Hace poco me encontré con una portada que me sorprendió, a pesar de ser la de un libro archiconocido, "Mansfield Park" de Jane Austen. El autor de la portada es Fernando Vicente, un ilustrador que confiesa disfrutar con el proceso de ilustrar un clásico, "tanto de la lectura como de dar vueltas sobre algo conocido o de buscar documentación". Y eso se le nota.
Los lectores de "Mansfield Park" muchas veces se quedan con que es la historia de la pariente pobre, Fanny Price, que ocupa un segundo plano en la vida de su aristocrática familia y que, cuando esa vida se agita con la llegada de una elegante y superficial pareja de hermanos, ella no se deja influir y es el anclaje. los principios firmes, el discernimiento claro. Pero además Fernando Vicente, con esta portada, va más allá y muestra a Fanny Price perdida en un laberinto, y me obligó a mí a releer el libro con sus ojos y a centrarme en la presión que ella recibe, incluso por parte de los que la quieren bien, para hacer lo que no quiere hacer: casarse con un buen partido, un hombre seductor, rico y agradable que además está muy enamorado de ella, y en un momento y entorno social en el que el matrimonio es la mejor, y a veces la única, solución en la vida. En la portada hasta en el cuello se ve la tensión de ella al ver que no hay salida.
Me encantan esas portadas de buen lector e ilustrador, que se alejan de clichés y que te invitan a disfrutar de lo que hay detrás de ellas. Y sin embargo, hace poco leí un artículo sobre portadas de Víctor Selles, en el que dice que lo que importa en ellas es que sea un reclamo publicitario y que "Esto se consigue con clichés. Se logra con colores pastel en las novelas románticas y naves espaciales con planetas al fondo en el caso de la ciencia ficción. Se consigue con fotomontajes para la literatura juvenil e ilustraciones para la infantil, y con el mismo cuadro de Hopper de la mujer bañada por la luz de media tarde para la ficción literaria". Como lectora, no estoy muy de acuerdo. Cuando daba clase, muchas veces animaba a mis alumnos a que cuidaran la presentación en sus trabajos. Les decía que igual que un plato con una gracia por aquí o un perifollo por allá anticipa el disfrute, un trabajo sin faltas, bien escrito y con una ilustración original, predispone a su favor a quien lo tiene que calificar. Lo mismo pasa con la portada de un libro: es el primer paso, el umbral para que esperemos con expectativas burbujeantes lo que va a llegar después. Que igual es un churro y una decepción, pero también, por qué no, puede responder a nuestras esperanzas y nadie nos quitará esa gloriosa entrada en un mundo nuevo.
Esta semana en la que finalizamos un año como quien cierra un libro (un libro un poco caótico este 2017, todo hay que decirlo), abramos el próximo con una portada más conciliadora, más acorde, estoy segura, con lo que casi todo el mundo espera. Yo haría esa portada a 2018 con los bellísimos versos que el poeta José Miguel Junco Ezquerra ha publicado estos días:
"Ojalá que se ponga por su lado más cóncavo de tu parte la vida
y que en esa hondonada se prodigue el abrazo
y se fundan de veras con tu sangre otras sangres
y al convite se sume con su canto un jilguero
y el dolor te sea leve y la paz sea contigo."
Feliz año.