal cosa.

No hay que olvidar que las faldas se habían acortado en el segundo tercio de siglo y que un poco antes, en tiempos de la Reina Victoria, se forraban con telas floreadas las patas moldeadas de los pianos para esconderlas y que no les recordaran a los hombres, tan libidinosos ellos, las redondeces femeninas.

Por estos lares, las mujeres durante muchos años más siguieron escondiendo sus encantos bajo metros y metros de tela que, a la hora de nadar, no nos llevaban de milagro al fondo de los mares procelosos. 19 años después de aquel día de julio, en el verano de 1965 aquí todavía no se había visto un bikini. Ese año en Bajamar, una vez que me fui a bañar con mi pandilla a un charco que estaba alejado de las piscinas públicas, una de mis amigas, que tendría entonces 14 años, se atrevió a estrenar el primer bikini que vi en persona. Fue un acontecimiento sobradamente comentado (y criticado) que nos dio tema de conversación para todo el mes. Yo me puse mi primer bikini durante mi luna de miel en octubre del 71 y, desde entonces, es casi mi uniforme de verano.

Y, sin embargo, el bikini ya había sido inventado hacía siglos por los romanos, que siempre fueron tan modernos. El año pasado, cuando estuve en Sicilia, fuimos a ver en Piazza Armerina la Villa del Casale, un coto de caza romano del siglo IV, cuyos suelos estaban cubiertos de preciosos mosaicos. Y allí estaban, un grupo de chicas en bikini, más contentas que unas pascuas practicando deportes ¿Cómo dejamos las mujeres que después nos entullaran en ropa?

Bañarte en el mar, sintiendo el agua fresca en la piel, es una de las sensaciones más placenteras que existen. No sientes el impedimento de ropa que te arrastra y eres libre para nadar, zambullirte y jugar con las olas: es un momento de dicha total. Hay una escena de principios del siglo XX en el libro de E.M.Forster "Una habitación con vistas", que me recuerda cada vez que la leo ese gozo liberador que se siente en el agua. La protagonizan dos chicos jóvenes y un reverendo joven de espíritu que van paseando por un jardín un día de verano de mucho calor y se encuentran con un estanque. Sin apenas pensarlo se desnudan y se meten "dentro de la divina agua", se zambullen, se salpican mutuamente, se empujan jugando, disfrutan del momento glorioso. A la mañana siguiente, el hecho para todos "había sido como un grito de la sangre y una relajación de la voluntad, una pasajera bendición cuya influencia no se había perdido, una comunión, un hechizo, un momentáneo cáliz para la juventud".

Hace poco en la Playa de la Arena llamaba la atención una mujer en la orilla forrada de la cabeza a los pies con un burkini oscuro. Su marido y sus hijos llevaban bañadores normales y entraban y salían del agua saltando y riendo. Sin embargo, ella no se movió, ni se bañó. Quieta en la orilla. solo los pies mojados, se la veía francamente incómoda, sudando y atosigada bajo kilos de ropa y bajo la mirada de todo el mundo que no podía dejar de reparar en ella, un manchón negro entre la multitud. Mirándola me acordé de unas palabras de la filósofa Amelia Valcárcel sobre el velo: "Cuando el pañuelo no tenga carga ética, solo estética, yo no tendré nada en su contra; pero mientras alguien me diga que para ser una mujer honrada yo debo velarme y que, si no voy velada, no soy una mujer honesta, eso no es estética sino ética, y además inadmisible". La miré con empatía, de mujer a mujer, y le deseé mentalmente fuerza e inteligencia para ser ella misma. Y después, me tiré al agua, en bikini por supuesto, a disfrutar de la maravilla del mar.


Ursula Andress, el bikini más famoso del cine, en "007 contra el Dr. No" (año 1962)

16 comentarios:

  1. Ja,ja,Isa,me has hecho reír con el tema biquini! Yo tuve que luchar con mi querida madre para que me dejara ponérmelo en el 71 tambien.Fue una lucha en la que ,por fin, gané! Y qué alegría y placer daba bañarse sin los engorrosos bañadores que pesaban lo suyo!
    Un abrazo .

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    1. Es que la resistencia social fue mucha, Begoña. Esther Williams, que se pasó la vida en bañador, dijo que "un bikini es un acto irreflexivo" y en 1957 la revista "Das moderne madchen" (La chica moderna) escribió: "Es impensable que una chica decente y con tacto use tal cosa". El Papa dijo que la elección de Miss Mundo del 51, en la que la ganadora fue coronada en bikini, era pecaminosa y desterró el bikini para siempre de esos concursos. Así que es verdad que el mundo (y tu madre entre ellos) se opuso al tema con todas las municiones, pero hay cosas que son lógicas...
      Un abrazo.

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  2. El bikini, prenda que no me puse nunca porque tenía la cicatriz de la peritonitis horrorosa y tenía complejo. Ayer, mi nieta pequeña me vio tomando el sol y, como estaba en casa, me puse la barriguita al sol y me preguntó qué era esa cicatriz. Es posible que ahora no tenga complejo y me ponga un bikini.

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    1. Y, sin embargo, Esther, los hombres exhiben sus cicatrices como si fueran heridas de guerra (mi marido lo hace con la suya del apéndice). Creo que eso tendríamos que aprender de ellos, nada de complejos por cicatrices, ni estrías, ni michelines. A mí, además, si me pongo bañador de una pieza, con la humedad en la cintura me da un lumbago que me quedo doblada como una alcayata. Así que quita, quita, a gozar del agua y del sol en la piel. Ánimo y a estrenar un bikini este verano. Vas a fardar contando lo de la peritonitis (me acuerdo de cuando la tuviste y del susto que teníamos todas tus amigas).
      Un abrazo.

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  3. Carmen Paz Gutiérrez Arienza10 de julio de 2017, 17:30

    Totalmente de acuerdo contigo Isabel, no hay prenda más cómoda que el biquini, yo también fuí de las que no lo dudé mucho, cuando llegó me lo puse y listo, fuera complejos y sin dudarlo el "biquini".

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    1. A eso voy yo también, Carmen Paz, a la comodidad. Hoy me manda una amiga un catálogo de una revista de los años 20 en el que presentan "trajes de baño que destacan por su graciosa sencillez": faldas plisadas por debajo de la rodilla, pololos bombachos debajo, manga larga, gorros... Casi como una lagarterana ¡Imagínate entrar en el agua con todo ese equipo! Y después, cuando ya algunas nadadoras impusieron el traje de una pieza para no irse al fondo cuando se tiraban a la piscina, las telas eran lana o franela. Un horror.

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  4. ¿Qué es lo que hizo, Jane, que las mujeres del s. IV se mostraran en bikini, dentro y fuera del agua, y 17 siglos después, haya que ver cómo otras muchas tengan que hacerlo embutidas, de pies a cabeza, en un "burkini"...? Por estética y más comodidad, no me lo creo. Por moda, menos aún. Sólo se me ocurre pensar en cuestiones religiosas y de dominio machista, que buscan esconder y disimular lo que, en muchas épocas, se ha considerado el objeto del deseo y la perdición de los hombres y, al mismo tiempo, de posesión y exclusividad. Qué cosas ¿verdad?.
    Lo estoy escribiendo y no doy crédito a que eso siga dándose (por fortuna, no en todas partes), pero basta que haya una sola mujer que no disfrute de la libertad de ponerse, o no, un bikini, para que a mí se me encienda la sangre y me rebele ante tan injusta situación.
    Y me rebela porque cuando yo decidí comprarme y ponerme el primero de los muchos que usé, nadie se opuso a que lo hiciera y aquello fue, para mí, una de las señales, más evidentes, de que era libre, de que a partir de entonces yo era dueña y señora de ponerme o quitarme lo que quisiera.
    Lo recuerdo con especial gusto y te agradezco que tu post de hoy me haya traído a la memoria aquella convicción y aquel inicio de logros mayores. Fue el símbolo de mi primer paso hacia lo que tanto he valorado y defendido, a lo largo de toda mi vida: la libertad de elección, por encima de todas las cosas...

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    1. El tema de la imposición del vestido, Cehachebé, es un tema más profundo de lo que podría parecer y sobrepasa con mucho la extensión de este post. Pero conviene recordarlo incluso con el burkini. El año pasado se prohibió el burkini en las playas de 20 municipios franceses, lo que encendió la polémica (y de paso hizo subir las ventas de burkinis un 200%). Luego el Consejo de Estado francés levantó la prohibición, tal vez pensando que no merecía la pena que se armara tanto alboroto por unos metros de tela. Algo así debió haber pasado en España con el motín de Esquilache cuando en 1766 se quiso imponer acortar las capas y el sombrero de 3 picos y se armó la de Dios.
      Esto nos lleva a pensar que la cuestión de la ropa que llevamos no es solo una cuestión privada, sino social, y que las leyes que intentan controlar cómo nos vestimos responden a intereses económicos, religiosos, de poder... Saberlo nos ayudará a ser más libres a la hora de elegir. Como siempre, en el fondo es una cuestión de educación.
      Un abrazo.

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  5. Yo me puse el primero en el 68 ahora lo intercambio con el bañador, pero mucho mas cómodo el bikini, se seca antes, te da el sol en la tripita..

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    1. Las ventajas del bikini sobre los demás tipos de bañador son evidentes: más soltura para nadar, nada de humedad en la cintura para que no nos dé un lumbago, el sol que nos dora y nos da calorcito... Pero, como siempre, lo importante es que se tenga capacidad de elección y que nadie nos diga que no nos pongamos algo que nos apetece. A disfrutar del verano, Ana.

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  6. El bikini. Fuerte bombazo.
    Yo con mi bañador entero y mi rebequita torera de manga corta de crochet en Bajamar bajo una sombrilla hoy sería una especie rara. Suerte que lo conocimos y, como tú dices, pudimos sentir el vaivén de la sal en nuestro vientre desnudo. Yo hace un par de años que tiré uno que me costó carísimo y que se llegó a poner mi hija. Hoy por hoy su lycra fina y su fondo negro de líneas abstractas de colores seguiría siendo tendencia.
    Otro descubrimiento a sumar en nuestra larga lista generacional. Viva el bikini que liberó a la mujer, no solo de tela sino de miedos y absurdos complejos morales.

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    1. Siempre que alguna prenda se nos imponga -sea bañador, burkini, bikini, velo o mantón de Manila- implica un deseo de posesión. Señales como la de ponerse un bikini o quitarse un pañuelo de la cabeza (como les pasó a muchas de nuestras abuelas, acostumbradas a llevarlo porque sus madres y abuelas lo llevaban) son pasos a esa libertad y a ese respeto que la dignidad de una persona merece.

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  7. Yo me puse mi primer bikini a los 17 o 18, pero solo la mitad.

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    1. Jajajaja, tú perteneces a la mitad privilegiada de la humanidad que puedes ir con el pecho al aire (quiero suponer que la mitad a la que te refieres es la de abajo) sin que nadie se haga cruces ni te excomulguen. Dichoso tú.

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  8. Hola Jane. La verdad es que no me acuerdo cuando ví el primer bikini, me imagino que sería alguien de mi familia o de mis amigas quien se lo puso por primera vez.
    Lo que si me acuerdo es que algunas personas "bien pensantes" decían que era pecaminoso y que debería estar prohibido. También recuerdo cuando las mujeres iban a la playa, y después de vigilar a los niños, poner la comida y recoger los enseres, se reunían y se acercaban a la orilla a "mojarse los pies". Muchas de ellas vestidas de luto y con pañuelos en la cabeza.
    Hoy nos escandalizamos cuando vemos el burkini pero no hace tantos años que el burkini estaba de "moda" entre nuestras madres, abuelas, tías,..... Un beso Jane. Juan.
    PD. He leído un libro ambientado en la Palma: "Los Milagros Prohibidos" de Alexis Ravelo. Editorial: Siruela Nuevos Tiempos. Mientras lo leía tuve recuerdos de "los silencios" que se producían cuando pasaban algunas personas, el desvío de las miradas para evitar saludarlas, y esa opresión que reinaba en el ambiente. También recordé conversaciones entre mayores que en voz baja se contaban cosas, y que tuvieron que pasar años hasta que comprendí.Te lo recomiendo, más que por la prosa, por la historia que se acerca bastante a lo que vivieron muchos de nuestros antepasados.

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    1. Gracias, Juan, lo apunto ya en mi lista de libros. Más temprano que tarde caerá.
      Todavía hay gente que recuerda cuando las mujeres se iban a bañar de madrugada a la playa, vestidas con ropas más viejas. Y como algunos hombres las iban a acechar. Tú me dirás dónde está el pecado en que se vea un trozo de carne. Por eso, el que ahora ya no llame la atención el bikini, y ni siquiera el top less, es un adelanto enorme sobre esos tiempos oscuros en que cualquier cosa te podía llevar de cabeza a las calderas del infierno.
      En los pueblos de las vacaciones de mi niñez (espacios más cerrados donde todo el mundo sabía todo sobre sus vecinos) fue donde yo viví esos silencios, miradas y conductas que hoy veo como totalmente irracionales y que tanto daño hacía a las personas objeto de ellos. Leeré el libro.

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